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viernes, 20 de noviembre de 2020

¿CUÁNTOS TIPOS DE ORACIÓN HAY?



¿Cuántos tipos de oración hay?

Las cinco formas principales de oración son la bendición, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza.


Las cinco formas principales de oración son la bendición, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza. Con cualquiera de ellas elevamos nuestro espíritu a Dios según nuestras necesidades.


La bendición

Una bendición es una oración que pide la bendición de Dios sobre nosotros. Toda bendición procede únicamente de Dios. Su bondad, su cercanía, su misericordia son bendición. La fórmula más breve de la bendición es “El Señor te bendiga”.

Todo cristiano debe pedir la bendición de Dios para sí mismo y para otras personas. Los padres pueden trazar sobre la frente de sus hijos la señal de la cruz. Las personas que se aman pueden bendecirse. Además el presbítero, en virtud de su ministerio, bendice expresamente en el nombre de Jesús y por encargo de la Iglesia. Su oración de bendición es especialmente eficaz por medio del sacramento del Orden y por la fuerza de la oración de toda la Iglesia.


La adoración

Toda persona que comprende que es criatura de Dios reconocerá humildemente al Todopoderoso y lo adorará. La adoración cristiana no ve únicamente la grandeza, el poder y la Santidad de Dios. También se arrodilla ante el amor divino que se ha hecho hombre en Jesucristo.

Quien adora verdaderamente a Dios se pone de rodillas ante Él o se postra en el suelo. En esto se muestra a verdad de la relación entre Dios y el hombre: él es grande y nosotros somos pequeños. Al mismo tiempo el hombre nunca es mayor que cuando se arrodilla ante Dios en una entrega libre. El no creyente que busca a Dios y comienza a orar puede de este modo encontrar a Dios.


La petición

Dios, que nos conoce completamente, sabe lo que necesitamos. Sin embargo, quiere que “pidamos”: que en las necesidades de nuestra vida nos dirijamos a Él, le gritemos, le supliquemos, nos quejemos, le llamemos, que incluso “luchemos en la oración” con él.

Ciertamente Dios no necesita nuestras peticiones para ayudarnos. La razón por la que debemos pedir es por nuestro interés. Quien no pide y no quiere pedir, se encierra en sí mismo. Sólo el hombre que pide, se abre y se dirige al origen de todo bien. Quien pide retorna a la casa de Dios. De este modo la oración de petición coloca al hombre en la relación correcta con Dios, que respeta nuestra libertad.


La intercesión petición por los demás

Del mismo modo que Abraham intercedió a favor de los habitantes de Sodoma, así como Jesús oró por sus discípulos, y como las primeras comunidades no sólo buscaban su interés “sino todos el interés de los demás” (Flp 2, 4), igualmente los cristianos piden siempre por todos; por las personas que sin importantes para ellos, por las personas que no conocen e incluso por sus enemigos.

Cuanto más aprende un hombre a rezar, tanto más profundamente experimenta que pertenece a una familia espiritual, por medio de la cual la fuerza de la oración se hace eficaz. Con toda mi preocupación por las personas a las que amo, estoy en el centro de la familia humana, puedo recibir la fuerza de la oración de otros y puedo suplicar para otros la ayuda divina.


La acción de gracias

Todo lo que somos y tenemos viene de Dios. San Pablo dice “¿Tienes algo que no hayas recibido?” (1 Cor 4,7). Dar gracias a Dios, el dador de todo bien, nos hace felices.

La mayor oración de acción de gracias es la “Eucaristía” (en griego “acción de gracias”) de Jesús, en la que toma pan y vino para ofrecer en ellos a Dios toda la Creación transformada. Toda acción de gracias de los cristianos es unión con la gran oración de acción de gracias de Jesús. Porque también nosotros somos transformados y redimidos en Jesús; así podemos estar agradecidos desde lo hondo del corazón y decírselo a Dios en muchas formas.


La alabanza

Dios no necesita de ningún aplauso. Pero nosotros necesitamos expresar espontáneamente nuestra alegría en Dios y nuestro gozo en el corazón. Alabamos a Dios porque existe y porque es bueno. Con ello nos unimos ya a la alabanza eterna de los ángeles y los santos en el cielo. 

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 20 DE NOVIEMBRE DEL 2020


Lecturas de hoy Viernes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, viernes, 20 de noviembre de 2020



Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (10,8-11):

Yo, Juan, escuché la voz del cielo que se puso a hablarme de nuevo diciendo:

«Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra».

Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dice:

«Toma y devóralo; te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».

Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; en mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor.

Y me dicen:

«Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos».


Palabra de Dios



Salmo

Sal 118,14.24.72.103.111.131


R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!


V/. Mi alegría es el camino de tus preceptos,

más que todas las riquezas. R/.


V/. Tus preceptos son mi delicia,

tus enseñanzas son mis consejeros. R/.


V/. Más estimo yo la ley de tu boca

que miles de monedas de oro y plata. R/.


V/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa:

más que miel en la boca! R/.


V/. Tus preceptos son mi herencia perpetua,

la alegría de mi corazón. R/.


V/. Abro la boca y respiro,

ansiando tus mandamientos. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,45-48):


EN aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:

«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».

Todos los días enseñaba en el templo.

Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.


Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes, 20 de noviembre de 2020

uan Carlos Martos, cmf


Queridos amigos y amigas:


La historia que se cuenta en el evangelio de hoy se desarrolla en los patios del Templo de Jerusalén, lugar que visitó Jesús antes de su pasión. Allí purifica y predica: Su furioso gesto va seguido de una explicación. La reacción de los testigos, como suele ocurrir en las páginas del evangelio, varía entre las autoridades y el pueblo. Resaltemos tres detalles de esta página.

Los motivos de la condena de Cristo. Los cuatro evangelios registran la expulsión de los vendedores del Templo, aunque Juan no lo emplaza en la misma víspera de su pasión. Los cuatro coinciden en que la relevancia del relato se funda en contener el motivo que dio pie a las autoridades religiosas del tiempo para condenar a muerte a Jesús: Su actuación pública y blasfema contra la institución más augusta de la religión judía: El Templo.

La razón de un gesto profético. Lo denuncia Jesús con claridad: Haber convertido un espacio de encuentro con Dios en antro de turbios negocios. Lo más sagrado se puede depravar. Ocurre cuando se corrompen las intenciones y los intereses que mueven la conducta religiosa: No se ama ni se sirve a Dios, sino que se le utiliza para conseguir sórdidos bienes. Esto para Jesús fue inaguantable.

El estupor de la gente. No pasó desapercibida esa actuación de Jesús, atrevida y escandalosa. Tampoco pasa desaperciba para nosotros. Pero no deberíamos dedicar mucho espacio a debatir si se trató o no de un acto violento de Cristo. El meollo consiste en entender que una reacción tan vehemente del Príncipe de la Paz, del manso y humilde de corazón, debía deberse a una causa grave en extremo.

Nos toca a nosotros repasar -y acaso reparar- la intención y orientación de nuestra vida cristiana. Porque puede convertirse en algo parecido a un negocio. Cuando falta el amor, inevitablemente se ambicionan ganancias, ventajas o privilegios. Dios no se presta a compraventas. ¡Así no!


Vuestro hermano en la fe


Juan Carlos Martos cmf