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lunes, 29 de febrero de 2016

SABIDURÍA



Sabiduría...


Te sorprenderá lo que sucede si oras.
El Señor dice: 
"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, 
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente 
y sin reproche, y le será dada. 
Pero pida con fe, no dudando nada; 
porque el que duda es semejante a la onda del mar. 
No piense, pues, quien tal haga, 
que recibirá cosa alguna del Señor" (Stg.1:5-7) 
Si te falta sabiduría, simplemente pídesela al Señor. 
Desde luego que siempre nos hace falta sabiduría, 
así que pidámosla siempre al Señor.

Puedes orar y recibir una respuesta inmediatamente, 
pero si te apoyas en tu propio entendimiento 
y en tu propia sabiduría, 
es muy probable que cometas algún error lamentable. 
Si dependes sólo de tus propias fuerzas, 
tu propio talento, tu propia sabiduría, 
tu propio orgullo y tus propios conocimientos,
todo lo que hagas se desvanecerá.
Pero si te apoyas en el Señor, 
y lo "reconoces en todos tus caminos, 
Él enderezará tus veredas." (Pro.3:6)

Por muy pequeño que seas, 
siempre hay un Dios muy grande dispuesto a ayudarte,
quien es lo bastante grande como para hacer la tarea, 
por decir lo menos. 
De modo que, pídele ayuda al Señor...
Apóyate en el Señor, mira al Señor.
No te fíes de tu talento.
Dios es más talentoso que tú. 
Es más grande de lo que tú jamás podrías llegar a ser. 
Pero si Él te inspira y te guía, 
cualquier cosa que hagas será lo mejor... 

CORAZÓN CONTEMPLATIVO


Corazón Contemplativo
El Magníficat es un ejemplo precioso del corazón contemplativo de María. María es la perfecta orante por la riqueza de su corazón y de sus palabras.


Por: Fernando Tamayo, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes y Valores 




Uno de los paisajes interiores más bellos y profundos de María nos lo ofrece su corazón contemplativo. Esta dimensión orante de la Virgen es la que explica la riqueza de su corazón y de sus palabras. María es la perfecta orante. Un ejemplo precioso podemos descubrirlo en el Magníficat.

El Catecismo de la Iglesia Católica presenta así de modo sintético el Magníficat reconociendo en él no sólo la voz del corazón contemplativo de María, sino también el cántico que hace suyo la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios:

El cántico de María (cf Lc 1, 46-55) es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, cántico de la Hija de Sión y del nuevo Pueblo de Dios, cántico de acción de gracias por la plenitud de gracias derramadas en la Economía de la salvación, cántico de los “pobres” cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros padres “en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. (C.I.C. 2619)

En María se hace verdad el proverbio evangélico: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Su corazón contemplativo era un fruto de la soledad que ella cultivaba y que Dios habitaba y fecundaba. En ese sagrario de su persona, donde ella se encontraba sola con Dios, sola ante Dios, sola para Dios, veía de modo más claro y certero la acción del Señor, a las personas que intervenían en su existencia, las situaciones que debía afrontar, las decisiones que tomaba. Y en el tesoro de su corazón comprende mejor por dónde la lleva Dios. Y de ese mismo tesoro ella extrae las diversas notas de este canto, síntesis de lo mejor de la religiosidad del pueblo judío.

El centro de su contemplación es Dios, el Dios del Antiguo Testamento. Todo lo mira e intenta comprenderlo a la luz del amor de Dios. Y lo que no comprende no la inquieta. Sabe, como nos enseña san Agustín, que lo que no entendemos de la Sagrada Escritura sencillamente encierra amor de Dios.

El corazón contemplativo de María apunta a la persona misma de Dios. Lo descubre en la vida de Israel como Señor y Salvador (Lc 1, 46-47), el Poderoso (v. 49). Y encuentra en estos nombres de Dios una clave segura para ir descubriendo el rostro misterioso e inagotable del Creador de cielos y tierra.

