Páginas

jueves, 19 de septiembre de 2013

JOSÉ Y MARÍA


José y María


José y María compartieron totalmente el camino de su Hijo. No se rebelaron sino que se abandonaron y, en silencio y paz, comenzaron su viaje al extranjero.

José y María caminaron entre penumbras tras el rostro de Dios y sus designios. Creyeron con todo su ser y esperaron en silencio la Palabra que diera luz a su caminar.

En Egipto fueron desconocidos, uno de tantos extranjeros, sin tierra, sin sitio, sin casa. A la espera de que alguien compartiera con ellos la palabra, la sonrisa, el agua y la información adecuada. 

Enséñanos, María, a mirar al desconocido con amor, a recibirle con nuestros brazos abiertos, desarmados. 

Palabra de la Iglesia:

"Peregrinación de la fe", en la que la "santísima Virgen avanzó", manteniendo fielmente su unión con Cristo... No se trata aquí solo de la historia de la Virgen Madre, de su personal camino de fe y de la "parte mejor" que ella tiene en el misterio de la salvación, sino además de la historia de todo el pueblo de Dios, de todos los que toman parte en la misma peregrinación de fe" (RM, 5).

JESÚS, MODELO DE LA PIEDAD MARIANA


Jesús, modelo de piedad mariana 
P.H. Pinard De La Boullanye, S.I.


Jesús era Él mismo el modelo de los hijos. Tenga la bondad de decir me cuál fue el amor que concibió por la Madre ideal, a quien el Padre Eterno lo había confiado. 

No busquen, por lo tanto, donde nació la devoción a María. Ella tuvo su origen en la primera sonrisa del Niño-Dios, respondiendo a la primera sonrisa de María, inclinada sobre el pesebre. Esta devoción creció de día en día, con cada caricia de María, con cada una de las delicadezas que Ella no cesó de prodigalizar al Niño Jesús, a Jesús adolescente, a Jesús hombre y, finalmente, a Jesús agonizante sobre el madero. 

¿Por ventura creen que el Salvador haya hecho esfuerzos por disimular sus sentimientos hacia Ella? Dado que seguramente Él los manifestó, porque nos debía dar ejemplo en este como en todos los puntos, digamos más. Puesto que Él se complacía en hacerlos conocer, ¿piensan que sus discípulos tomarían una actitud de desdén o de indiferencia en relación a esta Madre, a la que ellos veían tratada con tanta reverencia y afecto? 

No indaguen más en qué justos límites la devoción mariana se debe contener. He aquí su regla, su medida. Amad a María, si puede ser, tanto cuanto Jesús la amó. Sí, el modelo de la piedad en relación a la Bienaventurada Virgen es el propio Hijo de Dios. Su ejemplo nos dicta nuestro deber. 


RECUERDA A MARÍA


Recuerda a María 
Padre Eusebio Gómez Navarro, OCD


Cuenta una leyenda carmelitana, que se situaba en el convento carmelitano de San Martín de Bolonia, que estando la comunidad cantando la Salve, al llegar al muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre, se apareció la Virgen con su hijo en los brazos agradeciendo a la comunidad la alabanza que la tributaban, y, mostrando a su hijo, dijo a los religiosos, "cantad devotamente, hijos, que yo os mostraré a mi hijo Jesús, así en el presente como en el siglo futuro”.

            El oficio de María es presentarnos a su Hijo, llevarnos de la mano a Jesús, para que hagamos lo que él nos dice.
Muchas son las advocaciones con las que invocamos a María. La Virgen del Carmen ha sido una de las devociones más populares durante setecientos años. Muchos cristianos se han sentido protegidos por María con el Escapulario. El escapulario es un signo especial de la protección de María, madre y hermana nuestra. El Escapulario del Carmen nos compromete a vivir como María, a ser personas orantes, a estar abiertos a Dios y a las necesidades de los hermanos.

María fue la favorecida de Dios, la “llena de gracia”. Sabía que el Señor estaba con ella, sentía su presencia. Dios se había fijado en su humildad y cuidaba de ella. Estaba arropada por la fuerza de Dios. No podía temer a nada ni a nadie. María conocía el corazón de Dios, sabía de su infinita misericordia. Por eso, lo alababa y adoraba. Vivía de Dios, con Dios y para Dios.

