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miércoles, 7 de diciembre de 2016

MARÍA NOS SALVA


María nos salva



Mientras Santo Domingo predicaba el Rosario cerca de Carcasona, le presentaron un albigense poseído del demonio. El Santo lo exorcizó en presencia de una gran muchedumbre. Se cree que estaban presentes más de doce mil hombres. Los demonios que poseían a este infeliz fueron obligados a responder, a pesar suyo, a las preguntas del Santo y confesaron:

1. Que eran quince mil los que poseían el cuerpo de aquel miserable, porque había atacado los quince misterios del Rosario.

2. Que con el Rosario que Santo Domingo predicaba causaba terror y espanto a todo el infierno y que era el hombre más odiado por ellos a causa de las almas que arrebataba con la devoción del Rosario.

3. Revelaron, además, muchos otros particulares.

Santo Domingo arrojó su Rosario al cuello del poseso y les preguntó que de todos los santos del cielo, a quién temían más y a quién debían amar más los mortales.

A esta pregunta los demonios prorrumpieron en alaridos tan espantosos que la mayor parte de los oyentes cayó en tierra, sobrecogidos de espanto. Los espíritus malignos, para no responder, comenzaron a llorar y lamentarse en forma tan lastimera y conmovedora, que muchos de los presentes empezaron también a llorar movidos por natural compasión. Y decían en voz dolorida por la boca del poseso: “¡Domingo! ¡Domingo! ¡Ten piedad de nosotros! ¡Te prometemos no hacerte daño! Tú que tienes compasión de los pecadores y miserables, ¡ten piedad de nosotros! ¡Mira cuánto padecemos! ¿Por qué te complaces en aumentar nuestras penas? ¡Conténtate con las que ya padecemos! ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Misericordia!”

El Santo, sin inmutarse ante las dolientes palabras de los espíritus, les respondió que no dejaría de atormentarlos hasta que hubieran respondido a sus preguntas. Dijeron los demonios que responderían, pero en secreto y al oído, no ante todo el mundo. Insistió el Santo, y les ordenó que hablaran en voz alta. Pero su insistencia fue inútil: los diablos no quisieron decir palabra. Entonces, el Santo se puso de rodillas y elevó a la Santísima Virgen esta plegaria: “¡Oh excelentísima Virgen María! ¡Por virtud de tu salterio y rosario, ordena a estos enemigos del género humano que respondan a mi pregunta!” Hecha esta oración, salió una llama ardiente de las orejas, nariz y boca del poseso. Los presentes temblaron de espanto, pero ninguno sufrió daño. Los diablos gritaron entonces: “Domingo, te rogamos por la pasión de Jesucristo y los méritos de su Santísima Madre y de todos los santos, que nos permitas salir de este cuerpo sin decir palabra. Los ángeles, cuando tú lo quieras, te lo revelarán. ¿Por qué darnos crédito? No nos atormentes más: ¡ten piedad de nosotros!”

“¡Infelices sois e indignos de ser oídos!”, respondió Santo Domingo. Y, arrodillándose, elevó esta plegaria a la Santísima Virgen: “Madre dignísima de la Sabiduría, te ruego en favor del pueblo aquí presente –instruido ya sobre la forma de recitar bien la salutación angélica–. ¡Obliga a estos enemigos tuyos a confesar públicamente aquí la plena y auténtica verdad al respecto!”

Había apenas terminado esta oración, cuando vio a su lado a la Santísima Virgen rodeada de multitud de ángeles que con una varilla de oro en la mano golpeaba al poseso y le decía: “¡Responde a Domingo, mi servidor!” Nótese que nadie veía ni oía a la Santísima Virgen, fuera de Santo Domingo.

Entonces los demonios comenzaron a gritar: 

“¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!
¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente, y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servidores.
Tened también en cuenta que muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. ¡Ah! Si esta Marieta –así la llamaban en su furia– no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías! Tenemos que añadir, con mayor claridad y precisión –obligados por la violencia que nos hacen–, que nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque Ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos.”

