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viernes, 23 de diciembre de 2016

EMMANUEL, DIOS CON NOSOTROS


Emmanuel, Dios con nosotros
Dios ha bajado hasta nosotros en forma humana. Dios se ha humillado hasta hacerse hombre para curarnos el alma y, si el alma lo necesita, también el cuerpo.


Por: Francisco Javier Carrión, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes y Valores 




Cuando san Pablo curó al paralítico de Listra (Hch 14,8-18) la muchedumbre pagana pensó que tenía delante a un dios. Y decían: “dioses han bajado hasta nosotros en forma humana”. Pablo se acompañaba de Bernabé al que el pueblo llamó Zeus, y a Pablo, que era el que hablaba, le llamaron Hermes.

Y es que el pueblo de Listra creía en los dioses pero, más aún, se creía necesitado de los dioses y estaba abierto a la posibilidad de que “los dioses estuvieran entre ellos”.

Pero lo que para los habitantes de Listra no era sino un imposible, se hace posible y real en la Navidad. Ya no dioses imaginarios, sino el Dios verdadero viene a vivir con nosotros. Emmanuel significa: “Dios con nosotros”. Dios ha bajado hasta nosotros en forma humana. Dios se ha humillado hasta hacerse hombre para curarnos el alma y, si el alma lo necesita, también el cuerpo.

Pero el mundo de hoy está muy lejos de la actitud de los de Listra. Hoy no nos sentimos necesitados de Dios. No aceptamos que un salvador venga de fuera, nos bastamos a nosotros mismos. No somos capaces de reconocer la enfermedad de nuestra alma, la cojera de nuestra conciencia, la debilidad de nuestro amor. Y por todo eso necesitamos que Otro nos cure y nos salve. Y para eso se necesita una dosis muy grande de humildad.

El mundo de hoy no quiere que “Dios esté con nosotros” porque piensa que su presencia le va a quitar la libertad al mundo. Cuando lo que hace Dios es enseñar el camino de la libertad, el modo humano de caminar con ella. Y tanto no quiere el mundo que “Dios esté con nosotros” que se afana en negar la Navidad y vestir estas fiestas con ropajes de jolgorio sin sentido y gastos superfluos y quitar las imágenes que nos recuerdan que Dios está entre nosotros.

Dios está entre nosotros, camina a nuestro lado. Dios está con nosotros, lucha en nuestro favor. Decía San Pablo: “Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8,31) Dios está por nosotros, nace en Belén para morir en la cruz y salvarnos. Dios está en nosotros, habita en nuestra alma por la vida de gracia.

Pablo, con mucha dificultad, logró convencer a la multitud de que no era un dios, sino un simple mortal. La actitud de Pablo deber ser la nuestra, la humildad. El sentido de la Navidad está en reconocernos lo que somos, hombres pobres necesitados de Dios. No somos dioses por más que sintamos la tentación de hacer las cosas por nosotros mismos sin mirar a Dios ni siquiera de reojo.

Mirar a Dios... la noche de Navidad no levantes la vista para mirar a Dios en el cielo, baja la vista para verlo dormido en el pesebre y cree que ese Niño indefenso puede ayudarte. Acéptalo. Siente necesidad de su amor.

DÍA DE REGALOS!!


Día de los regalos



En cada Navidad nos maravillamos de la bondad de Dios, nuestro Padre, que nos regaló a su mismo Hijo Unigénito, hecho niño en Belén. Ese día, inspirados por el ejemplo de la generosidad de Dios, acostumbramos a prodigar regalos a nuestro alrededor, a parientes y amigos. Pero hay dones más valiosos  —¡y tan necesarios!— que podemos hacernos sin gastar un centavo.

Esboza una sincera sonrisa... y regálala a quien nunca la ha tenido.
Recoge un rayo de sol en tu corazón... y hazlo volar allá en donde reina la noche.
Descubre una fuente... y permite bañarse en ella a quien vive en el barro.
Vierte una lágrima... y ponla en el rostro de quien nunca ha llorado.
Enciende el valor en tu pecho...  y ponlo en el ánimo de quien no sabe luchar.
Descubre la vida...  y alienta a quien se arrastra por ella.
Cultiva la esperanza...  e irradia su luz a tu alrededor.
Imprégnate de bondad...  y dónala a quien la desconoce.
Descubre el amor...  y comunica su fuego al mundo.

Amigo/a: ¡qué hermoso es hacer de tu vida una Navidad! Anímate a esparcir a manos llenas en el hogar, en el barrio, en tu ambiente de trabajo, el fuego del amor, la luz de la alegría y la fuerza de la esperanza. Que esta celebración cristiana te ayude a meditar y proyectar a tu vida la sorprendente bondad que Dios tiene con nosotros.


* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 21 de diciembre de 2016

NAVIDAD ES CAMINO


Navidad es camino



Van rumbo a Belén. Él debe anotarse allí para cumplir con el censo. El decreto de César Augusto ha puesto en movimiento a muchos.

Ella camina detrás de su esposo conforme lo dispuesto por la ley. Por momentos debe apurar el paso para conservar la distancia estipulada. Sus piernas hinchadas de embarazo se tornan demasiado pesadas. Las distancias del camino se hacen largas debido a su estado. Su vientre, cercano de parto, se vuelve grande y notorio. Pero, igualmente, avanza sin formular comentario alguno.

Los planes de él eran inscribirse y retornar. Los planes de Dios son de Navidad. Los proyectos de los hombres son secundarios ante el proyecto de Dios. Basta ponerse en camino para comenzar a estar en las manos del proyecto de Dios. Siempre es necesario dejar nuestras seguridades para que sea lo que Él disponga.

Los pastores han abandonado la calidez del fuego. Van marchando con su pequeño rebaño. Las ovejas, sintiendo la voz del pastor, van dejando el calor que proporcionan las muchas. Dejan a sus congéneres para ponerse en las manos de aquel que siempre vela por cada una de ellas.