Apunta también a las palabras de Dios. Allí resuenan en su mente las distintas páginas del Antiguo Testamento y de modo particular algunas que aparecen en su cántico de alabanza: “ha puesto los ojos en la humildad de su esclava” (cf 1 S 2, 1), “su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen” (Sl 103, 17), “acogió a Israel su siervo” (cf Is 41, 8-9).

Y contempla asimismo las acciones de Dios. Cada página del Antiguo Testamento, escuchada en la sinagoga y meditada en su corazón, contiene un rico legado del Señor de la vida y de la historia. El Magníficat nos manifiesta que María conoce la elección del pueblo en Abrahán, las páginas sobresalientes de la historia de su pueblo protegido por el Señor, las profecías de Isaías y de Daniel, la riqueza espiritual encerrada en los Salmos y en otros libros sapienciales. De entre todo este arsenal espiritual María destaca en este cántico sobre todo dos acciones del Señor: Dios derriba a los soberbios y enaltece a los humildes (v. 52, cf Jb 12, 19), el Señor elige y favorece de modo especial a Israel desde su orden a Abrahán (vv. 54-55, cf Gn 12, 3).

Jean Guitton comenta así el Magníficat y encuentra en él una ley interior de la historia universal que haremos bien en reconocer e interiorizar:

La Virgen (...) bosqueja en su Cántico una historia universal. Si la palabra no fuera demasiado grave, habría que decir que nos da, de un golpe, su filosofía de la historia. Es la historia de Dios en el mundo, pero es también su historia en Dios. Tiene el sentimiento de esa corriente que parte de Abrahán; que fluye, no se sabe de dónde, eterna. Conoce su ley secreta y simple, tal como pueden entenderla los más pequeños y comprobarla en cada época, y que está contenida en esta fórmula: Dios humilla a los poderosos y ensalza a los humildes. Esta ley interior de la historia universal es bien diferente de la ley exterior, la que describimos en nuestros libros, en los que se ve a las potencias crecer y no sucumbir sino para sucederse. Sin embargo, es la ley de verdad y el verdadero reverso, el envés del tejido de la historia. Es la ley que Jesús proclamará no en una fórmula, sino en las siete bienaventuranzas, desarrollando un pensamiento escondido en el seno de su madre y que le inspiró. (GUITTON J., La Virgen María, Madrid 1952, pp. 111 – 112).

Esta contemplación de Dios suscita unos afectos en el corazón de María. En primer lugar la admiración por las obras del Señor. Todo el cántico es una manifestación sentida de esta sincera admiración del corazón de María. Y es un afecto que lleva tan a pecho, que en esa ocasión sale al exterior en los distintos versículos de este cántico. Es la admiración de una criatura sencilla, humilde, que reconoce la grandeza del poder de Dios manifestado en la historia de Israel y en su acción divina.

También resalta otro afecto importante: la alabanza. Un corazón contemplativo alaba la sabiduría y la bondad del amor de Dios. El primer verbo del cántico es una formulación decidida de la voluntad de alabanza del corazón de María al constatar una vez más la sabiduría de las obras del Señor en los labios de su prima Isabel. En efecto, sin comentárselo antes María, ya sabe Isabel que se halla ante “la madre de su Señor” (Lc 1, 43). Y todo el cántico está permeado de acciones que, mencionadas en este contexto, son todas alabanzas de María al Dios que se ha dignado elegirla para la misión que acaba de proponerle.

El corazón contemplativo de María manifiesta otro aspecto de su alma al contacto con la palabra y la acción de Dios: la asimilación. María ha asimilado en su meditación de la Sagrada Escritura las actitudes espirituales, las preferencias y los métodos del Señor. Destaca, sobre todo, la fidelidad de Dios, su relación de Dios con el soberbio y con el humilde y la elección de Israel. Y en esta línea procura vivir y actuar según estos criterios divinos ella, la humilde esclava del Señor.

