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ORACIÓN POR LA VIDA A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN POR LA VIDA A LA VIRGEN MARÍA

Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de los
vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira,
Madre, el número inmenso de niños a quienes se 
impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir, 
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la
indiferencia o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo 
el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de
acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de 
celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la
valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para
construir, junto con todos los hombres de buena 
voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para
alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida.

Y SE LLAMABA MARÍA


Y se llamaba María
Padre Eusebio Gómez Navarro OCD  


“No más que el cielo puede ser espejo tuyo. ¡Oh sol!-suspiró la gotita de rocío.

“Yo siempre estoy soñando contigo. ¿pero qué puedo esperar? Soy tan pequeña para tenerte en mí –Y se echó a llorar desconsolada.
“Le contestó el sol: Yo lleno el cielo infinito; pero también puedo estar en ti, gotita de rocío. Yo me haré chispa para llenarte y tu vida pequeñita se hará un mundo de luz”. (Tagore)

María era como una pequeña gota de rocío que, por recibir a Dios, se hizo luz para el mundo. María creyó en el Dios del amor, de él se fió y a él le cantó todas las maravillas que hizo en ella y en su pueblo.

La Virgen se llamaba María. Así la pusieron sus padres. Era un nombre muy corriente, pero que tenía un gran significado: “La llena de gracia”. María, la criatura más cercana a la Trinidad, estuvo llena de Dios. Dios estaba en María y María vivía en Dios y
de Dios. El creador dejó una profunda huella en su alma y por donde caminaba María, se palpaba la presencia del Omnipotente. Sin darse cuenta, un día cualquiera, Dios la cambió. “Fue un día en que no te esperaba. Entraste, sin que yo lo pidiera, en mi corazón. Y pusiste un sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida (Tagore).

María creyó y por eso fue alabada. “Ella concibió la Palabra de Dios antes en la mente que en el seno” (San Agustín). Isabel pone la fe de María como fundamento de todo lo que ha realizado y va a poder realizar. Así dice “Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1,45). San Pablo habla de la fe como fundamento de toda vida cristiana:“El justo vive de la fe”(Rom 1,17). Así lo entendió San Juan de la Cruz al poner la fe como único medio adecuado para unir el alma a Dios. Para conocer y poseer a Dios es necesario, despojarse de todos los bienes para quedarse con sólo Dios. 

Aunque la Virgen recibe la alabanza de su prima, expresa con el canto del Magníficat lo que Dios es para ella: todo. Este himno de acción de gracias alaba a Dios por la elección que hizo en ella, a pesar de ser tan pequeña; reconoce, además, la providencia y misericordia de Dios en el mundo y el cumplimiento de las promesas hechas a los padres antiguos.

María experimenta en su vida que “para Dios no hay nada imposible” (Lc 1,37). Dios visitó a María y de este encuentro nació el Amor. Es imposible explicar la acción de Dios. Algo nos puede aclarar estas palabras de Tagore: “El que puede abrir los capullos, ¡lo hace tan sencillamente!. Los mira, nada más, y la savia de la vida corre por las venas de las hojas. 

LA HUMILDAD DE LA VIRGEN MARÍA


Jesús humilde y María....más
Padre Mariano de Blas, L.C.



Dios puesto en la fila de pecadores. En la fila había ladrones, asesinos, adúlteras, fariseos podridos, soldados...Jesús metiendo los pies en la charca del pecado. Él, el tres veces santo. Besó el suelo podrido de las almas, y no sintió náusea. Sabía que podía limpiar todas las almas, todos los basureros, todas las cloacas. ¿Qué te costaba convertir los basureros en jardines, las ruinas en castillos donde Tú te sintieras divinamente a gusto? Cada santo es un pecador reconstruido como santo sobre sus propias ruinas. María se enteró porque se lo contaron. “Si Él se humilla así, yo... esclava del Señor. Yo quiero imitarlo sufriendo el castigo de los hombres –luego serán mis hijos- para ayudar a salvarlos.” Tal vez a nosotros no nos ha impresionado ver a Jesucristo bautizado en el Jordán; a ti, María, te debió impresionar muchísimo, porque tú sabías, como nadie, que Él era Dios. ¡Qué humillación! Tu humildad te parecía pequeña, muy pequeña junto a la suya. Él no se había hecho esclavo, sino pecador. Y Tú, que a todo le buscabas la razón y el sentido, preguntarías: ¿Por qué Jesús se ha querido bautizar por Juan como un pecador más, ¿por qué? La pregunta sigue todavía en el aire...

Juan había sido el primer hombre que había reconocido a Jesús como el Hijo de Dios y trató de comunicárselo a los demás. Pero muy pocos lo aceptaron. Un día dijo a Andrés y a su amigo: “He ahí el cordero de Dios”. Y éstos sí le siguieron, para su bien. Los demás no le hicieron caso, para su mal. Posteriormente Jesús se lo reclamaría: “¿El bautismo de Juan venía de Dios o de los hombres?” Le respondieron: “No lo sabemos, es decir, no lo queremos saber”.

Jesús venía del desierto donde había realizado una dura penitencia: oración y ayuno muy fuertes. Ella aprendió que la oración es muy importante para un cristiano. Ella oraría con más fervor a partir de entonces, si se podía. Aprendió que la humildad y el sacrificio eran muy propios del cristianismo. Ella no pensaba como muchos cristianos y aún sacerdotes, que estas cosas están pasadas de moda y que no ayudan mucho para lo esencial, que es vivir la alegría pascual. Se han olvidado de que se llega a la alegría de la resurrección pasando por la humillación y el sufrimiento de la cruz. “¿No era necesario que el Cristo sufriera esto para entrar en su gloria?”

“Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”. Jesús era Hijo del Padre e Hijo suyo. Cómo recordaría la pérdida a los doce años-“¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?” Ahora lo había dejado ir, para que se ocupara de las cosas de su Padre. Ella lo devolvía al Padre; sacrificaba su amor de madre. Dolor que sería total en la muerte en el Calvario. Muchas madres de posibles hijos sacerdotes no han sabido sacrificar el amor al hijo y no le han dejado trabajar en las cosas del Padre. Se trataba de un amor equivocado.

El Espíritu Santo descendió sobre Él para investirlo de la misión que le esperaba.
Un nuevo tema de meditación de María, sobre su Hijo. Aquí ya no es la sencillez del Jesús que parecía un simple hombre. Aquí interviene el cielo en pleno: El Padre celestial, Yahvé (con todo lo que significaba para un israelita) y el Espíritu Santo que ya había intervenido en Ella. “El Espíritu Santo descenderá sobre ti”. Ahora sobre Él. La imagen de su Hijo crecía a sus ojos; y Ella se sentía pequeñita junto a Él. Como Juan, el hombre humilde por excelencia, Ella también se decía a sí misma: “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”.