Los murciélagos dejan la libertad del cielo abierto para colgarse en las aristas oscuras de la gruta. No hay lugares fijos ni preestablecidos. Cada uno se ubica donde buenamente puede. Mientras los primeros en llegar se han colgado continúa el batir de alas entrando por la boca de la gruta y todos se agitan y mueven. Son cientos y se amontonan entre chillidos y un creciente hedor fuerte y penetrante. Abandonan la caza para retornar a su casa. Por más que los pastores introduzcan las ovejas en las noches más crudas del invierno aquella gruta les pertenece.

Unas pequeñas y esporádicas punzadas en el vientre pleno de ella llaman su atención. Sus manos aprietan su vientre. Respirando hondo y profundo traga aquellas delatoras y primerizas sensaciones. No realiza comentario alguno. No corresponde decir algo. Su mente esboza una oración: “Que se haga en mí según tu palabra. Soy la esclavita del Señor”.

Se ha detenido un poco y, por lo tanto, debe apurar sus pasos. Desea tomar agua pero solamente habrá de beber luego que su esposo lo haya hecho. No debe apartarse de su esposo. No puede perder distancia. Él está apurado de regreso. No hay tiempo para detenerse. La caravana está sumida en su marcha y no se detiene a mirar por una mujer por más que está plena de embarazo y cercana de parto.

Momento a momento Navidad se acerca. No importa la distancia recorrida. Únicamente importa la distancia por recorrer. Hay que apurar los pasos. Hay que transitar lo lejos para saberse en cercanía. Navidad siempre es mirar hacia delante. Es tener la  certeza de lo transitado pero es, fundamentalmente, la necesidad de lo por transitar.

Todo es movimiento. Todos están de camino. Todo está aprontándose para celebrar Navidad.

Navidad es de los que no están quietos. Navidad no es de los establecidos ni instalados. Navidad es de aquellos que corren el osado riesgo de saberse en camino y en búsqueda de una meta en Dios.

Padre Ponce de León SDB

LOS ORÍGENES DE LA NAVIDAD


Los Orígenes de la Navidad



Existe una profunda semejanza de las fiestas de finales de diciembre y comienzos de enero con las de marzo, sin duda porque ambos meses, enero y marzo, han sido considerados por diversas culturas como inicio del año. Enero era el mes dedicado a Jano. San Paciano, obispo de Barcelona en el siglo IV, ya hablaba de mascaradas paganas que tenían lugar por estas fechas, diciembre y enero. Muchos Santos Padres condenaron estas fiestas paganas. Las Saturnalias o fiestas en honor a Saturno se celebraban entre los días 17 y 23 de diciembre. Las muy posteriores fiestas de los obispillos, el Bisbetó de Monserrat,la fiesta del Rollo, el obispo de los locos o el abat de los locos de los días 6 y 28 de diciembre, según los casos, que subsistieron en los pueblos españoles como residuos de aquellas Saturnalias, se celebraban también en las iglesias.

Hay referencias históricas de que en la Edad Media había grandes libertades en los templos. Por tanto, es muy probable que los Papas eligieran el 25 de Diciembre para conmemorar el nacimiento de Jesús con el fin de que los fieles cristianos se apartaran de las celebraciones paganas del solsticio de invierno.

La Navidad venía así a ocupar el lugar que todavía llenaban esas fiestas saturnales y otras propias del invierno en Roma. Reinando Constantino el Grande, la iglesia propuso que el 25 de diciembre se celebrara el nacimiento del Salvador por su coincidencia con la celebración romana del Sol Invictus.

En todo caso, en el año 345 d.c. el día 25 era fiesta de Navidad en Occidente.En Oriente, sin embargo, la celebran el 6 de enero, pero la influencia de San Juan Crisóstomo, padre de la Iglesia de Oriente y patriarca de de Alejandría, y de San Gregorio Nacianzeno, el teólogo, amigo de San Basilio, consiguió que adoptaran el 25 de diciembre.



De San Nicolás a Papá Noel

San Nicolás fue obispo de Mira, Licia en el siglo IV.

Probablemente asistió al Concilio de Nicea en el año

325 d.c. Sin embargo, sus reliquias parece que fueron trasladadas en 1087 a Bari, donde se conservan en un sarcófago del que emana un bálsamo al que se atribuyen efectos milagrosos. Universalmente reconocido como taumaturgo, se le aplican numerosas leyendas relacionadas con resurrección de niños y dotación de vírgenes. Una de ellas cuenta que una noche ,cuando trataba de transportar tres bolsas de oro hasta las tres hijas de un mercader arruinado, una de las bolsas cayó dentro de los calcetines que colgaban de la chimenea para secarse y que por eso desde entonces se cuelgan los calcetines en espera de regalos. El mercader, vecino suyo, había decidido prostituir a sus tres hijas porque no tenía dinero para la dote. La historia cuenta que el santo arrojó las limosnas discretamente por una ventana para librar de la deshonra a las tres doncellas.

Otra leyenda asegura que San Nicolás devolvió la vida a tres niños que habían sido descuartizados y puestos en salmuera por un terrible secuestrador caníbal .Su fiesta se celebra el 6 de diciembre y es el patrón de Rusia y de Lorena, y muy popular en la citada Rusia, Grecia, Italia, el Norte de Europa, Alemania e Inglaterra, donde ha sido asimilado a su Papá Noel, ese personaje legendario de barba blanca, vestido de rojo y con capucha, y a Santa Claus, denominación anglosajona de San Nicolás, y con funciones de protector y patron de niños. San Nicolás viaja por estas fechas a Holanda desde España en un velero y acompañado por Pedro el negro, una especie de Betama que decide qué niños merecen regalos y quiénes no.