Entonces, Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todos los asistentes muy lenta y devotamente. Y a cada avemaría que recitaban –¡cosa sorprendente!– salía del cuerpo del poseso gran multitud de demonios en forma de carbones encendidos. Cuando salieron todos los demonios y el hereje quedó completamente liberado, la Santísima Virgen dio su bendición –aunque invisiblemente– a todo el pueblo, que con ello experimentó sensiblemente gran alegría.

Este milagro fue causa de la conversión de muchos herejes, que llegaron hasta ingresar en la Cofradía del Santo Rosario.
(De “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario” – S. Luis M. Grignion de Montfort)

EL MEJOR REGALO EN ESTA NAVIDAD: DARNOS A NOSOTROS MISMOS


El mejor regalo en esta Navidad: Darnos a Nosotros Mismos
Este concepto no nos es extraño, pero, ¿por qué es tan difícil vivirlo?


Por: Solange Paredes | Fuente: Catholic-link.com 




Poco a poco las luces de navidad comienzan a llenar las calles, las decoraciones navideñas se pueden ver en puertas y ventanas y, por supuesto, las ofertas navideñas ya salieron hace varios días. En efecto, es diciembre. Llegó otra vez esa época del año en que nos afanamos en organizar la comida, las celebraciones de navidad con los amigos o en el trabajo y en conseguir el mejor regalo para amigos y familiares. 

El video publicitario de Heathrow Airport que veremos hoy, nos muestra de forma muy tierna y sencilla que en realidad el mejor regalo que podemos ofrecer es darnos a nosotros mismos. En el video vemos a dos abuelitos (los ositos de peluche) que llegan de visita por Navidad, y es su sola presencia el mejor regalo para sus nietos. Claro, este concepto no nos es extraño, ya todos lo hemos escuchado y probablemente estemos de acuerdo con él, pero, ¿por qué es tan difícil vivirlo? ¿Será que es más fácil dejarnos envolver en la corriente consumista que dar un poco de nosotros mismos?



Personalmente diría que muchos de nosotros hemos perdido la brújula. Ya no sabemos de qué se trata todo esto de la Navidad. Lo grave es que, aun sabiendo (pero tal vez no entendiendo su significado), decidimos simplemente ignorarlo porque nos resulta más fácil conseguir un regalo bonito que nos haga quedar bien, que invertir nuestra vida sirviendo a los demás todos los días. Nuestro Papa emérito Benedicto XVI lo explica así:

«En esa noche santa de Dios, haciéndose carne, quiso hacerse don para los hombres, se entregó por nosotros, asumió nuestra humanidad para donarnos su divinidad. Este es el gran don. Incluso en nuestro dar no es importante que un regalo sea caro o no; quien no es capaz de donar un poco de sí mismo, da siempre muy poco; a veces incluso se intenta reemplazar el corazón y el compromiso de donación de uno mismo con el dinero, con cosas materiales. El misterio de la Encarnación significa que Dios no lo ha hecho así: no ha dado cualquier cosa, sino que se entregó a sí mismo en su Hijo Unigénito. Aquí encontramos el modelo para nuestro dar, para que nuestras relaciones, sobre todo las más importantes, sean impulsadas con la generosidad y el amor».



Creo que este concepto de darse es más fácil de entender si asimilamos primero que en Navidad se celebra lo inaudito: que todo un Dios se ha encarnado, se ha hecho hombre con el fin de redimirnos y ser nuestro modelo de santidad: «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí » (Mt 11, 29). «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 6). 

El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 519 comenta: «Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación “por nosotros los hombres y por nuestra salvación” hasta su muerte “por nuestros pecados” (1 Co15, 3) y en su Resurrección “para nuestra justificación” (Rm 4,25). Todavía ahora, es “nuestro abogado cerca del Padre” (1 Jn 2, 1), “estando siempre vivo para interceder en nuestro favor” (Hb 7, 25)».

