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viernes, 13 de enero de 2017

BREVE ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Oración

Madre mía: Desde que amanece el día, bendíceme; 
en lo rudo del trabajo, ayúdame; 
si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme; 
en las tentaciones y peligros, defiéndeme; 
si desfallezco, sálvame y al cielo llévame.
Amén.

NO BALCONEEN LA VIDA NI SE QUEDEN CON EL ALMA SENTADA, EXHORTA EL PAPA FRANCISCO


No balconeen la vida ni se queden con el alma “sentada”, exhorta el Papa Francisco
Por Miguel Pérez Pichel
Foto L'Osservatore Romano


VATICANO, 13 Ene. 17 / 06:12 am (ACI).- En la homilía de la Misa celebrada este viernes en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco animó a ser valientes y atreverse a acercarse a Jesús, a seguirle, a abrirse a Él con fe. Frente a esa actitud de apertura, alertó de aquellos que, como los escribas, “miraban a Jesús sentados, desde los balcones, ‘balconeando’ la vida, juzgando a los que seguían a Jesús a los que consideraban personas ignorantes y supersticiosos”.

La gente seguía a Jesús por su autoridad, por sus palabras, “por las cosas que decía y cómo las decía. Se hacía entender. También sanaba, y mucha gente iba junto a Él para que les sanara”, indicó el Santo Padre.

Por el contrario, también estaban los que, ante Jesús, se cerraban, en vez de abrirse a Él. “¡Los cerrados! Aquellos que se encontraban en los bordes de los caminos, que lo miraban y que preferían quedarse sentados”.

“Algunos de ellos eran los escribas, que estaban ahí sentados: estos no le seguían, solo lo miraban. Lo miraban desde los balcones. No caminaban en la vida: ‘¡balconeaban la vida!’. Allí se quedaban, sin asumir peligros. Se limitaban a juzgar. Eran los ‘puros’ y no se inmiscuían. En su corazón pensaban de los que seguían a Jesús: ‘¡Qué gente más ignorante! ¡Qué gente más supersticiosa!’. Y cuántas veces también nosotros, cuando vemos la piedad de la gente sencilla, nos viene a la cabeza aquel clericalismo que tanto daño hace a la Iglesia”, advirtió el Papa Francisco.

“Hay otros cerrados en la vida”, continuó, y se refirió a aquellos que están “amargados de la vida, sin esperanza, digiriendo su propia amargura: también esos están cerrados, no siguen a Jesús y no tienen esperanza”.

Luego están las personas con fe, como aquellos hombres de Cafarnaúm, que “se arriesgaron cuando hicieron aquel agujero en el techo. Se arriesgaron a que el dueño de la casa les denunciara, les llevara ante el juez y les hiciera pagar los desperfectos. Se arriesgaron, pero querían llegar donde estaba Jesús”.

También se arriesgó “aquella otra mujer, enferma desde hacía 18 años. Se arriesgó cuando, de forma oculta, tocó el manto de Jesús. Se arriesgó a sufrir vergüenza. Quería recuperar la salud, quería acercarse a Jesús, y se arriesgó. Pensemos en la cananea: las mujeres se arriesgan más que los hombres, ¡eh! Eso es verdad: ¡son más valientes! Y es algo que se debe reconocer”.


Por ello, el Pontífice animó a “seguir a Jesús, ya sea porque estamos necesitados de alguna cosa, pero tenemos que seguir a Jesús, arriesgándonos, y eso significa seguir a Jesús con fe. Fiarse de Jesús, fiarse de Jesús con fe en su persona”.

El Papa finalizó su homilía lanzando las siguientes preguntas: “¿Me fío de Jesús? ¿Confío mi vida a Jesús? ¿Estoy en camino hacia Jesús, aunque haga el ridículo en alguna ocasión? ¿O me quedo sentado mirando, como hacían los otros, mirando la vida sentado con el alma ‘sentada’, con el alma cerrada por la amargura, sin esperanza?”.

Evangelio comentado por el Papa Francisco

Marcos 2:1-12

1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa.

2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra.

3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro.

4 Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.

5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»

6 Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones:


7 «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»

8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?

9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?"

10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -:

11 "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."»

