Páginas

domingo, 1 de febrero de 2015

SANTA MARÍA


Santa María
María Velázquez Dorantes



Santa María esperanza cautiva, 
en el valle de la vida, mujer 
que camina por amor a la 
verdad divina, es reflejo de la 
castidad, salvación de la 
humanidad.

Luz y fecundidad fue Jesús
en el vientre de María. 
Con ella el amor es verdad la 
esperanza se convierte en 
caridad y el mundo se puede 
salvar.

María amor del cielo
Mujer que caminó un sendero, 
que aceptó un decreto y que vio 
la cruz del redentor de los vivos 
y muertos.

Lágrimas enjuagadas en mantos 
de dolor, esa fue tú misión, 
conseguir de los hombres su 
corazón.

Amor de paz y felicidad eres tú 
María quien llena la soledad, y 
cubre los misterios que 
albergan a la humanidad.

Silencio en las horas triviales 
para poderte encontrar en los 
cristales de las hermosas 
praderas donde nacen los 
caudales.

Así es María la verdad de los 
valles con la bondad del canto 
del cenzontle y la misericordia 
del Padre. 

GRACIAS POR TU SÍ, VIRGEN MARÍA


Gracias por tu sí, María
Hna. Teresa del Carmen Rodríguez Perez 



Por tu humildad y pequeñez
Dios se enamoró de ti.
Tu sencillez y transparencia
cautivó su corazón,
Y encontrando en ti María
esa tienda para estar
decidió bajar seguro
a tu noble corazón,
y encarnádose en tu seno
entre nosotros acampó.

Puso sus ojos en ti,
te pidió que no temieras
que a sus palabras creyeras
todos los días hasta el fín,
pues su Espíritu vendría
a cubrirte con su sombra
y al hijo del Altísimo
concebirías en esa hora.

Tu Espíritu se turbó
y admirada preguntaste:
¿Cómo podrá suceder
pues no conozco varón?
Y el ángel te respondió
después de aclarar tus dudas:
para Dios no hay imposibles;
y sin demora respondiste:
HÁGASE en mí lo que has dicho
soy la esclava del Señor.

Tu humilde corazón 
y todo tu ser sagrado
no podía contener
a todo un Dios palpitando
en tu seno, en tu vientre,
en tu cuerpo de mujer
y corriendo hasta Isabel
proclamaste la noticia,
te adelantaste al Bautista:
“Ya está el que ha de nacer”

Profetizaste María
con tu canto del Magnificat, 
reconociendo el poder
de Aquel que solicitó
tu ayuda, tu corazón,
tu disponibilidad, tu vida,
para bajar desde el cielo
y darnos la salvación.

El ha hecho grandes cosas
por tu bondad y humildad,
por tu confianza sin igual,
por tu obediencia y entrega.

¡Enséñame Madre Buena 
a ser yo también la tienda
donde nuestro Jesús more
para que siga alumbrando
a esta humanidad sedienta
que a Dios hoy sigue esperado!