Para terminar, los insto a que nos detengamos por un momento y pensemos que un Rey se nos ha sido dado. Es Él mismo que se donó por completo a nosotros y de esa forma nos salvó y dejó el camino abierto para aquellos que quisieran seguirlo. Nos dejó su ejemplo, su amor y su forma de amar. Aprovechemos pues este Adviento para regresar a los sacramentos y pidamos la gracia de celebrar una Navidad bien vivida, amando como Él y dándonos como Él.

PAPA FRANCISCO: LA VIDA PUEDE SER HERMOSA SI NO PERDEMOS LA ESPERANZA


Papa Francisco: La vida puede ser hermosa si no perdemos la esperanza
Por Miguel Pérez Pichel
 Foto: Lucía Ballester / ACI Prensa




VATICANO, 07 Dic. 16 / 05:05 am (ACI).- El Papa Francisco, en su catequesis de la Audiencia General del miércoles, habló de la esperanza que necesita el mundo de hoy.

“La vida es con frecuencia un desierto, y es difícil caminar en él”, reconoció el Santo Padre, “pero si nos apoyamos en Dios, puede llegar a ser hermosa y ancha como una autopista. Basta con no perder la esperanza, basta con seguir creciendo, siempre, a pesar de todo”.

El Pontífice llamó a ser pequeños, pero grandes en la fe, porque “son los pequeños, que se han hecho grandes por medio de la fe, los que saben esperar. Ellos son los que transforman el desierto del exilio, la soledad desesperada, el sufrimiento, en una carretera plana sobre la que caminar para cumplir con la gloria del Señor”.


“Esperemos la venida del Señor, y cualquiera que sea el desierto de nuestra vida, se convertirá en un jardín florido”, afirmó en el Aula Pablo VI del Vaticano

Con esta catequesis, Francisco comenzó un nuevo ciclo sobre el tema de la esperanza cristiana, “y ahora, especialmente en este tiempo de Adviento, es importante reflexionar sobre la esperanza”.

A partir de la lectura del libro del profeta Isaías, y de la escena del Evangelio en la que Juan Bautista bautiza en el río Jordán, el Papa reflexionó sobre la esperanza en el desierto, cuando, como el pueblo de Israel en Babilonia, "nos sentimos exiliados y lejos de nuestra patria".

El Obispo de Roma señaló que vivimos en un tiempo en el que reina la desesperanza. “Nos sentimos tan necesitados en estos tiempos que aparecen oscuros, donde a veces nos sentimos perdidos frente al mal y a la violencia que nos rodea, delante del dolor de tantos de nuestros hermanos".

"Nos sentimos perdidos y también un poco desanimados, porque nos encontramos impotentes y nos parece que esta oscuridad no va a terminar nunca”.

Pero frente a esos sentimientos, “no dejemos que la esperanza nos abandone, porque Dios, con su amor, camina con nosotros, no nos deja solos, y el Señor Jesús ha vencido el mal y nos ha abierto el camino de la vida”, recordó.

“El consuelo, para el pueblo, comienza con la posibilidad de caminar por el sendero de Dios, un sendero nuevo y transitable, un sendero para atravesar el desierto, para poder atravesarlo y regresar a nuestra patria”, subrayó.

VENERACIÓN DE LAS IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA



Veneración de las imágenes de la Virgen

La Iglesia Católica venera a los santos pero no las adora. Adorar algo o alguien fuera de Dios es idolatría.


Por: corazones.org | Fuente: www.corazones.org 



Muchos se preguntan por qué los católicos veneramos imágenes. La repuesta a tal cuestión nos la da Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica:

"El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imágen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que es imagen." (Summa theologiae, II-II, 81, 3, ad 3.)

El hombre siempre ha usado pintura, figuras, dibujos, esculturas, etc., para darse a entender o explicar algo. Estos medios sirven para ayudarnos a visualizar lo invisible; para explicar lo que no se puede explicar con palabras.

