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martes, 14 de abril de 2020

¿CÓMO MOTIVAR A NIÑOS A REZAR EL ROSARIO?


¿Cómo motivar a niños a rezar el Rosario?
¿Qué estrategias usó nuestra Sra. de Fátima para lograr que esos tres niños rezaran el Rosario cada día con devoción?


Por: María Lourdes Quinn | Fuente: InfoCatolica.com




A lo largo de los años he intentado animar a mis hijos a rezar el Rosario con una mezcla de éxitos y fracasos, y por tanto admiro a las madres que me dicen que rezan el Rosario todas las noches en familia y también la labor de la Armada Blanca. Uno podría pensar que quizá es demasiado pedir a niños pequeños rezar el Rosario todos los días, pero eso es precisamente lo que hizo la Santísima Virgen María cuando se apareció a tres pastorcillos en Fátima. Cuando empezaron sus apariciones el 13 de mayo de 1917, Lucía tenía 10 años, Francisco 8 años, y Jacinta solo 7 años y no se pasaban todo el día en la iglesia.

¿Qué estrategias usó nuestra Sra. de Fátima para lograr que esos tres niños rezaran el Rosario cada día con devoción?

1) Dar ejemplo de cómo rezar, hasta antes de mencionar el Rosario.

Antes de las apariciones de la Virgen, Dios mandó al Ángel de Portugal para decirles a los niños: “¡Orad conmigo!”. Les dio ejemplo y les enseñó simples oraciones, asegurándoles: “Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas”. Cuando les encontró no rezando al aparecerse a ellos la segunda vez, les exhortó: “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho!” y les reveló: “Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia”. En su 3ª. aparición, les demuestra la Presencia del Señor en el Santísimo Sacramento, postrándose ante Él. Ya les demuestra la necesidad de la oración y la actitud que deberían de tener, como podemos hacer los padres con nuestros hijos desde su infancia.

2) Insistir amablemente.

En cada una de sus seis apariciones en Fátima, la Santísima Virgen María repite su petición de que los pastorcillos recen el Rosario todos los días y que continúen a hacerlo. Si la Virgen María no se contentó con decirlo una vez, no deberíamos de desanimarnos si hemos de insistir con cariño una y otra vez para que nuestros hijos tomen la costumbre de rezar el Rosario todos los días.

3) Demostrar que nos importa.

La Virgen se mostró a veces triste, apelando a la compasión de los pastorcillos. Explica Lucía: “Delante de la palma de la mano derecha de nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en él. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que quería reparación.” (2ª. Aparición Virgen) Añade también que en su última aparición a los pastorcillos, la Ssma. Virgen María “tomando aspecto más triste dijo: -‘Que no se ofenda más a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido.” Si de verdad nos importa la oración, los niños se darán cuenta de ello.

4) Recordarles la necesidad de reparación para evitar el infierno.

A veces podríamos pensar que hablar sobre el infierno y sobre los pecados podría asustar demasiado a los niños, pero la Santísima Virgen María no se anduvo con rodeos y hasta les mostró una visión del infierno en su tercera aparición, pidiéndoles: “Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: ‘Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas’”. En su cuarta aparición insistió: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas". Si la más tierna de las Madres no les evitó a los pastorcillos pensar en el infierno, tampoco deberíamos de tener miedo de hacerlo con nuestros hijos, por su bien.


5) Recordarles que el esfuerzo será premiado.

La Virgen motivó a los pastorcillos también revelándoles lo que podrían obtener rezando el Rosario. En su primera aparición dijo que Francisco iría al Cielo, “pero tiene que rezar antes muchos rosarios” y les animó a todos: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra". Dio el mismo fin en su tercera aparición, añadiendo además que se rezara para impedir mayores castigos. En sus cuartas y quintas apariciones prometió hasta la cura física de algunos enfermos. Les alentó con recompensa inmediata, apareciéndose su segunda y tercera vez tras el rezo del Rosario. Para que no se desanimaran, les aseguró: “Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará” (3ª. Aparición).

La Iglesia Católica anima de la misma forma a los fieles, concediendo indulgencia plenaria al rezo del Rosario en la iglesia o en familia, según el “Manual de Indulgencias de la Penitenciaría Apostólica” (1986) bajo las condiciones usuales indicadas en las “Normas sobre las indulgencias” [Si no se cumplen las condiciones, la indulgencia es parcial]:

“1. Basta el rezo de sólo una tercera parte del rosario: pero las cinco decenas deben rezarse seguidas.
2. A la oración vocal hay que añadir la piadosa meditación de los misterios.
3. En el rezo público, los misterios deben enriquecerse de acuerdo con la costumbre admitida en cada lugar; en el rezo privado, basta con que el fiel cristiano junte a la oración vocal la meditación de los misterios. (48)”

De esta forma concreta los fieles están asegurados de que sus oraciones hacen una gran diferencia a sí mismos o a las almas en el Purgatorio (a quienes se les puede aplicar las indulgencias obtenidas). El mismo Señor concedió a la Iglesia por medio de sus apóstoles este poder como administradora de gracia: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” 
(Juan 20, 23).

