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miércoles, 20 de septiembre de 2017

UNA MUERTE SANTA DESPUÉS DE UNA MALA VIDA


Una muerte santa después de una mala vida




Una casa de religiosos de la Compañía de Jesús... Llaman telefónicamente desde la Prisión Militar en la noche del 5 de diciembre de... hace pocos años.
– Padre, ¿podrá usted acudir?
– ¿Es urgente?
– Sí, Padre. Venga en seguida...
Llego a la prisión. Un oficial de la guardia exterior me acompaña hasta una habitación poco iluminada. Entro, y veo al sentenciado, que aparece abatido y hunde el rostro en el pecho. Levanta tristemente la mirada hacia mí y hace un gesto significativo de que no le soy grato.
Le saludo; corresponde fríamente y exclama: “No necesito sus servicios”.
– ¿Quiere que le acompañe en esta hora difícil?
– No, gracias; déjeme en paz. No me amargue lo poco que me queda de vida.
– ¿De dónde es usted?
– De Zaragoza.
– ¿Tiene usted familia en la ciudad?
– Sí, señor.
– ¿Puedo servirle a usted para transmitir sus últimos deseos?
– He dicho a usted que me deje tranquilo. ¡Váyase!
– ¿No necesita nada?
– Por medio de usted, no.
– Yo quisiera ayudarle en este amargo trance, con la esperanza de una vida que no muere...
– ¡Déjese de cuentos!
Hubo una breve pausa.
– ¿Tiene usted madre?
– Sí, señor.
– ¿Quiere usted algún recuerdo especial para ella?
– ¡Bastante pena ha de tener cuando sepa mi muerte!...
Quedó pensativo. El tiempo avanzaba.
– Faltan unos minutos –le digo–. Vamos a ganar el cielo... Pidámoselo a Dios... ¿Sabe usted alguna oración?... ¿El Padrenuestro?
– No, señor. Jamás me preocupé de eso.
– No importa. Podemos decirlo ahora los dos juntos.
– ¡No insista! Quiero que me deje en paz ya.
– Ánimo, amigo mío. En un minuto nada más ganamos el cielo... ¿No sabe usted rezar nada? ¿No le enseñó su buena madre ni siquiera el Avemaría?...
Aquel hombre, hasta entonces abatido y hosco, levanta su cabeza, me mira de frente, desfrunce el ceño y, en tono natural y casi amistoso, me dice:
– El Avemaría, sí...
– ¿Ah, sí? –exclamo ansioso, vislumbrando el faro de salvación.
– Mire usted: tenía yo unos catorce años, y hasta esa fecha había vivido con mi madre, que es muy buena. Pero deseoso de libertad, y empujado por mis amistades, quise apartarme de la autoridad de mi madre y correr por el mundo. Y decidí marcharme de casa... Al decírselo a mi madre le causé un gran dolor, y el día de la partida echó, llorando, sus brazos a mi cuello; me llenó de besos la cara, y me dijo: “Hijo mío, puesto que no desistes de tu idea y te vas, te voy a pedir el último favor: quiero que me hagas una promesa. ¿Serías capaz de negársela a tu madre?”.
– No, madre; dime qué es lo que quieres (y para apresurar la despedida, añadí): Te juro que cumpliré la promesa.
– Pues lo que te pido, hijo mío, es que me prometas rezar a la Virgen todos los días tres Avemarías.
– Te lo prometo, dije. Y me fui...
Otro corto silencio. Luego continuó:
– He viajado mucho. Mi vida fue azarosa... No obstante, Padre, he cumplido todos los días la promesa que hice a mi madre.
– ¿Es posible? –le pregunté, conmovido.
– Sí, señor; ayer, en la cárcel, y esta misma noche, recé las tres Avemarías.
Y transformado por este bendito recuerdo mi interlocutor, y animado el acento de su voz, a la vez que asomaba a su rostro una leve sonrisa, agregó:
– Padre, yo no sé qué íntimo alborozo siento en estos instantes... Yo noto algo tan extraño en mi interior, que pienso que la Virgen me quiere salvar... ¡Padre, ayúdeme; confiéseme!...
Unas lágrimas brotan de sus ojos... Y de sus labios van saliendo estas palabras: “Creo en Dios...”. “Pésame, Señor, de haberos ofendido...”.
– ¿Quiere usted recibir la Sagrada Comunión por Viático?
– Pero, ¿podré, Padre?...
Sobre mis rodillas extendí el corporal, saqué la cajita–copón... Lloraba él, y yo no podía contener mi emoción.
Ecce Agnus Dei... “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo...”. Y le dije:
– Diga usted conmigo: “Señor, no soy digno de que entréis en mi pobre morada...”. Y terminé diciendo: “El Viático del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo te defienda del maligno enemigo y te lleve a la vida eterna. Amén.”
Sobre los corporales cayeron lágrimas del penitente; y los centinelas se estremecieron ante la escena...
La llegada de un refuerzo de la guardia nos advirtió lo inminente del terrible desenlace.
Rogué a mi confesado que dijese: “Señor y Dios mío, acepto con ánimo conforme la muerte que me enviéis, con todas sus penas y dolores”
Dicho esto se puso en pie y, levantando la cabeza, dijo: “Padre, vamos; ya estoy dispuesto...”

