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domingo, 31 de enero de 2016
sábado, 23 de enero de 2016
LOS ESPONSALES DE SANTA MARÍA VIRGEN
Los Esponsales de Santa María Virgen
En nuestros días se celebra en casi toda la Iglesia Latina el 23 de enero, en los países hispanoparlantes el 26 de noviembre
Por: Enciclopedia Católica Online | Fuente: ec.aciprensa.com
Los esponsales de la Virgen es una celebración de la Iglesia Latina. Es cierto que San José y María contrajeron un matrimonio real. A pesar de eso, María es llamada “desposada” con José (“su madre María estaba desposada con José”, Mt. 1,18) porque el matrimonio nunca fue consumado. El término esposo(a) es aplicado a gente casada hasta que el casamiento se ha consumado (Colvenerius, Cal. Marian., 23 Jan.). Pierre d'Ailly, canciller de la Universidad de París, (murió en 1420), y su famoso discípulo, Jean Charlier, llamado Gerson, fueron los primeros propagadores enérgicos de la devoción en honor de San José. Gerson trabajó varios años para instituir una fiesta votiva especial (jueves de témporas en Adviento), cuyo objeto sería los esponsales virginales de María y José. El amigo de Gerson, Enrique Chicoti, canónigo del capítulo de la catedral de Chartres, había legado una cierta suma para la celebración en la catedral de esta fiesta votiva, para la cual Gerson compuso un oficio adecuado. Parece que Gerson realizó el deseo de su amigo, pero la tradición no nos dice que día se celebraba la fiesta.
El primer conocimiento preciso de la fiesta en honor a los esponsales de María data del 29 de agosto de 1517, cuando con otras nueve Misas en honor a María, fue otorgada por León X a las Monjas de la Anunciación, fundada por Santa Juana de Valois. Esta fiesta se celebraba el 22 de octubre como doble de segunda clase. Sin embargo, su Misa honraba a Santa María Virgen exclusivamente; apenas mencionaba a San José y por lo tanto no correspondía a la idea de Gerson. Simplemente como fiesta de María aparece en el Misal de los Franciscanos, a quienes se le concedió el 21 de agosto de 1537, para el 7 de marzo (mayor doble). Por ese mismo tiempo los Servitas obtuvieron la fiesta para el 8 de marzo. Se recitaba el Oficio de la Natividad de María, cambiando la palabra Nativilas por Desponsatio. Siguiendo a las órdenes religiosas, Arras tomó la primacía entre las diócesis que adoptaron la fiesta de los Esponsales de María. Se ha realizado allí desde el 23 de enero de 1556. El primer oficio propio fue compuesto por Pierre Doré O.P. (murió en 1569), confesor del Duque Claude de Lorraine.
El Oficio siguió los perfiles dados por Gerson y conmemoraba tanto a María como a José. En 1546 Pedro Doré solicitó sin éxito a Pablo III la extensión de la fiesta del Desponsatio B. M. V. a la Iglesia Universal. Pero aun sin la recomendación de la Sede Apostólica, la fiesta fue adoptada por varias Iglesias. En el siglo XVI se celebraba en Moravia el 18 de julio. En tiempos siguientes Roma no favoreció ninguna otra extensión de la fiesta, pero luego que se le negó al rey de España (1655), se le concedió al emperador alemán para Austria el 27 de enero de 1678 (23 de enero); en 1680 fue concedida a España, pero transferida (13 de julio de 1682) al 26 de noviembre, porque en España la fiesta de San Idelfonso o San Ramón se celebra el 23 de enero. En 1680 fue extendido a todo el Imperio Germano, en 1689 a Tierra Santa (doble, segunda clase), en 1702 a los Cistercienses (20 de febrero), en 1720 a Toscana, y en 1725 a los Estados Papales. En nuestros días se celebra en casi toda la Iglesia Latina el 23 de enero, en los países hispanoparlantes el 26 de noviembre, pero nunca se ha extendido a la Iglesia Universal. Desde que el Papa San Pío V abolió el Oficio de Pierre Doré e introdujo el oficio moderno, es otra vez fiesta de María. La conmemoración de San José en la Misa, vísperas, laudes (decreto del 5 de mayo de 1736) sólo se puede hacer por un privilegio especial.
Bibliografía: SEITZ, Die Verehrung des hl. Joseph (Freiburg, 1908); HOLWECK, Fasti Mariani (Freiburg, 1892).
Fuente: Holweck, Frederick. "Espousals of the Blessed Virgin Mary." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
Traducido por Luz María Hernández Medina y Juan Ramón Cifre.
Imagen: Desposorios de María y José. Cristóbal de Villapando
MADRE, DANOS TU MIRADA
¡Madre, danos tu mirada!
Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce, de su mirada llena de compasión y cuidado.
Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
Fragmento de la homilía del Papa Francisco en la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria. 22 septiembre 2013
En (Cfr. Hc 1, 12-14) nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a los Apóstoles, en espera de la efusión del Espíritu Santo (Cfr. Hc 1, 12-14). María reza, reza junto a la Comunidad de los Discípulos y nos enseña a tener plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡La potencia de la Oración! No nos cansemos de llamar a la puerta de Dios. ¡Llevemos al corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!
Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre, en cambio, en el Evangelio, acogemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su Madre. Desde la cruz, Jesús mira a su Madre y a ella le confía el Apóstol Juan, diciendo: "Éste es tu Hijo". En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de Amor de Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre. María habrá recordado otra mirada de Amor, cuando era una jovencita: la mirada de Dios Padre, que había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos abandona, puede hacer grandes cosas también con nuestra debilidad. ¡Tengamos confianza en Él! Llamemos a la puerta de su corazón.
Encontremos la mirada de María, porque allí está el reflejo de la mirada del Padre que la hace Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la hace Madre nuestra. Y con aquella mirada hoy María nos mira.
Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María, hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro camino. Es un don de Jesucristo en la cruz, que carga sobre sí nuestros sufrimientos, nuestras fatigas, nuestros pecados. Y para encontrar este Padre, lleno de amor, hoy le decimos: ¡Madre, danos tu mirada! Lo decimos todos juntos: ¡Madre, danos tu mirada!
En el camino, muchas veces difícil, no estamos solos, somos tantos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen, nos ayuda a mirarnos entre nosotros de modo fraterno. ¡Mirémonos de un modo más fraterno! María nos enseña a tener esa mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos, los unos a los otros, bajo la mirada materna de María! Hay personas que instintivamente no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: los más abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que alguna cosa o alguno se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen.
¡Madre, danos tu mirada! ¡Que ninguno nos esconda tu mirada! Nuestro corazón de hijos sepa defenderla de tantas palabras que prometen ilusiones; de aquellos que tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden cumplir. Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura. Que nos da fuerza, que nos hace solidarios entre nosotros. Digamos todos: ¡Madre, danos tu mirada!
viernes, 22 de enero de 2016
OFRECIMIENTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
OFRECIMIENTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guardame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya. Amén.
¿POR QUÉ LOS CATÓLICOS DECIMOS QUE MARÍA ES MADRE DE MISERICORDIA?
¿Por qué los Católicos decimos que María es Madre de Misericordia?
María es Madre del amor en el perdón. Ella brota del amor misericordioso de Cristo y está al servicio de la Misericordia de Cristo
Por: Fr. Carlos Lledó López O.P. | Fuente: Cofradiarosario.net
María es Madre del perdón en el amor, y del amor en el perdón. Brota del amor misericordioso de Cristo y María está al servicio de la Misericordia de Cristo. Es lo que recordamos y vivimos en el Rosario.
Cristo es el eterno amor misericordioso
Porque contempla la situación de la humanidad por el pecado original y ofrece la única solución posible: la redención centrada en la Pasión y muerte.
La misericordia es la constante de la vida de Jesucristo. Al paralítico le ofrece la solución de alma y de cuerpo: “Confía, hijo: tus pecados te son perdonados”(Mt.9,2). Igualmente a la mujer hemorroísa: “Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer desde aquel momento” (Mt.9,22) En la Cruz nos ofrece la gran solución: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc.23,34) y abre las puertas del Cielo al buen ladrón suplicante: Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc.23, 40-44).
María, objeto preferencial de misericordia
María diciendo orden al pecado original, no lo contrae de hecho porque es objeto preferencial de la misericordia de Cristo. Por ello, es privilegiada y excepcionalmente redimida. Es la Inmaculada Concepción.
María, objeto preferencial de la misericordia de Cristo, es también la llena de gracia, de toda la gracia que necesita para ser la Madre de Dios, Madre-Virgen.
Entonces... ¿Por qué María es madre de misericordia?
Tan sencillo como el hecho de que es la Madre de Cristo, quien es el manantial divino de la eterna misericordia. María es Madre de la misericordia desde el misterio de la Encarnación, la gran misericordia del Verbo que se hace hombre al calor del corazón de María por obra del Espíritu Santo.
María es Madre de Misericordia proyectando su amor sobre Cristo en la cruz con ternura de madre. Lo sigue proyectando sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo y por lo tanto, sobre nosotros, pecadores.
María es Madre de Misericordia que perdona a Pedro que niega su Hijo, también a Judas el traidor y a los que crucifican a Cristo. Pienso que Ella repite con su Hijo: “Padre, perdónalos…” María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él.
María es camino del perdón. Por eso, nos conduce al Confesionario, a la Eucaristía... El Rosario es camino de oración para alcanzar la misericordia de Cristo y experimentar el amor misericordioso de la Madre.
En María triunfa la Misericordia. Por eso, es privilegiadamente asunta al Cielo en cuerpo y alma, y coronada Reina y Madre de Misericordia.
*San Juan Pablo II nos dejó una gran enseñanza sobre Maria Madre de misericordia, en la Encíclica "Veritaris Splendor" aquí un pequeño extracto:
"El privilegio especial que Dios otorgó a la toda santa nos lleva a admirar las maravillas realizadas por la gracia en su vida. Y nos recuerda también que María fue siempre toda del Señor, y que ninguna imperfección disminuyó la perfecta armonía entre ella y Dios. Su vida terrena, por tanto, se caracterizó por el desarrollo constante y sublime de la fe, la esperanza y la caridad. Por ello, María es para los creyentes signo luminoso de la Misericordia divina y guía segura hacia las altas metas de la perfección evangélica y la santidad.
María es Madre de Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3, 16-18). El ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la Misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: Su misericordia para nosotros es redención. Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no pecar más. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu."
Aplicación
Nos acogemos a la misericordia maternal de María en nuestra debilidad, con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos. El Rosario marca el camino de la misericordia y lo aplica. Recemos el Rosario.
jueves, 21 de enero de 2016
NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA, ADVOCACIÓN MARIANA, 21 DE ENERO
Nuestra Señora de la Altagracia
Advocación Mariana, 21 de enero
Por: . | Fuente: Corazones.org
Patrona de República Dominicana
Tiene la República Dominicana dos advocaciones marianas:
Nuestra Señora de la Merced, proclamada en 1616, durante la época de la colonia, y la Virgen de la Altagracia (imagen de la izquierda), Protectora y Reina del corazón de los dominicanos. Su nombre: "de la Altagracia" nos recuerda que por ella recibimos la mayor gracia que es tener a Jesucristo Nuestro Señor. Ella, como Madre, continua su misión de mediadora unida inseparablemente a su Hijo. Los hijos de Quisqueya la llaman cariñosamente "Tatica, la de Higüey".
Existen documentos históricos que prueban que en el año de 1502, en la Isla de Santo Domingo, ya se daba culto a la Virgen Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia, cuyo cuadro pintado al óleo fue traído de España por los hermanos Alfonso y Antonio Trejo, que eran del grupo de los primeros pobladores europeos de la isla. Al mudarse estos hermanos a la ciudad de Higüey llevaron consigo esta imagen y más tarde la ofrecieron a la parroquia para que todos pudieran venerarla. En el 1572 se terminó el primer santuario altagraciano y en el 1971 se consagró la actual basílica.
La piedad del pueblo cuenta que la devota hija de un rico mercader pidió a este que le trajese de Santo Domingo un cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia. El padre trató inútilmente de conseguirlo por todas partes; ni clérigos ni negociantes, nadie había oído hablar de esa advocación mariana. Ya de vuelta a Higüey, el comerciante decidió pasar la noche en una casa amiga. En la sobremesa, apenado por la frustración que seguramente sentiría su hija cuando le viera llegar con las manos vacías, compartió su tristeza con los presentes relatándoles su infructuosa búsqueda.
Mientras hablaba, un hombre de edad avanzada y largas barbas, que también iba de paso, sacó de su alforja un pequeño lienzo enrollado y se lo entregó al mercader diciéndole: "Esto es lo que usted busca". Era la Virgen de la Altagracia. Al amanecer el anciano había desaparecido envuelto en el misterio. El cuadro de Ntra. Sra. de la Altagracia tiene 33 centímetros de ancho por 45 de alto y según la opinión de los expertos es una obra primitiva de la escuela española pintada a finales del siglo XV o muy al principio del XVI. El lienzo, que muestra una escena de la Natividad, fue exitosamente restaurado en España en 1978, pudiéndose apreciar ahora toda su belleza y su colorido original, pues el tiempo, con sus inclemencias, el humo de las velas y el roce de las manos de los devotos, habían alterado notablemente la superficie del cuadro hasta hacerlo casi irreconocible.
Sobre una delgada tela aparece pintada la escena del nacimiento de Jesús; la Virgen, hermosa y serena ocupa el centro del cuadro y su mirada llena de dulzura se dirige al niño casi desnudo que descansa sobre las pajas del pesebre. La cubre un manto azul salpicado de estrellas y un blanco escapulario cierra por delante sus vestidos.
María de la Altagracia lleva los colores de la bandera Dominicana anticipando así la identidad nacional. Su cabeza, enmarcada por un resplandor y por doce estrellas, sostiene una corona dorada colocada delicadamente, añadida a la pintura original. Un poco retirado hacia atrás, San José observa humildemente, mirando por encima del hombro derecho de su esposa; y al otro lado la estrella de Belén brilla tímida y discretamente.
El marco que sostiene el cuadro es posiblemente la expresión más refinada de la orfebrería dominicana. Un desconocido artista del siglo XVIII construyó esta maravilla de oro, piedras preciosas y esmaltes, probablemente empleando para ello algunas de las joyas que los devotos han ofrecido a la Virgen como testimonio de gratitud.
La imagen de Nuestra Señora de la Altagracia tuvo el privilegio especial de haber sido coronada dos veces; el 15 de agosto de 1922, en el pontificado de Pío XI y por el Papa Juan Pablo II, quien durante su visita a la isla de Santo Domingo el 25 de enero de 1979, coronó personalmente a la imagen con una diadema de plata sobredorada, regalo personal suyo a la Virgen, primera evangelizadora de las Américas. Juan Pablo II también visitó a la Virgen en su basílica en Higüey
martes, 19 de enero de 2016
ORACIÓN A LA VIRGEN DE FÁTIMA
ORACIÓN
A LA VIRGEN DE FÁTIMA
Oh Virgen Santísima, Vos os aparecisteis repetidas veces a los niños; yo también quisiera veros, oír vuestra voz y deciros: Madre mía, llevadme al Cielo. Confiando en vuestro amor, os pido me alcancéis de vuestro Hijo Jesús una fe viva, inteligencia para conocerle y amarle, paciencia y gracia para servirle a Él a mis hermanos, y un día poder unirnos con Vos allí en el Cielo.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Madre mía también os pido por mis padres, para que vivan unidos en el amor; por mis hermanos, familiares y amigos, para que viviendo unidos en familia un día podamos gozar con Vos en la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Os pido de un modo especial por la conversión de los pecadores y la paz del mundo; por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos y lo necesario para sus cuerpos, y un día conseguir la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oh Madre mía, sé que escucharás, y me conseguirás estas y cuantas gracias te pida, pues las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús. Amén.
¡Madre mía, aquí tienes a tu hijo, sé tu mi Madre!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
HISTORIA Y EXPLICACIÓN DE LA LETANÍA LAURETANA
Historia y explicación de la Letanía Lauretana
En honor de nuestra Madre Santísima, es la más popular de todas las Letanías, llamada así porque se usó por primera vez en el Santuario de Loreto
Por: Redacción Mercaba
Letanía es una palabra griega que significa oración, especialmente oración hecha en común, significa también procesión, porque esta manera de orar se usa en las procesiones. El uso de las Letanías es antiquísimo, se remonta a los primeros siglos de la Iglesia. La más antigua es la Letanía de los santos, pero hay otras también aprobadas por la Santa Iglesia.
En honor de nuestra Madre Santísima, conocemos la más popular de todas las Letanías, la Lauretana, que es llamada así en las Constituciones de los Sumos Pontífices: Sixto V, Clemente VIII, Alejandro VII, etc., porque se usó por primera vez en el Santuario de Loreto.
La Letanía Lauretana se compone de una serie de invocaciones a María, de títulos de honor que los santos Padres le dieron, títulos que se fundan principalmente en la única e incomunicable dignidad de María Madre de Dios. Con ellos honramos su persona e invocamos su poderosa intercesión.
Las primeras invocaciones son a Dios adorable Trinidad ... y a Cristo Redentor, para dar a entender que de Dios nos llega todo bien y que Cristo es la fuente de toda gracia.
La invocaciones a María, pueden dividirse en seis grupos:
1°.- Las primeras abarcan, en resumen, todas sus grandezas (Santa María, etc.).
2°.- Siguen sus atributos como Madre (Madre de Jesucristo, etc..).
3°.- Se saluda luego a María Virgen (Virgen prudentísima, etc.).
4°.- Las prerrogativas de nuestra Señora son representadas por imágenes o símbolos (espejo de justicia, etc.).
5°.- Se le exalta en sus relaciones con la Iglesia Militante (salud de los enfermos, etc.).
6°.- Finalmente, se celebra su gloria en la Iglesia triunfante (Reina de los Angeles, Reina de los Patriarcas, Profetas, etc.)
Esta bellísima oración a María se cierra con una triple invocación a su Divino Hijo, CORDERO DE DIOS que quita los pecados del mundo, para que nos perdone, nos escuche y tenga misericordia de nosotros que tantas veces hemos pecado.
En el transcurso de los años, los Papas añadieron algunas invocaciones, ej. Cuando Europa fue invadida por los turcos, se añadió: Auxilio de los cristianos: después de la definición del Dogma de la Inmaculada Concepción: Reina concebida sin pecado original; después de haber sido consagrado el mes de Octubre al Santo Rosario. Reina del santísimo Rosario: cuando ardía la primera Guerra mundial: Reina de la Paz: con motivo de la definición del Dogma de la Asunción: Reina llevada al cielo en cuerpo y alma.
Recitar la Letanía es ante todo dar gloria a Dios que tanto ensalzó a su Madre Santísima; es darle gracias a Ella y por Ella. Es alabarla, admirarla y pedirle su protección, es reconocer y meditar sus virtudes, movernos a imitarla, en cuanto es posible a nuestra humana debilidad, es pedir a Dios y a Ella gracia y protección para llevar a cabo lo que es imposible a nuestras propias fuerzas.
Es una oración corta y muy fácil para quien la medita, es una oración rica de santos pensamientos y de afectos sobrenaturales.
Señor. ten piedad de nosotros (al Padre). Cristo, ten piedad de nosotros (a Cristo). Señor, ten piedad de nosotros (al Espíritu Santo). Así empiezan las Letanías.
Antes de abrir los labios para alabar a María hemos de preocuparnos ante todo, de conseguir de la misericordia de Dios que se apiade de nosotros ... que nos conceda su gracia y su perdón.
"Cualquier cosa que pidiereis al Padre, os la concederá", pero recordemos que Jesucristo añade "en mi nombre"
Interpongamos conscientemente esta mediación de Cristo, el Único que puede darle eficacia. Repitamos con ardorosa fe y con humildad el grito de PIEDAD ¡Señor, ten piedad' ¡Cristo, ten piedad!, Señor, ten piedad!
CRISTO, ÓYENOS - CRISTO, ESCÚCHANOS
Para que Jesús nos oiga es necesario tener un corazón contrito. Si no estamos actualmente en gracia de Dios, propongámonos reconquistarla y apartemos el corazón de la culpa. Si tenemos odio, si alimentamos venganza, etc., no podemos pretender que El nos oiga. Hagamos el propósito de recibir el sacramento de la Confesión lo más pronto posible.
Ser escuchados no es lo mismo que ser oídos. Ser escuchados es como el colmo de la bondad de Cristo para nosotros. El desea que lo que le pedimos sea con atención, no estar distraídos, que lo que pronuncian nuestros labios esté en la mente y en el corazón.
PADRE CELESTIAL QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Le decimos Padre Celestial .... Esta palabra nos hace admirar la Infinita grandeza y la Infinita benignidad de Dios que aun habitando en una Luz inaccesible, atiende a la voz suplicante de sus criaturas ... de sus hijos .... con su amor Paterno.
