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lunes, 12 de marzo de 2018

TESTIMONIO: EN MEDIO DE LA NOCHE, COMPRENDÍ, QUE EXISTE DIOS Y EL DEMONIO


En medio de la noche comprendí, sin dudas, que existe Dios, y también el demonio: algo salió de mí


Un testimonio real de liberación de lo demoníaco en: Desde el Infierno de Ulises al Cielo de Pablo


Por: P.J.G. | Fuente: Religión en Libertad 




Un empresario chileno que usa el pseudónimo "Pablo de Torreones" ha escrito con detalle un proceso peculiar: su toma de conciencia de que necesitaba a Dios para sanar su matrimonio... y su descubrimiento de que lo demoníaco tenía un papel importante en su vida de adulterio, tristeza y depresión. 

Publicó su testimonio en una editorial chilena en 2011 con el título "Desde el Infierno de Ulises al Cielo de Pablo", y en 2017 ha publicado una reedición en la editorial española VozDePapel.

Cinco años con una amante... dejó su casa
Durante las primeras 40 páginas, describe los días en que, tras cinco años manteniendo una amante en secreto, su mujer lo descubre y él decide irse de casa. Su esposa le pidió hablar antes con un sacerdote y con un psicólogo, y él accedió, por contentarla.

Ella quería sanar la relación y salvar el matrimonio. Pero él solo pensaba en disfrutar de su amante, Valentina, una mujer separada, con hijos, antigua compañera de la universidad.

Dejar su gran casa por un diminuto y feo pisito, dejar de comer bien por hacer vida de soltero, dedicarse a llevar la ropa a la lavandería él, que nunca hizo ninguna tarea del hogar... todas las incomodidades le parecían hasta interesantes, teñido todo de la emoción de "tomar las riendas de mi vida". Al principio intentó ocultar a sus hijos, de 27 y 29 años, colaboradores en su empresa, la causa de la ruptura: que tenía una amante. Pero ellos lo descubrieron. La decepción que causó a sus hijos, a otros parientes... todo le daba igual.


Una amante no siempre cerca...
Sin embargo, su amante, Valentina, no estaba siempre disponible. Viajaba mucho, tenía cosas que hacer con sus propios hijos, a veces se enfadaba con Pablo. Y en esos momentos, él retomaba el contacto con su esposa. Mientras tanto, su mujer rezaba, incansable.

En Semana Santa de 2008, Valentina se fue a un viaje al Caribe, mientras que Pablo aceptaba pasar unos días de pesca con su esposa e hijos. Él había tenido fe en su pasado, pero en esta época se había convencido de que Dios no existía. Le parecía bien que fuese un consuelo para su mujer. De hecho, él intentaba que ella se "volcase en Jesús" para dejarlo marchar. Pero ella le dijo en varias ocasiones que lo amaba a él, a su esposo, y que su relación con Cristo no era una sustitución, sino una fuerza para amar. También le decía ella que no tenía rencores, que valía la pena recuperar la relación.

La noche en que todo cambió de golpe
En la madrugada del domingo 23 de marzo, Domingo de Resurrección, en su alojamiento de vacaciones, en esa expedición de pesca en familia, Pablo despertó en medio de la noche, ansioso, inquieto, como tantas otras noches. Pero sintió algo especial.

"Repentinamente percibí una sensación diferente, indefinible, casi ajena, diría, que me puso en alerta. Se lo hice notar a mi señora, quien ya también se había despertado. Mientras me escuchaba, ella comenzó a orar el rosario en voz baja. De improviso, la sensación se volvió casi corpórea y en la inquietud que me provocaba le dije a mi esposa: 'Siento como si algo estuviera saliendo, desprendiéndose de mi cuerpo'. Sí, pude captar el instante preciso en que aquello salió por completo de mí. Como si mirase por el espejo retrovisor de un vehículo en marca, constaté que la angustia padecida unos minutos antes, iniciada por primera vez en enero, quedaba en el pasado."


Aún sintió más cosas en ese momento.
"Me sentí pleno de una paz infinita que se apoderaba de todo mi ser. Al instante mi entendimiento se abrió. Comprendí, sin dejar espacio a la duda, que existe Dios, pero también el demonio. Sin poder explicarlo racionalmente, experimenté y supe que Dios, siendo más poderoso, me había regalado su gracia, arrancando un demonio de mi cuerpo".

"¿Era esto que vivía lo que los libros de espiritualidad llaman una experiencia mística? Al poco rato percibí algo semejante a una tenue corriente eléctrica, muy agradable, recorriendo mi cuerpo de abajo hacia arriba y viceversa. Confirmó mi creencia en Dios".

En misa de Resurrección, llorando
"Al despertar en la mañana, la paz me habitaba y no tenía angustia. Mi primer pensamiento fue querer ir a misa. Después del desayuno, fui con mi señora. Lloré durante toda la eucaristía, pidiendo perdón a Dios y agradeciéndole este encuentro con Él. También mi esposa lloraba agradeciendo a Dios mi conversión". Era el Domingo de Resurrección y también él se sentía resucitado. De vuelta a Santiago de Chile, se quedó a dormir en su casa, la de su familia. Era su retorno tras 7 meses fuera.

Al día siguiente, lunes, ambos acudieron a un nuevo terapeuta de pareja, cristiano, que le regaló una estampa de San José, patrono de la familia, invitándole a rezarle. Era el momento de superar las tentaciones de pensar en la amante. Cambió de número de teléfono móvil.