Cuando el hombre cayó por el pecado y perdió la intimidad con Dios, comenzó a confundir a Dios con otras cosas y a darles culto como si fueran dioses. Este culto se representaba frecuentemente con esculturas o imágenes idolátricas. La prohibición del Decálogo contra las imágenes se explica por la función de tales representaciones.


¿La Biblia prohíbe las imágenes?

El Primer Mandamiento: Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea... (Dt 4:15-16) (cf. Catecismo de la Iglesia Católica #2129s.)

Los Israelitas eran una minoría rodeada por pueblos idólatras. Dios quiso protegerlos de esas prácticas pero ellos frecuentemente caían. Los profetas, especialmente Oseas, Jeremías y Ezequiel hablaron en nombre de Dios para prohibir la idolatría y se llevaron a cabo muchas reformas para purificar las malas prácticas (cf. 2 R 23: 4-14).

Dos ejemplos: la serpiente de bronce (cf. Nm 21: 4-9; Sb 16:5-14; Jn 3: 14-15), El Arca de la Alianza y los querubines:

Ex 25, 18-20: "Harás, además, dos querubines de oro macizo; los harás en los dos extremos del propiciatorio: haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio."


Las imágenes y los cristianos.

Las primeras comunidades cristianas representaban al Salvador del mundo con imágenes del Buen Pastor; mas adelante aparecen las del Cordero Pascual y otros iconos representando la vida de Cristo. Las imágenes han sido siempre un medio para dar a conocer y transmitir la fe en Cristo y la veneración y amor a la Santísima Virgen y a los Santos. Testigo de todo esto son las catacumbas donde aun se conservan imágenes hechas por los primeros cristianos. La que ves a la derecha es de la catacumba de Santa Priscila.
Fue pintada en la primera mitad del siglo 3

El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva economía de las imágenes.

Algunos objetan que la Iglesia cambió la enseñanza del Antiguo Testamento. No es cierto. Mas bien es Jesucristo mismo quien tomó lo antiguo y le dio una interpretación mas perfecta en su propia Persona.

Mientras antes de Cristo nadie podía ver el rostro de Dios, en Cristo, Dios se hizo visible. Antes de Jesús las imágenes con frecuencia representaban a ídolos, se usaban para la idolatría. En la plenitud de los tiempos, el verdadero Dios quiso tomar imágen humana. Jesucristo es la IMAGEN visible del Padre.

Nos dice el Catecismo, en el número 476:

"Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado" (cf. Cc. de Letrán en el año 649: DS 504). Por eso se puede "pintar" la faz humana de Jesús (Ga 3,2). En el séptimo Concilio Ecuménico (Cc de Nicea II, en el año 787:DS 600-603) la Iglesia reconoció que es legítima su representación en imágenes sagradas.

Juan 14:9 "Le dice Jesús: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"?"

El uso cristiano de las imágenes no es contrario al Primer Mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, el honor dado a una imagen se remonta al modelo original. El que venera una imagen venera en ella la persona que en ella está representada. El honor tributado a las imágenes sagradas es una veneración respetuosa, no una adoración, que sólo le corresponde a Dios.

Fundándose en el misterio del Verbo Encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico, celebrado en Nicea en 787, permitió la institución de imágenes (Este concilio no instauró el uso de las imágenes, que como vimos se remonta al comienzo del cristianismo, mas bien afirmó la práctica)


Las imágenes de la Virgen Santísima y de los santos.

La Iglesia Católica venera a los santos pero no las adora. Adorar algo o alguien fuera de Dios es idolatría. Hay que saber distinguir entre adorar y venerar. San Pablo enseña la necesidad de recordar con especial estima a nuestros precursores en la fe. Ellos no han desaparecido en la nada sino que nuestra fe nos da la certeza del cielo donde los que murieron en la fe están ya victoriosos EN CRISTO.