12 Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

LA SOLEDAD COMPAÑERA DE LA VIDA


La soledad compañera de la vida
La soledad está en nuestras vidas, pero hay que saber amarla. Nos llevará al encuentro con Dios que llenará nuestras vidas porque El es todo amor.


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 




La soledad es un sentimiento que nos llena el alma de un silencio frío y oscuro si no la sabemos encauzar. Hay rostros surcados de arrugas, de piel marchita, de labios sin frescura, de ojos empequeñecidos, turbios y apagados que nos hablan por si solos de la soledad. Si sus voces nos llegaran nos dirían de su cansancio, de su miedo, pero sobre todo de su soledad....

Pero no hace falta que seamos ancianos para que en la vida nos acompañe la soledad.

La soledad del sacerdote, aún los más jóvenes, con sus votos de obediencia, pobreza y castidad, pero a veces es más dura la soledad de su propio corazón, que aunque ayudado por la Gracia de Dios no deja de ser humano. Tienen que consolar a los seres que llegan hasta ellos con sus penas, con sus problemas pero su corazón no puede aferrarse a ninguna criatura de la tierra y a veces se sienten solos, muy solos, tan solo acompañados de una gran soledad

La soledad en la adolescencia, duele profundamente por nueva, por incomprensible...Los padres se están divorciando, se quiere a los dos, se necesita a los dos, pero para ellos parece que no existe ese ser que no acaba de comprender y que está muy solo. Ellos tienen sus pleitos, su mal humor. La mamá siempre llorando, el papá alzando la voz... para él nada... tal vez sientan hasta que haya nacido. Si se divorcian será un problema ¿Qué será de él?¡Qué gran soledad, qué amarga soledad!

Las monjas misioneras, los misioneros, lejos de sus seres queridos y en tierras extrañas.

Y la soledad en algunos matrimonios, esa soledad que ahoga, que asfixia...que como dice el poeta: "es más grande la soledad de dos en compañía". El hombre de grandes negocios, empresario importante, magnate en la sociedad que parece que lo tiene todo pero que en el fondo vive una gran soledad.

La soledad de las grandes luminarias siempre rodeadas de personas y siempre solas... Las esposas de los pilotos, de los marinos, de los médicos, saben de una gran soledad y ellos a su vez, en medio del cumplimiento del deber, también están solos. La soledad de las personas que han perdido al compañero o compañera de su vida, ese quedarse como partido en dos porque falta la otra mitad, ese no saber cómo vivir esas horas, ahora tan vacías, tan tristes, tan solas...

Si no convertimos esa soledad en compañía para otros seres quizá, más solos aún que nosotros mismos, si no llenamos ese vacío y esas horas con el fuego de nuestro amor para los que nos rodean y nos necesitan, esa soledad acabará por aniquilarnos, ahogándonos en el pozo de las más profunda depresión.

En realidad todos los seres humanos estamos solos. La soledad está en nuestras vidas pero hay que saber amarla. Si le tenemos miedo, si no la amamos y no aprendemos a vivir con ella, ella nos destruirá. Si le sabemos dar su verdadero sentido, ella nos enriquecerá y será la compañera perfecta para nuestro espíritu. Con ella podremos entrar en nuestra alma, con ella podremos hablar con nuestros más íntimos sentimientos.

Ella nos ayudará, ella, la soledad bien amada y deseada a veces, nos llevará al encuentro de nuestra propia identidad y luego al mejor conocimiento de Dios, que llenará nuestras vidas porque El es todo amor.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 13 DE ENERO


Los cinco minutos de María
Enero 13



Cuando el día de la Anunciación María recibió el aviso del ángel y aceptó los planes de Dios, no conocía muchos detalles, pero se puso ciegamente en las manos de su Señor.
Ese será el mérito de nuestra fe: confiar plenamente en la bondad y en la providencia divina. Aceptemos los planes de Dios y estemos seguros de que todo lo que Dios nos permita en nuestra vida ha de ser, en último término, para nuestro bien espiritual.
Arrojémonos, pues,  como niños pequeñitos en los brazos de nuestro Padre Dios y dejemos que Él desarrolle en nosotros sus planes.
María, ayúdanos a confiar en Dios aun cuando todo nos empuje al temor y desaliento.


* P. Alfonso Milagro