En Estados Unidos, el sinter Klaas importado se convirtió en Santa Claus. En el Mediterranéo, San Nicolás sustituyó en las fiestas y creencias populares a Poseidón, rey de los mares y dios de los terremotos de la mitología clásica. Se le representa con orgamentos episcopales y sus atributos son tres bolsas de oro con las que libró de la prostitución a las tres doncellas, los tres niños resucitados y un ancla, como protector de los hombres de mar, pues estando en Palestina dicen que calmó una enorme tempestad.



Los Reyes Magos

El 6 de Enero, en Oriente sólo se celebraba la Epifania o Teofanía, es decir, las manifestaciones de Cristo (nacimiento, adoración de los Reyes Magos, bautismo)

En Occidente únicamente era la fiesta el nacimiento, el 25 de Diciembre. Con los años, Occidente adoptó la Epifanía y Oriente la Navidad. Según la tradición popular, tres magos, reyes de Oriente, tal vez de Arabia

Fueron a llevarle regalos a Jesús, recién nacido en Belen. Sus reliquias fueron descubiertas por Santa Elena y se veneran actualmente en la catedral de colonia, a cuyo obispo se las regalo el emperador en el

Año 1164.En España existe la costumbre de obsequiar a los niños con juguetes en memoria de los

Dones oro, incienso y mirra, mt 2:11.ofrecido por los Reyes a Jesús. En realidad, la fijación de la fecha de la Epifanía el 6 de enero se debe muy probablemente a cálculos relacionados con extrañas consideraciones sobre el solsticio de invierno y las fases de la Luna.

Algunos expertos consideran que influyeron en esta decisión las fiestas paganas saturnales que se extendian desde el 17 hasta el 23 de Diciembre y que alcanzaron gran importancia durante el Imperio cuando Domiciano las alargó hasta alcanzar esos siete dias. Los esclavos disfrutaban esos días de libertad.

La determinación del número de Reyes Magos, sólo tres, y de su procedencia se fue perfilando en la Alta Edad media. El rey negro aparece en el siglo XV.

En realidad, existen tres fechas en la tradición cristiana en las que se entregan regalos a los niños.

En los países mediterráneos,como Italia y España,se hace el 6 de Enero con los Reyes Magos en España y con la bruja Befana en italia,que entra sobre su escoba por la chimenea de las casas. Sólo hace regalos a los niños que se han portado bien.

En España se sacaban los zapatos o las botas al balcón para que los Reyes dejarán allí sus regalos. En Bélgica, Holanda y Francia lo celebran el 6 de Diciembre, día de San Nicolás, quién en Bélgica camina en un Burro. Y en el resto de los países occidentales son Santa Claus o Papá Noel quienes los reparten, pero el día 24 de Diciembre. Además, en el Norte europeo los niños cuentan con los gnomos.

En el mundo oriental es San Basilio el encargado de traer los regalos el día 1 de Enero.


El Belén

El belén o nacimiento es la representación del nacimiento de Jesús en Belén por medio de figuras.

Es uno de los escenarios más tempranos y habituales del arte cristiano, pues aparece ya en el siglo IV en la catacumba de San Sebastián de Roma. Hasta la Baja Edad Media persistió la variante de origen bizantino de la virgen acostada, acompañada por dos comadronas.Después,a partir del siglo XIV,la virgen está de rodillas y sin comadronas,pues se impone la idea del parto sin dolor.

La tradición popular del belén,pesebre o nacimiento es mucho más reciente. Parece que fue San Francisco de Asís quien realizó la primera representación en Greccio. Después, Santa Clara la difundió por los conventos franciscanos de Italia y posteriormente la propia difusión de la orden contribuyó a la extensión del pesebre representado por seres vivos o figuras.

Durante la Edad Media y el Renacimiento era costumbre representar escenas de Navidad en las iglesias. De ambas tradiciones arranca la de los belenes actuales con sus figuras de madera, yeso, plomo, barro o cartón.

Alcanzó su apogeo en el reino de Nápoles en el siglo XVIII y de allí pasó a España, de donde fue llevado a América Latina. Persiste en tambien en el sur de Italia, gran parte de Alemanía, Provenza y el Tirol.

Es costumbre mediterránea. En algunas regiones de Italia los niños construían una especie de belenes de madera, a los que llamaban la cabañita, con el Niño Jesús en su interior.

Tal vez recogía las dos tradiciones: la del árbol, o la del verdadero belén, la llegada de hierbas, musgo, o ciprés parece encontrar origenes gentilicios más que cristianos. El musgo, por ejemplo, cuenta con un hada protectora, la mujercita del musgo, según los alemanes.

Por su parte, la idea de belén como cueva o caverna donde nació Cristo encuentra similitudes en otras religiones donde los dioses nacen en cuevas o en las hendiduras de la Tierra. Quiza ningún pueblo del mundo ha llegado a crear, en relación a la navidad, una cosa tan graciosa, tan popular, como los belenes.



El Árbol de Navidad

Alrededor del año 723 San Bonifacio viajó con un pequeño grupo de personas en la región de la Baja Sajonia. El conocía a una comunidad de paganos cerca de Geismar que, en medio del invierno, iban a realizar un sacrificio humano (donde usualmente la víctima era un niño) a Thor, el dios del trueno, en la base de un roble al que consideraban sagrado y que era conocido como “El Roble del Trueno”.

Bonifacio, quiso destruirlo no sólo para salvar a la víctima sino para mostrar a los paganos que él no sería derribado por un rayo lanzado por Thor.

Llegaron a la aldea en la víspera de Navidad justo a tiempo para interrumpir el sacrificio. Con su báculo en la mano, Bonifacio se acercó a los paganos y les dijo: “aquí está el Roble del Trueno, y aquí la cruz de Cristo que romperá el martillo del dios falso, Thor".

El verdugo levantó un martillo para ejecutar al pequeño niño, el Obispo extendió su báculo para bloquear el golpe y milagrosamente rompió el gran martillo de piedra y salvó la vida del niño.

