Páginas

miércoles, 18 de mayo de 2016

DIOS TE SALVE!!


LA SALVE

Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos,
gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues,
Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
D- Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
T- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

MAYO, MES DE MARÍA - DÍA 18 - TRONO DE SABIDURÍA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA


MAYO, MES DE MARÍA
Décimo octavo día: Explicación de las letanías


Sedes sapientiae

Trono de sabiduría. María mostró, a todo lo largo de su vida un espíritu de sabiduría perfecta, porque representándonos en el momento en que el arcángel le anunció el misterio de la Encarnación ¿no percibimos una sublime sabiduría en el diálogo que sostuvo? La veremos en presencia del ángel ella, tímida por castidad como obediente por humildad, tan discreta en sus preguntas como sabia en sus respuestas. Finalmente, no descubriremos sino las huellas de una sabiduría admirable y consumada en todas sus acciones y palabras. Ella cargó en sus brazos la sabiduría substancial, al Verbo Encarnado.


Causa nostrae laetitiae

Causa de nuestra alegría. Fue en nuestra Redención, en la que cooperó María, que la Iglesia sacó el motivo para saludarla como la verdadera causa de nuestra alegría. En efecto, considerando la naturaleza humana caída por el pecado del estado primitivo de su creación, y a todos los hombres sometidos a la esclavitud del demonio y de la muerte; luego viendo viéndola restablecida en sus derechos por la Encarnación de Jesucristo, y a los hombres de esclavos del demonio, convertidos en hijos de Dios, ¿no se reconoce que María (le quien nació el Mediador que reconcilió a los hombres con Dios) que María nos procuró el más grande honor, y que debe ser, por consecuencia, la causa de nuestra mayor alegría?.

Ejemplo

El año 1749, una mujer virtuosa fue condenada a muerte por la acusación de su marido, hecha sobre falsas conjeturas que la hicieron pasar por culpable de infidelidad, siendo ella inocente. Recurrió a la gran Consoladora de los afligidos; lloró a los pies de la Santísima Virgen, la invocó, le encomendó insistentemente su inocencia, su honor y su vida; y esta Madre de Gracia, que nadie invoca nunca en vano, la tomó tan bien bajo su protección, que el verdugo no llegó a quitarle la vida, La tomó por muerta, luego de realizar su trabajo, pero luego de retirarla del patíbulo, algunas horas después de la ejecución, para llevarla a enterrar, mientras era llevada a la Iglesia, no sólo dio signos de vida, sino que se levantó, se arrojo a los pies de una imagen de la Santísima Virgen, publico en voz alta que ella era su liberadora, y que se le había aparecido durante la ejecución, para aumentar sus esperanzas y quitarle sus temores. Todos aquellos que fueron testigos bendijeron a la Madre de misericordia y renovaron su confianza en su bondad.

En las aflicciones, recurramos a María, ellas nos consolará y pondrá en nuestro corazón la alegría cristiana.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

LA NIÑA QUE QUERÍA OJOS AZULES


 La niña que quería ojos azules



Emy era una linda niña de 5 años de edad. Vivía en los Estados Unidos de América, frente al mar. Su familia era muy cristiana. Ella amaba a su familia y admiraba los ojos azules de su padre, de su madre y de sus hermanos... Todos en la casa de Emy tenían ojos azules... Todos... ¡Menos Emy! El sueño de Emy era tener ojos azules como el mar. ¡Cómo deseaba Emy eso!

Un día, oyó a su profesora decir que Dios responde a todas las oraciones. Emy pasó todo el día pensando en eso. “¡Seguro que Dios me escuchará!” Y a la hora de dormir, se arrodilló al lado de su cama y oró: "Papá del Cielo… ¡Muchas gracias porque creaste el mar que es tan hermoso! Muchas gracias por mi familia y mi vida. ¡Me gusta mucho todas las cosas que hiciste! Pero... Me gustaría pedirte un favor... cuando me despierte mañana… ¡Quiero tener ojos azules como los de mi mamá! En el nombre de Jesús, amén”.

Ella tuvo mucha fe esa noche. La fe pura y verdadera de una niña. Y, al despertar, al día siguiente, corrió al espejo. Miró y… ¿Cuál era el color de sus ojos ?... Continuaban siendo color castaño muy oscuro.

Emy se entristeció y lloró. Se preguntaba: “¿Acaso Dios no me oyó? ¿Por qué no atendió lo que le pedí? ¿Acaso no me porto bien y Dios puede concedérmelo? ¿O es que mis hermanos son mejores que yo? ¿Sirve de algo rezar? Aquel día, Emy tuvo que aceptar que ese “No” era la respuesta. Y aunque al principio renegó, y no entendía, acabó por aceptarlo, confiando en Dios.

No obstante, Emy siguió rezando y era muy generosa. Por eso, años después, cuando la invitaron a ir como misionera a la India, aceptó encantada.

Ya en la India, su labor consistía en "comprar niños para Dios". Es decir, había familias muy pobres que pasaban mucha hambre, y que al no tener nada, vendían a sus hijos a otras personas que las sacrificaban en el templo. La tarea de Emy era "comprarlos", para luego salvarlos de ese sacrificio. Pero, para poder entrar en los "templos" de la India, sin ser reconocida como extranjera, debía disfrazarse de indiana. Para ello se ponía polvo de café en la piel, cubría sus cabellos, se vestía como las mujeres del lugar y entraba libremente en los locales de venta de niños sin despertar ninguna sospecha. Emy podía caminar tranquila en todo el "mercado infantil", pues aparentaba ser una indiana.

Un día, una amiga misionera la miró disfrazada y dijo: “¡Caray, Emy! Estás perfecta… ¿Ya pensaste que no sería posible disfrazarte si tuvieses ojos de azul claro como todos los de tu familia? ¡No cabe duda que servimos a un Dios inteligente que ha pensado en todo! Él te dio ojos muy oscuros, pues sabía que eso sería esencial para tu misión y poder salvar muchos niños.”

Esa amiga no sabía cuánto había llorado Emy en su infancia por no tener ojos azules... Pero Emy pudo, finalmente, entenderlo. ¡Y le dio alegremente gracias a Dios por no tener ojos azules!

La moraleja es clara: todo está en el plan de Dios. Él conoce cada oración que sale de nuestros labios, y cada lágrima que sale de nuestros ojos; Él sabe el por qué nos suceden las cosas; conoce todas nuestra necesidades y podría resolverlas... pero las responde de manera sabia, a su momento. No podemos perder la paz si no nos gusta el color de nuestros ojos o cualquier otra cualidad. Nunca podemos perder esta seguridad, solo hay que confiar plenamente en Él.