Páginas

lunes, 3 de abril de 2017

CÓMO ORAR EN MOMENTOS DE DEPRESIÓN?

¿Cómo orar en momentos de depresión?
¡Oren constantemente! También cuando estamos en desánimo y depresión podemos orar


Por: Padre Pedro Barrajón, L.C. | Fuente: La-Oracion.com 



La depresión es una enfermedad o una situación anímica negativa de la que se habla cada vez más. El ritmo moderno de la vida conlleva exceso en el esfuerzo que luego se puede traducir en un bajón generalizado de nuestra tonalidad anímica. ¿Cómo orar entonces en momentos de depresión, de desánimo, de desesperanzas? ¿Hay algún secreto para orar en estas circunstancias?
Una simplemente una vida competitiva y llena de exigencias múltiples en muchos sentidos hacen difícil la concentración para la oración, crean nuevas ansias y temores, conducen a altibajos emotivos y afectivos que causan si no una verdadera depresión, sí estados anímicos negativos en los que se nos hace difícil y pesada la vida.
Las personas se pueden preguntar si en estos momentos de depresión se puede rezar o el normal esfuerzo que requiere la oración es demasiado elevado para quien parece no tener fuerzas ni siquiera para llevar una vida normal.
San Pablo en la conclusión de la primera carta a los Tesalonicenses, una de las primeras comunidades cristianas europeas, exhorta a estos discípulos de Cristo en esa ciudad griega: "Oren constantemente". (1 Tes 5, 17) Aquí San Pablo pide algo que parecería casi imposible.
Hay que entender esta exhortación como: oren siempre, en toda ocasión, en toda circunstancia. Por lo tanto, también cuando el estado interior está en desánimo, oprimido por un pena o en depresión anímica. Por lo tanto está claro que también hay que orar en momentos de depresión,


¿Cómo orar ante circunstancias de desánimos?

En cada momento de la vida, nuestra oración debe acoplarse a la realidad interior o exterior que tenemos que vivir.
Se puede orar en la alegría o en la tristeza, se puede orar cuando todo marcha viento en popa o cuando todo parece ir contra lo que habíamos planeado, cuando nos sentimos queridos por los demás o abandonados por todos.
También podemos rezar cuando nuestro estado anímico es positivo o, por el contrario, cuando se ve afligido por lo que hoy se llama depresión.

¿Qué podemos orar cuando estamos en un estado negativo?

En primer lugar se puede orar pidiendo al Señor que, si es su voluntad, nos haga salir de ese estado que nos oprime. Se puede pedir que nos ayude a soportar esa prueba que no se había buscado, ni sospechado y que sin embargo hace tan duro y lento el caminar por la vida.
Quizás en estas circunstancias puede nacer espontánea del alma alguna oración parecida a la de Job que en forma dramática maldice el día de su nacimiento (Job 3, 3-4) aunque luego, esclarecido por la revelación divina reconoce: "yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos" (Job 42, 5)
Cristo oró en la cruz, invocando al Padre para que escuchara su oración y acogiera su espíritu (Lc 23, 46) Los evangelistas nos han dejado también una invocación de Jesús en la cruz que parece desgarradora: "!Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" (Mt 26, 46) que probablemente es la recitación de un salmo (Salmo 22) que concluye luego lleno de esperanza.

Cómo orar ante la depresión

En la depresión como en cualquier circunstancia de la vida humana, podemos y debemos orar, no del mismo modo como oramos normalmente. No será una oración discursiva o racional, pero no menos intensa y verdadera.
La oración interpreta los deseos de nuestro espíritu. Y nuestro espíritu siempre busca el amor.
También en la depresión podemos amar y por ello podemos orar, podemos implorar el amor y ofrecer el sufrimiento de nuestro ser como parte de nuestra ofrenda de amor al Señor.
Cada uno encontrará las fórmulas o los métodos que más le ayuden a orar, pero no caigamos en la tentación de dejar la oración cuando más la necesitamos para nutrir nuestro espíritu de las fuerzas que le faltan a la parte emotiva y afectiva de nuestro ser.
Artículo originalmente publicado en La-Oracion.com

EL SECRETO... MIRARSE AL ESPEJO


¿El secreto? Mirarse al espejo



Muchas veces creemos que las raíces de nuestros problemas están en los otros. ¿Va mal el matrimonio? Acusamos al esposo, a la esposa, a los suegros, a los hijos. ¿No funciona nuestra empresa? El culpable es el jefe, o un compañero desleal, o el Estado con sus impuestos. ¿Estamos deprimidos? La culpa es de la contaminación, del agujero de ozono, de los cláxones de los coches. ¿Estamos de mal humor? En las mil dificultades de la vida siempre podemos señalar, con el dedo de la memoria, a un culpable fuera de nosotros.