HIJO REDENTOR DEL MUNDO QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS
Invocamos al Hijo no solamente como Dios, sino también como Hombre - Dios ... como REDENTOR.
El Hijo de Dios vino a librarnos de la esclavitud del pecado. El es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Con su Pasión y Muerte nos mereció el perdón y ahora por medio de la gracia obtenemos mucho más de lo que habíamos perdido. ¡Divino Redentor! ... ¡Amado Redentor! Líbranos de la esclavitud de nuestras culpas actuales.
ESPÍRITU SANTO QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Dios es amor, dice San Juan (1 J. 4.16). En la admirable obra de la reconciliació n del hombre con Dios, entre todos los atributos de la divinidad, está el Amor Infinito de Dios que busca la oveja descarriada y como el perdón de los pecados es obra del AMOR y de la BONDAD Infinita de Dios se atribuye al Espíritu Santo, Amor substancial del Padre y del Hijo.
La misericordia de Jesús para los pecadores y las parábolas en las cuales quiso expresarla en páginas eternas para consuelo de todas las ovejas descarriadas, son la expresión más bella del AMOR que perdona. Dios nos perdona siempre y nos llama, nos sale al encuentro, nos acoge, nos retorna su amistad y nos devuelve la dignidad de hijos suyos ... Dios AMOR ... Dios Espíritu Santo.
SANTÍSIMA TRINIDAD QUE ERES UN SOLO DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Después de haber invocado a las tres Divinas Personas pasamos a invocarlas en unidad, bajo el nombre de Augusta Trinidad. La Iglesia pone en nuestros labios esta invocación para recordarnos el Misterio inefable de la Unidad y Trinidad de Dios. Este Misterio es el fundamento y el origen de toda la fe revelada. El Misterio de la Encarnación del Verbo lo supone y emana de él y, del Misterio de la Encarnación derivan todos los misterios y todas las verdades de nuestra fe: el misterio de las dos naturalezas y de la Persona Divina de Jesucristo, los Misterios de la Redención, de la Santa Iglesia, de la Gracia, de los Sacramentos, etc.
SANTA MARÍA
Debemos aceptar y entender que solo Dios es Santo y que comunica sus grandes Atributos, en diferente medida, a sus criaturas racionales, ante todo, el de LA SANTIDAD, por ser el más necesario.
Por esta razón llamamos a nuestra Señora: SANTA MARÍA.
Cuando Dios quiso preparar una madre humana para su Hijo, la hizo Inmaculada en su Concepción ... la hizo SANTA aún antes de que hubiera nacido, antes de que pudiera pensar, hablar, obrar ... la preservó del pecado original y de toda mancha. Por esto, difiere de todos los santos. ¡Toda Pura, toda Santa es María!.
María es nombre de ayuda y consuelo. Cuando la invocamos con fe, con devoción y con amor recibimos inmediatamente ayuda, aliento y consuelo. Dice San Bernardo, del santísimo nombre de Jesús, pero muy bien puede aplicarse al dulce nombre de María, que este nombre es alimento suave que conforta, es medicina que alivia los dolores y las penas, "es miel en la boca, melodía en los oídos, alegría en el corazón".
Procuremos honrar este santo nombre y reparar las ofensas que se hacen a esta Buena Madre. Invoquémosla en todas nuestras necesidades.
El nombre de Jesús y el nombre de María, concluye San Bernardo, producen la curación de nuestras miserias y dominan las pasiones violentas. Tengamos estos nombres en el corazón y en los labios durante la vida y los tendremos en el corazón y en los labios en nuestra última hora, y así seremos auxiliados en aquel momento, pues esos nombres santamente invocados serán para nosotros prenda de Luz, de gracia, de perdón y de seguridad en aquella eternidad feliz que todos esperamos.
RUEGA POR NOSOTROS
En las Letanías le decimos a María: "Ruega por nosotros" y no "ten Piedad de nosotros" como lo hacemos al dirigirnos a las Tres Divinas Personas, porque solo Dios es fuente Infinita de toda gracia. Ella y los santos son canales a través de los cuales Dios se complace en hacernos llegar sus gracias.
Las súplicas de los santos son eficaces para nosotros y poderosas ante Dios, pero son mucho más poderosas y eficaces las súplicas de nuestra Madre María Santísima
Rogándole a Ella su intercesión, estamos seguros de que como es la más excelsa, la más santa de las criaturas y la más grata a Dios es la que en consecuencia puede más delante de Dios y por otra parte es la que más nos ama y la que más desea favorecernos.
SANTA MADRE DE DIOS
Después de haber invocado a María con su nombre, pasamos ahora a invocarla con una serie de títulos muy apropiados. Y ante todo con la más excelsa de sus dignidades, principio y fundamente de todas las demás, la sublime y singular dignidad de MADRE DE DIOS.
La Divina Maternidad de María es Dogma y Artículo fundamental de nuestra fe.
En la base de nuestra religión tenemos dos inefables misterios: el Misterio de la Santísima Trinidad y el de la Encarnación del Verbo.
La Encarnación supone la Trinidad. EL Hijo que se ha encarnado supone EL PADRE del cual ha sido engendrado, y si se ha encarnado por obra del Espíritu Santo, confirma la existencia de esta tercera Persona de la Santísima Trinidad y no se puede imaginar la Encarnación sin una Madre que proporcione la naturaleza humana al Verbo. He aquí cómo la divina Maternidad de María entra en el fundamento y en el nexo esencial de las supremas verdades de nuestra religión. Y así como los principales artículos de la fe revelada (la Redención, la Gracia, la Iglesia, los Sacramentos, la vida eterna, etc.) son consecuencias del Misterio de la Encarnación, así estas importantes verdades tienen una íntima e indiscutible relación con el Dogma de la Divina Maternidad de María.
Santa Madre de Dios porque Ella es madre de la naturaleza humana de Cristo; pero esta naturaleza humana está en Cristo indisolublemente, personalmente, hipostáticamente unida a la naturaleza divina en unidad de Persona, y ésta es divina. María es por lo tanto, Madre de esta Persona divina, Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
SANTA VIRGEN DE LAS VÍRGENES
Con esta invocación afirmamos que la virginidad de María no es común ... es única ... perfecta ... sublime y que añadió a su Pureza Virginal un sello de consagración y de perpetuidad.
Los católicos creemos con la Santa Iglesia que María ha sido antes del parto, en el parto y después del parto, ... SIEMPRE VIRGEN PURÍSIMA.
Los dos estados: virginidad y maternidad son en sí santos, el primero es muy generoso y noble. La maternidad es un claro reflejo de la adorable fecundidad del Padre Eterno, del cual, como nos asegura el Apóstol San Pablo (Ef. 4. 14-15) deriva toda paternidad en el cielo y en la tierra, imita a la omnipotencia creadora y tiene el mérito de poblar el cielo.
María unió en sí estos dos títulos sublimes, ser MADRE y VIRGEN FECUNDA. Por estas razones la Iglesia llama a María VIRGEN DE LAS VÍRGENES.
MADRE DE CRISTO
Siendo Jesucristo Dios, Creador y Salvador, podría parecer que es lo mismo llamar a María, Santa Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre del Creador, Madre del Salvador. Pero estos diversos títulos no expresan lo mismo ... indican diversos aspectos bajo los cuales es considerada la misma Persona adorable del Redentor, diversos oficios de esta divina Persona, o distintos beneficios que se derivan de Cristo y de María.
Madre de Cristo significa que María participa, en cuanto es posible a la criatura, de la dignidad y excelencia de Cristo y de los beneficios por El otorgados.
La palabra griega Cristo significa ungido o consagrado.
Antiguamente eran consagrados con la unción (óleo) los sacerdotes, los reyes y los profetas; y Jesús es por excelencia el Sacerdote, el Rey y el Profeta; también se consagraban los vasos sagrados destinados al culto divino.
Cuando saludamos e invocamos a María como Madre de Cristo, significamos que Ella es vaso consagrado a Dios; que por las íntimas y singulares relaciones que la acercan a su Divino Hijo, participa en cierto modo de la dignidad de sacerdote, de rey y de profeta.
María fue vaso de unción o consagrado ... y tiene participación en el sumo Sacerdocio de Cristo.
Desde el primer momento de su existencia Ella estuvo llena de la Divina Gracia, óleo precioso y fue destinada a contener durante nueve meses a la Santidad por esencia.
María participa del Eterno Sacerdocio de Jesucristo ... de Cristo Sacerdote que se ofreció a Dios una vez sobre el altar de la Cruz, derramando entre grandes dolores su Sangre de precio infinito por nuestros pecados y se ofrece cada día de modo incruento sobre los altares por manos de los Sacerdotes.
Ella participa del sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía.
En primer lugar suministró la materia: aquel Cuerpo Divino que fue inmolado en la Cruz ... en el Calvario y que continuamente se inmola en las Iglesias, es Cuerpo formado de la sola substancia de María Santísima, puesto que Ella es Madre Virgen; la Sangre que un día fue derramada en la Pasión y en la Muerte del Hombre - Dios y que todos los días se derrama místicamente en el Perenne Sacrificio, es Sangre de María, suministrada por Ella al Hijo de Dios.
En segundo lugar, participa del Sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía, porque ofreció con Jesucristo Primero y Sumo Sacerdote, el Sacrificio del Calvario y sigue ofreciendo sobre los altares la Víctima Divina porque el Sacrificio de la Misa es prolongación del de la Cruz.
Por esto María Santísima es llamada Corredentora e invocada como MADRE DE CRISTO.
MADRE DE LA IGLESIA
La Santa Iglesia todavía no incluía esta Invocación cuando fueron elaborados los textos en los que hemos basado estas reflexiones, por lo que a continuación transcribimos los puntos 25 al 27 del discurso pronunciado por S. S. Pablo VI, el 21 de Noviembre de 1964, en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar, cuando fue proclamada María Santísima "Madre de la Iglesia".
(25) "Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este título.
(26) Se trata de un título, que no es nuevo para la piedad de los cristianos, antes bien, con este nombre de Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera acostumbran dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de la devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la Madre del Verbo Encarnado.
(27) La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico, que es la Iglesia.
María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de todos los pastores, es decir, de la Iglesia".
MADRE DE LA DIVINA GRACIA
El Arcángel San Gabriel saludó a María diciéndole: "llena de gracia", por lo tanto, es de fe que al realizarse en Ella el Misterio de la Encarnación del Verbo, estaba PLENA DE GRACIA. Pero ... desde aquel instante creció MÁS en Ella la GRACIA.. Plena quiere decir completa, llena, pero se usa este término para resaltar aquello de lo que se está hablando, en este sentido se dice que María estaba PLENA DE GRACIA, llena, pero en su vida el momento central o culmen es el de la Encarnación del Verbo y desde entonces en Ella continuó aumentando la GRACIA ... en PLENITUD.
La Santidad de Jesús, cuánto aprovechó a Su Madre que con tanta atención recibía y conservaba en su corazón las palabras y los actos de su Divino Hijo. El formó la Santidad de su Madre, tan próxima a la suya cuanto es posible en una pura criatura y la elevó a un grado altísimo, más alto, sin comparación, que el de todos los elegidos, de todos los santos.
Llena de Gracia, ninguna hay que Ella no pueda obtener. Cristo es el MANANTIAL de la GRACIA y su MADRE SANTÍSIMA es como un depósito, un recipiente (que recibe), de dónde por su intercesión alcanzamos gracias ... y al Autor de la GRACIA.
CRISTO, MANANTIAL DE LA DIVINA GRACIA.
MARIA, MADRE DE CRISTO MADRE DE LA DIVINA GRACIA.
MADRE PURÍSIMA
Lo que manifestamos creer y atribuimos a María con este título, es la total y perfecta exención de toda sombra de culpa y defecto. Pureza excepcional, integridad de vida que no la tiene igual ni semejante, nadie más.
El Pontífice San León escribe que en las diversas vicisitudes de la vida, no hay, ni aún la persona más perfecta, que de vez en cuando no se manche con el polvo de la tierra. En Proverbios (24.16) dice que 7 veces cae el justo ... caídas ligeras y veniales pero ... son caídas.
Únicamente en María nada que sea mancha se encuentra en Ella,
MADRE CASTÍSIMA
Madre Castísima se refiere al brilló de la virginidad en cuanto al alma, esto es a la perfecta pureza de pensamientos y afectos. Ella conservó durante toda su vida esta pura castidad del alma.
MADRE SIN MANCHA
Madre sin mancha expresa la limpieza de los sentidos externos. La causa de la admirable Pureza Virginal de María no fue la exención en Ella del pecado original ... La primera y más eficaz razón fue la Gracia de Dios, pero Ella cooperó a esta gracia con todos los medios, guardando rigurosamente sus sentidos externos, sus ojos para la contemplación de todas las cosas en las que encontraba los vestigios de Dios, de la sabiduría y del poder divinos: los oídos y la boca para escuchar y para pronunciar las alabanzas de Dios ... Ella hacia en este mundo lo que los Angeles hacen en el cielo y mejor aún que ellos: amar y alabar a Dios.
La Iglesia llama a María: Virgen de las vírgenes, la Virgen por excelencia, porque fue incomparablemente la más pura de todas.
MADRE SIN CORRUPCIÓN
Madre sin corrupción = pureza de vida y santidad de costumbres.
En María Santísima todos sus pensamientos, palabras y obras siempre fueron para gloria de Dios.
Debemos entender que no sólo su alma sino también su cuerpo fue llevado al cielo después de su muerte, de tal manera que no pasó por el largo período del sepulcro, como todos los seres humanos. Su cuerpo santísimo no experimentó la corrupción. Su Divino Hijo, por el Infinito amor con que la amaba no podía soportar que su cuerpo quedara en el sepulcro y también por la santidad trascendente de María y porque Ella estaba llena de gracia hasta rebosar.
Pasó por la muerte como nuestro Señor y también como El y por Su poder omnipotente fue llevada al cielo.
MADRE INMACULADA
Esta invocación se refiere a la Inmaculada Concepción de nuestra Madre la Virgen María.
Esta verdad revelada es que Ella fue concebida en el seno de su madre, Santa Ana, sin mancha de pecado original.
El pecado original es el pecado de infidelidad y desobediencia a Dios, cuyas consecuencias hemos heredado, todos nacemos en ese estado y el sacramento del Bautismo es el medio por el cual somos liberados de él.
María nunca vivió en ese estado, fue exceptuada de él por un designio ... por un decreto eterno de Dios y según este eterno decreto el que había nacido desde toda la eternidad, nació en el tiempo para salvarnos y la redención de María fue entonces resuelta de esta manera especial que llamamos Inmaculada Concepción (Ella fue redimida en previsión de los méritos de su Divino Hijo).
MADRE AMABLE
Madre digna de ser amada.
Tres cosas contribuyen principalmente para hacer a una persona amable, merecedora de nuestro amor:
La hermosura de cuerpo y de alma.
La bondad, esto es, la natural inclinación a hacer el bien y El amor que la persona nos tiene.
En ninguna persona se encuentran tan unidas y en grado tan eminente como en María Santísima que es digna de todo nuestro amor, por eso la Iglesia le da el título de Madre Amable.
MADRE ADMIRABLE
Se dice que una persona o cosa es admirable o digna de admiración cuando es perfecta, extraordinaria; por esto impresiona los sentidos, la imaginación, el pensamiento.
María es verdaderamente admirable, porque es extraordinaria y no hay nadie que reúna como Ella semejante grandeza de privilegios y de virtud.
Por estas dos razones: sus privilegios y sus virtudes, María Santísima es invocada con el título de Madre Admirable.
MADRE DEL BUEN CONSEJO
Son muchos y todos ellos magníficos y gloriosos, los títulos que la Iglesia da a la Madre de Dios en estas Letanías, pero es particularmente bello el de Madre del Buen Consejo porque:
• Es la Obra del Eterno Consejo
• Fue llena, de manera singular, del Don de Consejo
• Y, debemos recurrir a Ella para obtener este Don.
OBRA DEL ETERNO CONSEJO quiere decir que Dios, desde toda la eternidad, pensó en María y la miró con complacencia; la amó con especial afecto y quiso hacer de Ella la Obra Maestra de su Infinito Poder, Sabiduría y Bondad, puesto que desde toda la eternidad la eligió y predestinó para ser la Madre de su Divino Hijo.
LLENA DE MANERA SINGULAR DEL DON DE CONSEJO. El Don de Consejo, don del Espíritu Santo por el cual somos iluminados para conocer y para escoger siempre entre todas las cosas, aquella que mejor sirve para la Gloria de Dios y para nuestra salvación.
De este Don estuvo singularmente llena María Santísima (y de TODOS los Dones y de TODAS LAS GRACIAS) por lo que Ella supera incomparablemente a toda la humanidad.
DEBEMOS RECURRIR A ELLA PARA OBTENER ESTE DON y así poder conocer, escoger y hacer siempre lo mejor para Gloria de Dios y bien del alma. Tenemos necesidad del Don de Consejo para defender nuestra Fe, para guardar el gran tesoro de la gracia de Dios, para huir del ambiente anticristiano, de todo el mal que nos rodea.
¡Oh querida Madre! Ruega a tu Divino Hijo que su Divino Espíritu ... el Espíritu Santo, desarrolle en nuestras almas el Don de Consejo ... y los otros seis Dones de los que tenemos tanta necesidad. ¡Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros!.
MADRE DEL CREADOR
María en el plan de la CREACIÓN y de la RESTAURACIÓN:
Ella es la Madre de Cristo, del Verbo del Padre hecho carne. El Verbo es el centro de la creación "por medio de El fueron hechas todas las cosas y sin El no se hizo nada de cuanto existe" (Jn. 1.3). En Cristo, lo que se atribuye a Dios se puede atribuir también al Dios - Hombre, así, habiendo sido hecho de María Santísima Aquel por el que han sido hechas todas las cosas, puede decirse que toda cosa fue hecha por Ella, porque engendró al HACEDOR ... al CREADOR. Por esto María tomó parte, EN CIERTO MODO, en la obra de la Creación.
Pero la restauración, la renovación de todas las cosas, según enseñan los Santos Padres, es una segunda creación y ésta fue realizada por medio de Jesucristo. En esta segunda creación, en esta Redención del género humano, el centro es también Jesucristo, de manera que el Verbo Divino es doblemente CREADOR. También María Santísima tomó parte activa en esta restauración que se realizó con su consentimiento.
El "HAGAMOS" (igual a "HÁGASE") primero ( el de Dios) produjo de la nada todas las cosas,. El "HÁGASE en mí según tu palabra" pronunciado por María cooperó a restaurar todas las cosas en Cristo y a devolverles su primitiva perfección.
Sin el "HAGAMOS" Divino, todo habría permanecido en la nada; sin el "HÁGASE" de María, todo habría permanecido en una condición, bajo muchos aspectos, peor que la nada.
El primer "HAGAMOS" levantó a la criatura humana hasta la semejanza con Dios; el segundo (HÁGASE) levantándola aún más alto, la unió (en Cristo) personalmente a Dios.
El "HAGAMOS" Divino es, por consiguiente, omnipotente y creador por naturaleza; el "HÁGASE" de Ella es omnipotente, restaurador y creador por gracia. De esta manera María Santísima tomó parte en la creación ... ¡MADRE DEL CREADOR!.
MADRE DEL SALVADOR
También aquí, como en las consideraciones anteriores, necesitamos entender porqué el nombre de Salvador va asociado al título dado a María en las Letanías.
Antes de su venida, Jesús era conocido como Mesías, pero cuando apareció en la tierra fue conocido bajo tres títulos nuevos:
• Hijo de Dios
• Hijo del hombre
• SALVADOR
El primero expresa su naturaleza Divina; el segundo su naturaleza humana; el tercero su ministerio personal.
El Angel que se apareció a María le llamó Hijo de Dios; el que se apareció en sueños a José le llamó Jesús que quiere decir Salvador; también le dieron este nombre los ángeles que se aparecieron a los pastores en la noche de su Nacimiento. Pero El en el Evangelio se llama a sí mismo de un modo particular: Hijo del hombre.
Verdaderamente es nuestro Salvador, porque con su Pasión y Muerte nos ha redimido y nos ha liberado del pecado. Unió en la unidad de su Persona Divina la naturaleza divina y la naturaleza humana.
Dios verdadero, debía ser verdadero hombre para poder realmente sufrir y morir y al mismo tiempo para que el precio de nuestro rescate, su Pasión y Muerte, tuviera el valor infinito que exigía la Majestad de Dios y la culpa cometida por el ser humano ... Y, María Santísima es Madre de Jesucristo, Madre del Dios - Hombre; así, Ella es MADRE DEL SALVADOR.
Pero hay una segunda razón de este título y es que Ella cooperó y coopera de modo singular en la obra redentora de Jesucristo, como corredentora al pie de la Cruz y como corredentora en el corazón de sus hijos.
