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lunes, 4 de octubre de 2021

12 HECHOS QUE TAL VEZ NO CONOCÍAS DE LA VIDA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 



12 hechos que tal vez no conocías de la vida de San Francisco de Asís

Redacción ACI Prensa



Cada 4 de octubre se celebra la fiesta de San Francisco de Asís, uno de los santos más conocidos y queridos de la Iglesia, cuyo nombre fue tomado por el Papa Francisco en su honor. A continuación, te presentamos 12 hechos sobre su vida.


1. Los retratos más antiguos de San Francisco se encuentran en Italia

El primero (izquierda) se encuentra en el monasterio benedictino de Subiaco. El retrato fue pintado durante una visita al monasterio y presenta a San Francisco sin aureola ni estigmas.

El segundo fresco (derecha) se halla en la Basílica inferior de Asís y fue pintado por Cimabue. El fresco completo representa a la Virgen con el Niño entronizados, cuatro ángeles y San Francisco.


2. Se le llamó Francisco por el pueblo de Francia

Su padre, Pedro Bernardone, fue un comerciante que trabajaba en Francia. Como se encontraba en dicho país cuando nació su hijo, la gente le apodó "Francesco" (el francés), por más que en el bautismo recibió el nombre de Juan.


3. Fue prisionero de guerra durante un año

Cuando tenía cerca de 19 años, antes de su conversión, se unió al ejército y luchó en una guerra que se libró entre las ciudades de Perugia y Asís. Fue hecho prisionero durante un año, pero finalmente fue liberado ileso.


4. Su vida se inspiró en Mateo 10,9

En Mateo 10,9, Jesús dice a sus discípulos: "no lleven oro, plata o monedas en el cinturón" cuando viajen para predicar el Evangelio. El santo se sintió inspirado a hacer lo mismo y comenzó a viajar para predicar el arrepentimiento en pobreza.


5. En el plazo de un año ganó 11 seguidores

Para el año 1210 había 12 de ellos en total, es decir, igual número que los apóstoles. En ese entonces, San Francisco redactó una regla breve e informal con consejos evangélicos para alcanzar la perfección, principalmente. Luego, viajaron a Roma para presentar el escrito para la aprobación del Papa. El viaje fue a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad y viviendo de las limosnas que la gente les daba.


6. El Papa Inocencio III decidió apoyar a los franciscanos después de un sueño sobrenatural

El Papa Inocencio III se mostró adverso a darle apoyo a San Francisco y su nuevo grupo de seguidores. Entonces, tuvo un sueño en el que vio al santo sosteniendo con su cuerpo la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de la diócesis de Roma, que estaba a punto de derrumbarse.

El Santo Padre interpretó el sueño como una indicación de que San Francisco y su grupo podrían servir de apoyo a la Iglesia y así les dio el reconocimiento oficial como una orden religiosa.


7. Asistió al IV Concilio de Letrán, donde conoció a Santo Domingo de Guzmán

El IV Concilio de Letrán fue el concilio ecuménico número 12 de la Iglesia Católica en el que se ratificó la transubstanciación y la primacía papal, entre otras cosas. Santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos, también estuvo presente.


8. Visitó a un sultán musulmán, le predicó el Evangelio y lo desafió 

Durante la quinta cruzada, San Francisco y un acompañante viajaron a un territorio musulmán para visitar al sultán de Egipto y Siria, Al-Kamil. El santo predicó ante el sultán y para demostrar su gran fe en la religión cristiana, desafió a los presentes a un "juicio de fuego" que consistía en que él y un musulmán caminen por un sendero en llamas, con la idea de que el seguidor de la religión verdadera debía ser protegido por Dios.

San Francisco se ofreció a ir en primer lugar, pero Al-Kamil rechazó el desafío. No obstante, el sultán quedó tan impresionado por su fe que le dio permiso al santo para predicar en su tierra.


