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sábado, 1 de abril de 2017

MARÍA NOS ILUMINA EL CAMINO PARA LLEGAR A JESÚS


MARÍA NOS ILUMINA EL CAMINO PARA LLEGAR A JESÚS


Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant



1º PARTE: LA DISPOSICIÓN ESPIRITUAL DE MARÍA

Decimos con gran cariño, la Santísima Virgen María, y es porque es nuestra primera y gran santa y tenemos gran necesidad de contemplarla, porque a través de ella y de forma muy autentica, nos acercamos más a Jesucristo. Ella es iluminación en el camino a su Hijo,  seguir los pasos de María, es llegar a Jesucristo y a través de El al Padre.

Para ir descubriendo la hermosa santidad de María, debemos primero adentrarnos en la Palabra, en esta encontraremos mucho más de todo lo que literariamente se puede decir, por ese motivo, a través de los relatos de san Lucas y de san Juan, nos iremos dando cuenta de cómo era ella, y porque es santa.

San Lucas, nos presenta a la joven María, en el momento que el Verbo, comienza a estar entre nosotros para cumplir su misión salvadora. María, madre de Jesús, vivió y participo del misterio de su Hijo, ella fue un alma unida a Jesús y quien vive unido al Hijo vive también con el Padre. María convivió muchas experiencias junto a Jesús, la experiencia pascual que su hijo iba realizando, para que nosotros nos salváramos. Así María, es una mujer espiritual, no podía ser de otro modo, ya que fue el reflejo de la espiritualidad de su hijo.

María, joven sencilla, sus palabras demuestran que tiene ingenuidad, sinceridad e inocencia, no conoce la malicia, en plena anunciación, ella le dice al Ángel, ¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?, habrá pensado como es posible, esto sin conocer varón. --- san Lucas 1,34 ---  Ella no esta objetando el hecho de ser virgen, sino que esta preguntando algo de mucha importancia, porque esta participando en la historia de la salvación. La conversación debe haber sido muy suave, el Ángel le dice: Para Dios, nada es imposible, --- san Lucas1,37 ---. Esto, porque el acontecimiento que nos trae la salvación, es por una manifestación de Dios.

Tenemos a veces la tendencia a pensar en una María tranquila y pasiva, quitada de bulla, semi oculta de la sociedad donde vivía, pero no era así. María sabía que para agradar a Dios, era necesario una vida ejemplar, pero eso no significa que no tuviera ella una visión profética, una visión salvadora, como lo demuestra en el Magníficat, fragmento del evangelio, que nos presenta el cántico de María, el que      responde a una explosión de júbilo en Dios, incubada desde que se había realizado en ella el misterio de la encarnación. “El himno de María no es ni una respuesta a Isabel ni propiamente una plegaria a Dios; es una elevación y un éxtasis” y una profecía. María con su cántico se hace totalmente disponible a la gracia, mostrándonos cuan grande es el deseo de vivir para la santificación de los hombres.

María estaba siempre junto a su niño,  que crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con él. --- San Lucas, 2,40 ---. Podemos imaginar el gran amor y el tierno cuidado por su hijo, ella que le había dicho al Ángel antes que se fuera: ---Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho---. San Lucas 1,38

San Juan, no muestra a la Virgen María, a través de Jesús, quien hablándole a sus discípulos antes de la partida, les dice un ejemplo: La mujer se siente afligida cuando está para dar a luz, porque le llega la hora del dolor. Pero después que ha nacido la criatura, se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo! --- San Juan 16,21---, con lo que nos muestra como el estaba empapado del amor de su Madre. En las últimas palabras de Jesús en la cruz, dice ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: --- Mujer, ahí tienes a tu hijo ---. Después dijo al discípulo: --- Ahí tienes a tu madre ---  San Juan 19, 25-27---

María, la buena madre, unida más que nadie a Jesús, --- Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre --- san Juan 19,25 ---,  esta también unida como nadie a nosotros,  como madre de todos los cristianos. María, después de haber sido físicamente la madre de Jesús, ha pasado ahora a ser nuestra madre espiritual.

La santidad de María, concebida inmune del pecado original, de naturaleza humana,  bendecida entre las mujeres, Virgen inmaculada,  pudo hacer una vida distinta, sin embargo ella libremente eligió vivir en plena solidaridad con Jesús.

Aunque los Evangelios, no dedican comentarios sobre la experiencia personal de María en muchas etapas de su vida, con lo poco que hay escrito, sabemos mucho de ella, es así como sabemos de su visita a su prima Isabel, sabemos de los difíciles momentos de duda de José su esposo, el viaje a Belén, el nacimiento de su hijo Jesús, la huída a Egipto, sabemos de sus angustias por la perdida de Jesús en el templo y conocemos de su dolor al ver a su hijo camino a la Cruz, la crucifixión y los últimos instantes de Jesús antes de morir.

María, participo en cada uno de los sucesos relevantes de la vida, de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, es decir, participa en su misterio pascual. Si bien es cierto, que con el bautismo recibido de Juan, Jesús abandona la casa familiar a los treinta años, --- Jesús ya había pasado los treinta años de edad cuando comenzó --- San Lucas 3, 23,  María, en el silencio de la buena madre, no abandona nunca espiritualmente a su Hijo, ni el a su Madre, solo la separación que se produce con la muerte de Jesús en la cruz. Y en la cruz, Cristo confía su madre al discípulo predilecto y amado Juan.

La Virgen, ha estado desde su gravidez hasta siempre amando a su Hijo Jesús, quien sabe muy bien quien es su madre la que hace la voluntad de Dios, como dice en san Marcos 3,33-35. Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: --- ¡Feliz la que te dio a luz y te crió! ---  y Jesus le replica: --- ¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!----. Entonces decimos nosotros, feliz la Virgen María, que hizo la voluntad de Dios. Feliz ella, que en las Bodas de Cana les dice a los sirvientes: --- Hagan lo que él les diga --- san Juan 2, 5, es decir nos pide que nos dejemos hacer por Jesús.

María tiene siempre en su corazón a su Hijo y las cosas de su Hijo, cuando Jesús se perdió en el Templo, María le dijo: Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos, El les contestó: --- ¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?--- luego Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón. Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres. --- san Lucas 2, 48-52

María, fue elegida por Dios, para vivir con Jesús y en Jesús el misterio pascual de su Hijo, ella fue absolutamente privilegiada por Dios, para que participara de un modo especial el misterio pascual de Jesús. Ella concibió a Jesús antes "en su espíritu que en su seno". (San Agustín).

Es así como, la espiritualidad de María, se ubica de un modo especial en la maternidad y en la participación de la existencia pascual de Jesús, es así, como ella es para nosotros madre de nuestra vida espiritual. Es decir, vida espiritual que nos empapa del misterio pascual de Jesús, nos hace cambiar, nos transforma y, nos hace unirnos fuertemente, aferrados por el Espíritu de Cristo, nos convierte en dóciles al Señor, nos hace disponible al amor de Jesús.

La disposición de Maria con Dios Padre y con Dios Hijo, es para nosotros sus hijos nuestra meta de vida, porque ella no se dejo guiar por su Espíritu, sino que por el Dios Padre y el del Dios Hijo, con lo cual nos enseña y nos motiva, para que seamos un solo Espíritu con nuestro Señor Jesús, del mismo modo como ella se dejo vivir íntimamente por el misterio pascual del Cristo.