Después, se dice que Bonifacio habló así al pueblo:“¡escuchen hijos del bosque! La sangre no fluirá esta noche, salvo la que la piedad ha dibujado del pecho de una madre. Porque esta es la noche en que nació Cristo, el hijo del Altísimo, el Salvador de la humanidad. Él es más justo que Baldur el Hermoso, más grande que Odín el Sabio, más gentil que Freya el Bueno. Desde su venida el sacrificio ha terminado. La oscuridad, Thor, a quien han llamado en vano, es la muerte. En lo profundo de las sombras de Niffelheim él se ha perdido para siempre. Así es que ahora en esta noche ustedes empezarán a vivir. Este árbol sangriento ya nunca más oscurecerá su tierra. En el nombre de Dios, voy a destruirlo”.

Entonces, Bonifacio cogió un hacha que estaba cerca de ahí, y según la tradición, cuando la blandió poderosamente hacia el roble una gran ráfaga de viento voló el bosque y derribó el árbol con raíces y todo. El árbol cayó al suelo y se rompió en cuatro pedazos.

El “Apóstol de Alemania” siguió predicando al pueblo germánico que estaba asombrado y no podía creer que el asesino del Roble de Thor no haya sido golpeado por su dios. Bonifacio miró más allá donde yacía el roble y señaló a un pequeño abeto y dijo: “Este pequeño árbol, este pequeño hijo del bosque, será su árbol santo esta noche. Esta es la madera de la paz… Es el signo de una vida sin fin, porque sus hojas son siempre verdes. Miren como las puntas están dirigidas hacia el cielo. Hay que llamarlo el árbol del Niño Jesús; reúnanse en torno a él, no en el bosque salvaje, sino en sus hogares; allí habrá refugio y no habrán actos sangrientos, sino regalos amorosos y ritos de bondad”.

Así, los alemanes empezaron una nueva tradición esa noche, que se ha extendido hasta nuestros días. Al traer un abeto a sus hogares, decorándolo con velas y ornamentos y al celebrar el nacimiento del Salvador, el Apóstol de Alemania y su rebaño nos dieron lo que hoy conocemos como el árbol de Navidad. (Fuente Church Pop)

Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se colocaron las esferas y los focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.

Las esferas actualmente simbolizan las oraciones que hacemos durante el periodo de Adviento. Las esferas azules son oraciones de arrepentimiento, las plateadas de agradecimiento, las doradas de alabanza y las rojas de petición.

Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino que representa la fe que debe guiar nuestras vidas.

También se suelen poner adornos de diversas figuras en el árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios, los "regalos" que le daremos a Jesús en la Navidad.

Para aprovechar la tradición: Adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el adviento, explicando a los niños el simbolismo. Los niños elaborarán sus propias esferas (24 a 28 dependiendo de los días que tenga el Adviento) con una oración o un propósito en cada una, y conforme pasen los días las irán colgando en el árbol de Navidad hasta el día del nacimiento de Jesús.


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Adaptación por Francisco Ramon Paya Publicado en TIEMPO Diciembre 97

QUÉ ES LA NAVIDAD?


¿Qué es la Navidad?

La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.

En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor:

San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.

San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.

Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

CON MARÍA, HACIA MI PROPIA NAVIDAD


Con María, hacia mi propia Navidad
¡Ya pronto es Navidad! María me invita a caminar hacia Belén, no la dejes sola, esperando, en un recodo del camino... 


Por: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net 




Faltan pocos días para la Navidad aquí en mi ciudad. Ya has salido, junto a José, camino de Belén, Señora mía...

Preparaste amorosamente la ropita del pequeño, llevas todo lo que imaginas podrás necesitar. José organizó la logística del viaje, por donde ir, cuando parar, cuando llegar… cada uno en lo suyo, pero juntos. En el aire se respira “aroma de parto”.
¡Cómo quisiera acompañarte, Señora mía, en ésta, la más hermosa y decisiva peregrinación de la historia! ¡Cómo quisiera haber sido tan sólo uno de los perros que seguían al asno en su camino!...

Si tanto lo deseas, hija querida ¿Por qué entonces, no vienes con nosotros? …Vamos ... sin tanto preámbulo ¿Vienes?

Tu voz clara, tu mirada serena, tu perfume indescriptible, le preguntan a mi pobre alma aturdida por las cosas del mundo. Tantas veces te he olvidado, Señora, tantas veces te he dejado esperando y, aún así, tu amor de madre me invita a caminar hacia Belén.

- ¡Claro que sí, Madre querida!- te contesta mi voz en un hilo… quisiera llorar, reír... no sé… opto por seguirte.

Anochece. Nazaret ha quedado atrás. Se han detenido a descansar un poco. José junta un poco de leña para hacer fuego. Tú estás sentada tratando de cocinar algo… justo se cruza un animal del campo, José lo atrapa.

El Señor nos mandó una buena cena, hermosa mía te dice el esposo cuando llega con su trofeo de caza.

Él nos provee siempre, esposo mío, sabe nuestras necesidades, pero por sobre todo, nos provee el alma con fuerza de su amor.

Te recuestas un rato, estás cansada. Yo te observo a pocos pasos… José va por más leña... Miras el cielo... Le hablas a tu bebé:

“Mira amor, desde aquella estrella grande, que brilla, Papá nos mira... ¿La ves?... bueno, bueno, tranquilo, no saltes así.- te ríes, una lágrima te acaricia la mejilla y se pierde en el viento de la noche - Amor, falta poco para llegar. ¿Qué haremos cuando sea tu tiempo? ¿Dónde nacerás? Seguro Papá ya tiene todo preparado, yo no pregunto, soy su esclava, voy donde me mande. ¿Sabes amor? Ser su esclava no es como las esclavitudes del mundo, que ahogan y atan, ser su esclava es como tener alas... como... soñar sin límites. Ser su esclava es llenarse de paz, no temer, caminar confiada, saber que todo camino es trazado por sus manos, que toda circunstancia es Camino hacia el Padre. Duerme ahora, hijo mío querido ¿Sabes? Estoy impaciente por verte, por besarte, por abrazarte… pero ya habrá tiempo, ahora, hijo, ahora es tiempo de caminar... 

