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LA HISTORIA DE SAN AGUSTÍN Y EL NIÑO JUNTO AL MAR


La historia de san Agustín y el niño junto al mar
Una tradición medieval cuenta la siguiente anécdota: Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar...


Por: Dominio público | Fuente: Catholic.net




Una tradición medieval, que recoge la historia inicialmente narrada sobre un teólogo en abstracto que más tarde fue identificado con San Agustín, cuenta la siguiente anécdota:

Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo.

Así el niño lo hace una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta: "Oye, niño, ¿qué haces?" Y el niño le responde: "Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo". Y San Agustín dice: "Pero, eso es imposible".

Y el niño responde: "Más imposible es tratar de hacer lo que tú estas haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios".

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 12 DE JULIO DE 2020


XV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)



Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 55, 10-11


Esto dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».


Salmo
Sal 64, 10. 11. 12-13. 14 R/. 
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.


Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. R/.

Así preparas la tierra.
Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R/.

Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R/.

Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23

Hermanos:
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.


Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
«Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure”.
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador:
si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.
Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».




“ Salió el sembrador a sembrar ”



Estaban de pie, en la orilla del lago, escuchando a Jesús, que se había sentado en una barca. La mayoría de ellos eran trabajadores pobres, campesinos a sueldo, cansados de trabajar una tierra ingrata, rocosa y árida, como era la tierra de Palestina. Jesús les hablaba del Reino mediante parábolas. Esta vez fue  la parábola del sembrador.

El evangelista Mateo nos cuenta la parábola. Él escribe a unas comunidades cristianas de su entorno,  cansadas de predicar a oídos sordos,  en medio de una sociedad descreída y hostil, ajena a los valores del Reino de Dios, inapetente  a las propuestas del Señor Resucitado. Una sociedad semejante a la nuestra.

La Palabra de Dios que hoy escuchamos, en este domingo,  alienta a estas comunidades cansadas de evangelizar y hasta un poco frustradas por el aparente fracaso de su misión.  La de hoy, es una palabra que fortalece y da vigor y audacia a los testigos del Resucitado.

Hoy vamos a comprender mejor que la riqueza del evangelizador es la Palabra de Dios, del mismo modo que la semilla es la riqueza del sembrador; también nos daremos cuenta de que el desafío del sembrador es la calidad de las diversas de tierras que reciben la semilla; y que el desafío del evangelizador es  la complejidad  de los diversos  oyentes.

Desde el acontecimiento de Pentecostés nos reconocemos como Iglesia de Jesús, discípulos y misioneros, que peregrinan por los caminos del mundo anunciando el Reino. Es bueno que, reunidos con Jesús, tomemos hoy conciencia, personal y comunitariamente, de la riqueza de la Palabra de Dios y de la capacidad de escucha de los oyentes.


Fr. Luis Carlos Bernal Llorente O.P.
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo-Uruguay)

PAPA FRANCISCO INVITA A PONER EN PRÁCTICA LA PALABRA DE DIOS CADA DÍA


Papa Francisco invita a poner en práctica la Palabra de Dios cada día
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco animó a recibir la semilla de la Palabra de Dios en nuestras vidas, y para ello, sugirió invocar a la Virgen María “modelo perfecto de tierra buena y fértil” para dar buenos frutos.

Así lo indicó el Santo Padre este Domingo 12 de julio al dirigir el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico Vaticano.

“Que la Virgen María, modelo perfecto de tierra buena y fértil, nos ayude, con su oración, a convertirnos en terreno disponible sin espinas ni piedras, para que podamos llevar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos”, dijo el Papa.

Al reflexionar en el pasaje del Evangelio de este Domingo de San Mateo (Mt 13, 1-23) en la que Jesús relata la parábola del sembrador, el Pontífice dijo que “esta parábola del sembrador es un poco la ‘madre’ de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra”.

“Nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fecunda y eficaz; y Dios la esparce por todos lados con generosidad, sin importar el desperdicio. ¡Así es el corazón de Dios!”, señaló el Papa quien añadió que “cada uno de nosotros es un terreno sobre el que cae la semilla de la Palabra, ¡ninguno está excluido!”.


En esta línea, el Santo Padre sugirió “preguntarnos: ¿qué tipo de terreno soy? ¿Me parezco al camino, al pedregal, al arbusto? Si queremos, podemos convertirnos en terreno bueno, labrado y cultivado con cuidado, para hacer madurar la semilla de la Palabra. Está ya presente en nuestro corazón, pero hacerla fructificar depende de nosotros, depende de la acogida que reservamos a esta semilla”.

“A menudo estamos distraídos por demasiados intereses, por demasiados reclamos, y es difícil distinguir, entre tantas voces y tantas palabras, la del Señor, la única que hace libre”, reconoció el Papa quien destacó la importancia de “acostumbrarse a escuchar la Palabra de Dios, a leerla”.

Una vez más, el Papa Francisco aconsejó: “lleven siempre con ustedes un pequeño Evangelio, una edición de bolsillo del Evangelio, en bolsa, para leer cada día una parte, para que estén acostumbrados a leer la Palabra de Dios y a entender bien la semilla que Dios te ofrece y pensar con cuál tierra yo lo recibo”.

En este sentido, el Santo Padre advirtió que en esta parábola Jesús explica que “la Palabra de Dios, representada por las semillas, no es una Palabra abstracta, sino que es Cristo mismo, el Verbo del Padre que se ha encarnado en el vientre de María. Por lo tanto, acoger la Palabra de Dios quiere decir acoger la persona de Cristo, el mismo Cristo”.

“Hay distintas maneras de recibir la Palabra de Dios. Podemos hacerlo como un camino, donde en seguida vienen los pájaros y se comen las semillas”, dijo el Papa quien añadió que en este caso “sería la distracción, un gran peligro de nuestro tiempo”.

“Acosados por tantos chismorreos, por tantas ideologías, por las continuas posibilidades de distraerse dentro y fuera de casa, se puede perder el gusto del silencio, del recogimiento, del diálogo con el Señor, tanto como para arriesgar perder la fe y no acoger la Palabra de Dios. Estamos distraídos por las cosas mundanas”, alertó el Papa.

En segundo lugar, el Pontífice se refirió al recibir la Palabra de Dios “como un pedregal, con poca tierra. Allí la semilla brota en seguida, pero también se seca pronto, porque no consigue echar raíces en profundidad”.

“Es la imagen del entusiasmo momentáneo pero que permanece superficial, no asimila la Palabra de Dios. Y así, ante la primera dificultad, un sufrimiento, una turbación de la vida, esa fe todavía débil se disuelve, como se seca la semilla que cae en medio de las piedras”, afirmó.


En tercer lugar, el Papa recordó que es posible acoger la Palabra de Dios “como un terreno donde crecen arbustos espinosos. Y las espinas son el engaño de la riqueza, del éxito, de las preocupaciones mundanas... Ahí la Palabra se ahoga y no trae fruto”.

Finalmente, el Santo Padre sugirió acoger la Palabra de Dios “como el terreno bueno. Aquí, y solamente aquí la semilla arraiga y da fruto. La semilla que cae en este terreno fértil representa a aquellos que escuchan la Palabra, la acogen, la guardan en el corazón y la ponen en práctica en la vida de cada día”, concluyó.

A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Mateo 13:1-9

1 Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. 2 Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. 4Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. 5Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. 7Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. 8Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9El que tenga oídos, que oiga».