La Iglesia respeta las imágenes de igual forma que se respeta y venera la fotografía de un ser querido. Todos sabemos que no es lo mismo contemplar la fotografía que contemplar la misma persona de carne y hueso. No está, pues, la tradición Católica contra la Biblia. La Iglesia es fiel a la auténtica interpretación cristiana desde sus orígenes.

No es sorprendente que algunos persistan en acusar a la Iglesia sin querer entender razones. Ya ocurrió así con los fariseos hace 2000 años. Acusan a Jesús y sus discípulos por sus prácticas sin querer ver la realidad. Acudían a El con muchas preguntas torcidas, acusándolo de romper la ley, hasta de ser del demonio (Cf. Jn 8). Las explicaciones de arriba solo servirán para los hermanos que sinceramente preguntan porque tienen dudas y quieren entender. Con gusto les podemos explicar lo que los cristianos siempre hemos creído y practicado


Sobre la veneración.

Catequesis de SS Juan Pablo II:


1. Después de haberme dedicado en las anteriores catequesis a profundizar la identidad y la misión de la Iglesia, siento ahora la necesidad de dirigir la mirada hacia la santísima Virgen, que vivió perfectamente la santidad y constituye su modelo.

Es lo mismo que hicieron los padres del Concilio Vaticano II: después de haber expuesto la doctrina sobre la realidad histórico-salvífica del pueblo de Dios, quisieron completarla con la ilustración del papel de María en la obra de la salvación. En efecto, el capítulo VIII de la constitución conciliar Lumen gentium tiene como finalidad no sólo subrayar el valor eclesiológico de la doctrina mariana, sino también iluminar la contribución que la figura de la santísima Virgen ofrece a la comprensión del misterio de la Iglesia.

2. Antes de exponer el itinerario mariano del Concilio, deseo dirigir una mirada contemplativa a María, tal como, en el origen de la Iglesia, la describen los Hechos de los Apóstoles. San Lucas, al comienzo de este escrito neotestamentario que presenta la vida de la primera comunidad cristiana, después de haber recordado uno por uno los nombres de los Apóstoles (Hch 1, 13), afirma: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos" (Hch 1, 14).

En este cuadro destaca la persona de María, la única a quien se recuerda con su propio nombre, además de los Apóstoles. Ella representa un rostro de la Iglesia diferente y complementario con respecto al ministerial o jerárquico.

3. En efecto, la frase de Lucas se refiere a la presencia, en el cenáculo, de algunas mujeres, manifestando así la importancia de la contribución femenina en la vida de la Iglesia, ya desde los primeros tiempos. Esta presencia se pone en relación directa con la perseverancia de la comunidad en la oración y con la concordia. Estos rasgos expresan perfectamente dos aspectos fundamentales de la contribución específica de las mujeres a la vida eclesial. Los hombres, más propensos a la actividad externa, necesitan la ayuda de las mujeres para volver a las relaciones personales y progresar en la unión de los corazones.

"Bendita tú entre las mujeres" (Lc 1, 42), María cumple de modo eminente esta misión femenina. ¿Quién, mejor que María, impulsa en todos los creyentes la perseverancia en la oración? ¿Quién promueve, mejor que ella, la concordia y el amor?

Reconociendo la misión pastoral que Jesús había confiado a los Once, las mujeres del cenáculo, con María en medio de ellas, se unen a su oración y, al mismo tiempo, testimonian la presencia en la Iglesia de personas que, aunque no hayan recibido esa misión, son igualmente miembros, con pleno título, de la comunidad congregada en la fe en Cristo.

4. La presencia de María en la comunidad, que orando espera la efusión del Espíritu (cf. Hch l, 14), evocan el papel que desempeñó en la encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (Lc 1, 35). El papel de la Virgen en esa fase inicial y el que desempeña ahora, en la manifestación de la Iglesia en Pentecostés, están íntimamente vinculados.

