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POR QUÉ NOS CUESTA ABRIR EL CORAZÓN A DIOS?


¿Por qué nos cuesta abrir el corazón a Dios?
¿Por qué existo? ¿Por qué yo soy quien soy, y no otro? 


Por: Pablo Augusto Perazzo | Fuente: CEC 




13 julio, 2016 

Más allá de querer o no, tener presente a Dios en nuestras vidas; que abramos o no, las puertas de nuestro corazón; que nos esforcemos o no, para que Dios sea más o menos importante para nosotros, la verdad –aceptemos o no– es que su huella está profundamente inscrita en nuestro interior. Negar esa realidad es negarnos a nosotros mismos. Es negar el origen y fundamento de lo que somos. De cómo aceptemos o vivamos esta realidad dependerá nuestra realización personal.

Preguntémonos: ¿Por qué existo? ¿Por qué yo soy quien soy, y no otro? No somos dueños de nuestras vidas. No somos nosotros quien elegimos existir, y mucho menos ser quienes somos. Decir que existimos y somos quién somos gracias a nuestros padres y ancestros no es equivocado, pero quedarnos solamente con esa dimensión de la realidad sería empobrecer nuestras existencias. Nuestros padres nos conceden la existencia genética y biológica, nos educan, nos forman, etc… además de las características, riquezas y deficiencias que podemos tener de por sí, mucho de lo que somos depende también de lo que aprendemos a lo largo de nuestra vida, en los distintos lugares dónde nos desenvolvemos. Pero aun así, hay algo en nuestro interior que define quienes somos. Eso es nuestro espíritu. Nuestro interior. Nuestra consciencia. Nuestro “corazón”. Es decir, nuestro “mundo interior”. Es algo muy distinto en cada persona. Esa diferencia interior, del corazón, espiritual, no lo recibimos de los padres, ni tampoco es algo que la sociedad poco a poco va determinando. Tampoco somos nosotros quien lo elegimos. Así nacemos. Así lo ha querido Dios. Querámoslo o no.

¿Qué tan profundo es nuestro mundo interior? ¿Nos sentimos satisfechos con lo que el mundo puede ofrecernos? No hablo sólo en términos negativos. Efectivamente, hay muchas cosas valiosas como nuestro trabajo, estudios, la familia, nuestros hijos, etc… realidades de nuestra vida que son fundamentales y realmente llenan de felicidad nuestro mundo interior. Pero todas ellas son finitas, en algún momento terminan. Entonces brota la pregunta: ¿Todo eso llena y satisface plenamente nuestro interior? O acaso ¿no buscamos alguien que nos ofrezca una felicidad sin límites? Todos buscamos siempre lo infinito.

Por lo tanto, si sabemos que sólo Dios es esa persona infinita que puede saciar nuestra “hambre” interior ¿por qué nos cuesta abrir el corazón a Dios? Dejar que el amor de Dios llene de sentido nuestra vida. La respuesta no es fácil. Implica muchas variables. Cada uno tiene sus propias razones para abrir o no el corazón a Dios. Qué tipo de educación y formación recibimos en la familia, cuánto influenciaron nuestras amistades o el mundo con sus falsas propuestas, la educación que recibimos en las escuelas y universidad, las corrientes de pensamiento vigentes de la determinada circunstancia cultural en la que vivimos. Experiencias problemáticas o traumáticas que llevaron a que cerrásemos nuestros corazones, no sólo a Dios, sino a los demás.


