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lunes, 16 de diciembre de 2013

LA SIEMPRE VIRGEN: ANTES, EN Y DESPUÉS DEL PARTO.



Autor: Gustavo D´Apice 
La Siempre Virgen: Antes, en y después del parto.
Tratemos de entender la virginidad mariana antes del nacimiento de Jesús, en su nacimiento y después de él.



Este es un dogma de fe mariano también común a todas las advocaciones de María.

No puede haber una advocación o santuario mariano en que no se la venere como la siempre Virgen.

Antes del parto.

Significa que la Virgen Santísima, concebida por sus padres en forma inmaculada, es decir, sin la mancha del pecado original, quitado éste en la unión íntima de los abuelos de Jesús, para dar a Jesús una naturaleza humana perfecta, no tuvo ninguna mácula, mancha, contra la pureza antes del parto de Jesús.

Es más, no tuvo relaciones santas matrimoniales con su Esposo José para concebir al Hijo de Dios, sino que permaneció Virgen en sí misma y en sus relaciones con los demás, poniéndose de relieve la que lícita y santamente podría tener con su Esposo, también virginal él.

En el parto.

Sin duda que el de la Virgen fue un parto milagroso.

No menoscabó el mismo su integridad virginal física.

Biológicamente, el imen de María no sufrió detrimento en el parto de Jesús.

¿Cómo pudo ser ésto?

Dos teorías son abonadas con entusiasmo: Una, más "sobrenaturalmente natural", aduce la "miraculosa dilatatione", es decir, una maravillosa dilatación del imen de la Virgen, que hizo que el cuerpo de Jesús bebé pasara sin mengua de su integridad.

La segunda, más "sobrenaturalmente luminosa", dice que Jesús anticipó en el parto el don de "sutilidad" propio de los cuerpos resucitados, ése que tuvo Él después de la Pascua, el que tiene ahora María, el que tendremos luego nosotros:

Este don consiste en la capacidad de atravesar otro cuerpo sin lesionarlo ni lesionarse: 
Así tenemos ejemplos del cuerpo resucitado de Jesús en los Evangelios de la Resurrección: Atraviesa la sábana en que fue envuelto, dejando impresa en ella su imagen como un negativo fotográfico por el fogonazo de la resurrección.

Atraviesa la piedra del sepulcro, sin romperla, y sin él sufrir lesión alguna al hacerlo.

Atraviesa las puertas donde se encontraban reunidos los discípulos por temor a los judíos, ya que, si habían ejecutado al Maestro, calculaban que luego irían por ellos.

El original griego dice que las puertas estaban "atrancadas":
Jesús las atraviesa con facilidad: No las rompe, ni se magulla Él.

De la misma manera, se considera que atravesó el seno de María, sin mancillarlo ni mancillarse.

De los dones de la resurrección corporal, que aparte de la sutilidad, son la agilidad (capacidad de trasladarse instantáneamente, con la velocidad del pensamiento, ya que el cuerpo no tiene el peso de la gravedad ni ofrece resistencia al alma), la inmortalidad y la claridad o luminosidad, éste también lo anticipó en el Monte Tabor, ante Pedro, Santiago y Juan, testigos del Nuevo Testamente, y ante Moisés y Elías, los más grandes personajes del Antiguo Testamento que aparecieron con Él en gloria:

Los Evangelios dicen que irradiaba luz, su rostro era como el sol, y de su cuerpo salía una luminosidad tal que atravesaba sus vestidos, que aparecían blancos como la nieve.

Después del parto.

María tampoco tuvo relaciones maritales (y mucho menos extramaritales: Fijémonos bien en el Evangelio de Mateo que al concebir a Jesús, José no duda de ella: El ángel le dice "no temas", no "no dudes". 

Temer, en el Antiguo Testamento y en lo comienzos del nuevo, significaba la indignidad en que uno se consideraba ante la manifestación de Dios cercana o a través de él mismo: 

En este caso, ante la manifestación de Dios en el seno de su Esposa la Virgen. 
La tendencia es hacerse a un lado, escapar, huír...

En cierta época cristiana, comenzó la iconografía (el arte de la pintura religiosa), a pintar a José anciano y una Virgen joven como esposa.

Esto tuvo su significado. 
Hoy sabemos que ambos tendrían edades similares, un par de años quizá más José, pero muy jóvenes.

La representación apuntaba a justificar el término "hermanos" de Jesús que aparece en los Evangelios.