El Espíritu de Jesús que obra dócilmente en María y ella ha vivido una experiencia espiritual caracterizada por el continuo pasar del vivir según la carne al vivir según el espíritu. Ella es la inmaculada María es toda santa. Desde su concepción está inmune de cualquier culpa y recibe la gracia de ser espíritu participando en el misterio pascual de Jesús. De este modo es como, para favorecer la obra del misterio pascual en su ser personal, ella se abandona totalmente al Espíritu. Dijo María: --- Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho ---. Es decir, se muestra totalmente dispuesta a dejarse llevar por el Espíritu, Es en lo interior de su ser donde la Virgen María encuentra verdaderamente a su Dios.

María totalmente dichosa dice: --- Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava ---. San Lucas, 1,46 --  María es un ser humilde ante Dios, y permanece humilde ante Dios Padre, ella esta muy conciente que ante El no vale nada  por si misma y dice -- deshizo a los soberbios y sus planes,  Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes ---. San Lucas 1,53-.  Así es, como María permanece humilde ante Dios y reconoce que todo lo que tenía era un don gratuito. --- El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre!—San Lucas 1,49.

El Evangelio nos muestra una María afable, agradable, afectuosa y amable en el trato y en la conversación con los demás, así fue ella y así es hoy, ella fue dulcemente amable con el Ángel, con su prima Isabel, con su esposo José, y en especial con su Hijo Jesús. Por eso, deducimos a través de los Evangelios, que su lenguaje es de amor por el Padre, por su Hijo y por todos, con lo cual nos da fuerza que no son creíbles los lenguajes de mensajes odiosos que algunas veces nos pretenden hacer creer falsamente.


2º PARTE: LA VIRTUDES DE MARÍA

La Virgen María, mostró  facilidad y prontitud para conocer y obrar el bien, en ella existió perfectamente la disposición en su alma para conocer la fe, ser mujer de esperanza y de mucha caridad, es decir en ella se engendra fecundamente las virtudes teologales. María se hizo disponible al Espíritu, como humilde sierva de Dios, y para ella, vivir las virtudes teologales significó abandonarse al Espíritu pascual del Señor.

María tuvo fe divina, porque ella es Dios a quien cree y a Dios le muestra fe absoluta, --- hágase en mí tal como has dicho --- San Lucas 1,38 ---, es la fe divina que le viene como un don de Dios. Así es como ella fue capaz de reconocer que es Dios quien hablaba en su corazón. También ella, tuvo una en su vida una cercana experiencia de la virtud de la fe, que se basa y se concentra en entender la capacidad salvadora del misterio pascual de su Hijo Jesús. Ella, por encima de cualquier duda y preocupación por Jesús, que mostraron los amigos íntimos del Señor, atesoro en su corazón sus enseñanzas, que eran buenas y ciertas porque venían de Dios.

María tiene fe y acepta la palabra de su Hijo Jesús, la entiende y confía en ella, conoce que su hijo es honesto y veraz, porque su palabra es verdad absoluta y reconoce en su hijo la autoridad para decirla, --- Hagan lo que él les diga --- san Juan 2, 5.

Cuando María va a visitar a su prima Isabel, ella le responde a su saludo: ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor! --- San Lucas 1,45 --- María cree y acepta con fidelidad a Dios, su vida es un camino de fe, la Anunciación es parte de su caminar y peregrinar de la fe, el nacimiento de su hijo en Belén, su huida al exilio a Egipto, su regreso a Nazaret, y como sugiere el Concilio Vaticano II, "la bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz" (Lumen gentium, 58), allí a los pies de la cruz, es donde María vive íntimamente el misterio pascual de su Hijo. María no solo creyó, sino que supo distinguir cuál era la voluntad de Dios. Por esta fe fue llamada María dichosa por el ángel ---san Lucas, 1,35 ---. Por esa misma fe que Jesús dijo; ¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan! --- san Lucas, 11,28 ---.

María también es una mujer de esperanza, es una virtud que ha vivido en ella. La esperanza es una virtud que María lleva en plenitud, y la ha recibido también como la gracia santificante. María siente en sí, la posesión de Dios. María reconoce en la esperanza el deseo de la vida eterna, su alma tiene la perfecta visión de Dios en el cielo. Es por lo tanto operante en su voluntad. La esperanza que nos da la Virgen María, es la que también nos da la confianza de recibir la gracia necesaria para llegar al cielo, ya que ella nos entrega con su experiencia personal los fundamentos de la esperanza que esta en la omnipotencia de Dios, Su bondad y Su fidelidad a Sus promesas. Así es como la Santísima Madre de Dios, nos motiva conocer la virtud de que la esperanza es necesaria para la salvación.

Entonces nuestra amadísima Virgen María, se nos muestra como una mujer de mucha esperanza, pero no como algo personal solo para ella, al contrario, es alguien abierta a la salvación de sus hijos, que en el mundo los hay muy pobres y viviendo en miserias y que gracias a la esperanza que le da la Virgen, reconocen su oportunidad de ser salvados por Jesús.  María se nos muestra enteramente feliz de descubrir a Dios presente en la historia de los hombres, de ahí es su canto jubiloso que proclama en el himno sublime del Magníficat, Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, san Lucas 1, 46.47.

Con mucha justicia, la Virgen María, representa la esperanza de sus hijos, en especial a los que están sometidos por la injusticia, ---Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. San Lucas 1, 51 --, con mucha fe y gran amor acuden a María los marginados, los humildes, y muchas veces explotados, --- Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes, san Lucas 1,52 ---. La Virgen María, es necesidad y esperanza para los más pobres  y que nada tienen, --- Colmó de bienes a los hambrientos, y despidió a los ricos con las manos vacías, san Lucas 1,53 --

Es así como la Madre de Jesús, nos enseña que los actos de esperanza también son necesarios para la salvación y son mandados por Dios a todos los que tienen uso de razón.  Ella nos muestra que debemos confiar que Dios nos da todas las gracias necesarias para servirlo fielmente y nos lleve a la vida eterna.

Entonces, tal como los hizo la Virgen María, debemos colaborar plenamente con El. Aunque la esperanza no nos asegure nuestra fidelidad a Dios, si nos asegura la fidelidad de Dios para con nosotros. El Ideal de Dios, es que sus hijos sean hombres buenos, el ideal de Maria, es que sus hijos sean buenos y vayan por el mundo haciendo el bien, es por eso que ella se interesa que tengamos esperanza, con la cual se evita hacer un mal con el fin de lograr un bien. La Virgen en su sublime canto, nos enseña que debemos confiar en Dios y que El se ocupará de nosotros en todo momento.

Así como María es para todos nosotros un modelo y una mujer ejemplar en la fe y la esperanza, también lo es en la caridad. En María encontramos un modelos de la caridad al mostrarse como una persona que ama a Dios sobre todas las cosas y lo hace por si mismo y sin ningún interés.  El prójimo para María, son los más próximos y estos son sus hijos, y ella ama al prójimo por Dios, en quien cree absolutamente.  ¡Dichosa tú por haber creído! , le responde Isabel, y es por que María se basa en la fe divina. 

