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sábado, 2 de febrero de 2019

DON BOSCO Y MARÍA AUXILIADORA


Don Bosco y María Auxiliadora  




Esta es una historia sobre la total confianza de Don Bosco en los cuidados maternales de Nuestra Madre María.

San Juan Bosco necesitaba construir una Iglesia en honor a María Auxiliadora, pero no tenía nada de dinero. Se lanzó, pero las deudas también se lanzaron sobre él. Para conseguir dinero en un momento en que no podía retrasar más los pagos, un día le dijo a la Virgen: “¡Madre mía! Yo he hecho tantas veces lo que tú me has pedido… ¿Consentirás en hacer hoy lo que yo te voy a pedir?”

Con la sensación de que la Virgen se ha puesto en sus manos, don Bosco penetra en el palacio de un enfermo que tenía bastante dinero pero que también era bastante tacaño. Este enfermo, que hace tres años vive crucificado por los dolores y no podía siquiera moverse de la cama, al ver a don Bosco le dijo: “Si yo pudiera sentirme aliviado, haría algo por usted”.

“Muchas gracias; su deseo llega en el momento oportuno; necesito precisamente ahora tres mil liras”.

“Está bien; obténgame siquiera un alivio, y a fin de año se las daré”.

“Es que yo las necesito ahora mismo”.

El enfermo cambia con mucho dolor de postura, y mirando fijamente a don Bosco, le dice: “¿Ahora? Tendría que salir, ir yo mismo al Banco Nacional, negociar unas cédulas ¡ya ve!, es imposible”.

“No, señor, es muy posible replica don Bosco mirando su reloj. Son las dos de la tarde… Levántese, vístase y vamos allá dando gracias a María Auxiliadora”.

“¡Este hombre está chiflado!” Protesta el viejo entre las cobijas. “Hace tres años que no me muevo en la cama sin dar gritos de dolor, ¿y usted dice que me levante? ¡Imposible!”.

“Imposible para usted, pero no para Dios… ¡Ánimo! Haga la prueba”.

Al rumor de las voces han acudido varios parientes, la habitación está llena. Todos piensan de don Bosco lo mismo que el enfermo: que está chiflado.

“Traigan la ropa del señor, que va a vestirse dice don Bosco, y hagan preparar el coche, porque va a salir. Entretanto, nosotros recemos”.

Llega el médico. “¿Qué imprudencia está por cometer señor mío?”

Pero ya el enfermo no escuchaba más que a don Bosco; se arroja de la cama y empieza a vestirse solo, y solo, ante los ojos maravillados de sus parientes, sale de la habitación y baja las escaleras y sube al coche. Detrás de él, don Bosco. “¡Cochero, al Banco Nacional!”

Ya la gente no se acuerda de él: llevaba tres años sin salir a la calle. Vende sus cédulas y entrega a don Bosco sus tres mil liras.




© Padre José Pedro Manglano Castellary

UN RATITO CON SAN JOSÉ: VIVIR LA JUSTICIA


UN RATITO CON SAN JOSÉ
Vivir la justicia



Estamos viviendo en una sociedad donde reinan las injusticias de todo tipo. Y la fuente de todas las injusticias es el pecado. Todo pecado es siempre una injusticia (cf. Lc 16,8; Rm 1,18). ¿Por qué? Porque al pecar usamos los dones que Dios mismo nos ha dado, como la inteligencia, la voluntad, la sexualidad, etc., para ir contra Él.

Y somos injustos con Dios cuando no le damos a Él todo lo que merece. Por ejemplo, cuando no rezamos, no vamos a la Santa Misa, no le damos gracias por los dones recibidos, etc. Y cuando no somos justos con Dios, nos volvemos injustos con los demás. Basta ver tanta miseria en nuestra sociedad pra darnos cuenta de lo que ocasionan las injusticias.

Acudamos siempre a San José para que nos ayude a relacionarnos correctamente con Dios y con los demás. Podemos rezarle así: "San José, tú que eres llamado el varón justo, te pido que intercedas por mí ante Jesús para que yo practique siempre la justicia. Que así sea."