La presencia de María en los primeros momentos de vida de la Iglesia contrasta de modo singular con la participación bastante discreta que tuvo antes, durante la vida pública de Jesús. Cuando el Hijo comienza su misión, María permanece en Nazaret, aunque esa separación no excluye algunos contactos significativos, como en Caná, y, sobre todo, no le impide participar en el sacrificio del Calvario.

Por el contrario, en la primera comunidad el papel de María cobra notable importancia. Después de la Ascensión y en espera de Pentecostés, la Madre de Jesús está presente personalmente en los primeros pasos de la obra comenzada por el Hijo.

5. Los Hechos de los Apóstoles ponen de relieve, que María se encontraba en el cenáculo "con los hermanos de Jesús" (Hch 1, 14), es decir, con sus parientes, como ha interpretado siempre la tradición eclesial. No se trata de una reunión de familia, sino del hecho de que bajo la guía de María, la familia natural de Jesús pasó a formar parte de la familia espiritual de Cristo: "Quien cumpla la voluntad de Dios, --había dicho Jesús--, ése es mi hermano, mi hermana, y mi madre» (Mc 3, 34).

En esa misma circunstancia, Lucas, define explícitamente a María "la madre de Jesús" (Hch 1, 14), como queriendo sugerir que algo de la presencia de su Hijo elevado al cielo permanece en la presencia de la madre. Ella recuerda a los discípulos el rostro de Jesús y es, con su presencia en medio de la comunidad, el signo de la fidelidad de la Iglesia a Cristo Señor.

El título de Madre, en este contexto, anuncia la actitud de diligente cercanía con la que la Virgen seguirá la vida de la Iglesia, María le abrirá su corazón para manifestarle las maravillas que Dios omnipotente y misericordioso obró en ella.

Ya desde el principio María desempeña su papel de Madre de la Iglesia: su acción favorece la comprensión entre los Apóstoles, a quienes Lucas presenta con un mismo espíritu y muy lejanos de las disputas que a veces habían surgido entre ellos.

Por último, María ejerce su maternidad con respecto a la comunidad de creyentes no sólo orando para obtener a la Iglesia los dones del Espíritu Santo, necesario para su formación y su futuro, sino también educando a los discípulos del Señor en la comunión constante con Dios.

Así, se convierte en educadora del pueblo cristiano en la oración y en el encuentro con Dios, elemento central e indispensable para que la obra de los pastores y los fieles tenga siempre en el Señor su comienzo y su motivación profunda.

6. Estas breves consideraciones muestran claramente que la relación entre María y la Iglesia constituye una relación fascinante entre dos madres. Ese hecho nos revela nítidamente la misión materna de María y compromete a la Iglesia a buscar siempre su verdadera identidad en la contemplación del rostro de la Theotókos.

ES POSIBLE ENCONTRAR A DIOS EN EL DOLOR?


¿Es posible encontrar a Dios en el dolor?
Todo ser humano necesita encontrar un sentido para el dolor, que inevitablemente llega


Fuente: LaFamilia.info 




Resulta complejo para el ser humano la comprensión del dolor y el sufrimiento. Por desgracia, quien resulta en el banquillo de los acusados es Dios, a sabiendas que Él en su amor infinito, siempre quiere lo mejor para sus hijos.

Todo ser humano necesita encontrar un sentido para el dolor, que inevitablemente llega. Para los cristianos es más fácil encontrar este significado.

¿A quién le gusta sufrir? Se supone que a nadie, pero lo cierto es que la vida, en su camino hacia la felicidad, se encuentra colmada de tropiezos inesperados, algunos determinados por nuestro actuar como otros ajenos a nuestra voluntad. Este recorrido, a ciencia cierta, se hace más llevadero si el Señor acompaña cada paso del andar, puesto que la fe todo lo puede.