No siempre nos damos cuenta de que podríamos dar un vuelco radical a muchos problemas si nos mirásemos en el espejo. Tras una discusión familiar, me veo y me pregunto: ¿qué parte de culpa tengo en el problema? ¿Cómo puedo actuar para que la solución empiece a ser realidad? Es muy cómodo sentarse ante la televisión y acusar siempre a la esposa o al esposo. Es difícil pensar, en serio, si no hay algo que dependa de mí y que pueda mejorar mucho las cosas o, al menos, hacer más llevadero un momento de conflicto.

Muchos matrimonios fracasan precisamente porque se espera que la otra parte cambie. La suegra o el suegro deben portarse bien. El esposo debe llegar a tiempo al hogar. La esposa debe gastar menos, cocinar mejor o tener más limpia la casa. Los niños deben estarse quietos todo el día en su cuarto y portarse como muñecos de escaparate... Siempre pensamos en los otros. De nuevo, miremos al espejo: ¿no puedo cambiar mi actitud ante este problema? Quizá mi esposo no va a dejar de ser como es, o la suegra tiene ya una personalidad calcificada. ¿Hay algo que dependa de mí y que me permita salvar un amor matrimonial o familiar que quiero, de verdad, constante y limpio?

No todos, ciertamente, tienen “madera de héroes”. Hay situaciones que son insoportables. Pero otras se podrían arreglar con un poco de buena voluntad, una palabra a tiempo para aclarar la situación, y algún espejo con el que hablar de vez en cuando. Es hermoso ver a parejas que no sólo han sobrellevado un problema grave (no tener hijos, o tener un hijo con discapacidad, o sufrir por culpa de un familiar realmente pesado), sino que han sabido salir airosas y han crecido en el amor. Cada uno se miró en el espejo y puso lo que estaba de su parte para que la situación no explotase. Otros, en cambio, han fracasado, simplemente porque acusaron completamente a la otra parte y sólo pensaron en sí mismos como víctimas.

Es bueno mirarse al espejo. Quizá incluso es muy bueno mirarse al espejo como pareja, y hablarse así, en forma cruzada, “a cuatro”, para aclarar algún jaleo familiar. Para los cristianos, existe todavía un método mejor: mirarse en el espejo “a cinco”, con un crucifijo que recuerde que el matrimonio es algo querido por Dios. Con Cristo a nuestro lado todo puede tener un matiz distinto. Y las soluciones, aunque cuesten, se pueden encontrar con un poco de ingenio y un mucho de amor.


Fernando Pascual

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 3 DE ABRIL


Los cinco minutos de María
3 de abril




Al Corazón de María se lo suele representar en llamas. Este símbolo representa y nos recuerda el amor divino en el que se vio envuelto su maternal Corazón y el amor a los hombres, que tanto nos hace sentir.

En realidad es imposible poder llegar a comprender lo inmenso del amor de la Virgen a Dios; solamente ella pudo amarlo tanto, pues solamente ella pudo amarlo con amor de Madre, de hija predilecta y de Esposa fidelísima.

El amor hace semejantes a los que se aman; ama a Dios, ámalo intensamente y Él irá acercándose a ti, santificándote, elevándote, purificándote de todas las miserias de tu naturaleza humana.

Madre, enséñanos y ayúdanos a ser fieles dispensadores de los grandes misterios de Dios.


* Alfonso Milagro

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 2 DE ABRIL


Los cinco minutos de María 
2 de abril



Cuando los santos muy devotos de la Virgen se ponían en comunicación con la celestial Señora por medio de la oración y la contemplación, se llenaban de afecto y emoción, y una felicidad inexplicable se apoderaba de sus corazones.

Nada hace tan feliz al buen hijo como un abrazo de su madre.
Es preciso que nuestras relaciones personales con nuestra tierna Madre del cielo sean íntimas y sinceras, pero también de una ternura y confianza como solo ellas nos pueden inspirar.

Si queremos que la más límpida felicidad se apodere de nuestra vida, vivamos filialmente y cariñosamente nuestras relaciones con María.

María, que deseemos perseverar en la oración, en la confianza y en el afecto filial.



*Alfonso Milagro