Sobre la Cruz debía consumarse el sacrificio de la redención y la victoria sobre el pecado y María Santísima está íntimamente asociada a la Cruz. Ella ofreció generosamente al Padre en el Calvario, la Carne y la Sangre del Hijo, que era también carne y sangre suya.
Después del amor a Dios no hay afecto que tanto nos aparte del pecado y sea tan fuerte y eficaz para librarnos de él como el amor a María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
En la persona de Juan, el discípulo amado, Jesús nos entregó a su Madre cuando le dijo a Ella: "Ahí tienes a tu hijo" y nos la dio a nosotros por Madre cuando le dijo a él: "Ahí tienes a tu madre".
VIRGEN PRUDENTÍSIMA
Con este título, la Iglesia tributa a María un gran elogio, pues la prudencia es la primera de las virtudes cardinales y es la virtud moral que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno para seguirlo o malo para apartarse de él. Prudencia es cautela, es moderacion, sensatez, buen juicio ... además, es la que dirige y regula todas nuestras acciones.
La vida cristiana sin la prudencia pierde toda belleza, toda fecundidad de bien. La prudencia, virtud moral se adquiere de ordinario con los años.. María es tanto más digna de alabanza porque fue prudentísima desde su tierna edad; excepcional prudencia más celestial que terrena, más infundida por Dios que adquirida con el estudio, con la práctica o con la edad.
San Bernardo no acaba de admirar la prudencia de Maria en el coloquio que tuvo con el Arcángel Gabriel, y con la prudencia, todas las virtudes cardinales. Ante el anuncio de que concebirá al mismo Hijo de Dios, permanece constante en la resolución de su virginidad. Ella no es incrédula como Zacarías, sabe por el Profeta Isaías que el Divino Mesías prometido ha de nacer de una virgen, pero pregunta el cómo, requiere una explicación, ésta es prudencia sobrenatural y divina.
Concluye San Bernardo que Ella fue prudente en su interrogatorio. Por este solo rasgo de la vida de María conocemos que era poseedora perfecta de la prudencia y de todas las demás virtudes cardinales y como consecuencia también de las virtudes morales.
¡Oh Virgen PRUDENTÍSIMA, derrama un rayo de tu prudencia sobre nosotros, que ilumine nuestro obrar y nos guíe al hablar. ¡Oh Madre Santísima!, enséñanos a callar, cuando debemos ser prudentes.
VIRGEN VENERABLE
La veneración es aquel honor y reverencia que se le da a una persona en testimonio de su excelencia, de su virtud sobrenatural, de su santidad y consiste en una gran consideración de nuestra mente hacia la persona dotada de estas cualidades en un correspondiente afecto del corazón, estima y aprecio.
Por consiguiente la santidad es objeto de veneración. Si queremos conocer por que merece María el título de Venerable hemos de considerar la grandeza de su santidad.
Muchos cristianos confunden la perfección cristiana o la santidad con los medios para obtenerla; otros hacen consistir la santidad en las penitencias exteriores; otros en largas oraciones; otros en despojarse de toda cosa por amor al prójimo y así por el estilo. Estas y semejantes prácticas son medios muy útiles para llegar a la santidad; serán, con la gracia Divina, principio y señal, fruto y efecto de la santidad, pero no son la santidad esencial. De hecho ha habido santos que no lo dieron todo a los pobres, que no practicaron penitencias extraordinarias, que no hicieron largas oraciones. La santidad es la perfección en el amor.
La esencia de la perfección evangélica consiste en la unión con Dios. Dios es santo por naturaleza; nosotros cuando estamos unidos a El, somos santos por gracia. La unión con Dios es efecto de la caridad, cuando el cristiano observa y vive perfectamente el precepto básico de la ley evangélica: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" y el segundo: "Ama al prójimo como a ti mismo" (cfr. Marcos 12.28-34) (cfr. Mateo 22.37-40), está viviendo la santidad.
La medida de la santidad de María es su ardiente Caridad de Madre de Dios.
Para conocer lo digna que es de VENERACIÓN, sería necesario profundizar en los abismos inaccesibles de su corazón y medir su amor y esto solo Dios puede hacerlo.
La gracia de Dios es la que nos hace santos, es por eso que la plenitud de la gracia confiere la plenitud de la santidad. La gracia, semilla y fruto de la santidad, hace que Dios esté en nosotros y nosotros en Dios.
María fue declarada y proclamada solemnemente de parte de Dios, por medio del Arcángel Gabriel: LLENA DE GRACIA Y POSEEDORA DEL SEÑOR.
¡Cuán SANTA y VENERABLE ERES, OH MADRE!.
VIRGEN DIGNA DE ALABANZA
Debemos imitar las virtudes de la Virgen María y procurar que los demás también lo hagan y que se conozca y admire su singular santidad. Es una exigencia del amor, que es difusivo por naturaleza, propagar, glorificar, hacer conocer a la persona amada. Este es el sentido de esta invocación VIRGEN DIGNA DE ALABANZA.
María vivió en la piadosa sombra de una oscuridad que conmueve, en profunda y perfecta humildad. Aparece en la primera parte del Evangelio y después solamente reaparece en el Calvario cuando participó en las penas de la Cruz.
Después de Jesucristo, el alma más santa y más excelsa fue sin duda la de María Santísima, por eso debe ser, la más exaltada y colmada de alabanzas.
Estas alabanzas y esta gloria tuvieron principio antes que Ella estuviera sobre la tierra participando del privilegio del Hijo. Fue exaltada mucho antes de nacer.
La Iglesia en su Liturgia, ha coronado a María con las fiestas en su honor introducidas en el año eclesiástico, los oficios, los himnos, las Letanías, las procesiones, la solemne coronación de sus imágenes, etc.., que manifiestan el amor de la Iglesia hacia su Madre Celestial.
Para Ella, el genio de los grandes Doctores de la Iglesia, la pluma de los Teólogos, la palabra enamorada de los oradores sagrados y la oración confiada de todos los que la aman.
Bienaventurada la boca que habla de María Santísima frecuentemente y con reverencia.
Bienaventurada la persona que a través de la pluma celebra y escribe con santo entusiasmo las grandezas y la gloria de tan excelsa Madre. VIRGEN DIGNA DE ALABANZA.
VIRGEN PODEROSA
Se distinguen dos clases de poder: propio y participado.
Sólo Dios es PODEROSO por virtud propia, Aquellos (as) a quienes Dios les comunique poder es por voluntad de El (poder participado)
Cuando decimos que María Santísima es omnipotente, no la igualamos a Dios, ni decimos que Ella lo sea por sí misma, este poder, del cual Ella está revestida le viene de Dios, le fue comunicado por gracia especial de Dios.
María es poderosa porque su poder se asocia al de su Hijo Jesucristo. Su divina Maternidad es el fundamento principal de su poder.
Es imposible determinar los límites de esta omnipotencia participada.
Existen dos mundos: el mundo de la materia y el mundo sobrenatural de las almas.
Dos órdenes de omnipotencia: La omnipotencia de Dios Creador y la omnipotencia de Dios Redentor y Santificador.
La omnipotencia participada de María brilla principalmente en el universo sobrenatural en el cual Ella ha sido constituida Madre espiritual de los redimidos, cooperadora de Cristo en la redención y en la salvación de las almas. Decimos principalmente, porque también en el orden físico Ella ejerce un gran poder, como lo prueban las numerosas curaciones que concede a sus devotos. Basta recordar los milagros de Lourdes.
El poder de María Santísima tiene por fin cooperar a la obra de la Redención, a la cual están llamados todos los seres humanos sin distinción y, a alcanzar los bienes de los que tienen necesidad, ej. La perseverancia final, don que corona, según San Agustín, todos los dones, y una santa y muchas veces, alegre muerte.
VIRGEN CLEMENTE
La clemencia según Santo Tomás de Aquino es aquella virtud que templa el rigor de la justicia con la misericordia; que concede y obtiene el perdón o la disminución del castigo merecido. Comparte con la mansedumbre el cometido de poner un justo y racional freno a los ímpetus de la ira y si la mansedumbre frena el afecto interno, que es la raíz o el principio, la clemencia modera el afecto exterior.
Esta hermosa y amable virtud, prosigue Santo Tomás, nace del amor. Quien ama a una persona no quiere que ésta sea castigada..
De esto se sigue que cuando el perdón total o la disminución de la pena son compatibles con el verdadero bien, entonces la amorosa clemencia perdona o impetra el perdón.
La clemencia, resplandece en María Santísima más que en cualquier otra persona. Ella se ocupa y se preocupa de impetrar el perdón para los pecadores. Por eso la Iglesia la honra con el título de Virgen Clemente.
De esta virtud de María vamos a tratar en la invocación "Refugio de los pecadores", aquí hablaremos solamente de su fundamento, esto es, de su tierno amor a la humanidad.
Nuestra Madre Santísima nos ama porque ama a Dios. El amor de Dios y el amor del prójimo son dos amores inseparables y nadie nos ama como Ella.
No se puede medir el amor Infinito del Corazón de Jesús, aquel Corazón inflamado con las llamas del Amor Divino y que fue atravesado por la lanza. Ningún otro corazón está tan cerca del amor de Jesús, como el de su Madre. Ninguno alcanza tan encendida caridad. Ella nos ama en Cristo, ama en nosotros la Sangre del Hijo derramada en el Calvario y aplicada en los Sacramentos. Ella más que nadie conoce en Dios el altísimo valor de un alma.
No hay otro amor más hermoso y más fuerte que el de María porque brota de la purísima fuente del amor de Dios.
Por dos títulos María es nuestra Madre:
• Ante todo porque ES LA MADRE DE JESUCRISTO.
• Porque Ella nos engendró al pie de la Cruz sobre el Calvario, allí fuimos confiados a Ella como hijos en la persona de Juan.
Los dolores que no tuvo en el divino parto natural, debió sufrirlos en el parto espiritual cuando fue constituida Madre de todos nosotros.
De la misma forma que Dios adornó a María con la santidad más eminente, así la dotó de un corazón, en profundidad y en extensión, el más amante de todos los corazones; con el que nos ama a todos, justos y pecadores, aquellos que aunque estén en pecado buscan salir de él y se proponen dejarlo. Ella escucha sus súplicas y los reconcilia con Dios y lo hace como una madre que tiene más cuidado de un hijo enfermo que de un hijo sano ... como deja el buen pastor las noventa y nueve ovejas para ocuparse de aquella que huyó del redil.
VIRGEN FIEL
En dos sentidos puede entenderse este título.
La palabra fidelis o deriva de Fides (FE) y entonces alabamos a la Bienaventurada Virgen porque se distinguió en la fe y ejerció perfectamente esta primera Virtud Teologal o la palabra fidelis que es adjetivo de fidelitas (FIDELIDAD) y en este caso se da gloria a la Virgen María porque fue muy fiel a las Promesas que le hizo a Dios y a los deberes que Jesús le asignó. ¡Con qué fidelidad respondió a los planes de Dios y con cuánto amor aceptó de su Divino Hijo ser nuestra Madre!.
Procuraremos conocer una y otra virtud de esta Virgen Fiel.
La fe, con relación al entendimiento, debe tener dos cualidades principales: ser sencilla y firme.
La sencillez exige nuestro pronto asentimiento, a todas las verdades propuestas por la fe, aún a los más inaccesibles misterios, asentimiento que se apoya únicamente en la autoridad de Dios revelante.
Para introducirnos en el mundo de la materia, Dios nos dio los ojos del cuerpo; para introducirnos en el mundo de los principios, de la ciencia, de las leyes que gobiernan todo lo creado, nos dio la luz de la inteligencia; para introducirnos en el mundo sobrenatural, nos dio la luz de la fe y puso como Maestra a su Iglesia que, con autoridad materna e infalible, nos introduce en este tercer mundo que supera infinitamente en magnitud y magnificencia a los otros dos.
Debemos ir a través de la vida con la sencillez de un niño conducido de la mano de su madre. Jesús dijo: "quien no acoge el reino de Dios como un niño no entrará en él" (Lc. 18;17).
No olvidemos que la fe es un don de Dios que se manifiesta a los humildes y a los sencillos: "Te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños". (Mt. 11:25).
• La fe debe ser firme, no dudosa ni vacilante. Esta certeza inmutable, que debe extenderse a todas las verdades reveladas, tiene un fundamento más sólido e infalible que cualquier testimonio de la razón, de los sentidos o de la experiencia, porque estos elementos de certeza humana pueden ser débiles y falibles, mientras que el fundamento de la veracidad de Dios es luz eterna, indefectible e inmutable.
¿Dónde estaría el mérito de la fe, sí se apoyase, no sobre la autoridad de Dios, sino sobre la razón y sobre el testimonio de los sentidos?
Nuestra fe está fundada, además, sobre la infalibilidad de la Iglesia, columna y fundamento de verdad, a la cual Jesucristo ha prometido asistir hasta la consumación de los siglos.
FE
--- María Santísima poseyó en grado heroico todas las virtudes y debió poseer en grado singular la Fe, que es la primera de todas ellas; Ella llevó a la máxima altura su propia santidad, y debió poner el más sólido fundamento. Ella agradó a Dios más que ninguna criatura porque tuvo muy viva la fe .... fe formada por la mas ardiente caridad.
• El Arcángel le anuncia el altísimo misterio y Ella da el humilde y dócil asentimiento de su Fe y exclama "he aquí la esclava del Señor, HÁGASE en mí..."
• El mismo Mensajero le anuncia la maternidad milagrosa de Isabel, Ella lo cree y va solícita para asistir a su anciana prima.
• En la pobreza de la gruta de Belén nace el Hijo de Dios como el más pobre de los niños. Ella es la primera en adorarlo.
• El Rey de Reyes debe huir al destierro, escondido bajo el velo de la Madre y sustraerse a la ira de un rey terrenal y Ella, adora el misterio de la aparente debilidad del Omnipotente.
• Los habitantes de Nazaret verán durante treinta años, en Jesús, a un joven humilde y lo creerán hijo del carpintero. La fe de María ve y adora en El al Divino Artífice del cielo, de la tierra y de los siglos.
• Ella ve a su Hijo perseguido, calumniado, condenado, llevado a la cruz, traicionado por un discípulo, negado por otro, abandonado de todos (menos San Juan), comparado con vulgares ladrones, crucificado, muerto. Ella se mantuvo en la sombra y no quiso mostrarse como Madre del triunfador (durante la vida pública de Jesús ... cuando hizo milagros) pero su Fe la llevó al Calvario como Madre del Condenado, y adora en el Altar de la Cruz, al Pontífice Eterno, al triunfador de la muerte y del mal.
¡Qué fe la de María Santísima!, sencilla, firme, constante, vivísima, hecha más espléndida por el dolor.
El Espíritu Santo hizo a María depositaria de esta fe y Ella instruyó en esta virtud a los Apóstoles durante el tiempo que transcurrió entre la Ascensión de Jesús y la de su propia, amorosa y gloriosa muerte.
FIDELIDAD
La fidelidad es aquella virtud que nos inclina a mantener, a cumplir las promesas hechas. Es una virtud afín a la justicia.
María poseyó eminentemente también esta virtud; Ella fue constante y perfectamente fiel a Dios y a nosotros. Fue siempre toda de Dios, atenta a cumplir su voluntad.
Fiel en el gozo y en el dolor, en el oprobio y en la gloria, en Nazaret y en Belén, en Judea y en Egipto, durante el triunfo del Hijo y en su muerte sobre la Cruz en el Calvario.
Imitemos esta admirable fidelidad en nuestros deberes, en la fidelidad a la voluntad Divina en nuestra sublime misión, a nuestra vocación a la santidad, a los designios que sobre nosotros tiene la paternal Bondad del Señor.
María Santísima, Virgen fiel a nosotros. Atendiendo a las palabras de su Hijo moribundo, Ella es Madre para todos, nos ama, nos favorece, nos obtiene el perdón de los pecados, la perseverancia en el bien y la vida eterna. Ella es la Madre de la santa esperanza.
Pongamos primero en Dios nuestra esperanza y luego en Ella y jamás seremos confundidos.
ESPEJO DE JUSTICIA
Hemos de considerar, en primer lugar, lo que debemos entender por JUSTICIA, porque esta palabra, tal como se emplea en el lenguaje de la Iglesia, no tiene el sentido que el lenguaje ordinario le atribuye.
Por justicia no debemos entender aquí la virtud de la lealtad, de la equidad (dar a cada uno lo que merece), de la rectitud en la conducta sino más bien la justicia o perfección moral, en cuanto abarca, a la vez, todas las virtudes y significa un estado del alma virtuoso y perfecto, de tal manera que el sentido de la palabra JUSTICIA es casi equivalente al sentido de la palabra santidad.
Por esto, al ser llamada María, espejo de justicia, lo hemos de entender en el sentido de que es espejo de santidad, de perfección y de bondad sobrenatural.
¿Qué se entiende al compararla con un espejo? Un espejo es una superficie que refleja algo, como el agua inmóvil, el acero pulido, la luna, etc..
Ella reflejaba a nuestro Señor, que es la Santidad Infinita ... Divina Santidad, por lo cual es llamada Espejo de la Santidad, o como se dice en las Letanías ESPEJO DE JUSTICIA.
María llegó a reflejar la santidad de Jesús viviendo con El. ¡Cuán semejantes llegan a ser los que se aman y viven juntos!. Cuando reina el amor entre esposos, entre padres e hijos, entre hermanos, (as), amigos, con el tiempo se produce un maravilloso parecido que llega a manifestarse en la expresión de los rasgos de la voz, en el lenguaje y algunas veces hasta en carácter, opiniones, gustos. Esto también sucede, sin duda, en el estado invisible de las almas, en las cuales, para bien o para mal, se realiza esta transformació n y semejanza.
Hemos de considerar ahora que María amaba a su Divino Hijo con un amor indecible ya que lo tuvo consigo durante treinta años. Si estuvo llena de gracia antes de haberlo concebido en su Seno, debió alcanzar una santidad incomprensiblemente mayor después de haber vivido tan íntimamente con El durante aquellos treinta años. Santidad que reflejaba los Atributos de Dios, con una plenitud de perfección, de la cual ningún santo puede damos una idea. Ella es el ESPEJO DE LA DIVINA PERFECCIÓN.
TRONO DE LA SABIDURÍA
La palabra Sabiduría tiene en la Sagrada Escritura varios significados: en primer lugar la Sabiduría personal o subsistente, esto es, el Verbo Divino, y Jesucristo como Hombre, ya que en El a Humanidad creada estaba unida a la Divinidad en unidad de persona; en segundo lugar, la Sabiduría impersonal, hábito o cualidad de los seres inteligentes, y por último, la Sabiduría, Don del Espíritu Santo.
Bajo estos tres significados la Virgen María es llamada y es verdaderamente Trono o Sede de la Sabiduría.
María Santísima, Trono de la Sabiduría, de la Sabiduría personal. El Verbo es el perfecto y subsistente conocimiento de todo el ser Perfectísimo e Infinito que es el Padre.
El Verbo Divino se encamó en el seno purísimo de María, así vino al ser Madre de Dios, Madre del Verbo, Madre de Cristo Hombre, Madre de la Sabiduría.
Por eso, principalmente se le invoca como Trono de la Sabiduría porque puso el Verbo su sede en las Purísimas entrañas de Ella.
El se hizo para Sí, en el seno Virginal, una morada muy digna y escogida, habitó en Ella, y después de nacer fue llevado en sus brazos durante sus primeros años y estuvo sentado sobre sus rodillas. Siendo realmente también, por decirlo así, el Trono humano de Aquel que reina en el Cielo.
• María Santísima, Sede de la virtud de la Sabiduría.- El hábito de la Sabiduría reside en el entendimiento del ser humano y tiene por objeto propio el conocimiento de las cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y contemplación de la Causa primera e increada, necesaria, absoluta, es decir, Dios; ve y contempla a Dios en todas las cosas de la naturaleza, todo lo refiere a Dios, se remonta hasta Dios y en El descansa; de todo lo creado toma base para admirar, bendecir y amar a Dios, último término al cual están dirigidas todas las cosas. Y es así como esta Sabiduría, de especulativa se hace práctica, de estéril se convierte en operativa, del entendimiento pasa al corazón y lo ensancha y lo consuela y le infunde un gozo, un sabor y una unción, por lo cual precisamente se llama Sabiduría.
Por encima de todos los santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la Sabiduría, más aún, Ella es la Sede de la Sabiduría. Fue dotada por Dios de un entendimiento naturalmente perfecto, ejercitado y enriquecido por la continua y altísima contemplación y por el conocimiento de la Escritura.
María, después de Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la admiración, para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la fiel correspondencia a la obra de la gracia que la llevó al más perfecto conocimiento de Dios posible a una mente creada.
• María, Sede del Don de Sabiduría. Hay una Sabiduría que no se adquiere con los recursos humanos, sino que es un Don sobrenatural infundido por el Espíritu Santo.