Un ulterior aspecto que resalta en el corazón contemplativo de María en este pasaje tiene que ver con una dimensión práctica de la contemplación: la difusión de este mensaje, la difusión de las obras de Dios en la historia sagrada de su pueblo. Se trata de una difusión convencida, serena, oportuna. Y de emplear las palabras, el testimonio y, cuando sea conveniente, también el apoyo y el consejo.

Por ello, en una circunstancia como es este saludo entre las dos primas, María no tiene reparo en manifestar algo de la riqueza que ella vive como don especial del Señor a su alma. E Isabel reconocerá sin envidia y con alegría desde ahora más la hondura de alma de su prima, elegida para ser “la madre de su Señor” (Lc 1, 43).

Este corazón contemplativo es inimaginable en María sin una estima y un cultivo del silencio interior y exterior. Las pocas palabras que pronuncia en los evangelios y las actitudes que refleja en los distintos pasajes nos dan una idea del ambiente interior de profundidad espiritual en que se desarrollaba su existencia. Gracias a esto le es tan fácil escuchar a Dios, contemplar sus obras en la historia y en la vida de las personas, conservar en el corazón las acciones de Dios, obrar con sencillez y pureza de intención, y hablar de un modo tan centrado y tan rico cuando ve que es lo que corresponde.

María vivía a fondo las recomendaciones que, sobre el silencio, haría muchos siglos después la beata Madre Teresa cuando escribía:

Me gusta insistir en la recomendación del silencio.
El silencio de la lengua nos enseñará a hablar con Dios.
El silencio de los ojos nos enseñará a ver a Dios.
Nuestros ojos son como dos ventanas por las cuales puede entrar o Cristo o el mundo.
A veces necesitamos coraje para mantenerlos cerrados.
Mantengamos el silencio del corazón.
Como la Virgen, que todo lo conservaba en su corazón. (MANGLANO J.P. – DE CASTRO P., Orar con Teresa de Calcuta, Desclée de Brower, Bilbao 2004, 4ª, pp. 129-130).

De este pasaje el corazón contemplativo de María sale más resuelto para aceptar su misión, esa parte de la acción de Dios en la historia que el Señor le ha propuesto y en la que ella debe intervenir como humilde esclava. Y este pasaje no la vuelve vanidosa, sino le sirve para revestirse de una humildad más profunda que se manifiesta en el servicio amoroso y prolongado a su prima. Y es que la humildad abre el corazón a Dios para que él penetre en el alma y la vida de las personas. Él llama, la humildad abre la puerta del corazón y Dios obra sus maravillas.

Una reflexión práctica final. Contemplando este rayo del corazón de María puede venirnos la fácil y equivocada idea de que María alcanzó un alto nivel de contemplación y unión con Dios por ser Madre de Jesús. Y podemos -inducidos por la comodidad y por una falsa humildad- aceptar tranquilamente ese error.

Para refutarlo nos ayuda el siguiente texto de san Juan de la Cruz. Su mensaje central es que Dios quiere elevar a muchas almas a los más altos grados de contemplación, pero pocas se prestan a la difícil tarea de purificación que se exige:

Y aquí nos conviene notar la causa por que hay tan pocos que lleguen a tan alto estado de perfección de unión con Dios... No es porque Dios quiera que haya pocos de estos espíritus levantados, que antes querría que todos fuesen perfectos, sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos, de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor desconsuelo y mortificación... y así no va ya adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra por la labor de la mortificación, para la cual era menester mayor constancia y fortaleza que ellos muestran...( S. JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, 2, 27).

sábado, 27 de febrero de 2016

MARÍA ES UNA MUJER CON EL CORAZÓN EN EL CIELO


María es una mujer con el corazón en el cielo
La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos.


Por: Juan J. Ferrán, L.C. | Fuente: Catholic.net 




María es una mujer alegre. La alegría es la virtud de los resucitados, de los que tienen a Dios, de los que han puesto su corazón en el cielo. Vemos esta alegría en María Magdalena cuando descubre al Resucitado, en los discípulos de Emaús cuando reconocen a Cristo en la fracción del pan, en los apóstoles cuando Cristo resucitado se les presenta en el Cenáculo.

