Páginas

viernes, 31 de octubre de 2014

EL TIEMPO ES ORO


El tiempo es oro
Cuántas veces al día nos escuchamos a nosotros mismos acuñando frases del tipo: tengo mucha prisa, no me da tiempo, a ver cuándo saco un rato, hoy imposible…
 


Cuántas veces al día nos escuchamos a nosotros mismos acuñando frases del tipo: tengo mucha prisa, no me da tiempo, a ver cuándo saco un rato, hoy imposible… Vivimos en la sociedad del desenfreno, del estrés, de todo es para antes de ayer y nada puede esperar a mañana porque ya es demasiado tarde. En muchos casos, el ritmo de vida al que estamos sometidos nos pasa factura. A nosotros, los padres, nos pasa bastante factura pero a nuestros hijos, mucho más.

Todos nos quejamos de falta de tiempo, no llegamos a todo lo que nos gustaría y el estrés que nos supone tratar de hacer todo nos agota de tal manera que nos resulta complicado responder ante nuestros hijos. El tiempo es para todos el mismo, 24 horas que tiene cada día. Lo que tenemos que plantearnos es en qué lo empleamos, qué prioridades tenemos para ello y si nuestros hijos están dentro de esas prioridades. Seguro que todos pensaréis que, por supuesto que sí, pero, ¿realmente es así? ¿Qué porcentaje de nuestro tiempo les dedicamos?

Estamos acostumbrados a ocupar el día con un montón de actividades, hacemos deporte, dedicamos un tiempo a la lectura, al ocio, al trabajo, al desarrollo profesional. Queremos llegar lejos en el ámbito laboral y tener todo a nivel personal… Llevamos una vida intensa que en un momento ha tenido un punto de inflexión, en el momento en que hemos sido padres. Es entonces cuando queremos seguir haciendo lo mismo que antes y nos resulta imposible, no nos da tiempo. Entonces nos tenemos que replantear si lo importante es andar en bici, leer, tener un trabajo, ir al cine y ser padre o ser padre y, además, ando en bici, leo, voy al cine y trabajo.

Esto no significa que los padres no tengamos un tiempo para nosotros. Puede pasar, a muchos, tener la sensación de no tener tiempo para muchas cosas, para llegar a nada y, ni siquiera para nosotros mismos (el que mucho abarca poco aprieta). Hay que aprender a priorizar, a sacrificar algunas cosas y a jerarquizar. Una vez que hemos decidido en qué vamos a emplear nuestro tiempo, hay que tener en cuenta que ser padres necesita mucha implicación y energía. Los niños no nos dan ni un segundo de tregua. Son pequeños y no tienen seguridad, por eso, nos necesitan y están constantemente llamando nuestra atención, de manera positiva o negativa. Entonces, tenemos que ser fuertes, tratar de no estar cansados y tener paciencia y un objetivo claro para educarles, con tiempo, de la mejor manera posible.

La vida ha ido evolucionando con el cambio generacional. En la época de nuestros padres siempre que los necesitábamos estaban ahí. Educaban por intuición y funcionaba. Hoy en día esto no es suficiente. La sociedad ha progresado de tal manera que, ante la falta de tiempo, los padres tenemos la necesidad de formarnos en educación para el buen desarrollo cognitivo y emocional de nuestros hijos.

Tener tiempo para ellos no consiste en obsesionarnos con estar todo el día pendientes, haciendo tareas, jugando con ellos… Lo principal es estar juntos cuando nos necesiten para hablar, jugar o, simplemente, “estar ahí”. No esperar a que nos venga bien a nosotros sino adelantarnos a sus necesidades porque igual cuando nosotros queremos hablar con ellos a ellos no les apetece o cuando pensamos que no nos necesitan están esperando un abrazo o apoyo por nuestra parte.

Los niños crecen muy deprisa, al mismo ritmo que, como podemos comprobar, va nuestra vida. Nuestros hijos sí que necesitan que nos paremos, que saquemos tiempo para ellos y que con ellos se pare nuestro tiempo. No basta que pensemos que lo importante es que el tiempo que compartimos sea de calidad. No nos tenemos que engañar con esto, ni nos tiene que servir para quedarnos tranquilos porque no estamos con ellos o no les dedicamos tiempo, ni nos tiene que valer de justificación para que los momentos que estamos con ellos sean pocos o reducidos. Lo que necesitan es que estemos con ellos y si todo ese tiempo lo aprovechamos al máximo, mejor que mejor ya que será la mejor muestra de cariño hacia ellos.

María Campo

UN CORAZÓN LIBRE, ES UN CORAZÓN LUMINOSO


Autor: SS Francisco | Fuente: vativan.va
Un corazón libre es un corazón luminoso
Se puede tener sólo con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los demás, la adoración a Dios.