Este Don, como enseña Santo Tomás de Aquino, es distinto en su naturaleza del hábito de la Sabiduría.
Este Don consiste en un profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos misterios, conocimiento encaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que contempla, cuanto a alimentar y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El alma en la que se ha desarrollado este Don se sumerge y se abisma enteramente en Dios, en sus perfecciones Infinitas y en sus Misterios, y allí se goza de tal manera que todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado y enojoso, le resulta insípido.
En los treinta años que vivió en íntima unión con la Sabiduría Encarnada, cuántas veces recibiría María en el secreto de la Casa de Nazaret los vívidos rayos de la Sabiduría Eterna en los que Ella recogía hechos y misterios; palabras y recuerdos en el santuario de su corazón y los conservaba. Era el tesoro de las diversas riquezas que, pasando por su alma de Madre, se convertían en leche de vida, de sabiduría y de gracia para sus hijos. Ella más que ninguna criatura angélica o humana, penetró en los profundos Misterios de la Divinidad, rozando, por decirlo así, los confines de lo Infinito.
María llevó en su seno a la Sabiduría Increada pero su mente y su corazón fueron más anchos y capaces que su mismo seno, dice San Buenaventura. Con toda razón, la Iglesia la invoca Trono de la Sabiduría.
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
Jesucristo fue y es causa fundamental y primera de nuestra alegría. María es causa secundaria e instrumental.
Nosotros amamos la alegría porque es un bien y amamos la felicidad de la cual la alegría es un fruto. También Dios quiere que estemos alegres pues El "Ama al que da con alegría" (cfr. 2ª. Cor. 9.7).
Existen dos clases de alegría:
Una, la de aquellos que encuentran alegría donde tendrían motivo para entristecerse, esto es, en el pecado.
También la de quienes aunque no ponen su alegría en el pecado, pero sí se deleitan en los honores, en las riquezas, en las comodidades de la vida y en todo aquel cúmulo de frivolidades que un refinamiento insaciable va acumulando sobre los grandes caminos del progreso.
Esta alegría, aún la menos culpable, es frívola, falsa, momentánea.
Es frívola porque satisface más a los sentidos que al alma.
Es falsa, parece alegría, pero no lo es, llena el corazón por breves momentos, pero pronto lo deja vacío y descontento.
Es momentánea, fugaz.. La vida del ser humano es muy breve y con frecuencia regada de lágrimas.
Los bienes materiales no pueden damos la felicidad.
• La otra clase de alegría ES LA CRISTIANA y es muy distinta porque más allá de las sombras del misterio y tras el velo de las lágrimas, alcanza y saborea una alegría verdaderamente tranquila, veraz y duradera, como los bienes en los que se funda: la tranquilidad de conciencia, la AMISTAD CON DIOS la justa apreciación de los bienes de esta vida, la paciencia en las adversidades, la esperanza de los bienes eternos, son fuentes inagotables de indecible y sólida alegría. No haz fuerza humana o de acontecimientos que pueda arrebata esta perfecta alegría que anida en las íntimas profundidades del alma y que se identifica con el amor de Jesucristo.
María es CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA porque nos dio a Jesús el Verbo Encarnado.
VASO ESPIRITUAL
El primer sentido, inmediato y literal, de la palabra VASO indica un recipiente de cualquier materia y forma, apto para recibir y retenes cualquier cosa, especialmente líquida.
En sentido más extenso y metafórico, la Sagrada Escritura llama vaso a toda cosa, aún a la persona humana, porque toda criatura en las manos de Dios es como un vaso en la mano del alfarero En las Letanías, María es honrada tres veces con este nombre de VASO. Vaso espiritual significa pues, Persona o Mujer espiritual.
Enseña Santo Tomás de Aquino que en la Sagrada Escritura los hombres son comparados a los vasos, o se llaman vasos bajo cuatro aspectos: por la constitución, por el contenido, por el uso para el cual sirven y por el fruto que traen.
• Por la constitución, esto es por la materia y por la forma que el artífice le imprime; tanto más noble y precioso cuanto más preciosa es su materia.
María VASO de ORO purísimo, bella y hermosa de alma, la más preciada perla, la gema inapreciable del universo.
Dios trabajó esta materia con exquisito cuidado, arte y habilidad y le dio la más hermosa y preciada forma. Dios manifestó en esta singular criatura toda su Sabiduría y Poder Infinito.
• Por su contenido. El vaso es tanto más estimable en cuanto que está más lleno.
Ninguna criatura, ni angelical ni humana es más apreciable que María. Dotada por la generosidad divina de gracias, dones y privilegios, desde el primer instante de su vida; llena la mente y el corazón de Dios, no menos que su purísimo Seno Virginal.
Ella fue, después de la humanidad creada de Jesucristo, el VASO más grande y más capaz. Y tanto más estuvo llena de Dios, cuanto más perfectamente estuvo vacía de si misma.
Nosotros, no estaremos llenos de Dios mientras estemos llenas de nosotros mismos.
• Por el uso. La nobleza del vaso se revela además por el uso al cual se destina.
El uso más digno y más glorioso es al que fue predestinada la Virgen María. La Divina Maternidad es la cumbre de la nobleza y de la gloria. A este fin Dios ordenó todos los dones singularísimos del cuerpo y del alma, aquellos especiales privilegios y dones de los cuales la dotó, para que fuera digna de concebir en su seno al Verbo de Dios.
• Por el fruto. Esto es por las ventajas y los bienes que nos aportó este Vaso de Elección. Fruto suyo fue Jesucristo, la Redención del género humano y la santificación de las almas.
Para realizar todos estos bienes fue requerido el consentimiento de Ella.
Fruto de este Vaso son las gracias que Dios nos concede: la conversión, el arrepentimiento de los pecadores, la perfección y la perseverancia de los justos: fruto suyo son también los triunfos de la Iglesia, en resumen, todo cuanto tenemos de bueno en este mundo y tendremos en el otro. Así como es en primer lugar, gracia de Dios. merecida para nosotros por Jesucristo, es en segundo lugar, fruto del virginal instrumento y preciosísimo Vaso, es decir es fruto de María.
VASO HONORABLE
Vaso digno de honor. El honor es la expresión o testimonio exterior que se da a una persona por sus virtudes o por su dignidad. Expresión o testimonio que se rinde con palabras o con hechos. Llamar a María, Vaso Honorable equivale a testimoniar su dignidad y sus virtudes.
Acerca de las virtudes, dignidad y excelencia de Ella, se ha dicho suficientemente en las Invocaciones anteriores. Aquí para honrar y glorificar a la excelsa Madre de Dios, consideraremos cuánto quiso honrarla el mismo Dios.
Retrocediendo en el camino de los siglos y aún más allá de los días solemnes de la creación, detengámonos mentalmente en la eternidad. Dios infinitamente feliz en sí mismo, ve presentes en el fulgor de su omnisciencia (=conocimiento de todas las cosas reales y posibles. Atributo exclusivo de Dios), a todos los seres que tendrán vida por su poder Creador. En su Presencia está todo lo que experimentará n las criaturas que El vivificará con su soplo inmortal ... los seres humanos que vivirán en un contraste de luces y sombras: las sombras de la culpa con las que se irán manchando y las luces de la gracia con las cuales SU Misericordia Divina los irá revistiendo.
Y en esta luz de liberación que el mismo Dios va a extender sobre la humanidad caída, resplandece ante sus divinos ojos el esplendor de todos los esplendores, la epopeya de LA REDENCIÓN, y recibiendo luz y a su vez reflejandola como estrella de primera magnitud UNA MUJER María. Que será la MADRE DE DIOS. para darlo a la humanidad y redimirla del pecado. En estos esplendores de gracia y de belleza, Ella es adoptada desde toda la eternidad, por el Padre como Hija escogida por el Espíritu Santo como Esposa, elegida por el eterno y Divino Hijo como MADRE; Hija, Esposa y Madre respectivamente de las Augustas Personas de la Santísima Trinidad, que la harán digna por la inagotable generosidad de Ellas; y así María de una realeza sin nombre, de una pureza sin medida, de una santidad sin igual, después de la de Dios, avanza triunfadora del mal, hacia el Trono del Altísimo y es saludada por el Padre: ¡llena de gracia!, por el Hijo: ¡el Señor es contigo!, por el Espíritu Santo: ¡Bendita eres entre todas las mujeres!
Así es saludada y bendecida por Dios Padre, por Dios Hijo, por Dios Espíritu Santo, por los ángeles, por los pecadores y también por todas las criaturas.
Esta admirable elección y exaltación de María le abrió los tesoros inagotables de las gracias, de los dones y de los privilegios, con los que Dios quiso ensalzarla y honrarla: la Inmaculada Concepción, la Purísima Virginidad unida a la Divina Maternidad, la Asunción en cuerpo y alma al cielo, la gloria triunfal que la coronó Reina del Cielo y de la tierra.
Hay más todavía: quiso Dios mismo el consentimiento de la Virgen María para cumplir el decreto o Misterio establecido desde toda la eternidad y esperar que Ella consintiera libremente y así depender de alguna manera de María ... y habiéndose hecho Hombre, quiso durante treinta años obedecerla y estarle sometido.
No faltan quienes, mostrando un falso celo de la Gloria de Dios y de Jesucristo, censuran el honor que nosotros los católicos rendimos a la Madre Amorosa. Pero por más que la honremos, no podemos honrarla tanto como la Santísima Trinidad y Jesucristo, así que no erramos puesto que seguimos el ejemplo del mismo Dios y las enseñanzas y decretos de la Santa Iglesia.
El honor que se tributa a la Madre redunda ciertamente en el Hijo, en el honor de Quien la hizo tan hermosa.
VASO INSIGNE DE DEVOCIÓN
O sea, Persona de insigne devoción.
La devoción, según Santo Tomás es la pronta voluntad de entreqarse más, para hacer todo aquello que corresponde al servicio de Dios: es un dedicarse y consagrarse al servicio de Dios con ánimo alegre y con perfecta voluntad ...- de todo corazón.
La historia de todos los Santos está llena de ejemplos y aún puede afirmarse que esta prontitud en seguir al Señor o esta devoción es la condición necesaria para la santidad. También en esto María Santísima es maestra soberana; no sólo fue devota, sino modelo perfecto de insigne devoción.
• Dios para la realización de sus fines, quiso que se uniera en matrimonio al glorioso y castísimo San José, y Ella se amolda a este querer de Dios, aunque había elegido otro estado María no se opone; consiente, dejando a Dios el cuidado de guardar su pureza virginal.
• La ley mosaica manda a las madres hebreas que han concebido según el modo ordinario, que se purifiquen. Ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, sin embargo, la cumple con la mayor exactitud, aún a costa de aparecer una mujer como todas las demás.
• Dios ordena que la Madre del Hombre de los dolores sea Reina de los dolores, que después del Hijo participe más que nadie de los afanes, de los sufrimientos y de la Cruz. Ella como Jesús, obedece, "como un cordero sin voz delante de quien lo esquila". (Is. 53,7).
• Después de la Ascensión del Hijo, la Madre permanece en este mundo, desea el Cielo y unirse a su Amado: pero Dios quiere que permanezca todavía en la tierra por algunos años como Directora de los Apóstoles y corno Fundadora secundaria de la Iglesia. María se somete a los designios de Dios.
Estos son algunos rasgos de la sin par devoción de María. Ella es verdaderamente VASO INSIGNE DE DEVOCIÓN.
ROSA MÍSTICA
La rosa es símbolo y figura de la Virgen María.
La rosa es, más que todo, por su delicado perfume, la reina de las flores, el ornato de nuestros jardines, el principal decoro de la primavera.
María es la Reina de los Santos y, después de Jesucristo, el ornato principal del jardín místico de Dios que es la Iglesia, más aún, después de Dios, Ella es el esplendor y el ornato del cielo.
María es también la ROSA Mística porque es la rosa de Jericó; las rosas de Jericó tenían la primacía sobre las demás por su magnificencia, por su rara forma y por su olor exquisito; y los rosales crecían a manera de árboles.
La rosa que se abre en la primavera es precursora del verano. María Santísima floreció en la primavera del mundo; Ella nos anunció, nos prometió y aún más, nos dio a Jesucristo, luz eterna e indefectible que ilumina a todo hombre que viene a este mundo; llama vivísima de caridad y de verdadero amor sobrenatural hacia los hombres, luz que disipó la ignorancia y los errores de nuestro entendimiento, que nos hizo conocer la voluntad de Dios, etc.
De todos estos bienes es presagio María, Mística ROSA y no sólo presagio sino también prometedora e iniciadora, pues de sus purísimas entrañas nació Jesucristo, restaurador del mundo.
La rosa nace, crece, abre sus hermosas hojas, esparce su suave fragancia entre las espinas; éstas la rodean y la envuelven por todas partes.
María nació, creció, llegó a su singular perfección entre muy punzantes espinas. Las adversidades, los más grandes dolores, la pobreza, los peligros, las persecuciones, la elevaron a una sublime santidad.
Escogida por Dios para ser copia fiel del Hijo venido a la tierra para sufrir y morir por nosotros y predestinada a ser con el Hijo, Corredentora.
En Nazaret y en Belén, en Judea, en Egipto, en Jerusalén y en la cima del Calvario, María Santísima sufrió los más atroces tormentos.
Rosa MÍSTICA . Mística, Misticismo, los dos términos derivan del griego Mysticós, que se refiere al misterio o secreto. En la práctica se usan ambos como sinónimos designando tanto el estado contemplativo en que se sumerge el alma en su tender a Dios, como la doctrina que trata de esas manifestaciones espirituales.
Aquí haremos referencia al estado contemplativo, estado espiritual del alma que, colmada de la gracia santificarte y purificada del pecado, se eleva a Dios por un acto de amor, en el que le es dado tener la experiencia de lo Divino.
En sus distintos grados, que van del recogimiento interior hasta la unión perfecta del alma con Dios, la vida MÍSTICA se resume en UN INTENSO Y FERVOROSO ACTO DE AMOR.
Grandes místicos y místicas figuran en la tradición católica de todos los siglos, ej. San Bernardo, San Buenaventura, Sta.. Catalina de Siena, S. Francisco de Sales, Sta.. Margarita María Alacoque, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, Sta. Teresita del Niño Jesús, etc.
María Santísima vivió y experimentó en su propio ser el GRANDIOSO ... EL INSONDABLE MISTERIO de la ENCARNACIÓN DEL DIVINO VERBO en su Purísimo Seno; ¡en qué estado de MÍSTICA contemplación viviría Ella esos nueve meses! Y después, el resto de su vida.
¡A qué estado espiritual llegaría su alma Inmaculada, que estaba colmada, plena de gracia! PRESERVADA del pecado; no purificada del pecado corno todos los demás santos. Ella vivió un continuo e inagotable acto de Amor de Dios.
¡Que unión con Dios tan perfecta, indisoluble, singular. ÚNICA INCOMPARABLE y MISTERIOSA es la de la Excelsa ROSA MÍSTICA!
TORRE DE DAVID
La Torre de David era una construcción fuerte y muy hermosa que se elevaba sobre la cumbre de un monte entre dos profundas vertientes. Esta Torre estaba formada por gruesos bloques cuadrados, unidos entre sí con hierro y plomo, construida por el Rey David para defensa de la ciudad de Jerusalén.. Hermosa imagen de María Santísima que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y perfección, para defensa de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.
En el antiguo concepto de las obras de defensa, la torre debía tener tres cualidades principales: Belleza, porque servía de ornamento y era expresión de genio artístico. Fortaleza, que la hiciera resistente a todo asalto enemigo y Elevación para que se ensanchara y se extendiera el campo de observación.
Dejando la belleza para la explicación del título siguiente, hablaremos de las otras dos cualidades: fortaleza y elevación.
Es la elevación y sublimidad de la Virgen María tan excelsa que no hay ninguna igual.
Cuanto más alta es la torre, tanto más se extiende el radio de observación y más difícil es para los enemigos escalada y más fácil de descubrir al adversario.
De la misma manera si nos acercamos a María, si nos esforzamos en penetrar en lo más íntimo de su Corazón, ¡cuánto se extienden los horizontes del alma!. Las verdades de la Fe reciben mayor luz; se aprecia el valor de las cosas del Reino de los Cielos; se tiene más clara conciencia de los propios deberes y de la hermosura de la vida que es el germen de la eternidad; se descubren con más claridad los propios defectos, las malas tendencias.
¡Qué tranquilidad y seguridad en esta Mística Torre, refugio y defensa de la Iglesia militante; en el Corazón de esta Madre que conoce los peligros y las debilidades de sus hijos!
La segunda cualidad de una torre es la fortaleza porque debe servir de defensa y de seguridad. Tal es la Mística Torre, María Santísima. El libro de los Cantares (IV.4) compara el cuello de esta Mujer sublime a la Torre de David, torre fortísima. De esta alegoría, sacó la Santa Iglesia esta Invocación a María, Torre de David, escudo y defensa de toda alma que recurre a Ella.
Es oportuno para imitarla, comentar brevemente, la virtud de la Fortaleza.
Es la virtud cardinal que nos hace vencer, por amor a Dios las más arduas dificultades que se oponen a la práctica del bien.
Superar las dificultades ordinarias y menores que están unidas más o menos a todo acto bueno, es un grado de perfección común a todas las virtudes, pero no constituye la virtud de la Fortaleza, que vemos brillar en los Mártires y en los héroes del apostolado.
La fortaleza cristiana en primer lugar nos da vigor para afrontar las dificultades, para rechazar el mal con un valor regulado por la recta razón. Si el valor obra sin la razón, ya no es fortaleza sino temeridad y desesperación.
En segundo lugar la fortaleza da valor para soportar los grandes males y para tolerarlos con paciencia.
No debemos olvidar las palabras de San Pablo: "todo lo puedo en Aquel que me conforta" ... es decir en Cristo Jesús, que es mi fuerza ... fuerza de Dios Omnipotente.
El Divino Maestro declara que el Reino de los Cielos lo alcanzan los esforzados.
Prescindiendo de la oración - medio ordinario para obtener todas las virtudes - reducimos a cinco los medios eficaces para alcanzar la fortaleza cristiana.
1. Por la humildad.- esto es por la consideración de la propia debilidad.
2.- Por ejercitarse en soportar y aceptar los pequeños males, combatiendo y superando las dificultades menores para poder vencer las mayores, porque la fortaleza es un hábito, es decir un modo especial de proceder que se adquiere con el ejercicio de actos repetidos.
3. Prever las dificultades y prepararse para combatirlas. - El temor que de improviso nos asalta, exagerado y agrandada por el futuro mal, disminuye con la previsión y con la reflexión porque se impone la razón y se obtiene la verdadera y justa apreciación del mal, que resulta muchas veces menor de lo que al principio se temía.
4.- Meditando frecuentemente la fortaleza de Jesucristo y de los Santos. - La fortaleza con la cual se enfrentó Jesús a sus enemigos, a los más crueles tormentos y a la muerte más dolorosa. Se podrá objetar que Cristo era Dios, pero no olvidemos que se había revestido de nuestra humanidad, con sus sentimiento y afectos, con el temor y la repugnancia al dolor y a la muerte ... y, ¿qué decir de los Santos y Santas y los Mártires que Sufrieron con indecible fortaleza todas sus penas y dolores?.
5.- Meditar la grandeza de los bienes eternos que Dios tiene preparados para los que superan con perseverancia cristiana los males de esta vida. No hay proporción, escribe el apóstol San Pablo, entre el sufrir en esta vida y la gloria futura que se nos concederá en la otra. Aquí el sufrir es leve y está aligerado por la gracia Divina y por los ejemplos de Cristo. Dios jamás permite que seamos tentados o atribulados por encima de nuestras fuerzas.
El primer instante en el que lleguemos a la presencia del Padre, a la Patria eterna, nos compensará sin medida y nos hará olvidar completamente todo sufrimiento pasado ... Dios secará toda lágrima.
Estas son las reflexiones que debemos hacer para obtener la fortaleza cristiana.
Madre Santísima que con el auxilio de tu fuerza, podamos vencer siempre el mal, soportemos las penas y dolores propios de esta vida y alcancemos los bienes futuros.
¡Oh Virgen INVENCIBLE! Torre de David.
TORRE DE MARFIL
El marfil se obtiene de los elefantes, del hipopótamo y del narval (cetáceo de cabeza grande y boca pequeña, con dos incisivos, uno grande, del que se saca el marfil); trabajado por artífices, se elaboran objetos muy apreciados.
La blancura del marfil no lastima la vista como la blancura de la nieve, pero es agradable y tranquila como la blancura de la lana, del armiño o de una flor; es símbolo del alma limpia de culpa, discreta, amable, indulgente, que sabe compadecer y tolerar porque es humilde y ama a los pecadores. La verdadera alma limpia es la que en el instante en que ve las miserias ajenas, sin mancharse con ellas, se compadece para sanarlas.