Hay personas que sostienen y algo de verdad hay en esos, que los evangelios no hablan mucho de la Madre de Dios, sin embargo con lo poco que se dice, sabemos y sentimos mucho de cómo era ella. San Lucas dice en 2, 22-23: Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor tal como está escrito en la Ley del Señor: María de este modo nos enseña el que el amor personal a Dios exige observar todos los mandamientos, sabiendo que todo lo que el nos manda nace de su amor y todo es bueno.

Así, concluimos como la Virgen María, nos enseña que Dios nos invita a la participación en la vida divina. Su amor quiere levantarnos a una vida digna de los hijos de Dios. María es nuestra gran motivación para abrirnos con el corazón a las virtudes que ella posee, y que a nosotros nos hará muy bien tenerla, la de la fe, esperanza y caridad, y con ellos sepamos erradicar de nuestro modo de ser y de nuestra vida todo lo que nos separa de Dios y nos lleva a perder nuestra relación de amor con su Corazón.

María santísima,  vivió en la fe y de la esperanza, pero por sobre todo de la caridad, por vivir unida al misterio pascual de Jesús, pasó a un amor cada vez más genuinamente caritativo. El amor del Espíritu se hizo en ella hasta tal punto presente, que al final su vida, ella murió de amor. Su misma virginidad no fue otra cosa que amar a Dios en Jesús con un corazón indiviso. Virginidad como experiencia eterna e inmortal de perfecta caridad.

Nosotros, hijos de la buena Madre María, reconocemos en ella una mujer sin mancha, modelo de virtud, y levantamos los ojos hacia ella, la contemplamos y la veneramos y sabemos que participo íntimamente en la historia de la Salvación, y siempre ha estado preocupada de llevarnos a El, hacia su ejemplo de vida y su sacrifico, como también hacia el amor del padre.

Y como mujer amorosa, su lenguaje es suave en nuestros oídos, es de ternura y esperanza, y busca en todas las cosas la divina voluntad de Dios. El interés de María, es siempre el mismo, hacer crecer en nuestros corazones el amor por su hijo, ella en su vida fue ejemplo de afecto materno. Porque María sabe del ideal de Dios que sus hijos sean buenos como lo fue Jesucristo.

Por eso quiero insistir en este segundo capitulo, que el lenguaje de María es de amor por el Padre, por su Hijo y por todos, llenos de fe, esperanza y caridad, fundamentos básicos para no hacer  creíbles los términos de aquellos que viven en la soberbia y buscan hacerla cómplice de mensajes nacido de su creatividad.

María, en todo es amor.


3º PARTE, MARÍA MADRE DE DIOS Y NUESTRA BUENA MADRE

Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.--- San Juan 19, 25-27 ---

El rol de Madre del Salvador, Madre del Redentor y Madre de Dios, comienza a descubrirse ya en el Antiguo Testamento, donde proféticamente es anunciada, como se revela en libro Génesis 3,15. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te Herirá en la cabeza, y Tú le Herirás en el Talón. María ya era promesa de victoria sobre el mal que hizo caer en el pecado a los primeros padres, Luego también es profetizada en Isaías 7, 14 Por tanto, el mismo Señor os Dará la señal: He Aquí que la virgen Concebirá y Dará a luz un hijo, y Llamará su nombre Emmanuel. Las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, nos, muestran con mucha claridad la figura de la mujer Madre del Redentor. Maria se destaca entre los humildes y pobres del Señor, que de El con confianza esperan y reciben la salvación. Así es, como con ella, excelsa Hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y con ella, se inicia algo nuevo para en los hombres, cuando el Hijo de Dios, asume de ella la naturaleza humana para liberarnos del pecado.

San Agustín escribió: "Si un Dios debe nacer, no puede nacer más que de una virgen; y si una virgen debe engendrar, no puede engendrar más que a un Dios" (De Trinitate 13: PL 18,23).

La Virgen María, fue consignada por Dios desde siempre a ser la Madre de Dios, ella con gran generosidad y como servidora y humilde esclava del Señor, acepta su voluntad. Luego concibe a Jesús, Hijo de Dios encarnado, lo engendra, lo amamanta, lo cuida, le enseña los primeros pasos, lo presenta en el templo, lo lleva a las fiesta religiosas, lo acompaña en su vida y padece junto a El, el dolor de la muerte en la cruz, todo lo que hace ella, lo hace como una buena Madre.

María es verdaderamente la Madre de Dios, porque ella engendro a Jesús y Él es Dios, entonces la Virgen María es Madre de Dios. Ella comienza a ser Madre de Dios cuando el Hijo Eterno quiso entrar en el tiempo y hacerse hombre como nosotros. “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios Envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la Adopción de hijos”. Gálatas 4:4: Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios, así es como María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.

El Dios Jesús, quiso tener una madre para acercarse más a nosotros de modo amoroso, El eligió a su madre, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será siempre la Madre de Dios. Refiriéndose a Dios, cuando la Virgen María visitó a su prima Isabel, esta, movida por el Espíritu Santo le dijo: ¿De Dónde se me concede esto, que la madre de mi Señor venga a Mí?, --- san Lucas 1, 43 ---, mi Señor, es decir mi Dios.

Nosotros aceptamos dos grandes verdades de nuestra Buena Madre, la primera es que es  verdaderamente madre, porque ella contribuye en todo a la crianza y a la formación de la naturaleza humana de su hijo Jesús, como lo hace toda madre que forma a su hijo que nace de sus entrañas. La segunda, es que María es verdaderamente madre de Dios, como consecuencia de que Ella concibió y dio a luz a la segunda persona de la Trinidad, según la naturaleza humana que El asumió.

El origen Divino de Jesús no le proviene de María. Pero al ser Jesús una persona de naturaleza divina y humana, María es tanto madre del hombre como Madre del Dios. María es Madre de Dios, porque es Madre de Jesús quien es Dios-hombre.

En el Concilio de Efeso, se canonizo el título Theotokos, que significa Madre de Dios. Como sabemos, el título Madre de Dios era utilizado desde las primeras oraciones cristianas. En el Credo de los Apóstoles, profesamos: "Creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor que nació de la Virgen María". Luego En el siglo XIV se introduce en el Ave María la segunda parte donde dice: "Santa María Madre de Dios"

María, que por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue exaltada por encima de todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia. En efecto, desde los tiempos más antiguos la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de "Madre de Dios", a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas. (Lumen Gentium 66)

En el Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI se dice; “Creemos que María es la Madre, siempre Virgen, del Verbo Encarnado, nuestro Dios y Salvador Jesucristo”

Decía Juan Pablo II en la Consagración de la Iglesia y el Mundo al Inmaculado Corazón de María: “Recurrimos a tu protección Santa Madre de Dios". Al decir las palabras de esta antífona con la cual la Iglesia de Cristo ha orado por siglos, nos encontramos hoy ante ti, Madre…"Oh Madre de cada individuo y de todos los Pueblos, tu que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tu que como Madre conoces las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, que aflige al mundo moderno, acepta nuestros clamores, en los que nosotros movidos por el Espíritu Santo dirigimos directamente a tu Corazón….Acoge con el amor de Madre y Sierva del Señor, al genero humano, el que confiamos y consagramos a ti (JP II)

María por ser Madre de Dios transciende en dignidad a todas las criaturas, hombres y ángeles, ya que la dignidad de la criatura está en su cercanía con Dios. Y María es la más cercana a la Trinidad. Madre del Hijo, Hija del Padre y Esposa del Espíritu.

