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martes, 7 de febrero de 2017
DISTINTOS LLAMADOS DE DIOS
Distintos llamados de Dios
Los llamados de Dios son distintos para cada uno. Y no faltan las veces en las que el llamado se presenta bajo la apariencia de un error.
Un día del año 1588, un joven napolitano llamado Ascanio Caracciolo recibe por error una carta de Agostino Adorno, pidiéndole consejo acerca de la idea de fundar una nueva comunidad religiosa y proponiendo su colaboración. En realidad, la carta estaba dirigida a otra persona, que tenía idéntico nombre y apellido, pero él, al leerla, encontró que eso era precisamente lo que había deseado por muchos años. Fue a entregarla a su destinatario, estuvo charlando con él, y decidió formar parte de esa nueva institución, los Clérigos Regulares Menores, de la que fue prácticamente su cofundador. Dios se sirvió de aquel error humano para dar a conocer su vocación a aquel joven, que acabaría siendo San Francesco Caracciolo.
Dios habla a cada alma con un lenguaje distinto, personal. Tiene una llave distinta para el alma de cada uno. Y evoca recuerdos y situaciones que solo cobran sentido para cada uno. A Natanael le dijo: «Antes que Felipe te llamase, te vi yo, cuando estabas debajo de la higuera». Nunca sabremos qué sucedió exactamente en su interior, pero aquello fue lo que le movió a seguir al Señor.
* Enviado por el P. Natalio
PAPA FRANCISCO: CUARESMA ES FUERTE LLAMADO A LA CONVERSIÓN
Papa Francisco: Cuaresma es fuerte llamado a la conversión y apertura a los demás
Por Miguel Pérez Pichel
VATICANO, 07 Feb. 17 / 07:18 am (ACI).- La Cuaresma es una época propicia para la conversión, para renovarse por medio de los sacramentos, para reconocerse pecadores, buscar el perdón de Dios y comenzar de nuevo el camino hacia la Pascua, “la victoria de Cristo sobre la muerte”.
Así lo señala el Papa Francisco en su mensaje con motivo de la Cuaresma de 2017 que, con el título de “La Palabra es un don. El otro es un don”, se ha hecho público este martes.
Francisco explica que, mediante el ayuno, la oración y la limosna, la Cuaresma es el tiempo más adecuado “para intensificar la vida del espíritu”.
En el mensaje, el Pontífice afirma que “la Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte”.
"En este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios 'de todo corazón', a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor", afirma el Santo Padre.
El mensaje del Papa se articula en torno a la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro. A partir de esa parábola, el Pontífice establece tres puntos temáticos: “El otro es un don”, “El pecado nos ciega”, y “La Palabra es un don”.
1.- El otro es un don
El Papa Francisco indica que, en esta parábola, “Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido”.
En este sentido, invita a “abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”.
2.- El pecado nos ciega
En su reflexión a partir de esta parábola, el Papa llama la atención sobre cómo “la riqueza de este hombre era excesiva”, y cómo “la exhibía de manera habitual todos los días”.
En esa actitud del rico “se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia”.
El Santo Padre insiste una vez más en los peligros de lo material: “el dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico”.
“En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz”, advierte.
En cuanto a la vanidad, ilustra en su mensaje cómo “la codicia del rico lo hace vanidoso”. “Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia”.
Luego está la soberbia, “el peldaño más bajo de esta decadencia moral”. “El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención”.
3.- La Palabra es un don
El verdadero problema del rico, la raíz de sus males, “está en no prestar oído a la Palabra de Dios”, indica el Santo Padre. “Esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios”.
El Pontífice alertó: “cerrar el corazón al don de Dios que habla, tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.
Abrir el corazón
La Sala de Prensa de la Santa Sede presentó el mensaje del Papa en una conferencia ofrecida por el Cardenal Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y de Chiara Amirante, fundadora de la Comunidad Nuevos Horizontes: una organización internacional que tiene como objetivo llevar alegría a quien ha perdido la esperanza mediante acciones solidarias con personas que se encuentran en grave dificultad.
El Cardenal Turkson subrayó que “la clave del mensaje es cómo la persona se relaciona con el otro”. Explicó que Jesús condena al rico, no por ser rico, “sino por tener el corazón cerrado al otro”.
Recordó que la actitud de un cristiano no debe ser cerrarse en sí mismo, sino “ser una persona que se abra al otro”.
En su intervención, Chiara Amirante destacó la necesidad, apuntada por el Papa Francisco, de “abrir el corazón” a los demás. Insistió también en el don de Dios presente en su Palabra, “un don que te lleva a cambiar la vida, a convertirte”.
Ese don se concreta en “el privilegio de encontrar al pobre”. Amirante explicó que “hay muchas nuevas formas de pobreza”, y en concreto señaló la situación en la que viven muchos jóvenes y menores, “víctimas del abuso de las drogas, del abuso alcohol, del abuso de la sexualidad…, jóvenes que son víctimas de violencia, jóvenes que sufren depresión”.
Ante ello, hizo un llamado a desarrollar “la civilización del amor, basada en la fuerza de la caridad, de la solidaridad, de la fraternidad”.
En su análisis del mensaje pontificio destacó tres conceptos que, según aseguró, “me parece que afectan al hombre de hoy: el apego al dinero, la vanidad y la soberbia”.
“El veneno del consumismo, que ha entrado en el ámbito de las relaciones entre personas, nos lleva a problemas como el hedonismo, el relativismo o el narcisismo, que nos impide relacionarnos con los demás”, resaltó.
VIVIMOS NUESTRA FE CATÓLICA?
¿Vivimos nuestra fe católica?
La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón, a las acciones, los principios, las decisiones, al pensamiento y a la vida.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: es.catholic.net
La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.
Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.
Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.
Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).
Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.
Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.
Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.
Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.
Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.
Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en la marcha misteriosa de la historia humana.
Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico, sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 7 DE FEBRERO
Los cinco minutos de María
Febrero 7
El niño débil, consciente de su debilidad y de sus pocas fuerzas, acude a su padre y a su madre en demanda de auxilio.
Como niños pequeños, carentes de fuerzas en nuestro espíritu, debemos acudir a nuestro Padre Dios y a nuestra Madre del cielo, pidiéndoles fuerza para permanecer siempre fieles al amor de Dios y a nuestros principios de fe y de vida.
La oración a María, la plegaria filial y confiada a su Corazón maternal, nos alcanzará la protección liberadora, que nos alejará del pecado y nos hará permanecer fieles a nuestra conciencia, fieles a nuestro Dios.
María, Madre del amor hermoso, alienta en nosotros el amor de tu Hijo, y permítenos crecer en fidelidad a su mensaje.
* P. Alfonso Milagro