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sábado, 8 de marzo de 2014

OLVIDA EL AYER

Olvida el ayer
Autor:C. Torres Pastorino


"Recordar los malos ratos del pasado no aporta nada positivo al presente.
¿Por qué detenerse en el pasado si lo que importa es el futuro? El espejo retrovisor del automóvil te muestra el camino recorrido y sirve únicamente de aviso para ver los vehículos que te piden el paso y que podrían poner en peligro tu propio viaje.

El pasado sirve de base al presente como los muros del primer piso que hoy sostienen la azotea de mañana.
Quien está en el primer piso quiere sencillamente subir a la terraza y no detenerse escarbando en los cimientos de la casa porque encontraría sólo alacranes.
Sube y contempla las estrellas que te muestran los caminos del futuro y deja que la animalidad se pierda entre los terrenos del suelo húmedo y frío.

No vuelvas al pasado que se ha ido y no regresará jamás. Si regresara sería un gran impedimento para tu progreso.
Lo que pasó, pasó. La vida pasada te dejó experiencias y conocimientos que tendrías que aprovechar.
El estudiante experimenta en el laboratorio con instrumentos de química. Al salir del aula se lleva los conocimientos y deja las probetas y elementos porque ya no le sirven.

¿Qué ganamos con recordar errores, cuyas consecuencias nos hacen sufrir, si ya es imposible corregirlos y su recuerdo constante puede arruinar nuestro camino? Por eso, no vuelvas al pasado y mira hacia el porvenir.
No remuevas la tierra con la azada y planta frutales que mañana te abriguen y alimenten.
Olvida el ayer y orienta el corazón hacia mañana.

Cuando el hoy despuntó con la aurora del nuevo día, el ayer había concluido.
Tachalo en la hoja de tu vida.
Prepara tus lecciones para el examen de mañana porque en el examen de ayer fuiste aprobado con notas demasiados bajas.
Levántate y camina hacia lo alto y hacia adelante, dejando que los muertos en espíritu entierren a sus muertos (Mateo 8,22).

HAMBRE DE DIOS

Hambre de Dios
Autora: Madre Teresa de Calcuta

Tiempo atrás las Hermanas tropezaron con una persona en circunstancias penosas. Era una de esas personas encerradas en sí mismas, sin contacto con la sociedad que las rodea. Ocurrió en Roma, donde las Hermanas están trabajando. Creo que las Hermanas no habían descubierto nada parecido. Le lavaron las ropas, limpiaron su habitación, le prpararon un poco de agua caliente, lo dejaron todo ordenado y limpio. Hasta le dejaron preparada un poco de comida. A todo esto, él parecía mudo.

No fue capaz de pronunciar palabra alguna. Las Hermanas tomaron la decisión de acudir a su casa dos veces al día. A los pocos días, aquel hombre rompió su silencio pare decir: "Hermanas, vosotras habéis traído a Dios a mi vida. Traedme también a un padre.

 Las hermanas acudieron a un sacerdote. Aquel hombre se confesó, después de 60 años al día siguiente murió. Esto es algo hermoso. La ternura de las jóvenes Hermanas llevó a Dios a la vida de aquel hombre que a lo largo de tantos años había permanecido olvidado de lo que es el amor de Dios, el amor de uno hacia otro, de lo que significa sentirse amados. Lo había olvidado, porque su corazón se había cerrado todo. El trabajo humilde, sencillo, lleno de ternura de as jóvenes Hermanas fue el vehículo de que se sirvió Dios para penetrar en la vida de aquel pobre hombre. Pero lo que más me impresionó fue la grandeza y dignidad de la vocaci{on sacerdotal: aquel pobre hombre tuvo necesidad del sacerdote para entrar en contacto con Dios.

Creo que es esto lo que podemos aprender de nuestra Señora: su ternura. Todos, vosotros y yo, tenemos que hacer uso de lo que Dios nos ha dado, de aquello para lo cual nos ha creado Dios. Porque Dios nos ha creado para cosas más grandes: para amar y para ofrecer amor, para que experimentemos una profunda ternura hacia los demás, como la tuvo él. Y para que sepamos ofrecer a Jesús a los demás.

La gente no tiene hambre de nosotros. La gente tiene hambre de Dios. Tiene hambre de Jesús, de la eucaristía.