José vuelve con más leña, prepara la cena, y te sirve una abundante y rica porción. El olor de la carne asada trepa el aire... comen alegres, riendo con recuerdos del pasado, soñando con el día del nacimiento…

De pronto, les sobresalta un ruido…

Quédate aquí quieta, veré lo que es...

Teme José a los asaltantes que podían haberse escondido entre las sombras ¿Qué podrían llevarles? Nada, pues nada tienen. El mayor de los tesoros estaba escondido en el seno purísimo de María.

No temas, querida, es sólo un animal vagabundo. Duerme, duerme ahora, hermosa mía, que el viaje aún no termina, y el día de mañana será largo.

Te recuestas, Señora mía, cerca del fuego, José te cubre delicadamente con una manta. Te quedas dormida. Él te mira con ternura infinita. ¿Qué pensamientos estarán cruzando por su mente y su corazón en estos momentos? No quiero yo moverme, pues temo me vea José.

¿Te piensas quedar toda la noche tras una piedra? – el esposo voltea hacia mí y me mira con una mirada llena de paz, aunque no exenta de cierta preocupación.

- Yo… lo siento, no quería molestar… es que…

Lo sé ¿Olvidas que me cuenta todo? Ella te invitó a venir con nosotros en este viaje del 2009.

- ¿Qué dices José? ¿Cómo del 2009? ¿No es éste una especie de sueño donde yo los acompaño en un viaje realizado hace más de 2000 años?

Pues no, querida mía. Cada año, María y yo volvemos a viajar a Belén. Cada año es como si Cristo volviera a nacer. Sólo que su nacimiento no es físico… Jesús quiere nacer en el corazón de cada uno.

- Pero… no entiendo… hay mucha gente buena en el mundo, religiosos, sacerdotes, laicos, que también quisieran acompañarlos… ¿Cómo, entonces, viajan tan solos?

Porque éste, mi querida, es TU viaje hacia Belén, nadie puede hacerlo por ti. Éste es tu camino para dejar que Jesús nazca en tu alma. Éste es el viaje que debes hacer, a través de las montañas de tu corazón, debes cruzar los ríos de tu orgullo, que, aunque torrentosos, pueden cruzarse si te acompañamos. Debes soportar los vientos de la soledad y la tristeza. Debes enfrentarlos y vencerlos por amor a Jesús. ¿Comprendes ahora? .

Me quedo sin palabras. José es un hombre sabio, me explica lo que sucede con la sencillez de los grandes hombres. Estoy en el desierto de mi corazón, cuando amanezca… ¡Oh Dios! Cuando amanezca se mostrarán todos los valles, quebradas y torrentosos ríos de mi alma… ¡Qué vergüenza!. Mi corazón está tan lleno de pecados, que… no sé… quisiera salir corriendo pero ¿Adónde?. Ni siquiera hallaré un lugar donde esconder mi rostro...

¿Por qué quieres esconderte? preguntas, María querida, despertando de tu reparador descanso.

- Es que José me ha explicado… y temo que, al amanecer, no te guste lo que veas, Señora…

¿Y que se supone que veré? 

- Mi corazón, que no es como yo quisiera, que hace el mal que no quiere y no hace el bien que desea, mi torpe corazón, tan lleno de culpas y olvidos para contigo.

Creo, hija mía, que no comprendes la verdadera dimensión del amor que Jesús tiene por ti- y colocas tu pequeña mano sobre el vientre abultado -Jesús estaba esperando a que tú desearas realizar este viaje, Jesús está esperando que tú te arrepientas de tus errores, pues Él es manantial de misericordia, Jesús espera que tú quieras recibirlo en tu alma. Para ello, busca el sacramento de la Reconciliación. Allí, verás cómo el paisaje de tu corazón se transforma, como los ríos se vuelven calmos, las quebradas se transforman en fértiles valles y el desierto de tu corazón se llena del perfume de su Amor. Jesús te llama, hija, te llama siempre. Desde su lastimado corazón, parte su pedido hasta el tuyo. El llamado es de Él, la decisión, tuya… indefectiblemente tuya… Ahora descansa, el día de mañana será largo.

Me recuesto cerca del fuego. No puedo dormir, mas bien no puedo dejar de llorar. Tanto me amas Jesús mío, que haces todo esto por mí, por cada ser humano, por todos, por todos. José me cubre con una manta… por fin me duermo.

Amanece. Tu esposo ha preparado un poco de pan para comer antes de reiniciar el viaje. Pan… me tiemblan las manos, lo recibo agradecida. Tiene el sabor del pan de la mesa de mi casa, el sabor conocido de las pequeñas cosas de mi vida.

Nos ponemos en camino, hay viento, cuesta avanzar, José y yo caminamos, María viaja sobre el animal que parece muy feliz de transportar tan preciado equipaje. Hay demasiado viento, la arena casi nos ciega, apenas si podemos conservar el rumbo.

- ¡Debemos detenernos!- le grito a José.

¡Aquí no, avanzaremos hasta esas rocas y buscaremos refugio! 

- ¡No lo lograremos, casi no se ve nada!

Déjate guiar, conozco el terreno, no temas, llegaremos ¿Ves? Igual actúas en las tormentas de tu alma, en lugar de dejarte guiar por Jesús, acampas en cualquier parte de tu dolor y te tapa la arena de la desesperación.

Llegamos por fin a las rocas, que ofrecían buen refugio. La tormenta pasó. José propone seguir el viaje. María está realmente agotada pero calla, sabe que no puede quedarse a la mitad del camino, ahora debe seguir, no hay regreso.

