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jueves, 18 de agosto de 2016

NUNCA ME SIENTO SOLO


Nunca me siento solo
Rafael Ángel Marañón


Cuando pienso en María nunca me siento solo,
Que a su lado el doliente nunca conoce el dolo;
Tuve el alma muy fría, mas no me dejó solo, 
Y ahora voy con ella sin fin ni protocolo. 

Siento la paz del alma y sólida esperanza, 
Pues ya no hay más esfuerzo, sino divina holganza;
Sosiego sin angustia y voces de alabanza
Inmersos totalmente en la eterna alianza. 

Y para que a los sones de cítara vibrante, 
Sepamos que a los cielos seguimos adelante
Con paso aligerado y paz en el semblante, 
Pues la luz de María nos precede radiante. 

Es gozo y confianza, por que es feliz camino 
A la gruta velada, hacia el feliz destino 
De Cristo nuestra vida, abogado divino
Que sale a recibir al pobre peregrino. 

Y así todos en uno, al padre omnipotente,
Con amor sin fisuras, vestidos dignamente 
Por la sangre del hijo y su madre doliente, 
Marchamos hacia el Cielo morada permanente. 

LAS GRACIAS SIEMPRE A DIOS


Las gracias siempre a Dios
Acordémonos en cada momento de dar gracias a nuestro Padre, siempre hay cosas por las cuales debemos agradecer


Por: Orlando Carmona | Fuente: Catholic.net 




Analizando la carta Apostólica de Juan Pablo II “Mane Domiscum Domine” en el año de la Eucaristía expresa algo muy trascendental en el mundo de hoy día, dice “En nuestra cultura secularizada se respira el olvido de Dios y se cultiva la vana autosuficiencia del hombre”. Que palabras tan llenas de profundidad y realidad, y es así mayormente , hoy día  el hombre o se olvida de Dios o se acuerda de Él solamente en los momentos de angustia. Las  gracias se las damos casi siempre  a otras personas, incluso a nosotros mismos. ¡Que mal agradecido somos! Debemos estar agradecido por todo, Dios nos ama tanto que desde la Creación del mundo nos adorno el Cielo de estrellas y aves, de mares y peces y le dio al hombre todo lo que se mueve y tiene vida (Gen 9,3). Por eso acordémonos en cada momento de darle las gracias a nuestro Padre, porque tenemos los brazos abiertos cuando hay muchos que los tienen mutilados, cuando nuestros ojos pueden ver y hay quienes no pueden ver luz, cuando nuestra vos canta cuando hay tantos que enmudecen, cuando nuestras manos trabajan cuando hay quienes mendigan, cuando sonreímos cuando hay quienes odian, cuando vivimos cuando hay quienes agonizan, es decir hay infinidad de cosas por la cual debemos dar las gracias.

Les quiero contar una parábola del encuentro de Pedro el Apóstol de Jesús y un alma que recién llegaba al cielo. “Un alma  recién llegada al cielo se encontró con  San Pedro, el Santo lo llevo en un recorrido por cielo, ambos caminaron paso a paso hasta llegar a talleres grandes, llenos con  ángeles, San Pedro se detuvo en una sección y le dijo al alma “Este es la sección de recibo, aquí todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. Él alma miró  la sección y vio que estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas que llegan de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección  y San Pedro le dijo que  era la sección de empaque y entrega  en donde las gracias y bendiciones que la gente pide son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron. El alma vio cuan ocupado estaban los ángeles en esta sección. Finalmente en la esquina mas lejana se detuvieron en la ultima sección, para sorpresa del alma, solo un ángel permanecía en ella, ocioso haciendo poca cosa, era la sección de agradecimiento, sin embargo el alma le Pregunto a San Pedro  ¿como es que hay tan poco trabajo aquí? San Pedro le respondió “Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”.

¿Cómo uno le agradece las bendiciones a Dios? Pregunto el alma y San Pedro le dijo “Es simple solo tienes que decir, gracias Señor”.

SEÑOR DE LOS ÁNGELES


Señor de los Ángeles


Sabes que cuando nos reunimos para la celebración de la Misa, escuchamos la Palabra de Dios, damos gracias al Padre, renovamos la muerte y resurrección de Jesús y comemos el Pan de Vida. Por las palabras de la consagración y la fuerza del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. En su “Diario” santa Faustina narra lo que le pasó al ingresar en el hospital:

Esa noche la hermana que me asistía me dijo: ”Mañana, hermana, no tendrá la comunión porque está muy cansada, después veremos”. Eso me dolió muchísimo, pero contesté con  calma: “Está bien”. Me abandoné por completo al Señor y traté de dormir. Al amanecer hice la meditación y me preparé para la santa Comunión, aunque no recibiría a mi Jesús. Cuando ardió mi anhelo y amor por Jesús, vi de repente, junto a mi cama, a un Serafín que me dio la santa Comunión y decía: “He aquí el Señor de los Ángeles”. Al recibir a Jesús, me sumergí en el amor de Dios y en el asombro .Eso se repitió durante trece días.

Por la fe y la comunión nos unimos a Jesús para vivir por él y nos hacemos hermanos entre nosotros. Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día». Para comulgar con provecho debes tener el corazón limpio de cualquier pecado grave y prepararte con fe. El ejemplo de Santa Faustina te aliente.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: 18 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 18


No sé si conoces a Mark Twain, escritor de chispeante pluma. Escribió esta sabia observación:

“Esforcémonos en vivir de manera que cuando lleguemos  a la muerte hasta el director de la funeraria lo sienta”.
A quienes más se echa de menos cuando mueren es a aquellos que trataron sinceramente de hacer mejor al mundo durante su estancia en él, y no a aquellos que han tomado mucho de la vida y han dado poco.

Aquellos que han tratado de enriquecer al mundo en el servicio a los demás, y no tanto a los que se enriquecieron a sí mismos aun en desmedro de la misma comunidad.

Así, en esta vida los que aman a todos son amados por todos. Las personas desaparecen, pero su recuerdo grato e ingrato perdura mucho tiempo; y, sobre todo, perdurará para siempre en el corazón de Dios, que aprobará o reprobará.

“Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido” (GS 22). Ese nuevo sentido que se da a todas las cosas cuando se las mira desde el ángulo de Dios.


* P. Alfonso Milagro