Confiemos, pues, en los consejos de la Virgen María de rezar el Rosario todos los días y también en el poder de su intercesión ante el Señor.

LAS MUJERES ACUDEN AL SEPULCRO


Las mujeres acuden al sepulcro
Resurrección y Ascensión. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net




"Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegan al sepulcro, salido ya el sol. Y se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?"(Mc).

Iban llenas de amor, habían observado todo con detalle. Saben que el embalsamamiento podían hacerse mejor. Lo han hecho muchas veces. Pero sobre todo quieren ungir el cadáver de Jesús con su cariño y su amor. Quieren tener el último detalle de piedad con el Maestro. En el camino, decididas, piensan en el obstáculo que es la piedra. Ciertamente no pueden removerla. Se necesitan hombres fuertes y máquinas. No pueden removerla ellas solas; pero, sorprendentemente, van. La intuición puede más que los razonamientos. De momento ellas van movidas por el cariño y la piedad.

A pesar de todo, corren hacia el sepulcro, muy cerca del calvario. "Y al mirar vieron que la piedra estaba apartada; era ciertamente muy grande. Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron asustadas. El les dice: No tengáis miedo; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. Pero marchad, decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo. Y saliendo, huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí; y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas"(Mc). Era mucho para sus fuerzas. Buscaban a un cadáver, y encuentran un ángel que les dice que no busquen entre los muertos al que vive. El ángel añade: "Recordad lo que os anunció cuando, estando todavía en Galilea, cuando dijo: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores que sea crucificado y resucite al tercer día. Entonces se acordaron de estas palabras" (Lc)

María Magdalena

María Magdalena acude con las demás mujeres, cuando ve el sepulcro vacío, actúa según su temperamento, sale corriendo a avisar a Pedro y a Juan; las demás se quedan allí y se les aparecen ángeles que les dicen que Jesús ha resucitado, pero María ya ha marchado. Pedro y Juan llegan al sepulcro ven las cosas como les ha dicho María, y se marchan; llega María y no hay nadie en el sepulcro, es entonces cuando se dará una nueva conversión de María Magdalena.

"María estaba fuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia la concavidad, y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: se han llevado a mi Señor y no se donde le han puesto. Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y lo recogeré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!, que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas"(Jn).

Sorprende el aplomo, casi indiferencia, de la Magdalena ante los ángeles y la pregunta que ellos le hacen: ¿por qué lloras?, como si fuese posible responder de un modo simple a un dolor producido por tantas causas. María llora por la muerte horrible que ha sufrido el Maestro- así le llama casi siempre-; llora por la ingratitud de tantos que recibieron sus favores y milagros; llora por la debilidad de sus discípulos que no supieron ser fieles y defenderle; llora por la crueldad de los judíos -conocidos suyos muchos de ellos- que han matado, o consentido, en la muerte del Inocente, llora por el dolor de la Madre de Jesús; pero manifiesta sólo que llora porque "se han llevado a mi Señor y no sé donde le han puesto", eso dice a los ángeles: el motivo más débil y el que manifiesta que su fe no ha sido del nivel de la de María Santísima, que no acudió al sepulcro porque sí creyó que Jesús resucitaría al tercer día. A la Magdalena le apena no haber podido tener un gesto de generosidad y despedida con el cadáver de su Señor, no piensa en Jesús resucitado. Su fe se asienta todavía en afectos muy humanos.

Es entonces cuando se le aparece el Señor diciendo las mismas palabras de los ángeles, pero añadiendo algo que revela que lee en su pensamiento: "¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". María revela de nuevo su interés por el cuerpo muerto del Maestro, y entonces, Jesús dice una sola palabra que le abre los ojos y le descubre lo que estaba oculto a su mirada; le dice: "María", es entonces cuando la Magdalena descubre que es Jesús el que le habla: reconoce al Maestro cuando es llamada por su nombre. Estaba tan lejos de pensar que era el mismo Jesús que no reconoce el modo de hablar, ni aquel acento tan querido y conocido hasta que escucha su propio nombre, entonces exclama ¡Rabbuni! Jesús llena de gozo a aquella mujer llena de dolor. Y, desde aquel momento, la noche de su alma se transforma en un día que no podía ni soñar. Su fe será más parecida a la de María Santísima, será la fe de quien ha visto a Cristo resucitado.

Jesús le da el encargo de ir a los suyos, y la antigua pecadora se convierte en testigo anunciando a los Apóstoles la resurrección de Jesús. Parece que el Maestro quiere que aprendan una nueva lección: tendrán que experimentar la dificultad para creer sólo por el testimonio de otra persona, que, además, antes fue pecadora.