María fue buena Madre y buena esposa y dio ejemplo de vida familiar. En la vida de Madre de María, encontramos momentos de dolor y de gozo, de exilio y de preocupación, de cuidado y de protección de su hijo, de humildad y buena disposición con su esposo san José.

Si hacemos un recorrido por su vida encontraremos que después del regreso de casa de Isabel, "se halló haber concebido María del Espíritu Santo" --- san Mateo 1:18 --- El embarazo de María no podía sorprender a nadie más que al mismo San José. María dejó la solución a esta dificultad en manos de Dios, y Dios informó en su momento al asombrado esposo de la verdadera condición de María. Mientras José "reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados" –san Mateo 1:20-21---."Al despertar José de su sueño hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibiendo en casa a su esposa" --- san Mateo 1:24 ---.

Lucas (2:1-5) explica cómo José y María viajaron desde Nazaret hasta Belén obedeciendo un decreto de César Augusto que ordenaba un empadronamiento general. Estando allí, María da a luz a Nuestro Señor. "Estando allí, se cumplieron los días de su parto" san Lucas 2:6 --- Después de dar a luz a su Hijo, María "le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre" ---  Poco después del nacimiento del niño los pastores, obedientes a la invitación del ángel, llegaron a la gruta "y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre" san Lucas 2:16---.

María como madre siempre se preocupó en todo momento por su Hijo, y cumplía con los ritos y tradiciones de su pueblo, como se ve en la Circuncisión de Nuestro Señor. "Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús" ---san Lucas 2:21 ---. Así también en la “Presentación”. Según la ley del Levítico 12:-8, toda madre judía de un varón hebreo tenía que presentarse cuarenta días después de su nacimiento para su purificación legal; según Éxodo 13:2 y Números 18:15, el primogénito tenía que ser presentado en esa misma ocasión. Cualesquiera que fueran las razones que María y el Niño hubieran podido tener para reclamar una excepción, el hecho es que acataron la ley.

Tras la Presentación, la Sagrada Familia volvió directamente a Belén, allí recibió la visita de los Magos. Después de que "los magos de Oriente" hubieron sido guiados hasta Belén por Dios, "entrados en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y abriendo sus alforjas, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra" --- san Mateo 2:11 --Poco después de la partida de los magos, José recibió el mensaje del ángel del Señor para que huyera a Egipto con el Niño y su madre, debido a los malvados propósitos de Herodes; "Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y partió para Egipto" --- san Mateo 2:14 ---.

Cuando José recibió por el ángel la noticia de la muerte de Herodes y la orden de volver a la tierra de Israel, él, "levantándose, tomó al niño y a la madre y partió para la tierra de Israel" --- san Mateo 2:21. "advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, yendo a habitar en una ciudad llamada Nazaret" --- san Mateo 2:22-23---. En todos estos detalles, María sencillamente se dejó guiar por José, que a su vez, recibió las manifestaciones divinas como cabeza de la Sagrada Familia. La vida de la Sagrada Familia en Nazaret fue la propia de una familia normal de vida sencilla.  Mientras José ganaba el sustento para la Sagrada Familia con su trabajo diario, María atendía las labores del hogar. Y "El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El". San  Lucas 2:40

Maria en todo se preocupaba por su Hijo Jesús, según la ley de Éxodo 23:17, los hombres estaban obligados a visitar el templo en las tres festividades solemnes del año; "Sus padres (del Niño) iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua". --- San Lucas 2:41 ---. Del mismo modo gran dolor y preocupación de María como madre, tuvo que sentir cuando su hijo es extravió, y gran gozo de madre al hallarlo luego sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles...Cuando sus padres le vieron, se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos, san Lucas 2:40-48. Jesús respondió simplemente: --- ¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?--- san Lucas 2:49--- los que estaban presente, maravillados por Jesús, no comprendían estas palabras, "Ellos no entendieron lo que les decía" san Lucas 2:50 ---luego Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón. Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres. --- san Lucas 2, 48-52.  Así, María observaba la vida diaria de su divino Hijo, y crecía en su conocimiento y amor a través de la meditación sobre lo que veía y oía.

Maria no solo es buena madre, también es buena amiga y solidaria, "...hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Jesús les respondió: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? No es aún llegada mi hora." María desea salvar a sus amigos de la vergüenza de no poder agasajar adecuadamente a sus invitados, y recurre a su divino Hijo. Ella simplemente expone su necesidad, sin añadir ninguna petición. María comprendió las palabras de su divino Hijo en su sentido correcto; ella avisó sencillamente a los camareros, "Haced lo que El os diga" (Juan 2:5).

María durante la vida apostólica de Nuestro Señor logró pasar casi completamente inadvertida. Al no ser llamada para ayudar directamente a su Hijo en su ministerio, no quiso interferir en su trabajo con una presencia inoportuna. Dado que la Pasión de Jesucristo tuvo lugar durante la semana pascual, se espera naturalmente encontrar a María en Jerusalén. La profecía de Simeón se cumplió en su plenitud principalmente durante los momentos de sufrimiento de Nuestro Señor. Según una tradición, su Bienaventurada Madre se encontró con Jesús cuando cargaba con la cruz camino del Gólgota, donde se dice que ella tiene un desmayo al ver a su Hijo sufriendo, sin embargo luego ella tiene un comportamiento heroico al pie de la cruz, a pesar de ello, debemos considerar su calidad de mujer y madre en su encuentro con su Hijo camino del Gólgota, mientras que es la Madre de Dios al pie de la cruz.

Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.--- San Juan 19, 25-27 ---

De este modo, vamos descubriendo como María, Madre de Dios, no deja en ningún momento de ser una mujer maravillosa en todos los aspectos, como Madre de Jesús recién nacido, madre del niño Jesús, del Joven Jesús y del hombre ya adulto. María es buena parienta con sus familiares, es buena esposa con José y leal a Dios, no hay faltas en ella, es humilde, sencilla y obediente, su lenguaje es dulce y amoroso, digna Madre de Dios y de todos nosotros.

"Y la Madre de Dios es mía, porque Jesús es mío" (S. Juan de la Cruz)


4º PARTE, EL CAMINO ESPIRITUAL DE MARÍA

Decimos que nuestra amada Virgen María, fue desde siempre señalada como la Madre de Dios, es decir predestinada a ser la  Madre del Divino Redentor. Ella rica en generosidad, llena  de humildad, colabora como esclava del Señor realizándose en ella la Encarnación del Verbo divino y concibe a Jesús, Hijo de Dios encarnado. Es así como de este modo, ella se transforma en nuestra Madre Espiritual.

María tiene una natural sensibilidad e inclinación hacia los sentimientos y los pensamientos que nacen en el alma y el corazón, en ella no tiene cabida lo material, es decir, en ella la espiritualidad es plena.

