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martes, 18 de junio de 2013

MARÍA, ¿OBSTÁCULO O SIGNO DE UNIDAD ENTRE PROTESTANTES Y CATÓLICOS?


Autor: R.P. Lic. Luis Jorge Montagna, IVE
María ¿Obstáculo o signo de unidad entre protestantes y católicos?
Que María no sea más una piedra de escándalo sino por el contrario un vínculo de unión
 
María ¿Obstáculo o signo de unidad entre protestantes y católicos?
María ¿Obstáculo o signo de unidad entre protestantes y católicos?
Entre las distintas concepciones teológicas que han mantenido separados a católicos y protestantes se destaca de manera especial el lugar que ocupa la Virgen María en la obra de la redención humana.

Bien sabemos que la teología protestante, en líneas generales, no acepta la posibilidad de ninguna mediación en la obra de la salvación, excepto el mismo Jesucristo. En este sentido, para ellos María no ocupa ningún lugar como cooperadora en la redención del género humano, generando de este modo lógicas discrepancias con los católicos.

A pesar de esto en el siglo pasado, teólogos tanto protestantes como católicos estaban convencidos que María no podía ser en absoluto un punto de división sino más bien el camino seguro para restablecer la verdadera unidad entre los cristianos separados.

En la actualidad, distintos grupos interconfesionales en un clima de total sinceridad y sensibilidad por el diálogo ecuménico, vienen trabajando con gran esfuerzo por descubrir en las fuentes escriturísticas y patrísticas, como así también en el análisis teológico de las distintas cuestiones de fe, raíces comunes que puedan servir como base de diálogo para las distintas denominaciones cristianas. Estos grupos escriben documentos que luego son entregados a las distintas Iglesias para que una vez tomados en consideración elaboren una respuesta en vistas siempre a lograr una actitud de mayor apertura en el diálogo ecuménico.

El Grupo de Dombes, uno de los grupos de teólogos interconfesionales más avanzados en el diálogo ecuménico, emitió en 1997 un documento titulado María en el designio de Dios y en la comunión de los santos.

Este documento reconoce que María ha sido motivo de conflicto entre católicos y protestantes, un conflicto que, según el documento, la misma María ha sido víctima. Por eso el grupo es conciente que ha llegado el momento de decir basta al nombrar en vano el nombre de María y de humillarla por causa del pecado de los hombres. Se anhela el hecho de revertir esta situación, de modo que María no sea más una piedra de escándalo sino por el contrario un vínculo de unión.

En primer lugar el documento expresa cómo en el primer milenio la teología reconocía unánimemente en María un rol importante y perfectamente determinado en el designio del Padre, en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia o comunión de los santos. Esta situación alejaba completamente entre los cristianos motivos de discordia en lo que respecta a la fe sobre la Virgen María. Atestiguan esta realidad los Símbolos de la fe, el apostólico y el niceno-constantinopolitano, en donde encontramos las sentencias “nació de Santa María Virgen” y “se encarnó de María la Virgen”; también los santos Padres y finalmente los primeros Concilios ecuménicos, en particular el de Éfeso en el cual se declara el dogma mariano de Theotokos, es decir, madre de Dios. Por lo tanto “Virgen y Madre de Dios” pertenecen al patrimonio común de todas la Iglesias.

Por otro lado, en lo que respecta al rol que desempeña María en la obra de la salvación, que como ya dijimos, ha sido un motivo importante de separación entre protestantes y católicos, el Grupo de Dombes declara que se estaría llegando a un acuerdo en este aspecto.

El documento señala que si bien solo Dios otorga la gracia para obtener la salvación, es necesario contar con la respuesta libre del hombre para que éste se beneficie y sea justificado. La solución propuesta es inequivocable sobre el carácter absoluto de la gracia electiva de Dios, sin embargo se insiste también sobre la importancia de la respuesta humana que es parte integrante. En este sentido y en un hecho particularísimo, el misterio de la Encarnación atestigua claramente que María ha cooperado con la respuesta de la propia fe, como cada ser justificado, a través de la propia obediencia, la propia maternidad, y todas la obras de “sierva” entre ellas su intervención en Caná.

Históricamente el autor de la gracia, Jesucristo, se encarna plenamente en nuestra humanidad a través de María, quien coopera de este modo efectivamente en la obra de redención de los hombres. Se comprende entonces que una devoción sobria y veraz hacia la Virgen María, Madre de Dios, sea un potente salvoconducto para el camino de fe referido a Jesucristo.