María Magdalena se convirtió, y partiendo de muy abajo llegó muy arriba; de ella habían salido siete demonios, pero, convertida, su fidelidad no teme a la Cruz y es apóstol primera de la Resurrección. Se humilló y Dios la eleva. Jesús se vuelca en aquella alma humilde, y ella responde con una entrega incondicional al Maestro, aprovechando lo mejor de sí misma: su capacidad de amar. Esa cualidad le había conducido al pecado, ahora- con la gracia de Dios- le sirve para amar a Dios de un modo total. La pecadora será santa.

La voz de Jesús llamándola por su nombre debió resonar siempre en sus oídos. Ahora definitivamente ya es otra mujer. Si la pecadora desapareció con el arrepentimiento de la primera unción, también quedó superada la debilidad de la mujer que llora porque no acaba de entender a Jesús que no cura a Lázaro cuando era el momento oportuno, y también desparece la mujer que llora en la Cruz o en el sepulcro, la muerte de su Señor, ahora ya es María de Jesús resucitado. El alma de María Magdalena es un alma que vive una vida tan plena que ni podía soñar cuando se decidió a cortar con su vida de pecado.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY MARTES 14 DE ABRIL DE 2020


Lecturas de hoy Martes de la Octava de Pascua
Hoy, martes, 14 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,36-41):

EL día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 32,4-5.18-19.20.22

R/. La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esteran su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.


Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

EN aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».


Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy martes, 14 de abril de 2020
Bonifacio Fernández, cmf


Querido Dios Padre resucitador:

A veces trato de imaginarme qué me dirías si me escribieras directamente una carta, cómo me saludarías, como me tratarías, qué me reprocharías. Mi mente me dice enseguida que no trate de imaginar, que la real carta de amor hoy me escribes a través de San Juan. Tu portavoz hoy nos cuenta la historia entrañable de una mujer enamorada de tu Hijo amado. Más bien la historia de tu Hijo Jesucristo que, una vez resucitado, quiere seguir presente con nosotros, que no se olvida de sus discípulos y discípulas.

Pero, ¿sabes, Padre?, nos resulta muy difícil hacernos cargo de lo que implica la resurrección. Nos cuesta mucho entender qué ha sucedido en ese acontecimiento único que es la resurrección de Jesús crucificado. María Magdalena siguió a tu Hijo Jesucristo hasta el Calvario. Lo quería mucho. No se resigna a su desaparición. Va al sepulcro. Llora la ausencia. Lo busca.

Por su parte, Jesucristo resucitado le sale al encuentro, se pone a su lado. Ella lo ve. Pero no lo reconoce. Lo confunde con el jardinero. Lo busca con pasión. Ella explica el motivo de su llanto. Pregunta al jardinero si él sabe dónde lo han puesto para ir a recogerlo.

Tu carta de amor hoy, Padre, me coloca ante la paradoja de la resurrección. El resucitado es el mismo Jesús, pero no es lo mismo. Solo si Él se revela, podemos reconocerlo. A María Magdalena se le da a conocer pronunciando su nombre: María.  Debió ser una voz muy, muy especial. Y también la voz de ella: Maestro mío.  Se realiza un encuentro inefable. Ella se siente confirmada y transformada en testigo. Y enviada a trasmitir la gran noticia: ¡He visto al Señor!

¿Qué me quieres decir en tu carta a través de este relato? Me recuerdas que el Mesías resucitado se hace presente; que es necesario buscarlo, llorar su ausencia. Pero sólo si él se da a conocer, tenemos la certeza de que es el mismo; sólo cuando Él pronuncia mi nombre, puedo reconocerlo de verdad y ser su testigo. Es Él quien abre los ojos, quien suscita en nosotros la fe.

En tu carta de hoy, Padre, me recuerdas que al Resucitado de entre los muertos sólo se la encuentra si Él suscita en nosotros la fe. La resurrección para nosotros acontece en la fe, pero no es una creación de nuestra fe. No es proyección de nuestros miedos, ni de nuestras alegrías. Es la irradiación de su cuerpo glorioso quien nos hace creyentes.

Gracias, Padre, por el don de tu Palabra. Y por el don de la fe.

Un abrazo agradecido

Tu hijo

EL PAPA FRANCISCO PIDE UNIDAD Y COMUNIÓN PARA HACER FRENTE AL CORONAVIRUS


El Papa pide unidad y comunión para hacer frente al coronavirus
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media



En la Misa celebrada este martes 14 de abril en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco pidió unidad para hacer frente a la crisis del coronavirus COVID 19.


“Recemos para que el Señor nos dé la gracia de la unidad entre nosotros. Que las dificultades de este tiempo nos hagan descubrir la comunión entre nosotros, la unidad que siempre es superior a cualquier división”, pidió el Pontífice antes de dar comienzo a la celebración.

No es la primera vez que el Santo Padre hace un llamado a la unidad para hacer frente a esta pandemia. Ayer, lunes 13 de abril, también durante la Misa celebrada en Casa Santa Marta pidió rezar por los gobernantes, los científicos y los políticos “para que encuentren el camino justo, siempre a favor de la gente, siempre a favor de los pueblos”.