Juicios no justos

Nada más apropiado al tema, que el pensamiento del Papa Juan Pablo II acerca del dolor humano, expresado en la Carta apostólica Salvifici Doloris:

“Dentro de cada sufrimiento experimentado por el hombre, y también en lo profundo del mundo del sufrimiento, aparece inevitablemente la pregunta: ¿por qué? Es una pregunta acerca de la causa, la razón; una pregunta acerca de la finalidad (para qué); en definitiva, acerca del sentido. Esta no sólo acompaña el sufrimiento humano, sino que parece determinar incluso el contenido humano, eso por lo que el sufrimiento es propiamente sufrimiento humano. (…) Y es bien sabido que en la línea de esta pregunta se llega no sólo a múltiples frustraciones y conflictos en la relación del hombre con Dios, sino que sucede incluso que se llega a la negación misma de Dios.”

En igual orden, el escritor Jesús David Muñoz de Virtudes y Valores anota:

“Es normal hacernos la pregunta: ¿por qué Dios no quitó el sufrimiento del mundo? ¿Por qué dejó algo que nos molesta tanto?... Sin embargo, esta posición de la criatura que juzga al creador no es en nada justa. Decirle a Dios lo que debe hacer y lo que no debe hacer suena a broma, pero es muchas veces la manera en la que reaccionamos. Nuestra actitud ante el dolor no debe ser la de juzgar a Dios y darle consejos de cómo ser Dios, sino más bien la de buscar encontrar lo qué quiere enseñarnos, las lecciones que quiere que saquemos. ¡Se puede sacar tanto bien de las situaciones adversas y de los sufrimientos!”



El amor le gana al dolor

El sufrimiento en sí mismo, no se puede definir como algo bueno, pues es difícil disfrutar de algo tormentoso, no obstante, lo que hace la diferencia es la actitud del ser humano frente a éste, el provecho, el aprendizaje y los hallazgos que se presenten a través del dolor, en definitiva, el alimento espiritual a través del amor de Dios.

Un ejemplo claro que ilustra lo anterior: “la Madre Teresa de Calcuta no se sentó a contar cuántos pobres había en la India y a suspirar por esta triste situación. No, ella se puso a trabajar y aprendió a amar. (…) Ante la realidad del dolor podemos vivir amargados, renegando o incluso odiando a Dios toda la vida o puede convertirse en una oportunidad para ejercitarnos en el amor.”

Dios es bueno, pero esto no significa que no exista el sufrimiento y el dolor. Dios es tan bueno, que incluso de lo malo puede sacar un bien mayor. Incluso del mal, del dolor más atroz, Dios puede sacar algo mejor. Es cuestión de estar atentos a descubrirlo.”

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 7 DE DICIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Diciembre 7



Hay quienes dudan de la existencia de Dios, o simplemente la niegan; nosotros quizá nos esforzamos por convencerlos de que Dios existe; quizá no lo logramos.
¿Por qué no lo logramos? ¿Por qué Dios no existe o por qué nosotros no sabemos demostrar su existencia?
Al mundo hay que decirle que Dios existe, no tanto con argumentos, cuanto con obras; hay que presentar un Dios vivo y vivificante; al fin y al cabo, como Él es.
En todo cuanto toquemos, pongamos la marca de Dios; en todo lo que digamos, transparentemos a Dios; en todo cuanto hagamos, vivamos nosotros a Dios... y pronto los demás verán esas marcas de Dios, oirán esos sonidos de Dios, sentirán esa presencia de Dios.
Y sobrarán los argumentos; como el niño no necesita argumentos para amar a su madre, el hombre no debe necesitarlos para creer en Dios ni para amarlo.
“¿Cómo invocarlo sin creer en Él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de Él? ¿Y cómo oír hablar de Él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía?” (Rom 10,14-15). Eres tú el que estás enviado por Dios para dar a conocer su existencia y su bondad a todos cuantos lo ignoran; si tú le fallas, ¿cómo van ellos a llegar al conocimiento del verdadero Dios?


* P. Alfonso Milagro