La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos que ya vivimos de alguna forma nuestra fe en la resurrección. Por el contrario, la tristeza, como vivencia habitual y permanente, no entra nunca, pase lo que pase, en la vida de quien cree en Cristo.

María es una mujer con el corazón en el cielo. María veía todo a través del cielo. ¿Qué importancia tenían el sufrimiento, las carencias, las luchas, los sacrificios, los esfuerzos, las renuncias, los momentos difíciles, cuando todo eso se ve desde el cielo? Ninguna. Todo es parte de ese camino hacia el cielo, ese camino estrecho que tanto asusta al ser humano, que conduce a Dios. Ella ha sido nuestra precursora en este camino, dándonos ejemplo. Sigamos a María en esta vida que sin duda es para todos "un valle de lágrimas", pero tengamos siempre el corazón arriba, junto a Dios, con espíritu de resucitados.

Dios nos ha dado a María como Madre, Abogada, Intercesora, Mediadora, Amiga y Compañera. En la espiritualidad cristiana debe haber un gran sitio para María en el corazón de cada cristiano. De lo contrario nuestra espiritualidad estaría incompleta, sería muy pobre. Podríamos proponer algunos caminos o medios de espiritualidad mariana para nuestro corazón de cristianos.

El amor tierno y filial a María. María debe convertirse en la vida de un cristiano en objeto de ternura, de cariño, de afecto. A María hay que quererla como se quiere a una madre. Lejos de nuestra espiritualidad una actitud seca, austera, distante, fría hacia quien nos ama tanto, hacia quien aboga tanto por nosotros ante Dios, ante quien tanto nos cuida, ante quien vigila nuestros pasos para que no caigamos en el mal. De ahí la necesidad de tener con María momentos de encuentro, diálogos cordiales, intimidad y confianza. No puede pasar un día en nuestra vida que no nos dirijamos a Ella con la sencillez de un niño a contarle a nuestra Madre del Cielo nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestros planes.


Pero la devoción a María no debe quedarse sólo en un afecto y amor, porque entonces se empobrecería. Debe convertirse en imitación de sus virtudes. Para nosotros María es la obra perfecta de Dios y en Ella resaltan con luz muy especial todos aquellos aspectos de una vida que agradan a Dios. Aunque nunca seremos tan perfectos como Ella, sin embargo podemos seguir sus pasos para llegar a Cristo a través de María. Su mayor deseo es que amemos a su Hijo, que seamos como Él, que vivamos su Evangelio. ¡Qué María sea nuestra guía en este camino!

Y no olvidemos esas formas de oración particular centradas en María como pueden ser el Santo Rosario. Una devoción que hay que llegar a gustar y gozar, metiendo el corazón en cada Avemaría, en cada invocación, en cada recuerdo de María. En casa en familia, ante el Santísimo, en los viajes, el rosario debe ser nuestro acompañante.

jueves, 25 de febrero de 2016

BENDITA SEA TU PUREZA - ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!

CONSEJOS DE UN PADRE A SU HIJO PARA VIVIR FELIZ


CONSEJOS DE UN PADRE A
 SU HIJO PARA VIVIR FELIZ




Jackson Brown no es un gran pensador, ni un Nóbel de literatura. Es sólo un hombre común, un padre preocupado por la felicidad de su hijo que quiso escribir estos simples  'consejos', al momento que éste se iría a estudiar a la Universidad, lejos de su casa. Su hijo decidió fotocopiarlos y los distribuyó entre sus compañeros de estudio. Tuvieron tanto éxito, que una editorial le pidió autorización a Brown para editar un libro con ellos. Poco tiempo después, ampliado bajo el título 'Vivir Feliz', se convirtió en un Best Seller que lleva decenas de ediciones y millones de ejemplares traducidos a varios idiomas. 

Observa el amanecer por lo menos una vez al año. 

Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos. 

Ten un buen equipo de música. 

Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa. 

Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra. 

Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa. 

Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución. 

Conduce automóviles que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa. 

Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. 

No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe. 

Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza). 

Anímate a presentarte a alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal; todavía no nos han presentado. 

Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir. 

Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado. 

Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen. 

Encomienda tus tareas y decisiones diariamente al Espíritu Santo

Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo. 

Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades. 

Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro. 

No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios. 

Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir). 

Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno. 

Confía en Dios, pero cierra tu automóvil con llave. 

Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'. 

Nunca confundas riqueza con éxito. 

No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos. 

No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices 

Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios. 

Haz dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos. 

Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes. 

No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta. 

No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene. 

Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él. 

No confundas comfort con felicidad. 

Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal. 

Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca). 

Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos. 

Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos. 

El amigo que nunca falla es Jesús. Confía siempre en Él y rézale todos los días.

Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento. 

Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres. 

Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles. 

'La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo... simplemente disfruta al máximo de todo lo que Dios pone en su camino' 

martes, 23 de febrero de 2016

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Oración a la Virgen
Emma-Margarita R. A.-Valdés
 



 
Virgencita mía,
mi amiga del cielo, 
mi Madre adorada,
mi dulce consuelo.

Hoy, como otros días,
te llamo y te ruego
perdones mis faltas,
perdones mis miedos,
el olvido ingrato
de favores viejos,
y mi frialdad...
¡es débil el cuerpo!

Hoy, como otros días,
acudo a tu encuentro,
sabes lo que sufro,
sabes lo que siento,
y si no conviene
cumplir mi deseo
puedes, Virgencita,
mitigar mi duelo.
Yo me acerco a ti,
de quien todo espero,
porque eres mi reina
mi Madre en el cielo.

Y hoy, como otros días,
tu abrazo está abierto,
yo siempre rogando,
siempre recibiendo
de tu caridad...
sin seguir tu ejemplo,
¡perdón, Virgencita,
por mi atrevimiento!.

Sé que tú me amas,
tú sabes te quiero,
y espero de ti,
por tu amor sincero,
ese amor que dio
a tu hijo en precio,
atiendas mis súplicas,
escuches mis ruegos,
y nos des la paz
y al final el cielo.

miércoles, 17 de febrero de 2016

MADRE..


Madre


 
Estaba sola, a sus tiernos 17 años ya era madre de un niño pequeño y llevaba otro en el vientre. Perdió a su madre, ella no sabía oficio alguno, y ¿quién la iba a emplear con un niño pequeño y otro en el vientre? Qué difícil es conseguir el pan cuando se es joven y desamparada. Su niño le pedía comida y ella se desgarraba en su dolor. 

Aquella tarde con su gran barriga fue a la iglesia, la enorme panza le hizo difícil hincarse pero una vez de rodillas, lloró con profunda tristeza, luego miró el cristo crucificado y le dijo (pensando en el hambre de su niño, y en su propia hambre): 

- Padre, yo no quisiera, pero en cuanto este niño nazca ya decidí lo que haré, mientras tanto pediré limosna si es necesario. 

Y en verdad, hubo días que no tuvo que hacer, otros en cambio lavaba ropa ajena, limpiaba los vidrios de los carros, cualquier cosa y cuando su niña nació, una esquina oscura fue el testigo fiel de una más que se dedicó al más antiguo de los oficios. Al principio fue difícil, pero sus hijos necesitaban muchas cosas. Y así, con mucha humildad pero mucho amor, les dio siempre lo necesario, aún a costa de su propio sacrificio. 

Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella orgullosa de verlos ya casi profesionales, pensó en que había llegado el tiempo de descansar. Aún era joven, pero la vida que llevaba la había envejecido, y estaba enferma de tanto sufrir. Pero un día, una mala lengua, de esas que no sienten vergüenza de clavar en los demás el dolor de sus puñales malintencionados, le contó un día a la joven el pasado de su madre. Esa noche, cuando volvía cansada a casa, y las gruesas gotas de una tormenta caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo: 

- ¡Vete no quiero verte, hoy supe que eres una prostituta, vete porque no eres digna del amor de tus hijos, me das asco! 