P. Carlos Rosell De Almeida

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 2 DE FEBRERO 2019 - LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


Lecturas de hoy Presentación del Señor
Hoy, sábado, 2 de febrero de 2019



Primera lectura
Lectura del libro de Malaquías (3,1-4):

Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 23

R/. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles, 
que se alcen las antiguas compuertas: 
va a entrar el Rey de la gloria. R/.

¿Quién es ese Rey de la gloria? 
El Señor, héroe valeroso; 
el Señor, héroe de la guerra. R/.

¡Portones!, alzad los dinteles, 
que se alcen las antiguas compuertas: 
va a entrar el Rey de la gloria. R/.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):

Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-40):

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. 
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. 
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. 

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy sábado, 2 de febrero de 2019
 Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:

La fiesta de la Presentación del Señor viene a recordarnos la Navidad, unas semanas después del Bautismo del Señor. Fiesta de la luz, que viene a iluminar toda oscuridad.

En el relato del Evangelio, se da un encuentro entre los ancianos y los jóvenes. Algo que el Papa Francisco está recordando frecuentemente que siempre puede ser fructífero. La juventud extrema de Jesús, y de su madre María, contrasta con la ancianidad de Samuel y de Ana. Estos dos ancianos tienen la sabiduría que dan los años para reconocer la luz, para decir una palabra adecuada, para confiar y confiarse a Dios. Para agradecer de corazón. Para llevar a otros la Buena Noticia.

La ancianidad puede considerarse hoy en algunos lugares como una edad sin valor. Frente a la fuerza de los jóvenes y a la capacidad de trabajo de los adultos, los ancianos parecerían un estorbo, sin fuerza ni mucha capacidad de acción. Y sin embargo, la Palabra de Dios nos ofrece varios ejemplos de personas ancianas que abren camino a la Luz: Abraham y Sara, que confían en medio de la adversidad, y se ponen en camino; Job, que se mantienen fiel en la desgracia; Isabel, que concibe una nueva vida cuando ya tenía muchos años…

Para acoger el Reino y ser cauce de la luz de Cristo no hay límite de edad. Lo pueden ser los jóvenes, con su fuerza, y también los ancianos, con su experiencia.

Si eres mayor, puedes agradecer al Señor todo lo recibo, que te hacen tener una experiencia acumulada con la que acompañar y alentar a los más jóvenes.

Si eres joven, escucha a los mayores, respétales y aprende de su experiencia, a la vez que aportas tu fuerza y tu juventud.

En la fiesta de la Presentación del Señor, jóvenes y mayores tienen su lugar. Que también en nuestro mundo los más jóvenes y los más mayores podamos tener nuestro lugar y nuestra aportación a la vida.

Vuestro hermano en la fe:                
Luis Manuel Suárez CMF (@luismanuel_cmf)

HOY ES LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, 2 DE FEBRERO


Hoy es la fiesta de la Presentación del Señor
Redacción ACI Prensa





Cada 2 de febrero la Iglesia Universal celebra la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, donde se realiza el encuentro con Simeón y Ana, que se entiende como el encuentro del Señor con su pueblo, y además se realiza la purificación ritual de la Virgen María.

En esa época cuando nacía el primogénito era llevado a los cuarenta días al Templo para su presentación, así como lo describe la Ley de Moisés, por eso desde el 25 de diciembre que se celebra el nacimiento del Verbo encarnado al 2 de febrero, José y María cumplieron con llevarlo a consagrar.


Al llegar al Templo, se encuentran con Simeón, a quien el Espíritu Santo prometió que no moriría sin antes ver al Salvador del mundo, y fue el mismo Espíritu quien le dijo al profeta que ese pequeño niño era el Redentor y Salvador de la humanidad.

También en este día se encontraba en el Templo la hija de Fanuel de la Tribu de Aser, de nombre Ana, de edad muy avanzada; Ana enviudó a los 7 años de haberse casado y permaneció así hasta los 84 años, y paraba día y noche en el Templo sirviendo a Dios y ofrecía ayunos y oraciones. Ana al ver al niño alababa a  Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

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La presentación del Señor




Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico.

Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad.

Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él 1.

Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.

La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".