Esas experiencias difíciles o traumáticas pueden generar problemas de índole psicológica que distorsionan la manera como nos acercamos a la realidad. También las experiencias de sufrimiento y dolor que podemos atravesar en la vida, pueden, en muchos casos, llevar a renegar de Dios. Cómo si Dios fuera el culpable de todo lo malo que sucede en la vida. Por otro lado, están los que creen que Dios nunca los escucha, los que no saben cómo hablar o relacionarse con Él. Los que están tan encerrados en sí mismos, que no son capaces de percibir la acción de Dios en sus vidas. También están aquellos que sencillamente no conocen a Dios. Por distintas razones nadie les habló de Dios, ni tampoco les ayudaron a acercarse a Él. Finalmente, están nuestros propios pecados personales, que objetivamente nos alejan de Dios, que nos hacen creer que ya no somos dignos de acercarnos a Él. Nos desesperanzamos. Creemos que no hay salida para nuestra postración. Estas son algunas razones por las que se hace difícil que Dios entre en nuestros corazones. Cada persona tiene sus propias dificultades. Sino superamos esas dificultades terminaremos alejándonos cada vez más de Él.

Sin embargo, Dios nunca se cansa de salir a nuestro encuentro. Conoce nuestros corazones. Nos conoce mucho mejor que nosotros mismos. Apuesta por nosotros. Desde el comienzo, luego del pecado original, promete un Mesías, un Salvador, que vendría a liberarnos del pecado, que vendría a iluminar la oscuridad en la que vivimos. A lo largo de toda la historia del pueblo de Israel, Dios se fue manifestando progresivamente a través de los Patriarcas, profetas, reyes… y, finalmente, envío su propio hijo, que siendo Dios, nació de la Virgen María y se hizo hombre. El todopoderoso se hizo pequeño como un bebe. El Eterno se hizo finito y mortal. Se alegró, se entristeció y lloró. Asumió el peso de nuestros pecados. Apostó tanto por nosotros, se involucró tanto, nos ama tanto, que llegó al punto de entregar su Hijo único a que muriera en la cruz, por nuestros pecados.

¿Qué debemos hacer? Si percibo algo de eso en mi vida, ¿qué tengo que cambiar? El camino, más que preguntarnos ¿qué hacer? ¿Qué cambiar? es descubrir en Dios una persona real con quien puedo relacionarme. Puedo tener muchos y distintos problemas, pero se trata de crecer y fomentar una relación personal. El hecho humano de la relación personal es algo que vivimos cotidianamente. Nos relacionamos con nuestros familiares, amigos, colegas de trabajo, etc… A partir de la relación personal con Dios, aprenderemos a abrir nuestro corazón. Además ¿qué vamos a perder? ¿Por qué tenerle miedo? No hay ninguna razón para temerle. Él es Dios. Nos creó por amor. Entregó su Hijo único para morir en la Cruz por amor. ¿Qué más podemos pedirle a Él que nos muestre cuánto nos ama? Él nos da la verdadera felicidad. A fin de cuentas, el punto es: ¿dónde quiero poner mi corazón? ¿Dónde está mi tesoro? Pues ahí donde descubro el tesoro para mi vida es dónde pondré mi corazón. ¿Qué quiere y necesita mi corazón? Abrir el corazón no es fácil, pero está en juego nuestra felicidad.

PLEGARIA PARA OBTENER SERENIDAD


Plegaria para obtener serenidad.


Niño Jesús: Tú eres el Rey de la Paz, ayúdame a aceptar sin amarguras las cosas que no puedo cambiar.

Tú eres la fortaleza del cristiano; dame valor para transformar aquello que en mí debe mejorar.

Tú eres la sabiduría eterna; enséñame en cada instante cómo debo obrar para agradar más a Dios y hacer mayor bien a las demás personas. Te lo suplico, por los méritos de tu infancia a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

SIETE COSAS QUE NO SABÍAS SOBRE LA DEVOCIÓN AL DIVINO NIÑO JESÚS


7 cosas que no sabías sobre la devoción al Divino Niño
Por Diego López Marina



 (ACI).- Si bien la Iglesia Universal celebra la Fiesta del Divino Niño en el mes de septiembre, este 20 de julio Colombia celebra a lo grande esta querida devoción cuya historia se remonta a los tiempos del mismo Cristo.