Ella no supo que responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no sería agradable. Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que certero se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor derramando en su rostro, un copioso llanto. 

Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada en la cuneta, varias cuadras lejos de su casa. De pronto, un cálida sábana le cubrió la espalda y al volver, vio al mayor de sus hijos:

- Madre, toda la noche te he buscado, ven, volvamos a casa. 
- No -le dijo-, tu hermana me desprecia, no sé si tú ya lo sepas. 
- ¿Saber qué? Yo sólo sé que te quiero mucho, nada que venga de ti me avergüenza. Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos. 

Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la angustiada mirada de su madre:

- ¡Que se vaya! ¿no ves que es una cualquiera?, ¿no te da pena su oficio?. A mí me da vergüenza que mis amigos sepan lo que ella es, y ya poco me falta para ser una profesional. 

- Pues vete con tus amigos que yo me quedaré a cuidarla. Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo y de las noches que veló junto a nuestra cama cuando estábamos enfermos. Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó, pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dio, ¿o es que alguna vez te faltó algo?. Yo sólo sé, que lo que soy se lo debo a ella. Si tú la desprecias, pues vete que yo la amaré por los dos. Y así fue.

Los días y las noches de un largo año pasaron, y aquella muchacha que con ímpetu de conquistador salió de su casa segura de sí misma, nunca se graduó, pero en cambio encontró el amor. El amor traidor de un hombre que después de burlarse de ella aprovechándose de su  inexperiencia, la abandonó, -como un día otro cobarde abandonara a su madre- dejándola con un hijo en el vientre, sola como aquella a la  que tan duramente había criticado, con hambre también, y peor aún porque el remordimiento de la crueldad con su madre la atormentaba  tanto, que había envejecido rápidamente. Por hambre y por remordimiento volvió al hogar. 

Entró a la casa (de la que aún conservaba las llaves), su hermano sentado en el comedor la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches sino amor. 

- Vengo -le dijo-, a pedirles perdón a ti y a mi madre, a quien tanto hice sufrir. 

El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo: 

- Sígueme.

La joven lo siguió varias calles hasta llegar a un cementerio, y ahí entre las primeras tumbas de la entrada, blanca se erguía la tumba de su madre. 

- ¡¡¡Nooo!!! Gritó espantosamente, porque se le desgarró el alma, y llorando se echó sobre la tumba, besó la tierra y arañando el cemento pedía perdón. ¿Por qué?, se preguntaba, ¿por qué no pude ver a mi madrecita por última vez?, ¿por qué no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente, velar su cuerpo? ¿por qué te fuiste madrecita sin yo decirte mi último adiós? Allí postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida. 

El hermano, que a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo: 

- ¿Sabes? hasta en el último momento te llamó, aquella noche de lluvia le hizo daño, le dio pulmonía. Pero no llores, ella nos ha 
perdonado a los dos, yo también fui culpable por no perdonarte, no te busqué aunque ella me lo suplicó muchas veces, y la dejé consumirse 
de tristeza. Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo, y me pidió que si volvías te recibiera con los brazos abiertos, como ella lo hubiera hecho, y que de ahí en adelante fuéramos unidos y nos amáramos como siempre nos enseñó. 

Los hermanos se retiraron lentamente, y no pudieron escuchar que en la brisa suave que acariciaba sus frentes su madre les bendijo por última vez. 

La madre no es buena ni mala: es madre. No nos toca a nosotros como hijos juzgar sus actos, porque es la propia vida la que con profundas heridas nos cobra el dolor que le hayamos causado. No olvidemos que después de Dios, sólo tenemos el amor de nuestra madre. 

Si aún conservas a tu madre, venérala como un ángel, y si ella te lastima perdónala, pero jamás la señales, jamás la ofendas, jamás la desprecies, ni te avergüences, porque el llanto de remordimiento que has de llorar, ese es en verdad el llanto más amargo.