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lunes, 17 de julio de 2017

MENSAJE MARIANO


Mensaje mariano



Santa Teresa de Ávila, dio una certera definición de humildad, quizá la mejor que existe: “Una vez estaba yo meditando por qué razón Jesús nuestro Señor era tan amigo de la humildad, y con toda claridad comprendí esto: la ama tanto porque Dios es la suma Verdad, y la humildad es caminar en la verdad”.

Queridos hijos: hoy vuestra Madre desea hablaros de la humildad. Humildad es todo lo que debéis desear para agradar a vuestro Dios. Humildad es reconoceros hombres pecadores y limitados, y saber ver que los dones que tenéis encuentran su explicación en Dios. Pequeños míos, sabed que lo que permanece a lo largo del tiempo es la belleza del alma. De lo contrario, ¿qué ofreceréis a vuestro Dios? Os serán vanos los títulos, las riquezas, los renombres, si no habéis sido sencillos y habéis aprendido a ver la mano de Dios en todo. Cambiad, buscad siempre la humildad, sobre todo la humildad de espíritu, pues ningún acto es valedero si está viciado de gloria personal.

Nuestra verdad nos debe llevar a un sincero reconocimiento de nuestras virtudes y defectos, capacidades y limitaciones. Nuestra verdad nos hará ver que lo que tenemos lo hemos recibido de la bondad de Dios, y no simplemente porque “hemos estudiado o trabajado mucho”. Recuerda que el Padre revela sus misterios a los humildes y pequeños.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 17 DE JULIO


Los cinco minutos de María
Julio 17



María llevaba en su Corazón secretos muy íntimos; el secreto de su santidad, el de su divina Maternidad, el de los privilegios extraordinarios que Dios le había concedido; el secreto de su virginidad, de su consagración total y definitiva a Dios; esos secretos los guardaba ella y los gozaba en la intimidad de su corazón.

Por la gracia, tú llevas a Dios contigo en lo más profundo de tu alma; consérvalo con cuidado, atiéndelo con esmero, gózalo con ilimitada alegría.

Virgen que guardaste la palabra de Dios en tu corazón, que la guarde yo con el aprecio que se merece.


* P. Alfonso Milagro