Hay una aparente alma limpia ... la de ciertos cristianos que no saben compadecerse de las miserias ajenas o de los defectos de los tiempos, son censores muy rígidos, que todo y a todos desprecian y critican; tienen para nuestra época únicamente recriminaciones y condenas; no le tienen comprensión a nadie. Esos cristianos implícitamente se exaltan a sí mismos, olvidan a menudo su propia maldad y se parecen al fariseo de la parábola "no soy como los demás... "
Dice muy bien en el libro La Imitación de Cristo:... "nos gusta la perfección en los demás y, sin embargo, no enmendamos nuestros propios defectos..." .
Los Santos como San Francisco de Sales, San Felipe Neri, etc., rígidos para con ellos mismos, eran indulgentes y piadosos, no al pecado pero si para los pecadores. Jesús, indulgente, comprensivo y misericordioso, perdonaba y convivía con los pecadores ... y comía con ellos, por eso fue calumniado.
María Santísima con su amor maternal para nosotros pecadores, con su indulgente bondad ... con la HERMOSURA de su limpia e Inmaculada alma ... con la blancura MAS que del Marfil es invocada como TORRE DE MARFIL.
CASA DE ORO
Entre los gloriosos títulos de las Letanías de nuestra Madre Santísima algunos son símbolos o figuras bajo los cuales Ella está representada. El que ahora vamos a comentar es uno de los más brillantes, que pone en claro Su grandeza.
El oro es el más hermoso de todos los metales, el que tiene más valor. La plata, el cobre y el acero, pueden ser bellos y brillantes pero el oro les aventaja en riqueza y esplendor. Por esta causa en la Sagrada Escritura, la Ciudad Santa, es llamada de oro, en lenguaje figurado. "La Ciudad Santa, dice San Juan, era de oro puro...", quiere, sin duda, darnos una idea de la admirable hermosura del cielo comparándola con el oro.
Por esto, también María es llamada Casa de Oro, porque sus virtudes y su pureza que tienen un brillo trascendental y una perfección deslumbradora, son como una admirable obra hecha de oro purísimo.
Imaginemos que contemplamos una gran Iglesia, hecha únicamente de Oro, desde los cimientos hasta el techo. Eso es María Santísima.
Ante todo se llama CASA. El Verbo de Dios, se lee en los Proverbios (9.1), erigió para sí mismo como morada, una noble CASA, un Palacio, un Templo magnífico; lo levantó sobre 7 columnas de precioso mármol; obra admirable de la eterna Sabiduría en el que habitó con su misma Divina Persona, fue su Huésped y más que su huésped. Un huésped llega a una casa y después se marcha de ella. Nuestro Señor en esta santa casa tomó su Carne y su Sangre ... de la carne y de las venas de Ella. Era necesario que esta CASA fuese hecha de ORO, porque había de dar parte de este oro para formar el Cuerpo del Hijo de Dios.
Esta CASA tiene por sólido fundamento, la humildad más profunda, por paredes las más singulares virtudes; por adorno la riqueza de todos los dones de la naturaleza y de la gracia; por techo la CARIDAD más perfecta hacia Dios y hacia los hombres.
Está cimentada sobre siete columnas que indican las Virtudes Teologales y Cardinales y los dones del Espíritu Santo. Por eso esta CASA es digna de Dios.
María Santísima fue de ORO en su Concepción Inmaculada y de ORO en su nacimiento; pasó por el sufrimiento como el oro por el crisol y cuando subió al cielo fue "colocada junto al Rey y ataviada con vestiduras de ORO".
• El oro ha sido siempre la base y la medida de la riqueza material. Llamar a María CASA DE ORO equivale a proclamarla la más rica de todas las criaturas y soberana señora de todas las riquezas ... Madre del Verbo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
• El oro es uno de los metales más pesados. Sobre la justa balanza de Dios tienen mucho mayor peso las oraciones y méritos de María Santísima que los de todos los Santos.
• El oro no se oxida, como otros metales, conserva siempre su brillo natural, su esplendor. También en este sentido, las virtudes de Ella fueron ORO PURÍSIMO, no tuvieron jamás ni la más pequeña mancha o defecto.
• El oro es resistente, soporta el martillo sin romperse. Aquello que no es oro fino, no resiste, y bajo el martillo se deshace. María bajo los golpes del dolor, se ilumina de la más augusta belleza moral.
En esta vida, quien acoge el dolor con paciencia, con amor a Dios y con la mirada puesta en el Calvario, es un buen cristiano: por el contrarío, quien se queja y no acepta la voluntad de Dios da muestra de no conocer el programa evangélico de Jesús. "renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame".
Pidamos la Intercesión de nuestra Madre Santísima. Templo ... CASA DE ORO, para que nos obtenga el perdón de los pecados y la perseverancia final para nuestra salvación y la de los nuestros. Dios nada le negará.
ARCA DE LA ALIANZA
Todos los personajes más ilustres, los más notables sucesos y las cosas más nobles del Antiguo Testamento eran figuras de los acontecimientos y de los personajes del Nuevo, enseña el Apóstol San Pablo ( 1 Cor. X, 11), por esto representaban a Cristo principalmente, a su Iglesia y a María su Madre, Así eran figuras de Ella: el Arca de la Noé, el Arca de la Alianza, etc.
Él Arca de la Alianza, construida por Moisés bajo el diseño dado por Dios mismo, era una caja que medía 1.25 m. de largo: 0.75 m. de alto y otro tanto de ancho, hecha de madera incorruptible. forrada por dentro y por fuera con láminas de oro, con una cubierta llamada Propiciatorio, hecha de oro macizo y con dos querubines que cubrían el Arca con sus alas extendidas: en ella se conservaban las Tablas de la Ley. Mediante dos barras cubiertas de oro que pasaban a través de cuatro anillos, también de oro, puestos en los ángulos, era llevada por los levitas. (cfr. Éxodo 25:10.22).
Consideremos para nuestra edificación y gozo las principales semejanzas entre el Arca de la Alianza y María Santísima.
• El Arca simbolizaba la firmeza y la constancia de María en la práctica de las más singulares y excelsas virtudes que poseía desde el primero hasta el último instante de su vida. Firmeza y constancia que brillaron de modo particular en los días del martirio. ¡qué lecciones para nosotros!.
• El Arca estaba forrada por dentro y por fuera de ORO purísimo y simbolizaba a María, llena de todas las virtudes, especialmente del amor a Dios y a la humanidad, que es la más preciosa de todas las virtudes, como el oro es el más precioso de los metales.
• El Arca era la mayor gloria de Israel, Dios residía en ella, desde ella daba sus respuestas y daba a conocer al pueblo su voluntad. La Virgen Santísima, es después de Dios, la gloria y la alegría de la celestial Jerusalén y de la Jerusalén terrestre: la Santa Iglesia.
• El Arca tenía dos querubines. María en el Cielo está cortejada por los Coros Angélicos, como Reina de los Angeles.
• El Arca DE LA ALIANZA tenía el PROPICIATORIO que cubría el Arca y era de ORO purísimo, y sobre el Propiciatorio, entre las alas de los Querubines, habitaba Dios.
EN EL SENO VIRGINAL DE MARIA PUSO DIOS SU SEDE POR LA DIVINA OBRA DE LA ENCARNACIÓN y por este motivo ella es nuestro Propiciatorio, nuestra Medianera de gracia ante su Divino Hijo.
• El Arca guardaba las Tablas de la Ley, un vaso con el prodigioso Maná y la vara de Aarón que floreció milagrosamente en señal de que Dios lo elegía para sumo Sacerdote.
Las Tablas de la Ley, monumento de la Sabiduría de Dios, figuran la Sabiduría de María Santísima, profunda conocedora y perfecta ejecutora de la Ley Divina. La vara de Aarón, símbolo de autoridad, indica el soberano poder que Dios confirió a María de conceder gracias y de regir, sujeta a su Divino Hijo, la Santa Iglesia. El Maná milagroso, alimento celestial dotado de todo sabor, nos recuerda la dulzura y la incomparable bondad de la Madre de Dios tanto para los justos como para los pecadores.
En resumen, en el Arca nos place ver especialmente el símbolo de María Inmaculada, que concibió al Verbo de Dios y lo dio a luz de modo inefable
Esta Arca mística fue también construida bajo el diseño Divino. San Bernardo la llama "escogida y conocida desde toda la eternidad por el Altísimo para que fuese un día su Madre".
• Esta MÍSTICA ARCA fue preparada para ser la Sede de la Sabiduría Increada, el Tabernáculo de Aquel que por su ENCARNACIÓN es LA ALIANZA SUBLIME entre Dios y el ser humano de la ALIANZA ESPECIALÍSIMA entre el Amor Infinito y Eterno de Dios y, LA HUMANIDAD PECADORA REDIMIDA POR EL VERBO DIVINO . ENCARNACIÓN REDENTORA
El Seno Purísimo de María como ARCA DE LA ALIANZA. por su trascendental palabra: "HÁGASE EN MI" nos dio a Jesucristo que es el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.
PUERTA DEL CIELO
María Santísima es invocada como PUERTA DEL CIELO porque fue por Ella que Nuestro Señor Jesucristo pasó del Cielo a la tierra.
Fue voluntad de Dios, que aceptara voluntariamente y con pleno conocimiento el ser Madre de Jesus y no que fuera un simple instrumento pasivo, cuya maternidad no hubiera tenido mérito ni recompensa. Dios espero la respuesta de Ella que con pleno consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y con gran humildad pronunció las sublimes palabras. "hágase en mí, según tú palabra".
Fue por este consentimiento que se convirtió en la PUERTA DEL CIELO ... porque el Verbo Divino entró en el mundo al Encarnarse en el Seno Purísimo de María ... y habitó entre nosotros.
Jesús dijo de sí mismo "Yo soy la Puerta" (Jn. 10.9) la Puerta de la Iglesia y por tanto la Puerta del Cielo.
Dice San Gregorio Magno: "entra por LA PUERTA que es Cristo, aquel que por la gracia Divina profesa las verdades de la fe, las guarda con la CARIDAD y las manifiesta prácticamente con las obras". Por consiguiente la fe verdadera y el amor operativo, frutos de la gracia Divina, son las condiciones indispensables para entrar en el cielo.
El amor y la devoción a María (después de Cristo) son el medio más eficaz y seguro para conseguir la gracia Divina y los dones de la fe.
La fe en la Humanidad de Jesucristo es tan necesaria para nuestra salvación como la fe en su Divinidad.
La fe en la Santísima Humanidad de Jesucristo se aclara y se afirma; nos da luz, al reflexionar y meditar en la prodigiosa Maternidad Virginal de María. Por medio de Ella, conocemos también a Dios.
Ilustremos este pensamiento con la guía de los Teólogos. Dios creó todas las cosas para gloria suya.
Si El --causa primera, absoluta y eficiente de la creación-- debía ser el fin último y supremo de todas las criaturas, debía serlo especialmente de las más nobles, dotadas de inteligencia y de libertad, esto es, de los ángeles y de los hombres.
Estos debían inmediata y directamente servir a Dios, conocerle y amarle, esto es, darle gloria, para abismarse después en El y en su perfecto conocimiento y amor, y en la gloria que habían de tributarle, hallar su suprema felicidad; pero el homenaje y la gloria que podían dar a Dios estas criaturas, tan sublimes como se quiera, es siempre escaso y defectuoso, infinitamente distante del mérito que tiene Dios para ser obsequiado y glorificado, puesto que siempre será finito, y Dios merece gloria infinita.
¿Quién puede tributar a Dios esta gloria infinita? Nadie más que un Ser infinito, nadie más que Dios. Pero este Dios debía ser también a la vez criatura, porque debía ser el representante de las criaturas y tributar a Dios gloria en nombre y representació n de las criaturas. Y he aquí que ya se perfila, en el admirable plan de la Sabiduría de Dios, el misterio de la Encarnación del Verbo, por el cual el Hijo de Dios se hizo criatura, asumió nuestra naturaleza y la unió hipostáticamente a la eterna naturaleza Divina en unidad de Persona.
Así fue resuelto el arduo problema: Jesucristo es verdadero Hombre y verdadero Dios, como hombre dio y continúa dando gloria a Dios, como Dios da a esta gloria un precio, un valor, un mérito infinitos; esta gloria es dada por la criatura y es digna de Dios: el Hombre paga su deuda a Dios, y así, se hace digno de entrar en el cielo y gozar de Dios.
María Santísima ES MADRE DEL VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE.
Por estas consideraciones podemos entender la decisiva importancia que tiene la verdadera devoción a la Excelsa Madre de Dios, devoción sólida y perseverante de amor efectivo, de obras buenas y de constante alejamiento del pecado.
ESTRELLA DE LA MAÑANA
La Iglesia que va recogiendo en las Letanías las más preciadas flores del pensamiento, de la naturaleza y del simbolismo para coronar a la Santísima Virgen, su Madre y Reina, le muestra su amor, combinando figuras y símbolos que expresan dignidad, elevación, fuerza, esplendor y hermosura singular, todo apropiado a la dulce Reina del Cielo.
Toda aspiración del alma, todo sentimiento, todo afecto del corazón, encuentra su eco en las Letanías.
En esta Invocación, la Iglesia toma por símbolo LA ESTRELLA, María no es una estrella común, es la ESTRELLA DE LA MAÑANA, el astro más brillante del cielo, después del sol. Es llamada así por varios Astrónomos; también en esto es figura expresiva y noble de María que por su excelsa dignidad de Madre de Dios, es el astro más brillante del cielo, después del Divino Sol de Justicia: Jesucristo.
La estrella de la mañana anuncia el fin de la noche y la luz de la aurora, el principio del día: de la misma manera, la Virgen María anunció, al nacer el fin de la noche y de las tinieblas en la que los hombres de tantos siglos yacían sepultados.
Ella es la bellísima aurora que anuncia un día todavía más hermoso en que el Sol divino: JESUCRISTO, ha de iluminar al mundo, disipando la ignorancia y el error y con aquel calor sobrenatural del fuego que trajo sobre la tierra ha de encender el corazón de los hombres y hacer germinar y crecer virtudes fecundas en frutos y en la más eminente santidad.
María precedió al Sol Divino y le preparó en sí misma la morada y Ella fue, como astro menor, fiel seguidora de su Divino Hijo que es el sol y centro de gravitación del mundo de las almas.
Lo siguió personalmente en Egipto, en Jerusalén, en Judea, en el Calvario; lo siguió en la Pasión y en los dolores de la Cruz, lo siguió y lo sigue en el triunfo y en la gloria, en el amor a Dios y en la Oblación que de El hizo por nosotros al Padre Eterno.
Nosotros debemos seguir al Señor, imitándole en cuanto nos es posible. María Santísima nos ofrece en sí misma el más perfecto modelo.
La imitación de Jesucristo no es un sencillo consejo sugerido a las almas más generosas. Imitar al Divino Salvador ES UN DEBER, un precepto para todos. Si nos gloriamos del nombre de cristianos, debemos, por consiguiente, ser seguidores e imitadores de Jesucristo.
El Espíritu Santo con su Luz ilumina nuestra inteligencia para comprender la necesidad del máximo esfuerzo que debemos hacer para conseguir la perfección cristiana, que principalmente consiste en el Amor de Caridad con el que debemos amar a Dios y amar al prójimo como El nos ama.
El largo y paciente trabajo de modelar nuestra vida sobre el ejemplo luminoso de María Santísima requiere el ejercicio de la mente y de la voluntad que deben ser confortados continuamente por la Divina gracia de los sacramentos (confesión y comunión).
La estrella de los hijos, que debe brillar, por así decirlo, en el cielo de la familia, es el "ejemplo" de los padres, sin el cual para nada ayudarían ni la más cuidada educación ni las más prudentes correcciones.
No olvidemos que "la educación es una IMITACIÓN" ... o sea que debemos EDUCARLOS CON EL EJEMPLO.
Escribe un autor que, antiguamente, en el mar, los navegantes se orientaban por la estrella de la mañana para llegar al puerto al que se dirigían ... a su destino.
Para nosotros, los mortales, que navegamos en el mar de la vida, María debe ser siempre la guía que nos conduzca al Puerto Seguro ¡el Corazón de su Divino Hijo!, para alcanzar la felicidad eterna. Y a nosotros nos corresponde ser para los hijos: LA ESTRELLA que con EL EJEMPLO, les ayude a buscar siempre la protección maternal y la guía en su propia vida de LA ESTRELLA DE LA MAÑANA La Inmaculada y Amorosa Madre María Santísima.
SALUD DE LOS ENFERMOS
El pecado original introdujo en el mundo la enfermedad y la muerte.
En medio de esta condición, cuánto necesitamos del médico, pero aún los más sabios y mejores, en muchos casos, no pueden curar algunas enfermedades.
La Santa Iglesia nos propone una Doctora poderosa, sabia y amorosa: La Santísima Virgen María, salud de los enfermos, que nos ayuda y conforta.
En primer lugar consideremos que Ella intercede por nosotros para adquirir la salud del alma y nos ayuda a apartarnos del mal que la destruye.
San Bernardo dejó en sus escritos, hermosos pensamientos acerca de nuestra amada Madre, que podemos aplicar para alcanzar la salud del alma:
• Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, invoca a María, llama a María.
• Si se agita la soberbia, la ambición o la incomprensión, mira a María, llama a María.
• Si la ira, el egoísmo o el deleite en el mal violentan la navecilla de tu alma, mira a María, invoca a María.
En el peligro, en la angustia, en la ansiedad, piensa en María, invoca a María.
• Si te turba la memoria de la enormidad de tus faltas, de la fealdad de tu conciencia y comienzas a sumergirte en la tristeza, en la desesperación, piensa en María, invoca a María.
• No la apartes a Ella de tu corazón. No te saldrás del CAMINO si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas.. Si tú no te sueltas de SU MANO, no caerás; nada tendrás que temer y llegarás felizmente al PUERTO, que es EL CORAZÓN DE JESÚS.
Dice también San Bernardo que Jesús es miel en la boca, melodía en el oído y gozo en el corazón, pero ... añade San Bernardo: también es MEDICINA...
Esta Medicina concede LA SALUD AL ALMA, si nos esforzamos por conseguirla (el enfermo debe tomar la medicina que le receta el médico para alcanzar la salud). María SALUD DE LOS ENFERMOS nos dio a Jesús ... nos dio al MÉDICO DIVINO ... NOS DIO LA MEDICINA..
En segundo lugar consideremos que el cuerpo humano está sujeto a contraer enfermedades que ponen a dura prueba la ciencia médica, enfermedades manifiestas o latentes, lentas o fulminantes, algunas contagiosas, que hacen sufrir a la humanidad.
Si en todo momento de la vida necesitamos la ayuda de Dios y del socorro y protección de María, esta necesidad se hace más sensible y urgente en la enfermedad.
Pidamos a nuestra Amada Madre su auxilio para nosotros y para nuestros familiares y Ella benignamente nos escuchará y nos ayudará.
Una madre vela a su hijo enfermo de día y de noche sin mostrar cansancio; estudia todas las formas de procurarle alivio, ruega y se sacrifica para curar a su hijo. ¿Qué la mueve? la mueve su amor, el amor que Dios puso en el corazón de las madres, y que es un pálido reflejo del amor maternal de María, amor vigilante y solícito cuando sus hijos están afligidos por la enfermedad.
El Evangelio nos dice que muchos enfermos fueron curados prodigiosamente por Jesucristo El le ha cedido en el cielo a su Santísima Madre esta virtud, este dominio sobre la naturaleza doliente.
Son innumerables los testimonios de curaciones milagrosas que se encuentran en algunos Santuarios Marianos por ejemplo: en Fátima y en Lourdes. Son testimonios de gratitud a Ella por favores recibidos, especialmente por la curación de algún ser querido enfermo.
Aún en el caso de que la curación llegue con lento proceso natural, sin formas prodigiosas ¿quién puede medir los cuidados de esta Madre incomparable? Ella ilumina a los médicos. infunde fortaleza y confianza al enfermo, aumenta la paciencia y el afecto en aquel que lo asiste, alcanza eficacias a las medicinas, Ella hace sentir al enfermo la función providencial y benéfica del dolor que lo hace más semejante a su Divino Hijo crucificado.
Si el enfermo está en pecado, Ella intercede. recordando a su Amado Hijo aquellas palabras. "No quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva". ¡Cuántos cristianos le deben a Ella su curación y el consiguiente arrepentimiento! , es decir, el tiempo de vida que Dios le concedió para su salvación.
Y si en los designios de El está señalada la muerte del enfermo, entonces el amor de nuestra tierna Madre disipa amorosamente las ilusiones que ocultan a menudo la gravedad del mal y le inspira al enfermo y a sus familiares el deseo de la presencia del sacerdote.