9. Detuvo los milagros de un franciscano fallecido

En 1220, San Francisco se retiró del gobierno de la Orden y nombró como su Vicario a Pedro Cattani. Sin embargo, Pedro murió sólo cinco meses después. Los visitantes a su tumba reportaron muchos milagros, lo que llevó a grandes multitudes al lugar. Las muchedumbres causaban problemas en la zona por lo que el santo le rezó a Cattani para que se detuvieran los milagros y estos cesaron.


10. Recibió estigmas mientras realizaba ayuno de 40 días

Los estigmas son una condición en la que las heridas de Cristo aparecen sobrenaturalmente en el cuerpo de una persona. Un franciscano que lo acompañó dijo: "De repente vio una visión de un serafín, un ángel de seis alas en una cruz. Este ángel le dio el don de las cinco llagas de Cristo".

Esto sucedió en 1224 durante un ayuno de 40 días en el Monte Alvernia, cuando se preparaba para la Fiesta de San Miguel Arcángel, el 29 de septiembre.

11. La primera piedra de la Basílica de San Francisco de Asís se colocó al día siguiente de su canonización

El santo murió el 3 de octubre de 1226. Fue canonizado por el Papa Gregorio IX el 16 de julio de 1228, y al día siguiente, el Santo Padre puso personalmente la primera piedra de la nueva basílica de San Francisco de Asís.

12. Su tumba se perdió durante siglos hasta que fue redescubierta en 1818

Su cuerpo fue trasladado a su basílica en 1230, pero pronto fue ocultado por los franciscanos para protegerlo de los invasores sarracenos. La ubicación de su cuerpo quedó en el olvido y no fue redescubierto hasta 1818, casi seis siglos después.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 4 DE OCTUBRE DE 2021

 



 Lunes 27 del tiempo ordinario

Lunes 4 de octubre de 2021



1ª Lectura (Jon 1,1—2,1.11): Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: ‘Su maldad ha llegado hasta mí’». Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente.

El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos». Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad». Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?». Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme». Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?». Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado.

Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?». Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta». Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres». Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.

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Salmo responsorial: Jon 2

R/. Sacaste mi vida de la fosa, Señor.

En mi aflicción clamé al Señor y me atendió; desde el vientre del abismo pedí auxilio, y escuchó mi clamor.

Me arrojaste a lo profundo en alta mar, me rodeaban las olas, tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí.

Yo dije: «Me has arrojado de tu presencia; quién pudiera ver de nuevo tu santo templo».

Cuando se me acababan las fuerzas me acordé del Señor; llegó hasta ti mi oración, hasta tu santo templo.

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Versículo antes del Evangelio (Jn 13,34): Aleluya. Os doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. Aleluya.

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Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

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«El que practicó la misericordia con él»

Hno. Lluís SERRA i Llançana

(Roma, Italia)


Hoy, un maestro de la Ley plantea a Jesús una pregunta que quizás nos hemos formulado más de una vez: «¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10,25). Era una pregunta que iba con segundas, pues quería poner a prueba a Jesús. El maestro responde sabiamente lo que dice la Ley, es decir, amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (cf. Lc 10,27). La clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Cor 13,13). Cualquier proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo desde nuestra propia identidad.

El maestro de la Ley va más lejos todavía y pregunta a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). La respuesta llega a través de un cuento, de una parábola, de una historia corta, sin formulaciones teóricas complicadas, pero con un gran contenido. El modelo de prójimo es un samaritano, es decir, un marginado, un excluido del pueblo de Dios. Un sacerdote y un levita pasan de largo al ver al hombre apaleado y malherido. Los que parecen estar más cerca de Dios (el sacerdote y el levita) son los que están más lejos del prójimo. El maestro de la Ley evita pronunciar la palabra "samaritano" para indicar a quien se comportó como prójimo del hombre malherido y dice: «El que practicó la misericordia con él» (Lc 10,37).

La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te examinarán del amor».

