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miércoles, 31 de agosto de 2016

CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ


CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ


Oh Glorioso Patriarca San José, heme aquí, postrado de rodillas ante vuestra presencia, para pediros vuestra protección.

Desde ya os elijo como a mi padre, protector y guía. Bajo vuestro amparo pongo mi cuerpo y mi alma, propiedad, vida y salud. Aceptadme como hijo vuestro. Preservadme de todos los peligros, asechanzas y lazos del enemigo. Asistidme en todo momento y ante todo en la hora de mi muerte. Amén.

BASTA UN MINUTO


Basta un minuto


El tiempo es un bien muy valioso. Pero, la verdad es que tendemos a desperdiciarlo, en vez de aprovecharlo con sabiduría y prudencia. Es evidente que no debes emplear demasiado tiempo en tareas pequeñas y, por el contrario, poco tiempo en los asuntos importantes. Es urgente y vital aprender a distinguir lo importante de lo secundario.

En un minuto uno dice el "sí" o el "no" que cambiará toda su vida. Un minuto para un apretón de manos y conquistar un nuevo amigo. Un minuto para sentir la responsabilidad pesar en los hombros, la tristeza de la derrota, la amargura de la incertidumbre, el hielo de la soledad, la ansiedad de la espera, la marca de la decepción, la alegría de la victoria... En un minuto se puede amar, buscar, compartir, perdonar, esperar, creer, vencer y ser... En un simple minuto se puede salvar una vida.

Sé prudente en armonizar el trabajo con el descanso, la vida de estudio y reflexión con la vida social, el cuidado del cuerpo y el del espíritu. Los autores clásicos tenían un proverbio muy sabio: “Nada en exceso”. Que sepas organizar tu día con sabiduría y prudencia.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 31 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 31



Las palabras de Dios pasan muchas veces sobre nosotros sin tocarnos.

Las palabras de Dios llaman con frecuencia a nuestro oído, siéndonos a menudo molestas.

Las palabras de Dios llegan al corazón para que meditemos sobre ellas.

Las palabras de Dios nos tocan como un rayo y nos hacen temblar.

Las palabras de Dios se graban en nuestra memoria como saetas en la carne y quedamos iluminados.

Las palabras de Dios nos cautivan y ya no hay resistencia.

Las palabras de Dios se adueñan de nosotros y somos transformados.

Por eso se ha podido afirmar que el bien mayor de la mente es el conocimiento de Dios; y a ese conocimiento podremos llegar únicamente escuchando, meditando y viviendo la palabra de Dios.
“Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). “El Reino de los cielos brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo. La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: quienes la oyen con fidelidad y se agregan a la pequeña grey de Cristo, esos reciben el Reino” (LG 5).


* P. Alfonso Milagro

DIOS SALE AL ENCUENTRO


Dios sale al encuentro
No es sino en lo más profundo de nuestro ser que podemos encontrar a Dios.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




Una de las más hermosas descripciones de Dios en pos de la persona es la de Francis Thompson en el poema The Hound of Heaven.
Yo huía de Él, durante las noches y durante los días;
yo huía de Él en el transcurso de los años;
yo huía de Él por las laberínticas sendas de mi propia mente;
y en medio de las lágrimas me escondía de El, lo mismo que entre la risa pasajera...

Dios sale al encuentro, y nosotros huimos, Dios está presente en todos los momentos de nuestra vida. Dios se encuentra siempre disponible para nosotros. No tenemos más que hablarle. Ahora. Hoy. Esta noche. El comprende nuestro lenguaje, nuestros temores, nuestros secretos, nuestra amargura. El no te considerará como un sentimental si le hablas afectuosamente del pasado, si eres ya viejo. No se apartará de ti aunque seas un mentiroso, un ladrón, un asesino, un hipócrita, un traidor.

Dios siempre sale al encuentro del ser humano, de la oveja perdida, del hijo que se marchó de casa. En esta historia de búsqueda y encuentro, la iniciativa y la parte más importante la lleva Él. Dios es el principal agente y el principal amante. Porque ama, se da y se entrega totalmente.
Si buscamos a Dios, más nos busca Dios a nosotros. Y el místico Abu Azid confesó: Yo busqué a Dios durante treinta años; yo creía que era yo quien lo deseaba, pero no, era él quien me deseaba a mí. El buscar a Dios lleva consigo el esforzarse por cambiar el corazón, por desear y perseguir toda clase de bondad.