Una persona espiritual, hace su vida a partir de ese soplo que Dios le da a su alma, por tanto se comporta y se deja hacer por Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra, san Lucas 1, 26-38. María es una persona espiritual, ella vive conforme a Dios. El camino Espiritual de María se refleja en su vida diaria, es obediente al Señor,  sus actitudes son sencillas y humildes, su relación preocupada y amorosa con su Hijo Jesús. María nos enseña a vivir dentro de los valores morales que Jesús nos instruyo.

Una persona espiritual, sabe cuales pensamientos son buenos y cuales son malos, alguien espiritual, es paciente y bondadoso, en efecto, esas inclinaciones vienen del alma y de un corazón que ha hecho de morada a Dios. Las palabras de Maria, manifiestan que Dios habita en su corazón, pues lo glorifica, lo ensalza y lo alaba, como los hace en su bello cántico del Magníficat.

Las palabras del Magníficat son como el testamento espiritual de la Virgen Madre. (Catequesis de Juan Pablo II),  Ya desde los primeros siglos, san Ambrosio exhortaba a esto: «Que en cada uno el alma de María glorifique al Señor, que en cada uno el espíritu de María exulte a Dios» (san Ambrosio, Exp. Ev. Luc., II, 26).

El Magníficat nos muestra un cántico para alabar la admirable obra de la Encarnación, .es un cántico profético donde María nos manifiesta el jubilo que colma su corazón, porque Dios, su Salvador, puso los ojos en la humildad de su esclava.

Después que el ángel dejo a Maria en la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel. Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo. María dijo entonces:

El “Magníficat” --- Lc 1, 46-55 ---

Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.

Este fragmento del evangelio, nos presenta el cántico de María, “El Magníficat”, responde a una explosión de júbilo en Dios, incubada desde que se había realizado en ella el misterio de la encarnación. “El himno de María no es ni una respuesta a Isabel ni propiamente una plegaria a Dios; es una elevación y un éxtasis” y una profecía.

María dijo entonces; “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”, este canto es la una expresión elevadísima del alma de María, donde las lágrimas de alegría, gozo y esperanzas, se encierran en el Corazón de la Virgen María.

Podemos observar, en este cántico, la alabanza de María a Dios por la elección que hizo de ella, el reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo y como con esta obra se cumplen las promesas hechas.

“Porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora”. La humildad de la Virgen María, es la causa de su grandeza, como ella, se humilla hasta en lo más ínfimo y Dios la eleva a lo más alto de la dignidad.

La alabanza que hace María a Dios por la elección que hizo en ella, engrandeciendo a Dios, ella esta profundamente agradecida, así es como le bendice y le celebra.

Este gozo de María es en Dios “mi Salvador.” Nunca como aquí cobra esta expresión el sentido mesiánico más profundo. Ese Dios Salvador es el Dios que ella lleva en su vientre, y que se llamará Jesús, Yehoshúa, es decir, Yahvé salva. Y ella se goza y alaba a Dios, su Salvador.

María atribuye esta obra a la pura bondad de Dios, que miró la “humanidad” de su “esclava.” Fue pura elección de Dios, que se fijó en una mujer de condición social desapercibida, aunque de la casa de David. Pero por esa mirada de elección de Dios, “desde ahora” es decir, en adelante, la van a llamar “bienaventurada todas las generaciones.”

“En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”, por esa dignidad tan grande a la cual María fue elevada. Como vemos hoy, todas las generaciones cristianas de todos los siglos, han cantado las glorias de esta Virgen humilde y amorosa, que fue hecha la Madre de Dios.

Es la eterna bendición a la Madre del Mesías. Profecía cumplida ya por veinte siglos. Y todo es debido a eso: a que hizo en ella “maravillas”, cosas grandes — la maternidad mesiánica y divina en ella —, el único que puede hacerlas, Dios.

“Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas”. Esta obra sólo podía ser obra de la omnipotencia de Dios. Y “cuyo nombre es Santo.” Es, pues, obra de la santidad de Dios. ¡Su Nombre es santo!, Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. El pensamiento progresa, haciendo ver que todo este poder es ejercido por efecto de su misericordia. Esta es una de las “constantes” de Dios en el Antiguo Testamento. Ya al descubrir su nombre a Moisés se revela como el Misericordioso (Ex 34:6).

Y ninguna obra era de mayor misericordia que la obra de la redención. Pero se añade que esta obra de misericordia de Dios, que se extiende de generación en generación, es precisamente “sobre los que le temen.” Era el temor reverencial a Dios. Así, en el A.T., cuando el pueblo pecaba, Dios lo castigaba; pero, vuelto a él, Dios lo perdonaba.

“Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.”, Con esta metáfora, se expresa el poder de Dios, que aplasta a los soberbios y exalta a los humildes.

“Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes.”, como enseñándonos a todos, que si queremos ser grande a los ojos de Dios y ser amados por El, debemos ser humildes ante los hombres, reconociendo nuestra pequeñez y miseria. Esta imagen celebra cómo Dios quita a los “poderosos” de sus tronos y “ensalza” a los que no son socialmente poderosos.

María: a una virgen, la hace madre milagrosamente; y a una “esclava,” madre del Mesías.

“Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.” Así María, se coloca en la línea de todos los que son pequeños y humildes, los hambrientos de Israel, los que están vacíos de si mismos, pero llenos de Dios.

“Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.”

A María la elige para enriquecerla “mesiánicamente.” Es lo mismo que canta luego: los bienes prometidos a Abraham, que eran las promesas mesiánicas. Al fin, todo el Antiguo Testamento giraba en torno a estas promesas. Con esta Obra cumple Dios las Promesas, hechas a los Padres.

Con este hermoso himno, María, alaba a Dios por la elección que hizo en ella, reconoce la Providencia de Dios en el gobierno del mundo y nos recuerda como Dios cumplió las promesas hechas a los Patriarcas.

Nada será mas agradable a Dios, que lo alabemos como lo hizo María, con las hermosas palabra que el Espíritu divino la inspiró.

Nosotros, debemos estar disponibles para dejarnos reformar de un modo total por el Espíritu  y, considerar como modelo a María en su compromiso con el Espíritu de Jesús y, de este modo revivir en nosotros mismos y a los demás a la vida nueva del amor.

El alma de María, se han identificado totalmente con la voluntad de Dios, de modo que todas sus operaciones, obras y ruegos, vienen de la proposición divina, San Juan de la Cruz, ha escrito: "Tales eran las de la gloriosísima Virgen nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo" ( Subida III, 2,10). En esta afirmación se encuentra el principio de una acción constante y total del Espíritu en María, elevada desde el principio a este altísimo estado de comunión con Dios, en un dinamismo de creciente fidelidad y cooperación con las mociones del Espíritu Santo. 

Nuestra Madre Espiritual y su espiritualidad, son para nosotros sus hijos, modelo de contemplación y de intercesión, como del mismo modo ella es modelo de confianza, discreción y atención en las Bodas de Caná, la Virgen hace valer su poderosa intercesión ante su Hijo: "El que discretamente ama no cura de pedir lo que le falta y desea sino a representar su necesidad para que el Amado haga lo que fuere servido, como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino, sino diciéndole: "No tienen vino (Jn 2,3)" (san Juan de la Cruz, Cántico A y B 2,8).

La presencia espiritual de la Virgen María esta silenciosamente dentro de nosotros, atesorada en nuestro corazón, ella es nuestra mejor intercesora, la más perfecta mediadora, ella no ilumina el camino para llegar a Jesús, su hijo amado.