Primera confesión en décadas
Y se confesó con el director espiritual de su mujer. En ese momento Pablo solo creía en Dios y el demonio. Era el momento de conocer a Jesucristo. El sacerdote le animó a rezar el rosario y ler la Biblia cada día. En el momento de la absolución "sentí claramente que algo entraba en mi pecho dejándome una paz absoluta que jamás había experimentado". Fue a su piso de "separado" y lo cerró, repartiendo sus cosas entre los conserjes y la señora de la limpieza.

"En menos de 48 horas había pasado de ser un hombre no creyente a otro que creía en Dios Padre, en el Espíritu Santo, en la vida eterna, en el perdón de los pecados, en el poder de la oración y también en el demonio", escribe.

Las tentaciones de los demonios: fantasías para distraer
El resto del libro "Desde el Infierno de Ulises al Cielo de Pablo" son reflexiones y enseñanzas sobre temas de demonología y cómo la acción del demonio puede suscitar fantasías, miedos, distraciones, angustias, etc... para distraer a la persona de lo bueno y verdadero que hay en su vida y orientarle hacia la ruptura.

Se dio cuenta, por ejemplo, que tras su experiencia mística, ya no sentía ninguna de las dolencias que había estado experimentando durante años, al menos desde 1997. Cree que la acción demoníaca entró en su vida a partir de 1992, cuando dejó de confesarse, se alejó de Dios y empezó a aceptar el pecado en su vida.

En su periodo de adulterio, por ejemplo, una y otra vez olvidaba todas las cosas buenas de su relación de décadas con su esposa, que le parecía "aburrida", aunque objetivamente había en ella muchas cosas interesantes y agradables, mientras que fantaseaba una y otra vez con actividades y encuentros con su amante. Obsesiones, enfermedades, malestares, jaquecas, sueños y engaños... De todo eso se liberó por la oración insistente de su esposa y la gracia curadora de Dios.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 12 DE MARZO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
12 de marzo




Cuando vivimos la fe, prometemos al Señor fidelidad; damos la palabra, nuestra palabra, y es de hombres el cumplir la palabra dada; y, cuando ese hombre, es un cristiano que ha dado su palabra a Dios, ya se comprende con facilidad la gravitación de esa responsabilidad.

Debemos examinar con frecuencia el cumplimiento de nuestra responsabilidad: el Señor nos pedirá cuenta de ella.


P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 12 MARZO 2018


Lecturas de hoy Lunes de la 4ª semana de Cuaresma
 Hoy, lunes, 12 de marzo de 2018



Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (65,17-21):

ESTO dice el Señor:
«Mirad: voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.
Regocijaos, alegraos por siempre
por lo que voy a crear:
yo creo a Jerusalén “alegría”,
y a su pueblo, “júbilo”.
Me alegraré por Jerusalén
y me regocijaré con mi pueblo,
ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido;
ya no habrá allí niño
que dure pocos días,
ni adulto que no colme sus años,
pues será joven quien muera a los cien años,
y quien no los alcance se tendrá por maldito.
Construirán casas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán los frutos».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 29,2.4.5-6.11-12a.13b

R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

V/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

V/. Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.

V/. Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.



Lectura del santo evangelio según san Juan (4,43-54):

EN aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor


Comentario al Evangelio de hoy lunes, 12 de marzo de 2018
 Eguione Nogueira, cmf



¡Hermanas y hermanos! ¡Paz y bien!

“Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29)

En el salmo que rezamos en la liturgia de hoy, vida y muerte, llanto y gozo, estabilidad y caída se reiteran. Sabemos, por doquier, que nuestra vida es campo de batalla entre estas antípodas, entre la muerte y la vida, entre la felicidad y la tristeza, entre el bien y el mal. En un instante nuestra existencia puede pasar del llanto a la risa, de la oscuridad a la luz, del descenso al ascenso, sin que tengamos el control de ella. Es en esta encrucijada donde la confianza del creyente emerge con fuerza, pues si “por la tarde” nos visitan las lágrimas, podemos esperar gritos de júbilo “por la mañana”. A los ojos de la fe ningún mal es invencible, ninguna enfermedad es incurable, ninguna noche es eterna.

La experiencia del poeta le permite afirmar que Dios es capaz de cambiar en danza el lamento, en vestido de fiesta el sayal. ¿No es esta también nuestra experiencia? La vida de dolor, de sufrimiento, incluso de muerte, es capaz de encontrar en Dios la fuerza necesaria para seguir adelante.

Esta fue también la experiencia del Evangelio de hoy, de aquel funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo. En medio de su impotencia ante la enfermedad “se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a él y le rogaba que bajase”. Hay dos movimientos: Jesús viene al encuentro de su pueblo en la figura de aquel padre, el padre va al encuentro de Jesús. En su encuentro con Jesús un acto de fe suena con toda fuerza: la súplica para que Jesús bajase a curar a su hijo. Sin embargo, Jesús no baja al lugar del enfermo; simplemente le comunica al padre que su hijo vive. El padre no necesitó signos extraordinarios. Le bastó la palabra y la fe. Se fio de la palabra de Jesús, se dejó guiar por su fe y, al regresar a su casa, encontró a su hijo vivo.

Podemos decir que fue la experiencia de dolor que le permitió a aquel padre hacer una verdadera experiencia de salvación/sanación. Encontró al Salvador en el sufrimiento. También nosotros, cuando la vida parece llevarnos “a la fosa” (Sl 19,4), miramos al Señor que baja a nuestro encuentro y le decimos “¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio!”. Con eso, hacemos nuestra la experiencia del salmista y actualizamos aquel encuentro entre la palabra suplicante y la Palabra que da la vida.

Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
eguionecmf@gmail.com