Dios es más grande
Hoy, viajando en un autobús vi una hermosa muchacha con cabello de oro, y expresión de alegría; envidié su hermosura.
Al bajarse, la vi caminar con dificultad... Tenía solo una pierna, y apoyada en su muleta, sonreía.
► ¡Perdóname Señor, cuando me quejo! ¡Tengo dos piernas, y el mundo es mío!
Fui después a comprar unos dulces. Me atendió un muchacho encantador. Hablé con él; parecía tan contento que aunque se me hubiera hecho tarde no me hubiera importado, ya que al salir, oí que decía: “Gracias por charlar conmigo… es usted tan amable, es un placer hablar con gente como usted… Ya ve, soy ciego”
► ¡Perdóname Señor cuando me quejo! ¡Puedo ver, y el mundo es mío!
Más tarde, caminando por la calle vi a un pequeño de ojos azules, que miraba jugar a otros niños, sin saber qué hacer. Me acerqué y le pregunté: ¿Por qué no juegas con ellos? Siguió mirando hacia delante sin decir una palabra… entonces comprendí que no escuchaba.
► ¡Perdóname señor cuando me quejo! ¡Yo puedo escuchar, y el mundo es mío!
Tengo piernas para ir a dónde quiero… Ojos para ver los colores del atardecer… Oídos para escuchar las cosas que me dicen.
► ¡Perdóname Señor cuando me quejo! ¡Lo tengo todo, y el mundo es mío!
Y recuerda: No le digas a Dios cuán grande es tu problema… ¡Dile a tu problema cuán grande es tu Dios!