Oramos a María, porque al mismo tiempo es oración al Señor, para que del mismo modo como Dios Padre hizo grandezas y maravillas en Ella, orando a María y con María, le suplicamos que extienda a nosotros el mismo amor que concedió a la Virgen, y de esta forma atraer al Espíritu Santo a nuestro corazón.


5º PARTE (ÚLTIMA) LA LUZ DE MARÍA, EN EL CAMINO PARA LLEGAR A JESÚS

En el Prólogo de san Juan, 1, 1-18, El Verbo es la luz verdadera. Así como Dios es verdadero, Cristo es el pan verdadero, así el Verbo es llamado luz verdadera. Esta luz del Verbo ilumina a todo ser humano. Ella era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre. --- san Juan 1, 9 ---

Pero el mundo no conoció a esta Luz: a Dios Verbo. Los seres humanos debieron conocerlo. Los hombres, teniendo motivos para conocer y servir a Dios, no lo hicieron: el mundo no le conoció. Pero no sólo el mundo, sino que vino a los suyos. Vino la Luz a Israel con su Ley, con sus profetas, con sus enseñanzas; le anunciaron un Mesías., y fueron rebeldes — ¡tantas veces! — a esta Luz de Dios, del Verbo. Y vino el Verbo encarnado a ellos, a su pueblo, al pueblo que le esperaba, y cuando llegó a ellos., Israel no le conoció, no lo recibió., y ¡crucificó! al Mesías, a Jesús, Hijo de Dios, Hijo de la Virgen María.

Frente a este panorama de incredulidad, de paganismo y de un Israel, que no recibe la Luz del Verbo, trágica actitud del mundo frente a la Luz, nuestra buena Madre de Dios, hoy nos ha mostrado y nos muestra la ventaja incomparable que se sigue a los hombres y mujeres, es decir todos los seres humanos,  de dejarse iluminar por esta Luz de Dios.

A los que si creen, tienen un gran don: el poder ser hijos de Dios. Pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre (v. 12), El Gran Don de la Filiación Divina de los Hombres dado por el Verbo Encarnado.

Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.  --- san Lucas, 1,31 --- La Virgen Maria ha dado luz a la Luz del Mundo, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel --- san Lucas 2,32 ---, ¡Feliz la que te dio a luz y te crió! --- san Lucas 11,27 ---, Feliz María, felices nosotros por nuestra Madre de Dios, que ha dado a luz a la Luz.

Jerusalén, acoge la Luz. Acoge a Aquel que es la Luz: «Dios de Dios, Luz de Luz (...) engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre» (Credo). Jerusalén, acoge esta Luz. Homilía de S.S. Juan Pablo II en la solemnidad de Epifanía

Ponemos hoy, en nuestra santa Madre de Dios, toda nuestra confianza en el futuro, en el camino que habremos de recorrer para ir al encuentro con el Señor, aún más le pedimos que nos acompañe, que nos ilumine en las sombra y haga brillar su resplandor para que no caigamos en la oscuridad y no equivoquemos de camino.

Tú (María) eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo, porque vives en Él y para Él. S.S. Juan Pablo II.

Le confiamos a la Virgen, nuestra vida como sus hijos, ella que crió con tanto amor a Jesús, le pedimos por aquellos niños que están por nacer, para que vean la luz y conozcan la Luz y por aquellos chicos que vinieron a la luz, se dejen guiar por la Luz, a los jóvenes para que maduren en la bajo la Luz de Cristo y al resto del mundo para que sepan que la verdadera esperanza es Cristo, la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre --- san Juan 1, 9 –

La santísima Virgen María es cristalina porque es absolutamente transparente, es pura y limpia total, ella se deja traspasar por la Luz que es su Hijo. María, supo amorosamente acoger en su corazón a quien el mundo no supo reconocer. A través de Ella y por medio de Ella, vino la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre. Seamos también nosotros transparentes como María, así, de este modo permitir que la palabra de vida, se acerque a través nuestro a todo el que la necesite.

Al mirar a María, al fijarnos en su corazón tierno de mujer y de Madre, podemos contemplar la Luz que el Padre ha querido entregarnos por gracia de su amor infinito. Al contemplar a María, descubrimos la presencia de esa luz silenciosa que lleva a revelar el sentido de las cosas y de la vida. La diáfana y traslúcida Virgen Madre de Dios, nos invita a dejar que la luz de Cristo traspase toda nuestra vida, todos nuestros espacios, para que no haya oscuridad ni tristeza en nosotros, pues somos hijos amados de Dios.

Pero para poder ir a la luz de Dios, debemos pasar por la cruz que nos lleva a Jesucristo, a su muerte y su resurrección, donde el final, es el triunfo de Dios, de la vida y de la Luz. Con gran esperanza y acompañados por María, Caminamos hacia la luz, hacia la vida, hacia Dios, Ella nos ayuda a mantener siempre encendida esta luz.

La vida cristiana es un camino dulcemente acompañado por María, somos peregrinos y ella, “brilla ante el pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo” ---LG 68 ---

María no ilumina, con el resplandor que ella deja traspasar por la luz que su Hijo. Así de este modo, la Virgen María nos ilumina la vida, y nos ponemos en sus brazos bajo se manto de amor, hacemos nuestra vida diaria con ella en el corazón, en la esperanza de su amor y nuestro corazón late fuertemente motivado por el impulso de su  amor, confiados en que con su ayuda alcanzaremos la Luz definitiva.

María, nos hace la vida hermosa, por que desde ella resplandece esa Luz que irradia la fuerza que nos enseña a amar a nuestros hermanos y a buscar la rencociliación como buenos hijos del Dios de la vida.  Con ella, sentimos que es hermoso el don de la amistad, que con tanta preocupación nos en seña en las boda de Cana, donde ella no solo es buena madre, también es buena amiga y solidaria cuando trata de salvar a sus amigos de la vergüenza de no poder agasajar adecuadamente a sus invitados, y recurre a su divino Hijo.

María ilumina con su irradiación nuestros deseos profundos de ser como su hijo Jesús, solidario con los pobres, con natural inclinación de hacer el bien, motivados a ayudar y a cuidar a los enfermos, y a ser útil para servir a los demás.

Maria también nos ilumina  como sus  hijos, para constituir una familia feliz, para que los jóvenes sepan de la alegría de sus padres y entiendan la preocupación de ellos para que sean una familia unida y necesitada del amor mutuo. María nos enseño que siempre tiene siempre en su corazón a su Hijo y las cosas de su Hijo, cuando Jesús se perdió en el Templo, María le dijo: Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos. Para nosotros como padres, regresar al hogar y encontrarnos con los hijos, es una gran alegría, y damos gracia a María por su protección.

María, nos acerca como madre a su amado Hijo, nos consuela y nos renueva la esperanza, y con su luminosidad no invita a que abramos nuestro corazón para habite en el su Hijo Jesús. María nos llama para que nos alimentemos de Jesús en la eucaristía de cada domingo, para que así, con Jesús en nosotros, tengamos más comprensión de nuestros hermanos o de nuestros hijos, creciendo en amor con los demás. Con este llamamiento, nos sentimos los hijos amados de Dios, hermanos de Jesús, plenos de El en la comunión y le decimos en la Eucaristía, gracias por quedarte con nosotros hasta el fin de los tiempos y le decimos a María, gracias por acercarnos a tu Hijo.