Aquí 7 cosas que quizás no conocías sobre la Devoción al Divino Niño

1. La confianza hacia el Divino Niño está fundada en la Biblia

Esta devoción tiene por objetivo transformarnos para ser cada vez más como Jesús, reconocer nuestra pequeñez y depender de Dios como niños:

“Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.  (Mateo 18,3)

La confianza puesta en Jesús se fundamenta en Sus propias palabras:

“Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. (Juan 14,13)

2. La devoción al Divino Niño es muy antigua entre los católicos

Antiguos narradores cuentan que la devoción al Divino Niño empezó en el Monte Carmelo, en Israel. La tradición cuenta que a este monte, cercano a Nazaret, iba frecuentemente el Divino Niño acompañado de sus padres José y María y de sus abuelos San Joaquín y Santa Ana, a pasear y a rezar,


Los hombres que allí se reunían para orar le fueron tomando gran aprecio y cariño.

Después de que el Redentor subió al cielo, los religiosos moradores del Monte Carmelo siguieron recordando con gran cariño y devoción al Niño Jesús.

Luego cuando los Carmelitas se extendieron por Europa llevaron esta devoción a todo el mundo.

3. Varios santos difundieron la devoción

En el año 1200 San Antonio de Padua, y en el año 1500 San Cayetano, le tuvieron mucha devoción al Niño Jesús, y por eso en los cuadros se pinta a cada uno de estos dos santos, llevando en sus manos al Divino Niño.

San Antonio de Padua también fue un devoto entusiasta del Niño Jesús que según las imágenes que de él se conservan, mereció que el Divino Niño se le apareciera en una ocasión.

Otros santos que contribuyeron grandemente a difundir la devoción al Niño de Belén fueron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

4. “Por los méritos de la infancia de Jesús, nada te será negado”

En el año 1636 Jesús le hizo una promesa a una monja carmelita del convento de Beaune en Francia, conocida como la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento.

Cristo le dijo: “Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y nada te será negado”.

La monja, que falleció a los 29 años, recibió la misión de propagar especialmente la devoción a la divina infancia de Cristo.

5. Existen varias representaciones del Niño en el mundo entero

Desde hace unos 300 años la devoción al Niño Jesús se extendió rápidamente por Europa, América, Asia, África y Oceanía.

Entre las representaciones más conocidas se encuentran: El Niño Jesús de Praga, en Checoslovaquia; el Santo Niño de Atocha, en México; el Divino Niño de Arenzano, en Italia y el milagroso Niño Jesús de Bogotá en Colombia.

6. El P. Juan del Rizzo difundió esta devoción en Colombia

El sacerdote salesiano P. Juan del Rizzo llegó a Barranquilla (Colombia) en 1914 y con gran esfuerzo se dedicó a recaudar fondos para la construcción de un templo, aunque sin éxito. Fue entonces que tuvo la inspiración de pedir al Señor por los méritos de su infancia.

Desde entonces el éxito del sacerdote fue extraordinario y se convirtió en un gran devoto del Divino Niño, dedicando su vida a la propagación de la devoción.

En 1935 el P. del Rizzo fue trasladado a Bogotá, donde providencialmente se encontró con una preciosa imagen del Divino Niño; luego se la llevó a los campos de la obra juvenil salesiana en el barrio 20 de Julio.

De esta manera los fieles empezaron a venerar la imagen como el Divino Niño y son muchos los que hasta ahora dicen que al acogerse a esta advocación, han obtenido muchos milagros y conversiones.

7. El P. del Rizzo dio a conocer 4 condiciones para obtener favores del Divino Niño

En primer lugar ofrecer la Santa Misa durante Nueve Domingos, confesarse y comulgar al menos en uno de ellos.

2do. Dar una libra de chocolate (o equivalente en dinero o en comida) a los pobres.

3ro. Si la persona puede, que done víveres, o su equivalente en dinero, a las familias pobres.

4to. Propagar la devoción al Divino Niño narrando a otros los milagros que Él hace a sus devotos, repartiendo novenas, estampas y almanaques.