Es Ella la que alcanza en el corazón de quien está próximo a morir el perfecto dolor de los pecados, el valor de confesarlos sinceramente, el fervor y el anhelo de recibir el Santísimo
Sacramento y también la resignación a la voluntad Divina para poder identificarse con el Hombre - Dios en el sufrimiento de Getsemaní, para con El decir al Padre. "si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la Tuya" y tranquilo hará el ofrecimiento de su dolor.
No olvidemos que la Iglesia nos ha dado también como poderoso Intercesor para la hora de la muerte al Santo Patriarca San José, casto esposo de la Inmaculada Virgen María.
Los ejemplos de las conversiones obtenidas en el lecho de muerte, inclinan el corazón a la esperanza en la clemencia Divina y manifiestan la bondad inagotable y la poderosa Intercesión de María, pero esto no debe ser motivo para atreverse a vivir en pecado con la perspectiva de la penitencia final. Esto sería una grave imprudencia y una total impiedad.
Pidamos a María Santísima SALUD DE LOS ENFERMOS nos asista en todas las enfermedades que padecemos y padeceremos, pero especialmente en la postrera, para tener paciencia y para que nuestro corazón, en aquella hora, sea todo de Dios. Que el nombre de Su Divino Hijo, el de Ella y el de su castísimo esposo San José estén en nuestra mente y puedan pronunciarlo nuestros labios en el momento supremo.
REFUGIO DE LOS PECADORES
Este piadoso oficio de María Santísima no se debe entender como contrario a la justicia Divina sino que más bien, Ella cumple de esta manera la amorosa voluntad de Dios, que constituye a nuestra Señora como un refugio para que por su medio brille Su Infinita Misericordia que quiere la conversión de los pecadores.
Jesucristo es nuestro MEDIADOR ante el Padre. Nos dice San Juan: "Os escribo esto para que no pequéis y si alguien peca tenemos a UNO que ABOGE ante el Padre: a Jesucristo (1a. Jn. 2:1), pero además de El, tenemos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, constituida por Dios medianera entre El y nosotros pecadores.
Dos gracias principales son necesarias a un pecador para alcanzar la futura felicidad: La conversión o el perdón de los pecados y la perseverancia en el bien. Ambas gracias nos alcanza María REFUGIO DE LOS PECADORES, si se lo pedimos continuamente y si .... "hacemos lo que El nos dice", como Ella nos lo pide.
CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS
El ser humano se ve sacudido no sólo por la enfermedad del alma: el pecado ... y la enfermedad del cuerpo: el dolor físico, sino que la vida está llena de espinas y abrojos que nos afligen, nos oprimen y no nos dejan vivir en paz porque lastiman el corazón y llenan de lágrimas los ojos.
Resumimos todo esto bajo el nombre genérico de TRIBULACIONES y AFLICCIONES que serán motivos para apreciar más la bondad de María Santísima que nos consuela, si recurrimos a Ella con mayor frecuencia y confianza.
Nadie negó y nadie puede negar jamás la existencia del dolor en el mundo. Se nace con llanto; se crece luchando contra tantos obstáculos que hacen sufrir: se vive bajo el peso diario de responsabilidades y preocupaciones.
La filosofía de todos los tiempos ha intentado en vano eliminar el dolor de la vida; no ha logrado más que arrancar aquello que explica el misterio del dolor y lo hace llevadero, arrancando a Dios del corazón de muchos hombres ... y EL DOLOR MAS TERRIBLE ES SUFRIR SIN DIOS.
Cuando el dolor se nos presenta en alguna de sus formas, se pregunta uno angustiosamente ¿por qué el dolor? Y si la FE no ilumina, si la FE no responde a este doloroso ¿por qué?, se pierde la interrogación en el vacío sin una respuesta que satisfaga.
Solamente la FE nos da una respuesta tranquilizadora, digna de la Sabiduría de Dios y de la dignidad del hombre. Cuando con el primer pecado se precipitaron los hombres en el abismo de la condenación eterna, Dios misericordioso, - en el mismo instante en que prometía enviar al Redentor - confió la humanidad al Angel del dolor para que la purificara y la hiciera semejante al Restaurador prometido, que nos redimiría precisamente a través de las humillaciones y de los más grandes dolores.
El pecado introdujo en el mundo el dolor y la muerte: del pecado provienen las adversidades.
El dolor recibió de Dios una misión providencial; es el artífice de toda grandeza moral. Para que el dolor cumpla en nosotros su misión debe ser acogido con FE CONSCIENTE y con cristiana resignación.
Sin embargo, el dolor es siempre dolor y exprime del corazón las lágrimas que son la sangre del alma. ¿Quién podrá ofrecernos el alivio necesario? ¿Quién podrá CONSOLARNOS? María Santísima, nuestra amorosa Madre la Consoladora de los afligidos, Ella puede y quiere endulzar nuestras amarguras y aliviar nuestros dolores, si se lo permitimos.
María hace suyas nuestras aflicciones y se apropia nuestro dolor, si se lo entregamos, y una sola mirada de piedad y de amor de esta dulce Madre basta para tranquilizar el corazón más adolorado y suavizar las más fuertes adversidades.
¡Oh Madre piadosa, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS, calma nuestras angustias!.
AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
El corazón de la Virgen María es tan grande que abarca y contiene a toda la humanidad. Dios la creó para que fuera su Madre y madre de todos, la dotó de esta universalidad de afectos para que los afligidos, los enfermos, los pecadores, que recurren a Ella, experimenten esta singular bondad suya.
En la Iglesia se centra la Obra santificadora de Cristo y aunque ella es la amada esposa de Jesús "sin arruga o defecto" (San Pablo) no la sustrajo a las vicisitudes humanas y quiso que tuviera la apariencia de debilidad. En realidad, posee la misma fuerza de Dios, que le prometió la asistencia perenne del Espíritu Santo y así se apoya segura y confiada en las palabras infalibles de su Fundador: "He aquí que estaré con vosotros hasta el fin de los siglos".
San Juan en el Apocalipsis la describe como la ciudad santa, la nueva Jerusalén y así, la nueva Jerusalén (la Iglesia), tiene en María Santísima a su poderosa defensora contra los enemigos de todos los tiempos. Estos enemigos son de dos clases: internos y externos.
Los internos son aquellos que atentan a la verdad que la Iglesia nos enseña, los que pretenden introducir en ella, el error, o sea, los mismos cristianos que se oponen con obstinación, con terquedad a lo que propone la Iglesia Católica.
Los enemigos externos son los que no perteneciendo a la Iglesia Católica, la atacan y pretenden destruir la FE de sus miembros que son el Cuerpo Místico de Cristo.
De estas consideraciones sobre el glorioso título de Auxilio de los Cristianos debemos sacar dos importantes enseñanzas para normar nuestra vida cristiana:
• Ante todo un filial amor a la santa Iglesia y a su Cabeza visible: el Romano Pontífice. En el amor de todos los católicos, que se centra en el Papa, en la asistencia perenne de Jesucristo y en la poderosa protección de María tenemos una fuerza superior que nos consuela y alienta.
• Otra enseñanza, más necesaria hoy que nunca, surge de la maternidad universal y auxiliadora de María y es el deber que tenemos de extender la CARIDAD CRISTIANA con la que nos debemos amar unos a otros, como Dios nos ama, sin distinción alguna. sin olvidar que es contrario a la caridad, levantar barreras de división, de odio, de incomprensión, etc.
¡Oh Madre Santísima que en tus entrañas maternales acoges a toda la humanidad y que a todos socorres en sus necesidades, alcánzanos de tu Divino Hijo esta universal caridad así como la fidelidad a la iglesia católica, fundada con la Sangre de Jesucristo, que es también tu sangre!.
¡Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros!.
REINA DE LOS ANGELES
Esta última parte de las Letanías, reúne y exalta las excelsas grandezas de María celebrando su soberana realeza en el cielo y en la tierra, Por doce veces le damos el glorioso título de Reina A la Hija, a la Madre, a la Esposa del Rey, debemos invocarla como a Reina porque el titulo de Rey no sólo corresponde a cada una de las Personas Divinas, sino también a Dios - Hombre, el Hijo de María Santísima. El mismo aprobó para su Persona este nombre: "Sí, como dices, soy Rey" (Juan 18,37).
A la diestra del Rey, el Salmista vio a una Reina, vestida con manto de oro, gozosa del poder que Dios le ha otorgado, de poder conceder a quien la invoca toda clase de gracias y bendiciones. Esta Reina es María que fue investida de esta dignidad cuando Dios Padre, desde toda la eternidad la eligió por su Hija, por Esposa del Divino Espíritu y por Madre de su Unigénito y fue constituida Reina, no solo de los hombres, sino también de los Angeles, que son espíritus puros, muy poderosos, ágiles como el pensamiento y puros como la luz. Son inteligencias tan grandes que si queremos honrar, entre nosotros, un entendimiento, lo llamamos: angélico.
Los ángeles son ministros del Omnipotente. ¡Qué honor tener dominio sobre estos espíritus tan nobles; ser Reina de súbditos tan numerosos y potentes! Y esta autoridad y poder corresponde a María Reina de los Angeles, porque les aventaja en dignidad, es más excelsa que ellos.
La raíz de su excelsa dignidad, de su autoridad y de sus privilegios se debe a que es Madre del Verbo Divino. Ella pudo decir con el Padre Eterno: "Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy" (Salmo 2:7)
La causa de tanta exaltación de María fue SU SINGULAR HUMILDAD.
Humildad es el conocimiento de nuestras limitaciones y debilidades y obrar de acuerdo con este conocimiento. Es un movimiento de "descenso" cuyo punto de partida es el falso lugar que nos señala el amor propio y cuyo término es la verdad. Por eso "la humildad es la verdad". (Sta. Teresa).
Así, cuanto más llenas de amor propio, tanto más vacías estamos de verdaderos méritos.
Veamos en la Anunciación el ejemplo tan grande de humildad de María. Ante la sublime revelación del Angel que la proclama Madre de Dios, Ella protesta ser solamente la humilde esclava (servidora) del Señor. La verdadera humildad se manifiesta en la obediencia.
¡Oh Madre amada. Reina de los Angeles, alcánzanos la gracia de saber combatir nuestro amor propio para ser verdaderamente humildes!.
REINA DE LOS PATRIARCAS
Patriarca es una palabra griega que significa padre o jefe.
Con el nombre de patriarcas se honra a algunos santos del Antiguo Testamento, elegidos por Dios como guardianes y depositarios de la fe en el futuro Mesías. Esta fe, avivada por las frecuentes revelaciones de Dios, fue transmitida por los Patriarcas a sus descendientes como un faro de luz en medio de las tinieblas de la ignorancia y del pecado.
También en los siglos cristianos se da por analogía el nombre de Patriarca a los santos Fundadores de las más famosas Ordenes Religiosas, puesto que también ellos engendraron espiritualmente a la vida de la perfección evangélica a muchas almas.
Los Patriarcas fueron, bajo diversos aspectos, figuras de Jesucristo; lo representaron en varios misterios de su vida, de su muerte y de su obra redentora. Y en la debida proporción representaron también a María, pues quien representa al original, representa por lo mismo a la copia fiel.
Simbolizada en Noé, único padre salvado del diluvio y destinado a repoblar el mundo; Ella, única preservada del naufragio universal de la culpa, toda santa, renovó moralmente al género humano y contribuyó a reparar los daños causados por el primer pecado.
Abraham, admirable ejemplo de fe y de obediencia, padre de los creyentes, dispuesto a sacrificar a su unigénito sobre el Monte Moría, fue una pálida figura de María Santísima dotada de la más viva Fe y de la más perfecta obediencia. Madre amorosa de todos los redimidos, sacrificó a su unigénito Hijo para la redención del género humano sobre el Monte Calvario en el Altar de la Cruz.
Moisés, el amigo y confidente de Dios, que hablaba con El como un amigo con su amigo, es comparado a María Santísima, no solo amiga, sino también Madre de Dios, que vivió con El treinta y tres años con aquella confidente autoridad que nacía de su ser de Madre.
La mujer fuerte de la Sagrada Escritura (Proverbios) es 'una imagen de María Santísima, tabernáculo viviente de Dios.
También la Iglesia Católica tiene, en un sentido espiritual, sus Patriarcas. Ellos no prefiguran a Cristo que ha de venir sino que siguen SUS huellas y lo copian con aquella perfección que es posible a la humana naturaleza vigorizada por la gracia.
Estos Patriarcas son los Fundadores de los Institutos Monásticos y de las Ordenes religiosas, verdaderos padres, que dieron a la Iglesia una inmensa cantidad de almas santas.
Si María es llamada Reina de los antiguos Patriarcas, por las mismas razones debe ser llamada Reina de los nuevos, puesto que ellos procuraron imitar sus virtudes, fueron los maestros de la devoción a Ella y promovieron su culto.
En este punto de la explicación de las Letanías es oportuno tratar brevemente del glorioso Patriarca San José, esposo purísimo de la Virgen Inmaculada, puesto que la devoción a la esposa, redunda naturalmente en la persona de su digno esposo.
Aunque San José no cooperó a la generación del Verbo encarnado sí contribuyó principalmente a cuidar y alimentar al Dios - Hombre y fue testigo continuo de las acciones de Jesús y de María; atento escucha de sus palabras, compartió con Ellos durante muchos años los gozos y las penas, las esperanzas y el amor a Dios y a los hombres.
San José es la sombra y el reflejo del Eterno Padre, él ocupa en la tierra su lugar y Cristo reconoce los derechos paternos de José.
Nunca podremos expresar con palabras la santidad, la virtud y la gran dignidad de este sumo Patriarca entre los Patriarcas.
El Papa Pío IX, para poner su persona y la de todos los fieles bajo la protección de San José, por Decreto del 8 de Diciembre de 1870, lo nombró solemnemente Patrono de la Iglesia Universal.
¡Madre Santísima, Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros!.
REINA DE LOS PROFETAS
El principal sentido que la Sagrada Escritura da al nombre de Profeta, es el de persona enviada por Dios, la cual, por ilustración divina, conoce con la máxima certeza y por divina inspiración predice cosas o sucesos futuros, que no se pueden conocer por ningún medio humano. Solo Dios es el autor de las profecías.
María es llamada Reina de los Profetas por dos razones:
• Porque Ella fue mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos la preanunciaron con palabras, figuras y símbolos.
• Porque Ella misma, dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo muchas cosas futuras.
El objeto central y primario de las antiguas profecías es el Redentor prometido: Jesucristo.
Todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá la estrella de Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo, el lugar y las circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las humillaciones, dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de la Iglesia.
Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la gran Señora que le había de engendrar en su Seno Purísimo.
Todas las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan, implícitamente de la Virgen y Madre: pero son muchas las que tratan expresamente de Ella. Recordemos algunas de las principales:
• El primer profeta de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer pecado, el pecado original, Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de una mujer.
• Los Padres, unánimemente, y a ellos hacen eco todos los expositores, ven expresada en la Mujer a María y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.
• En el Salmo 44, el Rey Profeta canta a la Virgen María que es Ella el objeto de las complacencias del Rey, la Virgen admirable. En este Salmo mesiánico está delineada la excelsa Madre del Redentor.
Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular privilegio de María de juntar a un tiempo la divina maternidad con la más pura virginidad: "la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios con nosotros".
La Encarnación del Verbo es el fundamento de la fe cristiana. De la misma manera que quiso Dios, después de la Encarnación de su Hijo, multiplicar las pruebas de este misterio, así, antes del nacimiento prometido y esperado con creciente deseo, quiso multiplicar las predicciones para disponer a la humanidad al asentimiento de la fe.
La Iglesia invoca a María como Reina de los Profetas no sólo porque Ella fue objeto de sus profecías, sino porque poseyó este don, en la forma más excelsa.
A Ella le fueron mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue revelada la economía de la Encarnación, de la Redención, de la obra divina de Cristo; aquello que los Profetas conocieron en fragmentos, María lo conoció enteramente.
Si una sola hora de la presencia de Cristo encerrado en el seno materno bastó para ungir al Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y una vida de treinta y tres años, para hacer de María una singular Profetisa y la Reina de los Profetas?.
Después del glorioso mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de Isabel, que la llama bendita entre todas las mujeres, porque el fruto bendito de su vientre la había ensalzado tan extraordinariamente , María Santísima responde entonando el cántico del MAGNIFICAT, en el cual, teniendo presente su indignidad (respecto de Dios), proclama su altísima dignidad y su futura gloria y todo lo atribuye a la bondad y al poder de Dios. En este himno inmortal la Santísima Virgen se eleva a la cumbre de lo creado y con inspiración profética canta la gloria de Dios y su propia grandeza.
¡Oh Virgen Madre de Dios! REINA DE LOS PROFETAS, alcánzanos la gracia de vivir la verdadera HUMILDAD, que es la base de todas las virtudes!.
REINA DE LOS APOSTOLES
Apóstol significa enviado, mensajero. Se da este nombre:
1. Por excelencia, a aquellos hombres escogidos por Nuestro Señor Jesucristo, que vivieron con El, que fueron educados en su escuela y por El enviados, después de haber recibido el Espíritu Santo, a predicar el Evangelio por todo el mundo.
2. Por participación, a todos aquellos que, a semejanza de los Apóstoles, predican el Evangelio, especialmente a aquellos que van a otros países para anunciar la Buena Nueva, esto es a los Misioneros.
3. Por analogía, a aquellos fieles cristianos que desarrollan algún trabajo apostólico en general o acción misionera en particular, con lo cual cooperan con la Jerarquía a extender el Reino de Jesucristo.
De todos ellos, María es Madre y Reina.
La superioridad de la Virgen sobre los Apóstoles se funda en tres razones:
a) Ella tuvo relaciones más íntimas con el Divino Redentor. Los Apóstoles fueron los amigos de Jesús. ¡Es el mismo Hijo de Dios quien se profesa amigo de unos pobres y rústicos pescadores!. María en cambio fue la Madre de Jesús. No hay comparación entre las relaciones de la amistad y las relaciones de la maternidad.
Los Apóstoles fueron llamados a seguir a Jesús y vivieron con El tres años, pero María, desde el instante de la Encarnación del Verbo hasta la Ascensión de Cristo, vivió en íntima unión con su Divino Hijo.
Los Apóstoles fueron elegidos para predicar al mundo la divina palabra; María fue escogida para traer a la tierra la Palabra substancial, personal, el Verbo de Dios.
b) Ella tuvo mayor poder que los Apóstoles. A éstos les dijo el Divino Maestro: "vosotros que me habéis seguido ... estaréis sentados sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mt. 19:28). De María canta la Iglesia: "María penetró en las alturas de los cielos, alegraos, porque Ella reina con Cristo eternamente. Jesús comparte con los Apóstoles su poder judicial, con su Madre comparte el Reino.
Ella fue enriquecida con mayor abundancia de los carismas del apostolado en el día de Pentecostés.
c) María mientras vivió, fue la Maestra y Consejera de los Apóstoles.
No hay otra razón que explique la permanencia de María en la tierra, aún después de la Ascensión de Jesús a los cíelos, sino la gran necesidad que de María tenía la Iglesia naciente. Esta Iglesia no era más que la continuación, la prolongación, de la personalidad de Cristo y de su cuerpo místico. La Providencia, obraba de manera conveniente a sus designios confiando a los cuidados de María la Iglesia recientemente constituida, de la misma manera que le había confiado anteriormente el cuidado del pequeño Jesús.
El Divino Maestro, en el momento de volver al Padre, de donde había salido, le dejó a Ella su escuela y su cátedra, no para que rigiese las ovejas de la grey, como Pedro, sino para que alimentase a los Apóstoles con aquella celestial Sabiduría de la cual estaba enriquecida.
Hija predilecta del Padre. Esposa muy amada del Espíritu Santo. Madre de Jesucristo, autor de toda gracia. Reina de los Apóstoles. ¡Ruega por nosotros!.
REINA DE LOS MÁRTIRES
Cuando la adversidad se abate sobre una familia, hay un corazón que tiene el privilegio de sufrir más que los demás y de recibir en sí el dolor de todos: es el corazón de la madre.
Así en la inmensa familia humana, María tuvo este privilegio de sentir en su corazón los dolores de todos sus hijos, los padecimientos de todos los mártires y los tormentos del Rey de los Mártires. Por este privilegio, Ella ha obtenido el amor de los hombres. Por eso la Iglesia la invoca con el título de Reina de los Mártires.
El Profeta Jeremías había predicho que los dolores de esta Virgen serían los más atroces después de los de Jesucristo, los más crueles soportados por una sencilla criatura con el auxilio de la gracia Divina. Sus dolores han sido comparados con el mar: "inmenso como el mar es tu dolor", no que el mar sea la justa medida de este dolor, sino porque, así como las aguas del mar superan sin comparación todas las que están esparcidas sobre la tierra, así los dolores de María son incomparablemente mayores que los de las demás criaturas.
Fijaremos la atención, al considerar los dolores de María, en su extensión y duración y en su gravedad, intensidad y amargura.