María, esta con nosotros durante todo el día, con ella nos sentimos tranquilos como un niño que descansa en los brazos de su madre. Cuando estamos con pena y dolor, igual como ella, cuando estuvo frente a la cruz, nos sentimos consolados, por que Jesús nos la dejo como nuestra madre, Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»..--- San Juan 19, 25-27 --- Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa y nosotros la traemos a la nuestra y nos llenamos de alegría. Decimos entonces, gracias Jesús, por dejarnos a María como nuestra Madre, con ella, no tenemos miedo, nos sentimos seguro y nos ayuda a buscarte, especialmente cuando tenemos peligro de caer o cuando caemos y buscamos ser perdonados por ti.

El amor de María, el mismo que ella tuvo por Jesús, nos reconforta, nos levanta con su radiación y no muestra en el camino que nos lleva al Señor. María nos invita permanentemente a mirar a Jesús, como ella lo miro en la cruz. Mirar a Jesús, amor encarnado, Hijo del Padre que nos ama sin condición. Ella nos muestra como mirar a Jesús crucificado, para amarlo, y también sufrir y saber perdonar, ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

María nos enseña mirar a Jesús en Belén, desde ese instante aprendemos a amarlo  y, luego nos formamos como discípulos de su hijo amado. María fue fiel a su Hijo y lo siguió hasta la muerte en la cruz y con su fidelidad nos motiva para seguir a Jesús hasta la misma cruz. María nos enseña a ser obedientes con su Hijo, "Haced lo que El os diga" --- san Juan 2:5 ---. Maria nos muestra con su fidelidad al Padre y su solidaridad con su Hijo, un modelo de vida. Así es, como damos al Padre, Gracias por María, así como decimos al Hijo, gracias por darnos una madre fiel, amorosa. Gracias porque María nos ayuda sentirnos hijos amados del Padre, hermanos de Jesús. Gracias, porque su resplandor de buena mujer y buena madre, brilla ante todos sus hijos, alumbrándonos el camino para llegar a Jesús.

Con gran confianza, con mucha esperanza, acompañados por la Santísima Virgen María, caminamos hacia la luz, hacia la vida, hacia Dios. Maria Madre de Dios, nos ayuda a mantener siempre encendida esa luz que nos ilumina el camino para llegar a Jesús.



María, madre mía, eres dueña de mi corazón

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Madre mía: Desde que amanece el día, bendíceme; 
en lo rudo del trabajo, ayúdame; 
si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme; 
en las tentaciones y peligros, defiéndeme; 
si desfallezco, sálvame y al cielo llévame.
Amén.

CÓMO ELEGIR EL CANTO ADECUADO PARA LA LITURGIA?


¿Cómo elegir el canto adecuado para la Liturgia?
Canciones Católicas


El criterio supremo para la selección de un repertorio es que los cantos, por sí mismos, proclamen y anuncien la fe de la Iglesia


Fuente: http://encuentra.com 



¿Cuál es el criterio supremo para seleccionar los cantos en la Liturgia?
El criterio supremo para la selección de un repertorio es que los cantos, por sí mismos, PROCLAMEN-ANUNCIEN la fe de la Iglesia.
Hay que comprender que no todo canto sirve para favorecer la experiencia religiosa ni mucho menos para expresar la fe común. Hay cantos que tienen un lenguaje inapropiado o están fuera de contexto.
Algunas veces se introducen cantos con el único y casi exclusivo afán de entretener a los jóvenes: deberíamos preguntarnos seriamente si esos cantos los ayudan a expresar la fe común y a crecer en su formación humana y espiritual.
Otras veces no se distingue entre la música para cantar la fe en la Liturgia y la música para cantar la Fe en otro lado. A propósito de esta lamentable confusión, la Liturgia se ha llenado de expresiones sensibleras, subjetivas, singulares y doctrinalmente ambiguas. Así como ha existido un gran esfuerzo por desterrar de las celebraciones litúrgicas las prácticas devocionales (porque alteraban la naturaleza, el ritmo y el lenguaje de la propia acción litúrgica), así también hemos de desterrar, más por convencimiento que por imposición, aquellos cantos que estorban la confesión de la fe de la Iglesia; cantos que distorsionan y distraen, y a veces, hasta violentan a los fieles.


"Los cantos han de ser educadores de la fe: cantos propios, cantos apropiados, cantos para los tiempos litúrgicos, para las grandes solemnidades. La primacía hay que darla al texto, porque los textos contienen esas expresiones de la fe; pero también hay que procurar que la música nos ayude o nos lleve a la mejor confesión de la fe. Por tanto, el canto litúrgico ha de ser confesante de la fe en su texto y también por su melodía"
Será muy útil, tener presente aquella iluminadora y siempre vigente orientación del Papa San Pío X, hecha en su época, y repetida ahora con acentos de súplica: "No cantéis en la Misa, cantad la Misa".
1º: Criterio de sacralidad: que sean cantos compuestos y dedicados exclusivamente a la celebración litúrgica (Santa Misa, Sacramentos, sacramentales, Liturgia de las Horas). Que no sean cantos con sabor profano, ni que éste se insinúe en las melodías con que viene presentada. Han de ser distintos de los cantos religiosos no litúrgicos.
2º: Criterio de religiosidad: la música es también para el hombre, no en cuanto lo entretiene o deleita, sino en cuanto le ayuda a adquirir y vivir una actitud religiosa ante Dios; expresar su fe, recibir la Palabra de Dios, dar gracias, rendir alabanza, expresar arrepentimiento, confianza, súplica, etc. Se deben desterrar los cantos que disgregan, disipan, desconcentran, molestan o entretienen sin más, en su letra, música o ejecución.
3º: Criterio de permanencia: hay que evitar la transitoriedad que es característica de la música popular actual. Es necesario decantar y difundir lo bueno. La calidad musical y la expresión literaria se han de remontar por sobre lo vulgar y prosaico.
4º: Criterio artístico: la música tiene que ser bella, con la belleza de la noble sencillez, al alcance de todos. Hay que evitar la música vulgar, intrascendente, lo simplemente rítmico y pegadizo que deja el corazón vacío.
5º: Criterio comunitario: los cantos deben corresponder a quien celebra: una comunidad concreta de vida, que tiene una cultura, una formación cristiana, una cultura musical, etc, siempre como expresión de oración de todos los que tienen una mismo bautizo y una sola fe,  que les lleva a ser fuertes en la fe y a manifestar que son universales, parte de la única Iglesia fundada por Cristo.
6º: Criterio eclesial: los cantos deben expresar la fe de la Iglesia y estar al servicio del misterio que se celebra. Se han de escoger teniendo en cuenta que las celebraciones litúrgicas no son celebraciones privadas donde cada cual hace o dice lo que quiere, sino celebraciones de la Iglesia, culto público al cual somos invitados a asociarnos respetando las normas establecidas por la autoridad competente.

POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL PERDONAR?


¿Por qué es tan difícil perdonar?
Para perdonar tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús


Por: Madre Angélica | Fuente: EWTN.com 




Una de las pruebas más difíciles que se enfrentan en la vida es la constatación de que se es incapaz de perdonar a alguien que nos lastimó. Jesús nos dio un ejemplo de esa actitud cuando relató la parábola del hijo pródigo que malgastó su herencia.