Y comenzamos a caminar hacia el lugar de la ejecución.
Seguidamente me tomó el crucifijo, y ante el mismo me hizo las últimas confidencias y encargos:
– Padre, escriba a mi esposa diciendo que me despido de ella, pidiéndole con toda mi alma que me perdone lo mucho que la hice sufrir en la vida... A mis hijos, que son aún pequeños, incúlqueles que no sean como el padre, que no sigan sus ejemplos; que sean fieles cristianos y buenos siempre con su madre, sin abandonarla nunca... Y, por último, Padre –estábamos llegando al sitio en que la sentencia había de ser ejecutada–, me ha dicho usted si quiero algo para mi madre. ¡Sí, desde luego! A mi buenísima madre no deje de decirle que le agradezco inmensamente que me hubiera hecho prometerle, al separarme de su lado, rezar a la Virgen todos los días las tres Avemarías; y que ahora su hijo muere con el íntimo consuelo de sentir que la Virgen le salva y lleva al cielo.

– Le prometo hacer cuanto me ha encomendado... Y bese el crucifijo y diga: “Jesús, ten misericordia de mí”... “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”... “María, Madre mía, sálvame”...
Se oyeron unos disparos de fusil...; se desplomó su cuerpo, y... el manto de la Madre celestial lo cobijó... Eran las primeras horas del día 6 de diciembre, antevíspera de la Inmaculada.


© Sitio Santísima Virgen

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 20 SEPTIEMBRE


Los cinco minutos de María
Setiembre 20



“María es la Virgen oferente, ejemplo para toda la Iglesia en el ejercicio del culto divino.

Bien pronto los fieles comenzaron a fijarse en María, para, como ella, hacer de su propia vida una ofrenda a Dios” (Beato Pablo VI).

“Ofrece tu Hijo, Virgen Sagrada, y presenta al Señor el fondo bendito de tu vientre. Ofrece por la reconciliación de todos nosotros, la víctima santa, agradable a Dios”


* P. Alfonso Milagro

PAPA FRANCISCO SE SOLIDARIZA CON VÍCTIMAS DE TERREMOTO EN MÉXICO, PIDE ORACIONES


Terremoto en México: Papa Francisco se solidariza con víctimas y pide oraciones



VATICANO, 20 Sep. 17 / 03:39 am (ACI).- El Papa Francisco mostró su cercanía y solidaridad con las víctimas del terremoto de magnitud 7,1 que el martes 19 asoló México y que dejó al menos 200 muertos como consecuencia del derrumbe de numerosas edificaciones.

“Ayer un terrible terremoto ha asolado México. Vi que hay muchos mexicanos hoy aquí entre ustedes. Causó numerosas víctimas y daños materiales. En este momento de dolor quiero manifestar mi cercanía y oración a toda la querida población mexicana”, señaló el Santo Padre tras pronunciar su catequesis este miércoles en la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

El Pontífice, también invitó a rezar por los fallecidos, los heridos, los que han perdido sus hogares y por todos los que ayudan en las tareas de rescate.

“Elevemos todos juntos nuestra plegaria a Dios para que acoja en su seno a los que han perdido la vida, conforte a los heridos, sus familiares y a todos los damnificados".

"Pidamos también por todo el personal de servicio y de socorro que presta su ayuda a todas las personas afectadas, y que nuestra madre, la Virgen de Guadalupe, esté cerca de la querida nación mexicana”, exhortó el Pontífice.

El terremoto se produjo a las 13.14, hora local, a 57 kilómetros de profundidad en la zona central de México.

Según indicó el Servicio Sismológico Nacional de México, el epicentro estuvo a 12 kilómetros al sureste de Axocchiapan, Morelos.

Este fuerte sismo ocurre el 19 de septiembre, exactamente 32 años después del devastador temblor de 1985 que dejó gran destrucción y miles de muertos en el país, y 12 días después del terremoto de 8,1 de magnitud que cobró la vida de 96 personas.