Como la virginidad perpetua de la Virgen era considerada desde siempre por los cristianos, los iconógrafos optaron por pintar un José de avanzada edad, que había enviudado, y que tenía hijos del matrimonio anterior, basándose también en algún Evangelio apócrifo, es decir, de los que no entraron en la lista de los cuatro Evangelios de la Biblia.

De esta manera pretendían salvar la virginidad mariana ante estos "hermanos" de su Hijo Jesús.

Más tarde, con el avance semántico y técnico de las palabras y construcciones verbales de la época, se notó que el término "hermano", indicaba en el lenguaje aquel a los parientes conocidos: tíos, hermanos, primos, etc.

Ello determinó el avance la la Josefología actual (el estudio de José, así como la mariología es el estudio de María), hasta colocarlo en el mismo nivel de santidad de la Virgen, ya que ambos colaboraron en conjunto y de manera singular con la crianza y educación de la naturaleza humana de Jesús, que es Dios en su Persona, y vive y reina desde siempre y para siempre. Amén.

SAN JOSÉ CREYÓ EN LA ENCARNACIÓN


Autor: Giovanni Paolo II 
San José creyó en la Encarnación
Testimonio del Sacrificio de Dios Nuestro Señor



San José de Nazaret fue un hombre justo, y se le reconoce con justicia el mérito de creer en Dios, en el Dios que da la vida a los muertos y los llama a la existencia de las cosas que aún no existen.

Ello aconteció en el momento decisivo de la historia de la salvación, cuando Dios, Padre eterno, cumpliendo la promesa hecha a Abrahán, ha enviado a su Hijo al mundo.

En este preciso momento se manifiesta la fe de José de Nazaret, y se manifiesta en la línea de la fe de Abrahán. Esa manifestación acontece cuando el Verbo del Dios vivo se hizo carne en María, esposa de José, la cual, según el anuncio del ángel, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo...

La fe de José debía manifestarse ante el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.

Entonces sufrió José la gran prueba de su fe, al igual que la había sufrido Abrahán. Fue en este momento cuando José, hombre justo, creyó en Dios, en el Dios que llama a la existencia a las cosas que aún no existen.

En efecto, Dios mismo, con el poder del Espíritu Santo, ha llamado a la existencia en el seno de la Virgen de Nazaret, María, prometida de José, a la humanidad del Unigénito Hijo de Dios, el Verbo eterno del Padre.

Y José creyó en Dios...: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte contigo a María, tu mujer, porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo...”

José se llevó a María a su casa y a Aquel que había sido engendrado en ella.

EL NIÑO JESÚS, PERDIDO EN LA NAVIDAD


Autor: Catholic.net 
El Niño Jesús, perdido en la Navidad
No dejemos que el Niño Jesús siga perdido en esta Navidad, que lo encontremos en nuestro corazón.


Es verdad que el Niño Jesús poco se ve entre tanto regalito, tantos adornos, tanto chocolate durante las fiestas de Navidad. A veces casi no se puede palpar lo religioso que debería tener. Muchos, cuando escuchan la palabra Navidad, sólo piensan en las ganancias de su negocio. ¿Cuántos panes venderé? Mejor los hago más chiquitos y los envuelvo mejor...

Entre las felicitaciones, turrones y adornos de todo tipo, es fácil olvidar el mismo núcleo de esta fiesta, el motivo de la alegría y de todo el entorno. Este es un niño, apenas nacido, envuelto en pañales, en una noche fría, al que fueron a adorar unos pastores llenos de alegría: es el mismo Dios, nacido de la Santísima Virgen María, en medio de la noche en una cueva en Belén. Es Dios que quiso hacerse hombre, para estar contigo y conmigo. Vino para librarnos de nuestras culpas, para cargarse Él con esos sacos tan pesados que son nuestros pecados. ¿A quién no le pesa su costal? 

Es bueno que celebramos su nacimiento, y con mucha alegría, música y todo lo demás –cosas sanas–, porque es el nacimiento de Dios en la Tierra. ¡Qué raro! Sucede lo contrario que con el hijo pródigo: aquí es el Padre el que tiene que salir de su casa para salvar al hijo pecador. Cosas del amor de Dios. 

Es la celebración del misterio de la Encarnación. Los cristianos celebramos que Dios haya querido hacerse uno de nosotros para salvarnos y enseñarnos el camino al Padre. No dejemos que el Niño Jesús siga perdido en esta Navidad.