El ser humano busca, a veces sin saberlo, a Dios. La razón es bien sencilla, pues cada persona es imagen de Dios, espejo del amor, de la felicidad y de la vida. Unas personas lo descubren en la niñez, otros ya en la edad adulta. Cuando san Agustín cayó en la cuenta de lo que era, dijo: ¡Tarde te amé! ¡Oh hermosura tan antigua y siempre nueva! ¡Tarde te amé! (…)

El ser humano, en muchas ocasiones, busca a Dios donde no le puede encontrar o pasa de Dios y huye de él y vive como si no existiese, como si él estuviese lejos. Y no se da cuenta el hombre que Dios es un Dios escondido porque se encuentra en la intimidad de nuestro corazón. Dios nos llama a no escondernos de su mirada, a descubrir su presencia en lo cotidiano, en lo oculto de nuestra vida e historia.

A Dios, pues, lo podemos encontrar a través de una fe impulsada por el amor. Él vive dentro de cada uno. «Ésa es vuestra tragedia. ¡Olvidáis! ¡Olvidáis al Dios que hay en vosotros! ¡Queréis olvidar! ¡El recuerdo implicará el alto deber de vivir como un hijo de Dios…¡Es más fácil olvidar, convertirse solamente en un hombre…¡Vivir negando la vida!» (Eugene O Neill).

El Dios que está con nosotros, aparece muchas veces débil e impotente, sin poder hacer nada. Dios nos da a conocer que tenemos que vivir como seres humanos que resuelven su vida sin Dios. El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona… Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios. Dios se deja arrojar del mundo para ir a parar a la cruz; Dios es impotente y débil en el mundo, y precisamente así y únicamente así es como está junto a nosotros y como nos ayuda (D. Bonhoeffer).

Dios está en nosotros, ha entrado en nosotros. Todas las noches, Leónidas, padre de Orígenes, acostumbraba besar el pecho de su hijo dormido por reverencia al Dios que estaba realmente presente en el tabernáculo vivo del corazón de su hijo. Dios está presente realmente en el tabernáculo de cada corazón humano; aquí podremos encontrarlo, pues, aquí habla, escucha, mora, vive y da vida.

Dios está muy presente en nuestra vida y nos invita a transformarnos en él y vivir con él. Con él podemos hablar, está al alcance de la mano, él es nuestro Padre. Dios se nos revela como un Dios cercano, quiere ser amigo. Dios está presente en el ser humano, en cada acontecimiento y en cada cosa.

Dios está en la fuente y en el río, en el mar y en el aire, pero sobre todo está, en lo más profundo de la persona. El centro del alma es Dios, al cual cuando el alma hubiere llegado según toda la capacidad de su ser, y según la fuerza de su operación e inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios, que será cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios….

El ser humano es un ser inacabado, con capacidad para conocer y amar a su Creador que está en su corazón. Este Dios vive en lo más profundo del ser humano y vive escondido, le está al alma escondido, y le conviene siempre al alma... tenerle por escondido.

Por la fe podemos ver a Dios que está dentro. Esto mismo es lo que afirma Pablo VI: En el punto de encuentro esencial con el misterio religioso, con Dios, está dentro de nosotros mismos; está en la celda interior de nuestro espíritu, en aquella actividad personal que llamamos oración.

Una de nuestras grandes tragedias del ser humano es el no haber descubierto la interioridad, las riquezas que llevamos escondidas dentro. Gran parte del sufrimiento que padece mucha gente puede ser atribuido, en no pequeña medida, al hecho de que vivimos exiliados de nuestra tierra natal… del mundo interior (A. Maslow). Lágrimas de sangre derramó Agustín cuando descubrió el sin sentido de la vida que llevaba: Te buscaba fuera y tú estabas dentro.

Es importante encontrar el camino que conduce al interior, tener hambre de luz y de verdad. El peligro no está en el mundo, en lo exterior, sino en centrarse en lo que nos da vida. Lo importante no es abandonar materialmente el mundo, pues el mundo está en uno mismo y la reforma del ego es más rigurosa que el retiro en una región solitaria, un ashram o un monasterio (M.M. Daby). La oración tiene que ser un espacio abierto donde entren los otros y Dios, donde se avance en conocimiento propio.

Así como el sol madruga para entrar en tu casa, si le abres la ventana, así Dios te despierta cada mañana para que lo adores en tu interior, para que hables con él, para que vivas plenamente. El amor y la fe son los ojos que Dios nos ha dado para descubrirle y habitar en él. Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada en él (Jn 14,13). Para hablar con él, tenemos que abrirnos a él y dejarle entrar en nuestro ser.

En toda búsqueda la persona debe confiar en Dios. Confía en Yavé con todo tu corazón, y no te apoyes sobre tu propia prudencia. En todos tus caminos piensa en El, y El allanará tus senderos
 ( Pr 3,5-6).