EL EVANGELIO DE HOY 4 DE OCTUBRE DE 2021 - SAN FRANCISCO DE ASÍS

 



 4 de Octubre: San Francisco de Asís

El Evangelio de Hoy


Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».


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«Has revelado a pequeños»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)


Hoy, fiesta de san Francisco de Asís, el Evangelio comienza con una breve oración de Jesús; continúa con una lección de vida trinitaria, y acaba con una invitación. Las tres cosas establecen el retrato espiritual del Santo que festejamos.

En la oración, Jesús enaltece al Padre porque se revela a los sencillos y a los humildes: «Has revelado a pequeños (…)» (Mt 11,25). Dios les revela la profundidad de su vida trinitaria: «Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre (…)» (Mt 11,27). ¡Conocer al Padre y al Hijo con la Mente que es el Espíritu Santo! ¡Él es quien conoce la profundidad de Dios! Recordemos que el verbo “conocer” en la Biblia significa amar y ser amado, darse y poseer. Este “Conocimiento” mutuo del Padre y del Hijo es el mismo Espíritu; de modo semejante podemos decir también que el Espíritu Santo es el Amor, la Unidad, el Aliento, la Lengua… del Padre y del Hijo.

El Santo de Asís se caracteriza por la pequeñez y la simplicidad; su humildad lo convierte en terreno propicio para recibir esta revelación del misterio trinitario. En efecto, sus escritos y las biografías primitivas señalan en él una experiencia profunda del misterio de la vida trinitaria. Dios Trinidad se le da a “conocer” y él es conocido por Dios.

La invitación final de Jesús es el coronamiento de todo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Jesús es benévolo y humilde de corazón; por esto es el reposo de los humildes, y también de todos los que estamos agobiados porque no lo somos suficientemente. En Jesús aprendemos la humildad: «Aprended de mí» (Mt 11,29).

El papa Francisco no tiene sólo el nombre de nuestro Santo, sino también su simplicidad y humildad, como lo vemos en sus gestos y palabras. ¡Ánimo! Tenemos ante nosotros el ejemplo más grande: Jesucristo. Y, a partir de Él, san Francisco y el Papa.


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«Estas cosas (…) se las has revelado a pequeños»

Fray Valentí SERRA i Fornell

(Barcelona, España)


Hoy escuchamos unas palabras emotivas y entrañables que Jesús pronunció en un momento de gran exultación espiritual: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Podríamos decir que son su "magníficat" de acción de gracias. La Iglesia se complace escuchándolas cada año en la fiesta de san Francisco, el pobrecillo de Asís (+1226), hombre sencillo de corazón y locamente enamorado de Cristo y de su Evangelio.

A través de este texto evangélico, estamos invitados a volver a una vida cristiana configurada por la pobreza y la sencillez de corazón —la pequeñez— tal como lo hizo san Francisco de Asís. Él supo profundizar admirablemente en la Palabra de la vida hasta encontrar aquello más nuclear y esencial de la revelación cristiana, justamente, en esta "manifestación a los sencillos".

Vivimos inmersos en un mundo y en una cultura que frecuentan la arrogante autosuficiencia, como si no debiéramos nada a nadie, como si no tuviéramos necesidad de ser salvados. En este sentido, frecuentemente hacemos el ridículo ante los ojos de Dios. Por eso, son especialmente oportunas y plenamente actuales las palabras de san Francisco en su Cántico de las criaturas: «Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas (…).Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad. Amén».

Hoy conmemoramos la muerte de san Francisco. Su tránsito fue el momento capital de su liberación. En efecto, fue mientras se asociaba plenamente al misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo cuando manifestó a sus hermanos, a modo de testamento y reto, las siguientes palabras: «Yo ya he cumplido mi parte; que Cristo os enseñe la suya. ¡Comencemos, hermanos!». Sí, empecemos, hermanos, a vivir con alegría el Evangelio, ya que Dios se ha manifestado a los sencillos.