Anochece. Se pone frío. A lo lejos se divisa una fogata, José nos deja en buen resguardo y se acerca a ver si son confiables. Regresa emocionado.

¡Es Pablo, mi primo y unas familias más! Ellos también deben registrarse en Belén. Dicen que la ciudad esta atestada de gente. Eso me preocupa, pero ya veremos al llegar, ahora vamos, nos invitaron a compartir la cena.

José avanza con el animal. María prefiere caminar un poco. Le ofrezco mi brazo, y se apoya.

¿Ves hija? Muchas veces Dios nos pone buenos amigos, buenos consejeros en el camino, la decisión es nuestra, o quedarnos en la oscuridad de nuestra propia noche o arriesgarnos a avanzar un poco hacia aquellos que nos pueden ayudar.

La familia de José se muestra amable. María tiene una sonrisa encantadora y una voz tan exquisita que todos quedan muy admirados de ella y no dejan de felicitar a José por tan bella esposa.

Al amanecer seguimos caminando, José se despide de su familia, ya que ellos se quedarán en el campamento por unos días esperando a otros parientes.

Belén se dibuja nítido en el horizonte. La gente va y viene a causa del censo. Vamos llegando, cuando María le dice a José.

Esposo mío, ya es tiempo… el niño nacerá pronto… 

Ayúdame a encontrar un sitio para el nacimiento me pide José- recuerda que debe ser digno de Él, no por el lujo sino por la sencillez, el amor, la generosidad y la predisposición para recibirlo 

- Pero ¿Dónde encuentro ese sitio, José?

No lo sé, recuerda que estamos en tu corazón, tú lo conoces, al menos, deberías. Busca en tu corazón un lugar donde María pueda dar a luz.

El lugar que José me solicitaba debía estar libre de las espinas de mi egoísmo, protegido y al reparo de los vientos de mi ira, sin grietas, para que no le inundase la lluvia fría de mi falta de fe.

José me pide ese lugar... antes de ponerme a buscar haré caso del consejo de María, buscaré el sacramento de la Reconciliación.

María me despide…

Aquí estaremos esperando, hija querida, ve y encuentra ese lugar para Jesús. Dale esa alegría a mi Corazón Inmaculado, busca, hija, busca… estoy segura que ese lugar existe, pero debes encontrarlo por ti misma Recuerda, nadie puede hacer esa búsqueda por ti. Vamos, que Jesús espera…

Abrazo a mi Madre querida con todas mis fuerzas, beso sus hermosas manos. Abrazo a José, quien besa mi frente y murmura…

Confío en ti, sé que volverás, sé que no nos dejarás en espera. No te distraigas en el camino, no te distraigas, por fuerte que sea la tentación. Busca, hija, que el que busca encuentra.

- Gracias, gracias- y mi voz es un susurro ahogado por el llanto.

Los dejo, cada tanto giro el rostro para verlos, aún están donde les dejé, en un recodo del camino… debo encontrar el mejor lugar dentro de mi corazón. Queda poco tiempo. Debo encontrar ese lugar y venir por ellos para guiarlos...

Sé que lo hallaré, no será fácil, deberé limpiarlo, asearlo y acondicionarlo. Llenarlo de amor y de fe. Pediré al Padre incremente mi fe… haré oración, seguiré los caminos del Adviento…


Dios jamás defrauda a los que en él depositan sus mejores sueños. Recuerdo que desde setiembre vengo pensando cómo hacer de ésta una Navidad especial... Dios me escuchó, María me escuchó, me invitó a caminar hacia Belén, nos invita a todos, no la dejemos sola, esperando, en un recodo del camino...

____________________

NOTA de la autora:Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.

martes, 20 de diciembre de 2016

LA TRISTEZA NAVIDEÑA


La “tristeza navideña”



Para muchas personas, el periodo navideño es muy complicado. No hablo de almas desdichadas que tienen buenos motivos para estar tristes –la pérdida de personas queridas, la salud delicada, la soledad– , sino de aquellos que se sienten tristes cuando la Navidad no les ofrece toda la gratificación personal que estaban buscando. Definen a lo que sienten “tristeza navideña”.

Al pensar recientemente en este hecho, recordé un episodio contado por santa Teresa de Lisieux en su espléndida autobiografía “Historia de un Alma”, sucedido la mañana de Navidad de 1886, cuando Teresa tenía casi 13 años.

Su familia tenía una tradición para la vigilia de Navidad. Ponían los zapatos de los niños frente a la chimenea, y cuando se volvía de la misa de medianoche, los zapatos estaban llenos de regalos. Aquella Navidad, sin embargo, el padre de Teresa estaba enojado por algo, y ella le escuchó decir sobre la historia de los zapatos: “Gracias a Dios es la última vez que hacemos algo por el estilo”.

Teresa era una muchacha buena y pía, pero como admite ella misma, era también extremadamente sensible. Explotaba a menudo en llanto, y cuando se le decía que parara, lloraba aún más. Las palabras del padre la hirieron mucho. Cuando subió para quitarse el sombrero, la hermana mayor, Céline, comprendiendo la situación, le dijo: “No bajes. Tomar los regalos de tus zapatos te pondrá aún peor”.

Sin embargo, escribe: “Teresa ya no era la misma muchacha. Jesús la había cambiado. Habiéndome calmado del llanto, bajé y tomé mis zapatos. Saqué mis regalos mostrando gran alegría. Papá rió y Céline pensó que estaba soñando… El amor llenaba mi corazón, me había olvidado de mí misma y, por lo tanto, era feliz”.

¿Qué había sucedido? Teresa dice simplemente que había recibido “la gracia de salir de la infancia”.