Podemos decir entonces que, reconociendo que en el primer milenio toda la Iglesia aceptó a María como la “Madre de Dios” y la importancia clave que tiene la cooperación humana en la obra de la redención, manifestada en la disposición efectiva en cada hombre de recibir la gracia, y manifestada singularmente en María, de manera particular y espacialísima en el sí de la Encarnación, ella, en el orden del diálogo ecuménico, no puede ser motivo de división, por el contrario se convierte en “Madre de unidad” para todos los creyentes en Cristo.

LA "ADORACIÓN" A MARÍA

Autor: Aci Digital
La "adoración" a María
Hay algunos que piensan que los católicos "adoramos" a María ¿Es eso cierto?
 
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La "adoración" a María
Hay algunos que piensan que los católicos "adoramos" a María ¿Es eso cierto?

Primero que nada, hay que decir que los católicos no adoramos a la Virgen María. El culto que le profesamos no es adoración, puesto que ésta corresponde únicamente a Dios. Los católicos veneramos a Santa María, porque Ella es la mujer a quien Dios escogió para que fuera la Madre de Cristo. Es decir, María no es una persona cualquiera, es la Madre del mismo Dios.

María es bienaventurada por el hecho de haber sido escogida por Dios para llevar al Salvador en su seno, y por ello los católicos la hemos llamado así durante "todas las generaciones". El respeto y veneración que le profesamos los católicos a la Santísima Virgen tiene, por lo tanto, bases bíblicas sólidas.


1. Desde el designio divino

Dios manda alabar a María. El ángel Gabriel enviado por Dios saludó a María con estas palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo" (Lc 1,28). Dios Padre ha querido asociar a María a la realización de su Plan de Reconciliación. Es así que María está asociada a la obra de su Hijo, el Señor Jesús. No es un simple capricho o exageración el reconocer la maternidad divina de María. El misterio de María está íntimamente unido al misterio de su Hijo. En Ella "todo está referido a Cristo", subordinado a Él. María no tiene naturaleza divina y todos sus dones le vienen por los méritos de su Hijo, y no por ello deja de ser una mujer única, con dones únicos para una misión muy particular en la historia.

La cooperación de María en la obra de la Reconciliación. Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de su importante misión; ella es la "Llena de gracia". Sin esta gracia única, María no hubiera podido responder a tan grande llamado. Ella es Inmaculada, libre de todo pecado original, en virtud de los méritos de su Hijo (LG 53).

Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y posibilidad humanas (Catecismo de la Iglesia Católica n. 497). María es, pues, una mujer muy especial, dotada por Dios para ser Madre del Redentor, Madre de Dios.


2. Testimonio de las Escrituras

Los Evangelios nos la presentan como activa colaboradora en la misión de su Hijo. En Belén da a luz a Jesús, lo presenta a los pastores, a los Magos y en el Templo; convive con Él treinta años en Nazareth; intercede en Caná; sufre al pie de la cruz; ora en el Cenáculo. Por tanto, hacer a un lado a María, separarla de Cristo, no es lo que la revelación enseña. Si los Reyes Magos adoraron a Jesús en brazos de María, ¿será idolatría imitar su ejemplo?


3. En la vida de la Iglesia

La Iglesia nos presenta a María como Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. "Pero todo esto ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador" (S. Ambrosio). La luna brilla porque refleja la luz del sol. La luz de la luna no quita ni añade nada a la luz del sol, sino manifiesta su resplandor. De la misma manera, la mediación de María depende de la de Cristo, único Mediador.

El culto a María está basado en estas palabras proféticas: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso" (Lc 1, 48-49). Ella será llamada bienaventurada, no porque su naturaleza sea divina, sino por las maravillas que el Poderoso hizo en ella. Así como María presentó a los pastores al Salvador, a los Magos al Rey, para que lo adoraran, le presentaran dones y se alegraran con el gozo de su venida, así el culto a la Madre hace que el Hijo sea mejor conocido, amado, glorificado y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos. María nunca busca reducir la gloria de su propio Hijo; todo lo contrario, y así es como lo ha entendido la Iglesia desde los primeros siglos, cuando oraban al Señor los discípulos en el Cenáculo en compañía de la Virgen Madre (Hch 1,14).

Para una información más completa acerca de la Santísima Virgen, visita la sección de Mariología