Concibió y dio a luz a su hijo, “el Hijo del Altísimo” a quien puso por nombre Jesús, Salvador de cada pueblo y de todos aquellos que creen en él. En su vientre había llevado a Jesús y facilitó que estuviera en su corazón durante toda su vida.

María fue una mujer sencilla. Se ubicó entre los socialmente considerados inferiores, entre los que no tienen ni voz ni voto. Todos los necesitados tenían cabida en su corazón. Sin demora ni tardanza se puso en camino para atender a su pariente Isabel, para llevarle al Dios de la vida, para asistirla y ayudarla.

María tiene muchos títulos. Entre todos ellos, todos hermosos y grandes, sobresale el de ser  Madre de Cristo y Madre nuestra. María es Madre de la Iglesia. Como dice Pablo, sufre por ella dolores de parto hasta ver a Cristo formado en cada uno de los creyentes. Ella cuida de sus hijos, como buena madre,  durante la vida y en la hora de la muerte. Ella ayuda a caminar con Jesús y a esperar hasta el final.

María estuvo junto a su hijo en todos los momentos de su vida. En las alegrías y, sobre todo, en el momento de la cruz. Lo acompañó hasta la tragedia final del Calvario. Ella, la Dolorosa, también está cercana a nuestras penas y sufrimientos cotidianos. Los pobres, los enfermos, los que sufren, alcanzan de María la fuerza y ayuda para sobrellevar con fe una vida plagada de dificultades.

La historia y la leyenda nos han mostrado a la Virgen del Escapulario siempre cercana a todos aquellos que, viviendo momentos difíciles y amargos, han acudido a ella pidiendo su protección.

            Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es ponerse, como ella, un vestido nuevo, el ropaje de la fe, de la alegría... Es un símbolo de amor que nos recuerda a María.

Sí, hemos sido revestidos de Cristo y, como María, debemos permanecer fieles a Dios hasta el final. Para ello es necesario acudir e invocar el nombre de María, hermana, madre, amiga. Así nos dice Bostio:

“Nunca olvides sus beneficios. Nunca olvides los múltiples testimonios de su amor de hermana y de madre. Ella nunca cambiará sus disposiciones de amor hacía ti, su fidelidad es irreversible.

Que no pase, pues, un solo día, que no transcurra una noche, que no vayas a ninguna parte, que ningún pensamiento ni conversación alguna tengan lugar, que no te sobrevenga trabajo ni descanso, sin que traigas afectuosamente a la mente el recuerdo de María. Que en el vestíbulo de tu memoria ella ocupe siempre un puesto de vanguardia.

De corazón, vuélvete a menudo hacia María, y nunca te canses de invocarla con estas palabras de la Biblia: Hermana mía, amiga mía, inmaculada mía, ábreme tu corazón, morada de misericordia. Tú, María, eres el amor de mi corazón, más aún, mí propio corazón, mi propia alma. Y no dudes en añadir las dulcísimas palabras de Esdras: Abraza, madre, a tus hijos; estréchate al corazón de tus devotos; afianza sus pasos; guíalos en la santa alegría. O la súplica de Abraham: Te ruego que digas que eres mí hermana, para que, gracias a ti, encuentre yo una buena acogida y por causa tuya viva mi alma”.

FUERZA DE LAGRIMAS


Fuerza de lagrimas
Autor: Lope de Vega


Con ánimo de hablarle en confianza
de su piedad entré en el templo un día,
donde Cristo en la cruz resplandecía
con el perdón de quien le mira alcanza.

Y aunque la fe, el amor y la esperanza
a la lengua pusieron osadía,
acordéme que fue por culpa mía
y quisiera de mí tomar venganza.

Ya me volvía sin decirle nada
y como vi la llaga del costado,
paróse el alma en lágrimas bañada.

Hablé, lloré y entré por aquel lado,
porque no tiene Dios puerta cerrada
al corazón contrito y humillado.