La mayor parte de nosotros no somos santos como Teresa de Lisieux, pero algunos han tenido experiencias no muy distintas de la suya. Un hombre que conozco escribió: “De niño pensaba en Navidad como en una ocasión para obtener cosas. Mis padres me lo habían enseñado sin querer. No habían crecido ambos en familias pudientes, y los regalos que se daban en Navidad cuando ellos eran niños eran muy pocos. Ahora, para compensar, prodigaban regalos para mí y mi hermana”.

“Esa manera de festejar Navidad me impresionó durante años. Visto que para mí Navidad significaba fundamentalmente la acumulación de cosas, en realidad no me hacía feliz. Luego, una Navidad entendí algo más”.

“En aquella época ya era padre yo también. Una de mis hijas estuvo enferma durante varios días, y al acercarse la Navidad empeoraba. Al final saltó la alarma. La puse en el coche y la llevé a urgencias”.

“Esperamos un buen rato, pero al final un doctor que la revisó descubrió que tenía un diente infectado que al dentista se le había escapado cuando la había visitado la semana anterior. Le dieron muchos antibióticos y analgésicos y la mandaron a casa, y pronto ya descansaba tranquila y se sentía mejor”.

“Ese año mi Navidad fue esa. En lugar de buscar sentirme mejor concentrándome en el intercambio de regalos, pasé el día buscando ayudar a alguien. Y ¿sabes algo? Fue bello. Fue una lección que no he olvidado”.

Como habría dicho santa Teresita, olvidarse de sí curó su tristeza navideña.


© Russell Shaw

CARTA DEL NIÑO JESÚS EN NAVIDAD


¿Cómo reaccionarías si en esta Navidad recibieras esta Carta del Niño Jesús?





(ACI/EWTN Noticias).- La Navidad está próxima y con ella los regalos, la cena navideña, las actividades en la parroquia, los viajes, etc. Toda una serie de actividades que podrían hacer olvidar al verdadero agasajado. Por eso, te compartimos esta historia sobre el verdadero sentido de la Navidad titulada “Carta de Jesús”.

Querido Amigo:


Hola, te amo mucho. Como sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha en que festejan mi nacimiento.

El año pasado hicieron una gran fiesta en mi honor y me da la impresión que este año ocurrirá lo mismo. A fin de cuentas llevan meses haciendo compras para la ocasión y casi todos los días han salido anuncios y avisos sobre lo poco que falta para que llegue.

La verdad es que se pasan de la raya, pero es agradable saber que por lo menos un día del año, piensan en mí. Ha transcurrido ya mucho tiempo cuando comprendían y agradecían de corazón lo mucho que hice por toda la humanidad.

Pero hoy en día, da la impresión de que la mayoría de la gente apenas sabe por qué motivo se celebra mi cumpleaños.

Por otra parte, me gusta que la gente se reúna y lo pase bien y me alegra sobre todo que los niños se diviertan tanto; pero aún así, creo que la mayor parte no sabe bien de qué se trata. ¿No te parece?


Como lo que sucedió, por ejemplo, el año pasado. Al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta, pero ¿puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Imagínate! ¡Yo era el invitado de honor! ¡Pues se olvidaron por completo de mí!

Resulta que habían estado preparándose para las fiestas durante dos meses y cuando llegó el gran día me dejaron al margen. Ya me ha pasado tantísimas veces que lo cierto es que no me sorprendió.

Aunque no me invitaron, se me ocurrió colarme sin hacer ruido. Entré y me quedé en mi rincón. ¿Te imaginas que nadie advirtió siquiera mi presencia? Ni se dieron cuenta de que yo estaba allí.

Estaban todos bebiendo, riendo y pasándolo en grande, cuando de pronto se presentó un hombre gordo, vestido de rojo y barba blanca postiza, gritando: "¡jo, jo, jo!".

Parecía que había bebido más de la cuenta, pero se las arregló para avanzar a tropezones entre los presentes, mientras todos los felicitaban.

Cuando se sentó en un gran sillón, todos los niños, emocionadísimos, se le acercaron corriendo y diciendo: “¡Santa Claus!” Cómo si él hubiese sido el homenajeado y toda la fiesta fuera en su honor.

Aguanté aquella "fiesta" hasta donde pude, pero al final tuve que irme. Caminando por la calle me sentí solitario y triste. Lo que más me asombra de cómo celebra la mayoría de la gente el día de mi cumpleaños es que en vez de hacerme regalos, se obsequian cosas unos a otros y, para colmo, casi siempre son objetos que ni siquiera les hacen falta.

Te voy a hacer una pregunta. ¿A ti no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieron celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? ¡Pues es lo que me pasa a mí cada año!

Una vez alguien me dijo: "Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿Cómo es que te vamos a hacer regalos?". Ya te imaginarás lo que le respondí.

Yo siempre he dicho: "pues regala comida y ropa a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten. Ve a visitar a los huérfanos, enfermos y a los que estén en prisión. Todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, lo contaré como si me lo hubieras dado a mí personalmente" (Mateo 25,34-40).


Muchas personas en esta época en vez de pensar en regalar, hacen bazares o ventas de garaje, donde venden hasta lo que ni te imaginas con el fin de recaudar hasta el último centavo para sus nuevas compras de Navidad.

Y pensar todo el bien y felicidad que podrían llevar a las colonias marginadas, a los orfanatorios, asilos, penales o familiares de los presos.

Lamentablemente, cada año que pasa es peor. Llega mi cumpleaños y sólo piensan en las compras, en las fiestas y en las vacaciones y yo no pinto para nada en todo esto. Además cada año los regalos de Navidad, pinos y adornos son más sofisticados y más caros, se gastan verdaderas fortunas tratando con esto de impresionar a sus amistades.

Esto sucede inclusive en los templos. Y pensar que yo nací en un pesebre, rodeado de animales porque no había más.

Me agradaría muchísimo más nacer todos los días en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar ahí para ayudarles cada día en todas sus dificultades, para que puedan palpar el gran amor que siento por todos; porque no sé si lo sepas, pero hace más de 2 mil años entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran amor que te tengo.