No se crea que los dolores de María duraron solamente aquellas tres horas que al pie de la Cruz estuvo presente en el agonía y muerte de su Hijo, o el día que duró su santa Pasión; sus dolores fueron continuos durante treinta años. Desde el momento en que fue Madre, destinada a padecer con su Hijo su Pasión y su Muerte vino a ser al mismo tiempo madre de dolor. Dotada, como estaba, de espíritu profético y con el conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras, conoció la amargura de la cruel pasión y muerte de Jesús, por eso empezó a experimentar aquella serie de angustias y dolores indecibles que tendrían fin hasta la Resurrección de Cristo.
Con la profecía de Simeón: "una espada traspasará tu alma", María sintió desde ese día la herida que se clavó profundamente en su corazón, hasta rasgar la última de sus fibras.
El Niño crecía bajo la mirada de la Madre y Ella pensaba en las humillaciones y en las heridas de aquel rostro Divino que soportaría el beso de Judas, la bofetada del criado y los salivazos de los judíos; cuando su mano delicada acariciaba la cabeza, las manos o los pies del Niño, la visión de la corona de espinas y de los clavos le producía una gran angustia.
Aquella carne inmaculada que María vestía con tanto cariño y respeto, sería desgarrada por los azotes y cubierta con la púrpura de la sangre.
La Sabiduría Divina de Jesús que en la intimidad de Nazaret descubría a la Madre los secretos celestiales, habría de ser un día objeto de publica burla. ¡Oh dolores, oh martirio de la Madre!.
Ella sintió especialmente los siete dolores que la Iglesia recuerda el 15 de Septiembre:
1. La predicción del anciano Simeón, cuando María y José presentaron en el Templo a Jesús.
2. La huida y el destierro a Egipto, después de la persecución de Herodes.
3. La pérdida de Jesús, enseñando en el Templo de Jerusalén.
4. El encuentro de Jesús y María en el camino del Calvario.
5. La crucifixión, agonía y muerte de Jesús.
6. El descendimiento de la Cruz del Cuerpo del Hijo.
7. La sepultura de Jesús.
Nos detendremos solamente a contemplar a María Dolorosa en su martirio al pie de la Cruz, viviendo la agonía y muerte de su Divino Hijo.
Estos dolores fueron de 4 clases:
a) dolores del pecado
b) dolores de la naturaleza
c) dolores de la gracia y
d) dolores divinos.
a) Los dolores del pecado.
Ninguna criatura puede tener tal conocimiento y dolor del pecado que alcance a igualar su gravedad; para concebir un dolor adecuado, sería preciso conocer perfectamente el Bien infinito del cual nos priva, comprender la esencia de Dios, los atributos divinos, el daño infinito que es perderlo eternamente. Sólo Dios, que se iguala y comprende a sí mismo, conoce todo esto.
Sólo Jesucristo, porque es Dios, conoce a su Padre celestial, su esencia, sus perfecciones, su amor Infinito y Eterno y el mal que ocasiona separarse de El; sólo Jesús tuvo un adecuado e infinito dolor de la culpa mortal, como sólo El pudo expiada adecuadamente.
Después de Jesucristo, fue María la que experimentó el más perfecto y más intenso dolor por el pecado, porque Ella mucho más que cualquier mente humana y angélica, estuvo dotada del más elevado y sublime conocimiento de Dios, de su Infinito amor y de la gravedad del pecado que separa de Dios.
Ella, en el Calvario, asistió como espectadora, testigo y participante a la muerte del Redentor. La Virgen, espejo perfecto que captaba los rayos enfocados de amor y de dolor que partían del Corazón de Jesús agonizante sentía el vivo reflejo, que la sumergía en el mar de un dolor casi infinito.
Esta es la primera fuente de los Dolores de María Santísima: LOS DOLORES POR EL PECADO.
b) Dolores de la naturaleza.
Para conocerlos de algún modo, consideremos que María es mujer y es madre, madre de un Amantísimo Hijo, a quien no puede socorrer.
Ella no fue una mujer sino la MUJER por excelencia, perfecta, preservada de las heridas y de las sombras del pecado, en Ella todo era sublime, aun el amor maternal que el Espíritu Santo infundió en su corazón, en el instante de la Encarnación del Verbo. El amor de María superó al amor maternal de naturaleza.
No teniendo Jesús un padre terrenal que compartiese el dolor maternal, en el corazón de María se unieron y fundieron los dolores de la madre y del padre. Todo el tributo del dolor que dimana de la naturaleza era ofrecido por Ella al Mártir Divino, porque María lo amaba con el tierno amor de madre y a la vez con el fuerte amor de padre.
No se piense que el martirio de María no era tan intenso por su fortaleza sobrehumana: no olvidemos que la fortaleza del alma, hace que se soporten los dolores, pero no quita que se sientan.
Ella contempla el cuerpo lacerado y las manos y los pies atravesados por los clavos y la cabeza en la que se hunden las espinas y no le está permitido aliviar ni su cuerpo ni su cabeza: oye las blasfemias del ladrón y los insultos de los que le crucifican, los gritos de los enemigos y no puede repararlos con una palabra de respeto, de consuelo, de amor: resuena en el corazón de la Madre el grito de Jesús "tengo sed" y no puede aliviarle con un sorbo de agua y ve como le dan a beber hiel y vinagre. Exhala el Hijo el último suspiro y no le está permitido a la Madre endulzar la amarga agonía y recoger el último aliento. Se lamenta Jesús de ser abandonado por su Padre y la Madre debe también dejarlo como abandonado y sin auxilio.
Desolada y privada de todo consuelo debía ser la muerte de Jesús y desolada y privada de todo consuelo debía ser también la pasión de María Santísima.
c) Dolores de la gracia.
Los dolores de la gracia y los dolores divinos, que nuestro pobre entendimiento no puede penetrar, fueron para Ella los más duros y crueles.
El dolor deriva del amor, un amor humano, un amor de naturaleza, produce un dolor humano; un dolor natural, un amor de gracia, un amor divino causa un dolor del mismo linaje, un dolor de gracia y divino; cuanto más fuerte es el amor, tanto más fuerte será el dolor.
La naturaleza nos hace hombres, la gracia y el amor divino nos hacen santos. Si la Virgen María, modelo perfecto de mujer y de madre experimentó los más fuertes y agudos dolores de la naturaleza, Ella, a su vez, modelo de perfección sobrenatural y de santidad, debió experimentar los más agudos y fuertes dolores de la gracia y los sufrimientos divinos.
Para penetrar esta verdad pensemos: ¿cuál es el efecto de la gracia sobre nosotros? Una elevación del alma sobre la naturaleza; una unión, una amistad con Dios, una cierta comunicación que Dios nos otorga, por la cual somos hechos partícipes de la naturaleza divina. Esta es precisamente la esencia de la santidad.
Esta relación sobrenatural fue perfectísima entre Jesucristo y su Santísima Madre, no solo por vía natural, sino más aún por razón de gracia. Ella fue más feliz por haber llevado a Dios en su corazón que en su seno, como respondió Jesús a la mujer que ensalzaba la maternidad natural de la Virgen: "más bien son bienaventurados aquellos que oyen la palabra de Dios y la guardan".
Cristo fue Rey de los Mártires y María fue Reina de los Mártires porque experimentó todas las penas del amado Jesús.
d) Dolores divinos.
• Es artículo de nuestra fe que el Padre Eterno es el Padre de Jesús; que Jesús Dios y Hombre es el Hijo de Dios Padre: que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y que es el Amor Increado ... el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.
• También es artículo de fe que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, porque es Madre de Aquel en el que la naturaleza Divina y la naturaleza humana se hallan unidas hipostáticamente, esto es en unidad de PERSONA.
• Qué en la Cruz murió este Dios Hombre, este Hijo del Padre Eterno y de María Virgen, para redimirnos. Esto constituye un tercer artículo de fe.
En la muerte de un hijo debe sentir, y siente extremo dolor, no solo la madre, sino también el padre, es esto ley inexorable de nuestra naturaleza humana.
Pero Dios Padre no puede sufrir, porque la naturaleza Divina es inmutable y Dios no puede ni por un momento perder su felicidad ... es decir no puede sufrir.
La Madre de Cristo debía experimentar, en la muerte del Hijo, todo el dolor, aun aquel que en los casos ordinarios habría experimentado el Padre; la totalidad de esta divina aflicción, íntegra e indivisa. recayó sobre el corazón afligido de María. Tan inmenso dolor soportó la Madre que la omnipotencia de Dios la tuvo que sostener para que no muriera con Jesús en el Calvario.
¡Oh Reina de los mártires, que con constancia tan heroica y divina soportaste aquellos prolongados y atroces dolores que en la muerte de tu Hijo, la naturaleza y la gracia, los pecadores y Dios acumularon sobre tu amoroso corazón de Madre, alcánzanos fortaleza para aceptar la voluntad divina y bendecir al Señor que con misericordia nos visita en el dolor, y que con él nos purifica y quiere hacernos dignos del gozo eterno.
REINA DE LOS CONFESORES
En el lenguaje litúrgico de la Iglesia, se llaman Confesores a todos los Santos que no fueron mártires.
Confesores = cristianos que profesan públicamente la Fe en Jesucristo y por ella están prontos a dar la vida. Confiesan la Fe por su testimonio de vida cristiana
Mártires = personas que padecen muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la fe y de la religión. Mueren en defensa de la Fe y de la religión
Es necesaria una gracia especial de Dios para soportar el martirio, sin embargo, no se requiere menos gracia de Dios para sobrellevar una heroica santidad sin el martirio.
El mérito que se alcanza con el martirio es de ordinario en muy breve tiempo y para obtener el mérito sin el martirio requiere un tiempo bastante largo. El martirio, perfecto acto de amor y de fortaleza, suple las demás virtudes que podrían faltar o podrían ser imperfectas. En cambio, fuera del martirio se necesita mayor perfección de las Virtudes Teologales y Morales; esto se consigue a través de una vida entera de lucha contra el pecado, contra el mal y de sacrificio continuo. De tal manera que la vida de un santo puede llamarse un continuo martirio.
Los santos CONFESORES, tuvieron que superar toda clase de dificultades y practicar las virtudes en grado heroico.
María es la primera, la más perfecta y la más santa de todos esos héroes de virtud y santidad, por eso la Iglesia la proclama REINA DE LOS CONFESORES.
REINA DE LAS VÍRGENES
La Iglesia, no satisfecha con haber invocado a María con el título de Santa Virgen de las Vírgenes, la invoca como Reina de todos aquellos y aquellas que profesan la virginidad, para hacernos conocer y apreciar las grandes ventajas que aporta a la Iglesia ese estado, que inició Aquella que es llamada por antonomasia la Santísima Virgen.
• Ella fue la primera en profesar solemnemente la virginidad, que antes era considerada como ignominiosa entre las mujeres hebreas.
• Elevo esta virtud a la más alta cumbre de perfección posible a la criatura.
• Fue la suya una virginidad singular y única, asociada por prodigio Divino a la maternidad.
• Pero hay otra razón y es ésta: María es honrada con el título de Reina de las Vírgenes, porque el ejemplo y protección de Ella inspiran y proporcionan amor a la virginidad, guardan y conservan esta noble virtud. El ejemplo y la protección de esta Reina sor admirablemente fecundos en la Iglesia.
El mundo, que no entiende la divina sublimidad del amor, acusa al celibato y a la virginidad de egoísmo y de esterilidad. Ante esta calumnia, que los millones de niños y niñas que pueblan las escuelas, los orfanatos y los colegios informen al mundo lo que han recibido de los Religiosos y las Religiosas, y que en algunos casos no reciben de sus mismos padres: lo mismo los jóvenes y las jóvenes que en centros de formación juvenil han recibido una instrucción religiosa que les ayuda a regir su vida en una forma sobrenatural y noble. Los ancianos impotentes, los enfermos de toda edad, los que llenan los asilos, entre lágrimas de gratitud, muestren al mundo a las mujeres consagradas a Dios que bajo el velo de la cofia sienten arder la llama del amor de Dios y tienen para ellos la inagotable caridad de la palabra evangélica y de las obras de misericordia.
Con esto, la sabiduría inspirada de la Iglesia muestra al mundo cuán fecunda es la santa virginidad.
¡Oh Virgen Santísima, Reina de los Vírgenes! Te pedimos para todos los fieles nos alcances la gracia de la castidad, conveniente a cada estado de vida y la PUREZA del alma. Ayúdanos a cuidar nuestros sentidos, nuestro corazón y nuestra mente de todo cuanto pueda mancharnos.
REINA DE TODOS LOS SANTOS
No se piense que es superfluo este titulo, otorgado ya a María al recordar las varias clases de santos, ni se crea que la Iglesia haga aquí un recapitulació n de los títulos precedentes. Esta Invocación nos parece fundada sobre dos justas razones:
1. Que María es canal de toda santidad. Que entre todas las criaturas, Ella fue el modelo más perfecto de santidad.
La primera de estas razones ha sido extensamente explicada en el decurso de estas meditaciones:
María es el canal por el cual Dios, autor y fuente de toda gracia, hace llegar hasta nosotros la virtud y la santidad. En el cuerpo místico de Jesucristo, Ella hace, por decirlo así, el oficio de cuello: transmite a la Cabeza las súplicas de los miembros y desde la Cabeza hace llegar a todo el cuerpo (místico) aquellas gracias por las cuales crece toda virtud, toda perfección y santidad.
Ilustraremos aquí la segunda razón: María, modelo de santidad para todos, especialmente para la mujer.
Dios es la santidad primera, la santidad por esencia, a esta divina santidad y perfección debemos conformar necesariamente la nuestra. La santidad divina aparece infinitamente lejana, en una luz inaccesible ... pero Dios nos la hizo accesible en su Unigénito Hijo, Jesucristo, dice San Pablo: "Dios nos eligió en Cristo, antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante El y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza y gloria de su gracia". (Ef. 1: 4-6).
El hombre, elevado por la misericordia Divina al estado sobrenatural y constituido hijo de Dios, tiene en Jesucristo el espejo de la perfección divina, pero los rayos que emanan de Jesucristo son todavía demasiado brillantes para la dignidad humana; la suya es una santidad increada, infinita.
Es cierto que El practicó las virtudes sencillas permitidas al hombre, como la humildad, la paciencia, la obediencia, etc., pero el modo y la perfección como las vivió son infinitamente superiores a las fuerzas humanas, aunque estén apoyadas por la gracia.
Para allanarnos el camino de la santidad, Dios nos propuso en nuestra Señora un modelo de santidad creada, una luz más suave a nuestros débiles ojos, un modelo, el más cercano a la santidad infinita, que nos animara a imitarla.
Ella poseyó sin duda una perfección y una santidad sobrehumanas, pero una santidad creada, unida a aquella perfección a la que no llegará jamás ninguna criatura; se acerca y toca los confines del infinito. La santidad de María es solo inferior a la santidad de Dios. María espejo, ejemplo y modelo perfecto de santidad, es lo que nos propone la Iglesia cuando la invoca como Reina de los santos.
María Santísima modelo de la mujer cristiana.
Quien conozca la importancia moral de la mujer en el mundo no podrá menos de admirar la Providencia de Dios por haber preparado en la Virgen Madre, el modelo singular de la perfección femenina.
La mujer constituye la mitad del género humano, y es ella la que forma y educa a la otra mitad. La mujer que usa rectamente de los preciosos atractivos de naturaleza y de gracia con los cuales Dios la ha enriquecido, tiene un ascendente bienhechor sobre su esposo y un influjo poderoso y decisivo sobre el carácter y la conciencia de los hijos.
Más profunda y más grande es la influencia social de la mujer - madre. Los principios de la educación maternal permanecen imborrables; aún cuando en medio del torbellino de las pasiones y de la vida el sello de la mano materna permanezca obscurecido y sepultado bajo las ruinas de los vicios, tarde o temprano sale de nuevo y conduce a !os extraviados al buen sendero, como bajo las ruinas sembradas por los vándalos o bajo la capa del olvido, reaparece la belleza artística de los antiguos monumentos. Se puede decir que la sociedad es como quiere la mujer.
En la antigüedad, la mujer no contaba para nada en la sociedad, era esclava de las pasiones del hombre y la mitad del linaje humano era para la otra mitad fomento y causa de corrupción.
El hombre y la mujer tenían extrema necesidad de un remedio poderoso que los sanara, que los hiciera en verdad virtuosos y santos. Este poderoso remedio fue ofrecido por Jesucristo, por su religión, por su moral y por su gracia.
El decreto de Cristo devolvió al matrimonio su unidad natural y su indisolubilidad y lo elevó a la dignidad de Sacramento. El ejemplo de Cristo y de la Inmaculada Virgen María: he allí la medicina que restauró al hombre y ennobleció a la mujer.
María Santísima es el modelo perfecto de la mujer, esposa y madre.
• ESPOSA.- María Santísima fue perfecta, santa y amorosa esposa de San José, en Ella las virtudes humanas eran sobrenaturales (esposa del Espíritu Santo), pero tomando en cuenta el ser de esposas y esposos terrenales aplicaremos de la la. Carta a los Corintios (cfr. Cap. 7).
La esposa debe tener un verdadero amor de caridad al esposo que supone, entre otras cosas:
• Paciencia ... perseverando con constancia en aquel o aquellos buenos ideales que resulta difícil alcanzar por diferencia en: educación, criterio, opiniones y hasta de valores ... y por medio de oración, de amor manifestado y evitando discusiones, tratar de convencer al esposo del bien que se persigue.
• Ser servicial - atenderlo con alegría, prontitud y lo mejor posible, no dejándose llevar por los errores actuales, que, promoviendo la liberación de la mujer pretenden, entre otras cosas, que la mujer no debe atender al esposo.
• No ser jactanciosa - no alabarse a sí misma, ni cansar al esposo con comentarios inútiles.
• No ser engreída - no le presuma de su valer (imaginario o real) haciéndolo sentir inferior.
• Ser decorosa - respetuosa de los gustos y aficiones del esposo, así como de sus familiares y amigos.
• No olvide la esposa que LA CARIDAD ES COMPRENSIVA Y MISERICORDIOSA, QUE ESPERA SIN LÍMITES Y PERDONA SIEMPRE. MADRE - Oficio y dignidad principal de la mujer es la maternidad, que le impone sagrados deberes (no olvidarlo nunca ya que actualmente se combate mucho esta gran dignidad de la maternidad).
El primero de estos deberes es el de aceptar de Dios y con gratitud aquellos hijos que quiera confiarle. Hoy la mujer mundana desea ser esposa pero rehuye el honor de la maternidad. El ritmo regulado de la vida de familia no le agrada; fatigarse para construir, piedra sobre piedra el edificio de la educación de sus hijos, es una empresa que no quiere asumir. Hoy la maternidad se limita lo más posible y aun cuando se acepte, no se le considera con alegría, sino más bien como un paréntesis doloroso en el movimiento acelerado de la vida moderna que ofrece a la mujer otros atractivos.
La maternidad que se sacrifica y que en el plan de la Providencia debería colocar a la mujer en lugar muy alto, es hoy abiertamente rechazada como algo que no corresponde a esta época, corno la supervivencia de una mentalidad superada. Y es que fuera del clima verdaderamente espiritual del cristianismo, hoy la maternidad es una función mecánica, determinada por el egoísmo.
Toda esposa cristiana, ante el dulce sacrificio de la maternidad, aun en medio de las angustias y de las dificultades de nuestros tiempos, debe repetir la palabra de nuestra Señora: "FIAT" ... HÁGASE.
El Papa Pío XI, al recibir en una ocasión a unas madres italianas les dijo: "La primera gloria de la Virgen Santísima es que es Madre de Dios y Madre nuestra. Ustedes tienen en su activo el ser madres tantas veces cuantos son los hijos que la Providencia les ha dado y confiado ... hasta entregarles tantas vidas y tantas almas ... ustedes deben confiar en El como El ha confiado en ustedes"
Otro deber de la madre es la educación cristiana de sus hijos. No debe olvidar que tienen necesidad de una educación paciente y constante, hecha de instrucción, corrección, vigilancia y de buen ejemplo.
¡Virgen Santa, excelsa Reina de todos los santos, tú que en el estado de Esposa y de Madre diste tan altos ejemplos de perfección, santifica a la mujer y con ella a la familia y a la sociedad.
REINA CONCEBIDA SIN MANCHA DE PECADO ORIGINAL
El título que vamos a comentar es muy glorioso para la Virgen María.
Fue el gesto sabio y providente del gran Pontífice Pío IX quien el 8 de Diciembre de 1854, la insertó en el sagrado tesoro de la fe católica por el Dogma de la Inmaculada Concepción.