Un corazón libre es un corazón luminoso
Fragmento de la homilía del Papa Francisco el viernes 20 de junio de 2014 


Dinero, vanidad y poder no hacen feliz al hombre. 

Los auténticos tesoros, las riquezas que cuentan, son el amor, la paciencia, el servicio a los demás y la adoración a Dios. 

No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón». (Mateo 6, 19-23). 

No acumuléis tesoros en la tierra. Es un consejo de prudencia. Tanto que Jesús añade: «Mira que esto no sirve de nada, no pierdas el tiempo». 

Son tres, en particular, los tesoros de los cuales Jesús pone en guardia muchas veces: 

El primer tesoro es el oro, el dinero, las riquezas. Y, en efecto, «no estás a salvo con este tesoro, porque quizá te lo roben. No estás a salvo con las inversiones: quizá caiga la bolsa y tú te quedes sin nada. Y después dime: un euro más ¿te hace más feliz o no?. Por lo tanto, las riquezas son un tesoro peligroso. 
Cierto, pueden también servir «para hacer tantas cosas buenas», por ejemplo: para poder llevar adelante la familia. Pero, si tú las acumulas como un tesoro, te roban el alma. Por eso Jesús en el Evangelio vuelve sobre este argumento, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre el poner las esperanzas en ellas. 

El segundo tesoro del que habla el Señor «es la vanidad», es decir, buscar "tener prestigio, hacerse ver". Jesús condena siempre esta actitud: Pensemos en lo que dice a los doctores de la ley cuando ayunan, cuando dan limosna, cuando oran para hacerse ver. Por lo demás, tampoco la belleza sirve, porque también... se acaba con el tiempo. 

El orgullo, el poder, es el tercer tesoro que Jesús indica como inútil y peligroso. Una realidad evidenciada en la primera lectura de la liturgia tomada del segundo libro de los Reyes (11, 1-4. 9-18. 20), donde se lee la historia de la «cruel reina Atalía: su gran poder duró siete años, después fue asesinada». En fin, «tú estás ahí y mañana caes», porque «el poder acaba: cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder han acabado en el anonimato, en la miseria o en la prisión...». 

He aquí, pues, la esencia de la enseñanza de Jesús: «¡No acumuléis! ¡No acumuléis dinero, no acumuléis vanidad, no acumuléis orgullo, poder! 
¡Estos tesoros no sirven!». 

Más bien son otros los tesoros para acumular. Hay un trabajo para acumular tesoros que es bueno». Lo dice Jesús en la misma página evangélica: «Donde está tu tesoro allí está tu corazón». 

Este es precisamente «el mensaje de Jesús: tener un corazón libre». En cambio «si tu tesoro está en las riquezas, en la vanidad, en el poder, en el orgullo, tu corazón estará encadenado allí, tu corazón será esclavo de las riquezas, de la vanidad, del orgullo». 

Un corazón libre se puede tener sólo con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los demás, la adoración a Dios. Estas «son las verdaderas riquezas que no son robadas». Las otras riquezas —dinero, vanidad, poder— «dan pesadez al corazón, lo encadenan, no le dan libertad». 

Hay que tender, por lo tanto, a acumular las verdaderas riquezas, las que «liberan el corazón» y te hacen «un hombre y una mujer con esa libertad de los hijos de Dios». Se lee al respecto en el Evangelio que «si tu corazón es esclavo, no será luminoso tu ojo, tu corazón». 

Un corazón libre es un corazón luminoso, que ilumina a los demás, que hace ver el camino que lleva a Dios, que no está encadenado, que sigue adelante y además envejece bien, porque envejece como el buen vino: cuando el buen vino envejece es un buen vino añejo. Al contrario, el corazón que no es luminoso es como el vino malo: pasa el tiempo y se echa a perder cada vez más y se convierte en vinagre. 

Pidamos al Señor para que nos dé esta prudencia espiritual para comprender bien dónde está mi corazón, a qué tesoro está apegado. Y nos dé también la fuerza de «desencadenarlo», si está encadenado, para que llegue a ser libre, se convierta en luminoso y nos dé esta bella felicidad de los hijos de Dios, la verdadera libertad». 

MILAGRO DEL ROSARIO EN HIROSHIMA


MILAGRO DEL ROSARIO EN HIROSHIMA
Ocurrió el 6 de agosto de 1945




Durante la Segunda Guerra Mundial, dos ciudades japonesas fueron destruidas por bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki. En Nagasaki, como resultado de la explosión, todas las casas en un radio aproximado de 2.5 Km del epicentro fueron destruidas. Quienes estaban dentro de las casas quedaron enterrados en las ruinas. Los que estaban fuera quedaron quemados. 

En medio de aquella tragedia, una pequeña comunidad de Padres Jesuitas vivía junto a la iglesia parroquial, a solamente  1 Km. del epicentro de la bomba. Eran misioneros alemanes sirviendo al pueblo japonés. Como los alemanes eran aliados de los japoneses, les habían permitido quedarse. 

