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jueves, 25 de septiembre de 2014

ENSEÑANZAS DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA



ENSEÑANZAS DEL PADRE PÍO


A las almas que él dirigía, les dio una regla de cinco puntos

1. Confesión semanal 
2. Comunión diaria 
3. Lecturas espirituales
4. Examen de conciencia 
5 Oración mental dos veces al día 

En cuanto al rezo del Rosario, decía que era muy necesario, :
“La confesión es el baño del alma, uno debe hacerlo por lo menos una vez a la semana. No quiero que las almas permanezcan sin confesarse más de una semana. Incluso una habitación vacía y desocupada se empolva, vayan cada semana ¡y verán que necesitan desempolvarse de nuevo!”
A aquellos quienes se consideraban indignos de recibir la santa Comunión, les respondió:
“Es muy cierto, no somos dignos de tal regalo. Sin embargo, una cosa es aproximarse al Santísimo Sacramento en estado de pecado mortal, y otra muy diferente, considerarse indigno. Todos somos indignos, pero es Él quien nos invita, es Él quien lo desea. Seamos humildes y recibámoslo con el corazón contrito y lleno de amor.”

EUCARISTÍA Y GENEROSIDAD


Autor: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net 
Eucaristía y generosidad
Es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo.

Eucaristía y generosidad

La generosidad es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y se olvida que ha dado.

El dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente.

¿Con quién tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo con los más necesitados.

Manifestaciones de una persona generosa.

Sabe olvidar con prontitud los pequeños agravios.
Tiene comprensión y no juzga a los demás.
Se adelanta a los servicios menos agradables del trabajo y de la convivencia.
Perdona con prontitud todo y siempre.
Acepta a los demás como son.
Da, sin mirar a quién.
Da hasta que duela.
Da sin esperar.

Hagamos ahora la relación eucaristía y generosidad.

Generosidad, primero, por parte de Dios.

Generoso es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el mejor alimento: su propio Hijo. Generoso es Dios porque no se reserva nada para Él. 

Generoso es Dios en su misericordia al inicio de la misa, que nos recibe a todos arrepentidos y con el alma necesitada. Generoso es Dios cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico. 

Generoso es Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro esfuerzo. Generoso es Dios cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el cuerpo y la sangre de su querido Hijo. 

Generoso es Dios que nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones. Generoso es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni recompensa. Generoso es Dios cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla. 

Generoso es Dios cuando se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos, cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y se ofrece a todos en el Sagrario como fuente de gracia. 

Generoso es Dios, que va al lecho de ese enfermo como viático o como Comunión, para consolarlo y fortalecerlo. Generoso es Dios que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta de amor. 

Generoso es Dios que se reparte y se comparte en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para que alcance a cuántos vienen a comulgar. Es todo el símbolo de darse sin medida, sin cuenta, y en cada trozo está todo Él entero. Generoso es Dios que no se reserva nada en la eucaristía. 

Y en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que se esté celebrando una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo Él. Y no por ser un pequeño pueblito escondido en las sierras deja de darse completamente. ¿Puede haber alguien más generoso que Dios?

Segundo, generosidad por parte de nosotros. 

Aquí, a la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo lo que tiene de luces y sombras, y se la queremos dar toda entera a Dios. Le hemos dado nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y dos pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es lo que somos y tenemos.

Hemos venido con espíritu generoso para dar, en el momento de las lecturas, toda nuestra atención, reverencia, docilidad, obediencia, respeto. En el momento del ofertorio hemos puesto en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. En el momento de la colecta se nos ofrece una oportunidad para ser generosos. En el momento de la paz se nos ofrece una oportunidad para saludar a quien tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que no saludamos. Salimos con las manos llenas para repartir estos dones de la eucaristía.

En fin, la Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.

CONSAGRACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL


CONSAGRACIÓN A
 SAN MIGUEL ARCANGEL 


Príncipe nobilísimo de la jerarquía Angélica , valeroso guerrero del altísimo, celoso amador de la gloria del Señor, terror de los ángeles rebeldes, amor y delicia de todos los ángeles buenos, Arcángel SAN MIGUEL, deseando ser incluido entre tus numerosos devotos, me consagro hoy a ti y te pido ser admitido en tus milicias. Me pongo yo mismo , mi trabajo , familia, amigos y todo lo que me pertenece bajo tu vigilante protección.

Muy poco tengo que ofrecerte siendo un miserable pecador, no obstante, tu generosamente, acepta mi consagración , que la hago de todo corazón. Recuérdate que si desde hoy estoy bajo tu protección , debes ayudarme, a través de toda mi vida.

Procúrame el perdón de mis muchos y graves pecados, la gracia de amar a Dios altísimo con todo mi corazón , y a mi querido redentor Jesús , como también a mi dulce madre María santísima y a todos mis hermanos que el Padre celestial ama y Jesús ha redimido.

Dame siempre la ayuda necesaria para no caer en la tentación y defiéndeme del enemigo de mi alma y de toda clase de mal especialmente en el último instante de mi vida. Ven glorioso Arcángel, en aquel momento en que librare mi última batalla. Ayúdame en esa última lucha, y arroja lejos de mí, en el infierno , a aquel ángel mentiroso y soberbio a quien venciste en la batalla del cielo, y que hoy te pido me liberes siempre de él. 

Que un día, ante el Trono de Dios, en el cielo, pueda cantar contigo y con todos los ángeles, canciones de alabanza, honor y gloria a Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS



ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
 DE SAN NICOLAS

Santa María, Madre nuestra que en cada misterio del Santo Rosario nos brindas al Salvador. Acudimos a ti necesitados. Nos alegramos que desde la cruz el señor te haya encomendado la misión de acercarnos a El y a su Iglesia por la conversión y la penitencia. Alentados por la confianza que nos inspiras ponemos en tus manos maternales nuestras preocupaciones y temores. Pero, deseamos imitar tu fidelidad a Dios, aceptando con amor y humildad todas las pruebas. ¡Madre nuestra del Rosario de San Nicolás! que tu presencia renueve nuestra vida, alivie nuestro ser agobiado por el sufrimiento y la enfermedad, sostenga nuestra docilidad a la gracia y fortalezca nuestro amor a los demás, convirtiéndonos así en testigos del amor del Padre que no vaciló, por tu intermedio, en darnos a Jesús. AMEN.

ORACION: Suplicámoste, Señor Dios, que nos concedas a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y de cuerpo y por la intercesión gloriosa de la bienaventurada Virgen María, líbranos de la tristeza presente, y gozar de la eterna alegría. Por Cristo Nuestro Señor Amén.