Cuando a este jóven se le acabó todo el dinero y empezó a pasar necesidad en una tierra donde había sobrevenido un hambre extrema, decidió volver a su padre, pedir perdón y solicitar ser tratado como a uno de sus jornaleros. El padre misericordioso, que nunca dejó de amar a su hijo, lo perdonó en el acto y le devolvió su lugar en la casa, como su hijo.

Pero el hermano mayor, que había permanecido fiel a su padre, se quejó. Estaba celoso de la fiesta que se había organizado en honor de su hermano pródigo.

Al hermano mayor le pareció completamente injusto que su padre honrara a ese hermano descarriado, mientras que a él nunca lo había recompensado por su lealtad y su trabajo. En lugar de alegrarse por la conversión y el regreso de su hermano, el mayor se irritó y se entristeció, y se negó a entrar en el banquete.

El padre le explicó por qué debía alegrarse: porque el hijo que estaba perdido había vuelto. En ese momento, el hermano mayor tuvo que elegir. ¿Haría caso a la súplica de su padre y se uniría a su alegría, o se encerraría en sí mismo y en su tristeza autocompasiva? ¿Iba a aceptar reconciliarse con su hermano, aunque no fuera más que por amor a su padre, o se retiraría amargado y con el corazón endurecido?



Jesús no nos contó cuál fue la reacción del hermano mayor. Tal vez quería que reflexionáramos sobre cuál sería nuestra reacción, ya que es una opción que todos, tarde o temprano, vamos a tener que hacer.

Sea porque tenemos a un alcohólico en la familia, o un ser querido se hace adicto a las drogas, o un cónyuge nos es infiel o un amigo nos traiciona, todos, en algún momento, nos enfrentaremos con la opción de perdonar a quien nos hirió, incluso si esa persona no nos pide perdón.

El único remedio veraz para curar ese tipo de sufrimiento es perdonar a quien nos hirió. Por eso es que Jesús nos regaló el “Padrenuestro”.

Si nosotros no perdonamos a los demás, cada vez que rezamos el Padrenuestro, ¡estamos pidiendo a Dios que no nos perdone las ofensas que hacemos contra Él! Jesús también nos dio Su propio ejemplo en la Cruz cuando dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

¿Por qué es tan difícil perdonar y olvidar?

Yo lo llamo “vivir en el recuerdo”. Cuando nuestra Fe y nuestra Esperanza son débiles, podemos vivir inmersos en un recuerdo triste.

Durante años revivimos y reavivamos ese momento de dolor y enojo, hasta que se nos deforma el alma y se nos endurece el corazón.

En ese estado, empezamos a justificar todas nuestras debilidades por esa experiencia dolorosa que recordamos una y otra vez.

A esa altura, es imposible ver las propias faltas con humildad y tratar de cambiar nuestra conducta indeseable para bien. Al final, un día nos percatamos de que estamos atrapados en un ciclo sin fin de frustración, enojo y tristeza.

Esa es una situación peligrosa ya que, a menos que rompamos ese patrón, todo lo que nos suceda cada día será un recuerdo de ese incidente que nos lastimó tanto.

La tensión va a ir en aumento hasta que la vida entera se va a ver destruida por frustraciones que no existen. Es fácil imaginarse al hermano mayor cargado de amargura contra su hermano descarriado durante mucho tiempo.

Si eligiera rechazar la alegría de la reconciliación y el sacrificio, cosecharía solamente tristeza y tormentos. Se estaría cargando sobre las espaldas ese rencor cada vez que viera a su hermano. Pero sería la opción que él mismo escogió la que le causaría tristeza.

¿Cuál es la solución? ¿Cómo logro perdonar?


Sin duda, perdonar no es hacer de cuenta que no tenemos problemas ni sentimientos, ni que nunca hubo ofensa. No se pueden enterrar los sentimientos ni los recuerdos a costa de una gran fuerza de voluntad. Eso no sirve.

No, la respuesta requiere de un enfoque completamente distinto. Debemos usar esos sentimientos que nos provocan dolor como una oportunidad para imitar al Padre, nuestro Dios Compasivo, Misericordioso y Amante, que hace salir el sol sobre justos e injustos.

Tenemos que empezar a ver lo sucedido como algo que Él permitió que pasara para nuestra santificación, para hacernos santos según nuestra reacción ante ese acontecimiento doloroso.

En lugar de tratar de hacer de cuenta que no nos sentimos heridos, tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús o por algún incidente de Su vida.

La memoria, una de nuestras facultades mentales, es un regalo precioso que nos dio Dios. Pero debe ser usada correctamente. La memoria debe considerarse un depósito tremendo donde podemos guardar todo lo que nos relatan los Evangelios acerca de Jesús y Su vida, llenando el lugar con Oración, Escrituras y los Sacramentos.

Cada vez que recordamos una ofensa pasada, debemos reemplazar el recuerdo con palabras de Jesús, trayendo a la memoria los episodios en que Él perdonó, y cómo utilizó cada oportunidad para dar Honor y Gloria a Su Padre.

Entonces, cuando aparezca un recuerdo inquietante, podemos “cambiar de carril” hacia un pensamiento diferente: uno centrado en Jesús. Esto va a lograr que nuestra memoria se eleve por sobre las cosas de este mundo, y empiece a vivir en la Palabra de Dios.

Sin embargo, este proceso de sustituir un mal recuerdo por buenos pensamientos puede utilizarse incorrectamente. Si se realiza en una esfera completamente natural, puede ayudar a cambiar el pensamiento, pero nunca nos va a provocar un cambio de vida que nos acerque a la unión con Dios.

Por ejemplo: un colega nos ofende con un comentario antipático. Uno permanece callado, pero las palabras que dijo nos queman por dentro como el fuego. Hay quienes nos aconsejarán salvar esta situación a través del “pensamiento positivo”, o mediante alguna técnica como la formación de una imagen mental de una flor que flota en un lago espejado.

Esto puede cambiar el patrón de pensamiento y calmar los ánimos, pero no nos va a hacer semejantes a Jesús. No, no es esa la manera de proceder.

Jesús es el centro del perdón

Es Jesús quien debe ocupar el centro de nuestras facultades mentales. Jesús es el Camino a seguir para controlar nuestra memoria y nuestra imaginación. Es Jesús la Verdad que nos ayuda a elevar nuestro entendimiento por encima de nuestra limitada capacidad para ver los Misterios de Dios. Y Jesús es la Vida a través de la cual se fortalece nuestra voluntad para superar los más grandes obstáculos.

Como cristianos, debemos luchar por vivir una vida santa, la vida de un hijo de Dios –no simplemente una “buena” vida como meras criaturas de Dios-.

Es solamente a través de Jesús que podemos elevarnos de una vida de imperfección o tristeza o amargura a una vida de santidad y esperanza y alegría.

Dios siempre saca cosas buenas de toda situación para quienes lo aman, si no en esta vida, en la otra.

Cuando ponemos nuestra confianza en nuestro Dios Amor, todas nuestras penurias pueden convertirse en escalones que nos lleven al Cielo.