La iglesia junto a la casa de los jesuitas quedó destruida, pero su residencia quedó en pie y los miembros de la pequeña comunidad jesuita sobrevivieron. No tuvieron efectos posteriores por la radiación, ni pérdida del oído, ni ninguna otra enfermedad o efecto. El Padre Hubert Schiffer fue uno de los jesuitas en Hiroshima. Tenía 30 años cuando explotó la bomba atómica en esa ciudad y vivió otros 33 años más, gozando de buena salud. Él narró sus experiencias en Hiroshima durante el Congreso Eucarístico que se llevó a cabo en Filadelfia (USA) en 1976. Por aquel entonces, los ocho miembros de la comunidad Jesuita estaban todavía vivos. El Padre Schiffer fue examinado e interrogado por más de 200 científicos que fueron incapaces de explicar como él y sus compañeros habían sobrevivido. Él lo atribuyó a la protección de la Virgen María y dijo: "Yo estaba en medio de la explosión atómica... y estoy aquí todavía, vivo y a salvo. No fui derribado por su destrucción." 

Además, el Padre Shiffer mantuvo que, durante varios años, cientos de expertos e investigadores estudiaron las razones científicas del porqué la casa, tan cerca de la explosión atómica, no fue afectada. Él explicó que en esa casa hubo una sola cosa diferente: "Rezábamos el Rosario diariamente en esa casa". 

En la otra ciudad devastada por la bomba atómica, Nagasaki, San Maximiliano Kolbe había establecido un convento franciscano que también quedó intacto. Los hermanos no sufrieron las consecuencias de la bomba y fueron  protegidos por la Virgen. Allí, ellos también rezaban diariamente el Santo Rosario. 

ROSARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO A LA VIRGEN MARÍA



ALMAS DEL PURGATORIO
ROSARIO "MILAGROSA"



PRIMER MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre, en la noche de vuestra dolorosa Pasión y cruel agonía en el huerto de las Olivos.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.



SEGUNDO MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre con el tormento de los crueles azotes que sufristeis amarrado a una columna.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos.



TERCER MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió Vuestro amantísimo Corazón y el de vuestra Purísima Madre con la cruel coronación de espinas, burlas y escarnios.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.



CUARTO MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre en el encuentro de la calle de la Amargura caminando con pesada cruz de nuestros pecados.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.



QUINTO MISTERIO

Os suplicamos, Señor, saquéis tantas almas del purgatorio y convirtáis tantos pecadores, cuantas fueron las sensaciones de dolor que sufrió vuestro amantísimo corazón y el de vuestra Purísima Madre en las tres horas de mortal agonía y afrentosa muerte en la Cruz.

Y vosotras, almas santas, alcanzadnos del Señor las gracias que deseamos conseguir por intercesión de la Santísima Virgen, saludándola diez veces con la jaculatoria. ¡Oh María! sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.


Se concluye el rosario rezando el Credo y la Salve.

Pedid con fe y recibiréis.

EL ROSARIO EN FAMILIA


EL ROSARIO EN FAMILIA


No creamos que el Rosario en familia es rutina sin alma. Esas avemarías que se rezan haciendo algunas tareas domésticas en la cocina o en el costurero, están animadas por verdadero espíritu de oración. Y este espíritu y la intención que lo anima, educan la vida familiar a través de la oración vocal de sus miembros, y la orientan hacia el trono de Dios, muy cerca de Cristo y de su Madre.

Cierta noche, cuenta Fulton Sheen, vino a verme una joven, y me dijo:

No quisiera por nada del mundo hacerme católica. Siempre repetís lo mismo cuando rezáis el Rosario. Cuando uno repite lo mismo es prueba de que no es sincero. Yo no daría fe a una persona que me repitiese las mismas palabras. Y creo que Dios tampoco.

Entonces le pregunté quién era aquel joven que la acompañaba.
Es mi novio contestó ella.
¿La quiere a usted?
Ciertamente que sí.
¿Cómo lo sabe usted? ¿Cuántas veces se lo ha dicho, una, dos ... ?
Me lo repite todos los días y hasta con cierta frecuencia...
Corté el diálogo y le dije:

Si se repite, no le crea usted, prueba evidente de que no es sincero, tal como usted me ha comentado hace un momento.

No existe repetición cada vez que uno dice «Yo te quiero». Y esto se explica porque cada vez coincide con un momento distinto en el tiempo y con un lugar diferente en el espacio.

Aunque la madre repita mil veces a su hijo: «Te quiero con toda mi alma, rey mío», cada vez significa algo distinto, pues su espíritu y su corazón actúan de manera diferente, y cada hecho nuevo revela una nueva señal de afecto.