Este singular privilegio de haber sido preservada de la culpa original, coloca a la Virgen junto al eterno Hijo de Dios, con un linaje de gloria que es el mayor que puede concebirse,
Para comprender este artículo de nuestra fe, hemos de remontarnos a la cuna del género humano cuando el pecado despojó a los primeros seres humanos de la gracia de Dios, de los dones sobrenaturales que Dios les había otorgado y de la justicia original.
La justicia original consistía en un conocimiento más perfecto de Dios y de si mismos, en la sujeción de la razón y de la voluntad a la ley Divina, en la inmortalidad del cuerpo y en la exención del dolor y de la fatiga. Todo esto se perdió por el pecado original.
Por este pecado tenemos necesidad de la redención de Jesucristo y de la gracia de Dios, gracia que nos sitúa en un estado, bajo muchos aspectos mejor que aquel del cual caímos, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". (Rom. 5.20).
Argumentos que prueban la Inmaculada Concepción de María.
Para fortalecer nuestra fe es suficiente la voz infalible de la Iglesia, pero para mayor gloria de Dios y de María Santísima, examinaremos los principales argumentos en los que se funda el Dogma de la Inmaculada Concepción.
La Sagrada Escritura:
De un privilegio tan excelso de María, nos dio el mismo Dios claro testimonio cuando prometió al futuro Redentor y afirmaba, dirigiéndose al demonio: "pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, ella aplastará tu cabeza,"
María Santísima y su Divino Hijo tendrán los dos las mismas enemistades con el demonio, con el pecado, por consiguiente María será concebida como concebirá Ella a Jesús, en la enemistad del mal, o sea sin pecado.
• La tradición:
En las obras de los santos Padres y de los escritores eclesiásticos, se encuentran varias frases que expresan la pureza Inmaculada de María Santísima.
• La razón:
Dios es santidad Infinita, esencial, absoluta. Dios no puede habitar donde no brilla la santidad más perfecta y más pura. Esta es la razón por la cual María fue preservada del pecado original, porque Dios pudo consentir que Ella fuera pobre, ignorada, y aun despreciada a los ojos del mundo, pero no pudo permitir que fuera ni un solo instante esclava del pecado. El Altísimo santificó su tabernáculo.
Porque María estaba destinada a ser Madre de Dios, fue preservada del pecado original, así lo exigía la santidad de Cristo, el honor de Dios, el atributo necesario de su santidad.
Otra prueba de la Inmaculada Concepción de María puede deducirse de su oficio de Corredentora de la humanidad. No queremos significar con esto que la Obra Redentora de Jesucristo y la de su Madre deban situarse en un mismo plano de igualdad; Ella cooperó al gran rescate como y cuanto pudo hacerlo una criatura, según la ordenación divina. El Hijo de Dios, queriendo redimir a la humanidad, se hizo hombre en el seno purísimo de María, que fue el instrumento, el medio por el cual El asumió nuestra naturaleza. María Santísima concurrió de hecho, especialmente en el Calvario a la Oblación de Jesús. En este sentido la llamamos Corredentora.
He aquí como la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la revelación y también la razón iluminada por la fe demuestran la verdad de la Inmaculada Concepción de María y cuan justamente la Iglesia Católica honra y saluda a la Virgen como Reina concebida sin mancha del pecado original.
¡Virgen Inmaculada. Madre de Dios y Madre nuestra. purifica nuestros corazones y prepáralos para recibir a Jesucristo, el Cordero Inmaculado, en el Sacramento del Amor!.
NOTA.- Con la verdad católica sobre el pecado original, queda abatido el primer fundamento de todas las herejías antiguas y modernas, las cuales niegan ESTA VERDAD,
Es evidente que si no existió el pecado original, es inútil la Redención de Cristo. inútil la Iglesia fundada por El, inútil la Jerarquía, etc.. La solemne definición del Dogma de la Inmaculada Concepción de María aplasta todos los errores contra la fe y contribuye poderosamente a la exaltación de la FE CATÓLICA.
REINA LLEVADA AL CIELO
El Papa Pío XII, Pastor universal y Maestro infalible de la Santa Iglesia, el día 1°. de Noviembre de 1950, dijo: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la verdad, para Gloria de Dios Omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para acrecentar la Gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, PRONUNCIAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DE REVELACIÓN DIVINA QUE LA INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, CUMPLIDO EL CURSÓ DE SU VIDA TERRENA. FUE ASUNTA EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTE".
Esta solemne definición, esperada por los fieles de todo el orbe, añade una perla más a la corona de nuestra Madre y Reina María, y constituye desde aquel día una nueva Invocación de las Letanías y por consiguiente un motivo más para estos devotos comentarios.
Un Dogma es una verdad revelada por Dios y definida como tal por la Santa Iglesia, debe ser creída con fe divina y católica, según el lenguaje de los teólogos. Por tanto, la definición dogmática de la Asunción, acto solemne del Magisterio supremo e infalible del Romano Pontífice, nos obliga a creer con acto de fe divina y católica que la Asunción forma parte del tesoro de la Revelación confiado por Dios a su Iglesia.
Pero el Papa, cuando define, no hace más que declarar lo que se contiene en la Revelación, terminada con el último de los Apóstoles. Por eso la Bula de la Asunción, antes de las palabras de la definición, expone los fundamentos teológicos del nuevo Dogma:
• Consentimiento de la Iglesia.
El primer argumento es el sentir unánime de la Iglesia, cuyo valor teológico perfila claramente el Papa con estas palabras: "Este singular consentimiento del Episcopado católico y de los fieles, al creer definible como Dogma de Fe la Asunción corporal de la Madre de Dios al cielo, manifestó por si mismo de modo cierto e infalible que tal privilegio es verdad revelada por Dios y contenida en aquel Divino depósito que Cristo confió a la Iglesia para que lo custodiase fielmente e infaliblemente lo declarase. Así pues, del consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia se deduce un argumento cierto y seguro para afirmar que la Asunción corporal de la Bienaventurada Virgen María al cielo es verdad revelada por Dios y por eso todos los fieles de la Iglesia deben creerla con firmeza.
Clausura el Santo Padre Pio XII la serie de argumentos en pro de la creencia de la Asunción, con el fundamento en la Sagrada Escritura, la cual pone a la Augusta Madre de Dios unida estrechamente a su Divino Hijo y siempre partícipe de su suerte. De donde parece casi imposible imaginaria separada de Cristo, a Aquella que lo concibió, le dio a luz, lo nutrió con su leche, lo llevó en sus brazos. Nuestro Redentor es Hijo de María y corno observador perfecto de la ley, no podía menos que honrar, ademas de al Padre Eterno, también a su santa Madre, pudiendo concederle el gran honor de preservarla inmune de la corrupción del sepulcro
Continua el Papa Pío XII "Por lo cual, como la gloriosa Resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María Santísima la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, porque como dice el apóstol San Pablo: "cuando este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida en la victoria" (la. Cor. 15.54).
¡Oh Virgen Inmaculada Madre de Dios y Madre nuestra, creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los Angeles y por toda la legión de los Santos, nos unimos a ellos para alabar al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte nuestro devoción y nuestro amor!.
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO
Al terminar el Siglo XII y a principios del XIII, se manifestaron algunos herejes, llamados albigenses, que invadieron el sur de Francia, parte de España y de Italia; sus errores atacaban los Dogmas fundamentales de la fe, de la moral cristiana y minaban las bases de la sociedad civil y constituían una amenaza y un peligro para la Iglesia.
Santo Domingo, el ilustre santo fundador de la Orden de los Predicadores, recibió el encargo de predicar la Divina palabra a aquellos herejes, y convertirlos.
Muy devoto de María, conoció que para abatir, destruir esos errores y devolver a la Iglesia esos herejes, debía buscar la Intercesión de la Virgen Santísima.
Los infundados errores de los albigenses atacaban de modo especial los privilegios y la dignidad de esta excelsa Reina. "Predica mi rosario", le dijo la Señora, él destruirá las herejías, promoverá la virtud y atraerá sobre todos las Divinas misericordias.
Y esta celestial inspiración, por la Intercesión de María y por Ella secundada, y fecundada por la Divina gracia, triunfó de la obstinación. Santo Domingo predicó e introdujo entre los pueblos la práctica del Rosario y los que estaban en el error lo abandonaron y se convirtieron y desde aquel tiempo esta devoción se practica hasta nuestros días. Tal es la historia del Rosario de María.
• La oración es la fuerza del débil: el Evangelio nos revela esta casi divina debilidad que no resiste a la oración del hombre. Dice el escrito de un autor "La oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios".
• La oración es el consuelo del alma
• La oración es la grandeza del hombre, porque eleva la mente y el corazón a metas infinitas, hasta los profundos abismos de la vida Divina.
Cuan grande es el valor y la excelencia de la oración tanto vocal como mental Pero este valor y excelencia se acrecientan en el Santo Rosario, porque éste asocia y une la oración vocal y la mental Como oración vocal, el Rosario pone en los labios lo mas grande, noble y eficaz que nos enseñaron Jesús y la Iglesia: como oración mental ofrece a la mente y al corazón lo que nuestra religion contiene de más sublime y conmovedor.
La oración dominical (el Padre Nuestro) y la salutación angelica (el Ave Mania) forman la oración vocal del Santo Rosario: los Misterios de !a vida - pasión - muerte y de la Gloria de Cristo, constituyen la oración mental.
--- El Padre Nuestro, enseñado por el mismo Jesucristo, es la oración mas perfecta, sublime y sencilla a la vez: todo lo que el cristiano puede y debe pedir a Dios está expresado en él.
En la primera parte pedimos la gloria de Dios, último fin de todas las cosas en su conocimiento, en la exaltación de su santo nombre y en el advenimiento de su Reino pedimos el reino de la gracia en las almas, el reino de la Iglesia en el mundo y el reino de la gloria en el cielo.
En la segunda parte imploramos gracias para nosotros que Dios nos conceda los bienes necesarios y en su misericordia, nos libre de los males especialmente del mas grande de todos los males EL PECADO.
--- En el Ave Maria, le recordamos a Ella la plenitud de la gracia que Dios le otorgó; la sobrehumana dignidad a la cual fue exaltada; las virtudes que le merecieron tan excelsos honores; el inefable elogio que Dios hizo de Ella por medio del Arcángel Gabriel y las felicitaciones de su prima.
Pasamos luego a rogarle a Ella que interponga ante Dios sus omnipotentes (omnipotencia suplicante. San Bernardo) oraciones para nuestro bien en todos los momentos de nuestra vida y sobre todo en el decisivo instante de la muerte.
Veamos ahora la excelencia del Santo Rosario considerado como oración mental.
• El Rosario es un catecismo que nos recuerda los Misterios principales de nuestra Religión; ofrece a nuestra consideración la vida de Jesús y la de su santa Madre.
• Cuando recemos el Santo Rosario, pongámonos en la presencia de Dios y mientras la boca va repitiendo las oraciones vocales trasladémonos con el pensamiento, por ejemplo a Nazaret y consideremos la humildad de la Virgen que al anunciarle el Angel la divina maternidad responde: "he aquí la esclava del Señor" ... y así considerar cada uno de los Misterios.
Los Misterios Gozosos enseñan el valor de las humillaciones ofrecidas a Dios, de las renuncias, de la sujeción a la voluntad de Dios.
Los Dolorosos nos recuerdan que la vida cristiana está llena de sufrimiento y de dolor, de tentaciones y de pruebas.
Los Gloriosos alimentan nuestro valor en la lucha y en la esperanza de seguir a Jesús en el triunfo y en la Gloria.
El Santo Rosario es fuente de gracias espirituales para las personas y para los hogares. Bienaventuradas aquellas familias que tienen la piadosa costumbre de rezarlo en común.
--- El Gloria (al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, etc.) que se reza entre cada una de las decenas del Rosario es una oración de alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad que también se debe meditar.
Los que no saben meditar basta que recen con exactitud y devoción los Padre Nuestro, las Ave María y los Gloria. Los que son capaces de meditar, procuren acompañar con la mente y el corazón los Misterios, esto es, los hechos, las acciones y las palabras de Jesucristo y de María para alcanzar luces de Fe y buenos propósitos de virtud.
¡Virgen bendita! Poderoso auxilio de los cristianos, te suplicamos enciendas en nuestra mente y en nuestro corazón el amor hacia la prodigiosa oración del Santo Rosario, que podamos rezarlo en la forma más grata a Dios, la más honrosa para Ti y la de más fruto para nuestras almas.
REINA DE LA PAZ
Ardía la guerra mundial, el odio y los estragos se extendían a todas las Naciones; los campos de concentración llenos de fugitivos, de prisioneros, de confinados; las familias deshechas; los hogares abandonados; la loca carrera de la muerte sembraba innumerables víctimas en los campos de batalla y en los hospitales y despedazaba los corazones de millones de esposas, de madres, de hijos, de novias y de amigos; el espectro del hambre; el espectáculo de las inmensas ruinas sembradas por la guerra; las terribles incógnitas del mañana, mantenían en angustia a todos los corazones, que cada día exploraban el futuro obstinadamente obscuro y amenazador.
En esas circunstancias, el Papa Benedicto XV, el 30 de Noviembre de 1915, concedió facultad a los obispos para añadir a las Letanías Lauretanas, la Invocación "Reina de la Paz, ruega por nosotros".
Veamos el sentido de esta Invocación:
La paz, la más noble aspiración del corazón humano, es, según San Agustín, la tranquilidad del orden. La paz es la constante serenidad del ambiente moral que hace que la vida sea tranquila y fecunda. En este ambiente todo prospera y crece.
El Divino Redentor quiso que toda su vida discurriera entre dos mensajes de PAZ: la cantaron los Angeles en Belén y la anunció El mismo a los Apóstoles el día de su Resurrección: "La Paz sea con vosotros".
De dos clases de paz puede gozar el hombre: la externa y la interna.
a) La paz externa consiste en la tranquilidad del orden externo, en las amistosas relaciones de los hombres entre sí, cuando son excluidas las disensiones, las contiendas, las disputas y las guerras.
Esta paz funde en armonía de intentos y de vida la pequeña y la gran sociedad.
Todos los hombres creados a imagen y semejanza de Dios estamos en la tierra para amarnos, no para oprimirnos y matarnos. Todos nos dirigimos a la Patria común: el Cielo. Jesucristo nos unió con el vínculo de la paz y fraternidad que no tiene fronteras cuando dijo: "sois todos hermanos". Pero se ha roto este vínculo sagrado, su historia es una serie de guerras fratricidas. Y la guerra constituye siempre una amenaza que pesa tanto más terriblemente cuanto más poderosos son los medios de destrucción. Esta paz pedimos a Dios por medio de la Virgen María.
h) La paz interior, que es el germen y la condición de la paz exterior, consiste en la posesión de la Gracia santificarte, de la vida sobrenatural. Este tesoro inestimable que Jesucristo nos mereció al precio de SU SANGRE nos hace hijos de Dios (en el Hijo). herederos del cielo ... de la felicidad eterna.
El espíritu de Jesucristo y del Evangelio debe vivificar, no solo a cada una de las almas, sino a toda la sociedad de los hijos de Dios y también todas las funciones del cuerpo social.
El Evangelio tiene una respuesta Divina para todos los problemas, no solo para aquellos que reflejan las relaciones del hombre con Dios y la consecución del último fin, sino aún para los que se refieren a la vida temporal de la sociedad humana.
Esta paz externa e interna, es la que imploramos a María con la invocación Reina de la Paz. Y, nótese que no la llamamos amiga o madre de la paz, sino que la llamamos Reina, porque Ella ha Poseído la paz en grado sumo, en una medida verdaderamente regia.
La paz interna, porqué desde el primer instante de su existencia Ella estuvo llena dé gracia y fue elegida para engendrar en su serio al Principe dé Paz. Maria es él gozo y el modelo de toda familia humana.
La paz externa. porqué Ella al pie de la Cruz abrazó con caridad maternal a todos los hombres, mostrando especial predilección y misericordia para los pecadores.
La llamamos Reina de la Paz para significar su poder ante Dios. Ella poseía en grado sumo la tranquilidad en el orden.
Sólo cuando sé ha quitado la causa de todo mal. que es el pecado, podernos vivir la paz estable, perfecta y duradera: paz en la familia que es la primera célula dé la sociedad: paz en la Patria, entre las Naciones, en el mundo entero: paz en la sociedad civil y paz en la Iglesia para qué los dos poderes, el civil y el religioso, conduzcan a los hombres a la prosperidad temporal y a la felicidad eterna
Como todas las cosas hermosas y buenas, la paz es fruto del sacrificio. por consiguiente la paz nace de la mortificación que frena el orgullo y el egoísmo y la Paz tiene su origen en la CARIDAD proclamada por Jesús Crucificado y que se debe tener con todos los demás, aun con los enemigos .. caridad que hace orar aun por los verdugos
Maria Santísima es siempre la benigna ESTRELLA que dirige las almas descarriadas en la inmensidad del mar hacía el puerto de salvacíon: la estrella qué aun en la noche más profunda del odio, señala el camino a los navegantes la estrella mensajera del día qué nos trae la luz, preludio del eterno día en qué las almas descansaran en paz
Hoy en él mundo no hay paz. y es porque la busca donde no la hay, porqué ha olvidado las palabras de Jesucristo: "Os dejo la paz" "Os doy mi paz, no como la da él mundo". (Juan 14.27).
¡Virgen Santísima Reina de la paz, acoge benignamente nuestra oración. Inspira pensamientos de paz a los que gobiernan, y haz que la justicia y la caridad florezcan en las almas, en las familias y en la sociedad.
CORDERO DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO -
PERDÓNANOS, SEÑOR -- ESCÚCHANOS, SEÑOR --- TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS.
La Iglesia cierra las Letanías de la Virgen, como las ha comenzado, esto es, invocando a Dios que es la fuente de toda gracia, principio y último fin de todas las cosas.
La Iglesia nos enseña a invocar a Dios hecho Hombre, Jesucristo, bajo la figura y el nombre de CORDERO, símbolo con el cual el Redentor se presentó al mundo. Ya el Profeta Isaías veía en Cristo al Cordero manso que se dejaría inmolar por los pecados de los hombres, sin un gemido, sin un lamento.
"Como cordero será conducido al matadero" ...
El cordero es despreciado por su corto entendimiento, ¿cómo puede en este punto representar a nuestro Señor Jesucristo, Sabiduría del Padre?. El escogió este símbolo para enseñarnos la humildad y manifestarnos el amor que siente por nosotros. El amor que Jesús nos tuvo fue tal que ocultó su Sabiduría y ciencia Divinas; por esto quiso ser representado por el cordero.
San Juan Bautista queriendo dar a conocer el oficio principal y la característica del Mesías, lo señala con las palabras: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29)
San Pedro nos dice de que modo y a que precio, borró Jesús el pecado del mundo: "Habéis sido rescatados con la Sangre preciosa de Jesucristo" (1ª Pedro 1: 18.20)
Esta Sangre de valor Infinito añade San Pablo, Cristo la derramó y nosotros fuimos redimidos y (1. S.J. 2:2) " ... se hizo propiciación por nuestros pecados ... y por todos los del mundo ..." El aplica sus méritos por medio de la Iglesia ... de los Sacramentos ... el Sacrificio de la Misa ... y las indulgencias.
PERDÓNANOS, SEÑOR.-
Perdónanos nuestros pecados. ¿Cómo podríamos esperar el perdón si el Cordero Divino no nos lo hubiese alcanzado, merecido y conquistado?
El pecado mortal es un desprecio a la autoridad y a la Majestad de Dios, es un exceso de ingratitud a los beneficios divinos y es ingratitud también a los beneficios de la gracia, al perdón de las culpas pasadas, al amor Infinito y Misericordioso de Dios y al amor maternal de María Santísima.
Para llenar el abismo del pecado se requería el mérito y las satisfacciones del Cordero de Dios. No puede ser sino obra de Dios. Sólo El puede perdonar los pecados.
Esta invocación encierra una lección práctica muy importante para nosotros, pues parece decirnos: ¿Quieres tú la gracia del perdón? Nada mejor puedes hacer que volverte suplicante al Cordero de Dios, pero recuerda al mismo tiempo que tú debes ser cordero también, manso y clemente, que por el ejemplo de Cristo y por su amor debes perdonar y olvidar las ofensas recibidas, sólo así podrás obtener el perdón.
El Cordero de Dios perdona nada más a los corderos.
ESCÚCHANOS, SEÑOR.
Con la súplica a Jesucristo para que nos escuche, pedimos a Dios que nos otorgue todas aquellas gracias que necesitamos, todos los bienes que El nos enseñó a pedir en el Padre Nuestro ... la perseverancia final, gracia decisiva sin la cual todas las demás son inútiles.
Se añade SEÑOR, para hacernos comprender la grandeza de Aquel que nos concede el perdón y se complace en oír nuestras oraciones y peticiones y para agradecerle tantos beneficios recibidos.
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
La última palabra que en esta Letanía nos pone la Iglesia es la misma con la que quiso que comenzáramos.