Por eso lo que pido es que me dejes entrar en tu corazón. Llevo años tratando de entrar, pero hasta hoy no me has dejado. "Mira yo estoy llamando a la puerta, si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos". Confía en mí, abandónate en mí. Este será el mejor regalo que me puedas dar. Gracias

Tu amigo,

Jesús.

ANUNCIAD A TODOS LOS PUEBLOS, DIOS VIENE, NUESTRO SALVADOR


Anunciad a todos los pueblos: Dios viene, nuestro Salvador.
¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora!


Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net 




La liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: Dios viene. Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.

Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado--Dios ha venido-- ni el futuro, --Dios vendrá--, sino el presente: Dios viene. Si prestamos atención, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que siempre tiene lugar: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá una vez más. En cualquier momento, «Dios viene».

El verbo «venir» se presenta como un verbo «teológico», incluso «teologal», porque dice algo que tiene que ver con la naturaleza misma de Dios. Anunciar que «Dios viene» significa, por lo tanto, anunciar simplemente al mismo Dios, a través de uno de sus rasgos esenciales y significativos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento provechoso que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas, de los meses: ¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora! El único verdadero Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob» no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que no deja nunca de pensar en nosotros, respetando totalmente nuestra libertad: desea encontrarnos, visitarnos, quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Este «venir» se debe a su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo aquello que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Vivamos pues este nuevo Adviento --tiempo que nos regala el Señor del tiempo--, despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra.

Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. Amén.

Extracto de la homilía que pronunció Benedicto XVI durante la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento. Diciembre 2006

lunes, 19 de diciembre de 2016

JESÚS O EMMANUEL?


¿Jesús o Emmanuel?
El nombre que se anuncia en Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, y el nombre de Jesús es su nombre propio y personal


Por: P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E. | Fuente: El Teólogo Responde 




¿Por qué si el Ángel "instruye" para que al Mesías se le llame Emmanuel nunca se le llamó así a Jesús?

Con dos versículos de diferencia, San Mateo indica dos de los nombres que recibirá el Niño nacido de la Virgen: Le pondrás por nombre Jesús... Se le pondrá por nombre Emmanuel (Mt 1,21.23).

Como dice Manuel de Tuya, O.P., no hay oposición entre ambos nombres, “porque el nombre que se anuncia en Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, y el nombre de Jesús es su nombre propio y personal. El nombre profético sólo indica lo que significará para los hombres, en aquel momento, el nacimiento de este niño. Será “Dios con nosotros” de un modo particular. Así, se lee en el mismo Isaías, cuando dice a Jerusalén: ‘Desde ahora te llamarás ciudad del Justo, ciudad Fiel’ (Is 1,26), no porque hubiese de llamarse así materialmente, sino porque tenía desde entonces una cierta conveniencia a causa de la purificación que en ella haría Yahvé. O, como dice a este propósito San Jerónimo, ‘significan lo mismo Jesús que Emmanuel, no al oído, sino al sentido’” (Profesores de Salamanca, “Biblia Comentada”, tomo II, B.A.C., Madrid 1964, p. 30).


1. Emmanuel

Expresa la naturaleza, la personalidad del Hijo de María. El nombre se contiene en la profecía que Isaías proclama ante el desconfiado Acaz, cinco siglos antes del advenimiento del anunciado en ella: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, Dios con nosotros (Is 7,14). “Emmanuel”: Dios con nosotros. Jesús es Dios; el Dios adorable que hizo el cielo y la tierra, que gobierna los astros y a quien sirven los ángeles. Pero sin dejar de ser Dios ni perder su Gloria, se “hunde” en nuestra historia y en nuestro mundo para convivir con los hombres que Él ha creado, con la hechura de sus manos: Se hizo ver en la tierra y conversó con los hombres (Ba 3,38). Emmanuel expresa quién es el que nace: es Dios que se hace carne. Por eso el ángel dijo a María: lo que nacerá de ti será santo, será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35).


2. Jesús

Le pondrás por nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21). Tales las palabras del ángel a José. Este nombre expresa la misión del Hijo de Dios al encarnarse. Revela el motivo de la encarnación. Jesús en lengua hebrea se dice Yehoshuah y quiere decir Yahvéh salva, Dios salva; quiere decir, pues, Salud-dador. El que viene a dar la salud al alma, que es donde mora la enfermedad del pecado. ¿Quién puede perdonar los pecados sino Dios?, se preguntan los enemigos de Cristo, escandalizados no sólo porque ha curado a un paralítico en Cafarnaúm sino, especialmente, porque se ha anunciado la remisión de sus pecados (cf. Mc 2,7). Han entendido que de esta manera se iguala a Dios, y no se equivocan: sólo Dios puede perdonar los pecados de los hombres. Por eso los perdonaba Cristo, porque era Dios, y para eso se había encarnado. Esto es lo que nos revela con su nombre. Muchos hebreos se llamaron Jesús por casualidad, decía Maldonado en el siglo de oro español, “Cristo, en cambio, por determinado consejo, no humano sino divino. Aquellos que lo llevaron antes que Él no fueron verdaderos salvadores, y Cristo lo es más todavía de lo que el hombre acierta a significar. Para ellos era nombre común y vulgar; para Cristo fue peculiar y, según el profeta había predicho, propio y singular, porque de la manera que de Cristo se dijo, a nadie le conviene más que a Él, ya que no hay en otro alguno salud” (Juan de Maldonado, Comentarios a San Mateo, B.A.C., Madrid 1950, p. 133).

jueves, 15 de diciembre de 2016

EL PORQUÉ DE LA NAVIDAD



EL PORQUÉ DE LA NAVIDAD



Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.

Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.

Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:

-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

Con este relato, les deseo con cariño una felicísima Navidad en la que el Niño Jesús les colme de bendiciones.



Web Católico de Javier
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