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CON MARÍA, CAMINANDO LA CUARESMA



 Con María, caminando la Cuaresma...

María, muchas veces me quedo atrapada en mis miedos, mis dudas, mis ignorancias, pero me consuela saber que siempre encontraré tu mano.

Por: Ma. Susana Ratero | Fuente: Catholic.net



Convertíos, y creed en el Evangelio... repetirá una y otra vez, el sacerdote en la imposición de las cenizas. Convertíos.


- Pero ¿No se supone, Madre querida, que ya estamos convertidos? Digo, estamos aquí, en misa, creemos en tu Hijo, ¿Por qué nos dice esto?.

Miro tu imagen, tu conocida y querida imagen, Señora de Luján, y te pido disculpas por mi ignorancia, pero mi amor a tu Hijo necesita respuestas....

- Hija querida, puedes preguntarme todo, todo lo que no comprendas, porque cada pregunta tuya, cada búsqueda de la verdad es una caricia a mi corazón entristecido. Y nada me hace más feliz que contestarte, mostrarte los caminos a mi Hijo, tomarte de la mano y llevarte a Él, pues muchas veces veo que no te atreves a caminar sola..

Es cierto, María, muchas veces me quedo atrapada en mis miedos, mis dudas, mis ignorancias, pero me consuela saber que puedo extender mi mano en la plenísima seguridad de que siempre hallare la tuya.

-Para aclarar tu duda te digo que ese “Convertíos” que tanto te descoloca es como una puerta para comenzar a caminar tu cuaresma...


- ¿Mi Cuaresma, Señora?

- Sí, tu Cuaresma... como te hable un día de tu propio camino hacia la Navidad, debo hablarte ahora de tu propio camino de Cuaresma....

- Explícame, Señora

Me quedo mirando tu imagen fijamente, me abrazas el alma y me llevas de la mano a los lejanos parajes de Tierra Santa...

Era invierno (Jn 10,22). El viento helado cala hasta los huesos, caminamos entre la gente y te sigo, sin saber adónde. De repente nos encontramos frente a las escalinatas del Templo de Jerusalén. Allí  Jesús se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver como la gente echaba dinero para el tesoro (Mc 12,41) Nos vamos acercando lentamente, yo temo de que alguien advierta mi presencia...

- No temas, nadie puede verte, solo Jesús y yo...-Recuerdo muchas veces en que creí que nadie podía verme, y siento vergüenza por todos mis pecados escondidos....

- Señora ¿qué hacemos aquí?.

- Quiero que comiences a caminar tu cuaresma, y que la vivas tan plenamente como te sea posible.

- Supongo que eso será muy bueno para mí.

- No sólo para ti . Verás, si todo el dolor de esta cuaresma de tu vida, lo depositas en mi corazón, si vives tu tristeza, tu angustia y tu soledad como un compartir la tristeza y soledad de mi Hijo, entonces, querida mía, no sólo será beneficioso para tu alma, sino que yo lo multiplicaré para otras almas....

Asombro, esa es la palabra que podría definir todos mis encuentros contigo... asombro; ante la magnitud de tu amor, ante la magnitud de la misericordia tuya y de tu Hijo... Asombro y alegría... una dulcísima alegría de saberme tan amada.

- Mira, hija, el rostro de Jesús....

Contemplo el amadísimo rostro. Su mirada está serena, aunque inmensamente triste.

- ¿Por qué esta triste el Maestro, Madre?

- Pregúntaselo hija, vamos anda....

Confieso que me tiemblan las piernas y el corazón amenaza con salir de mi pecho pero, increíblemente, una serena paz me inunda el alma....

- Señor- y no encuentro palabras. Sí, todas las palabras que transito diariamente y cuyos rostros y voluntades creo conocer, todas las palabras con la que he justificado mis olvidos, parecen desvanecerse antes de que pueda atraparlas. Vuelan, como pájaros espantados, no se sienten dignas, comprendo entonces que sólo el amor es digno. Por fin, atrapo las más puras...

- Señor, déjame compartir tu tristeza...

Oh, Señora mía, tu Hijo vuelve sus ojos mansos hacia mí y su mano se apoya en mi hombro.... mi alma se estremece ¿Quién soy yo, para merecer tal detalle de amor?

-¿Por qué me pides eso?

- Porque te amo, y no tengo nada digno para darte que te alivie-mi voz es apenas un susurro- Porque me amas y sé que estás pasando todo esto para que yo tenga vida eterna. Tú nos pides que carguemos la cruz y te sigamos, Maestro.. pero yo...¡yo no sé como se hace eso!- Y me deshago en llanto, y me siento pequeña, insignificante, tan pecadora e indigna que quisiera salir corriendo ...pero ¿Adónde? Adonde iré, Señor mío, si sólo tú tienes palabras de vida eterna.

- Hermanita del alma-y tu voz mansa calma y disipa mis tempestades -si quieres seguirme, niégate a ti misma, carga con tu cruz de cada día y sígueme.

Jesús me mira y su mirada traspasa todas las corazas con las que intento cada día disfrazar mi corazón. Quisiera que viese el paisaje que Él espera, no el que mi tibieza y olvidos construyeron neciamente. Pero ya es tarde para pretender eso.. o no. Tu misericordia, Señor, es un torrente inagotable que puede sanar el corazón más destruido, el más olvidado, el más solitario.

Unos hombres se acercan. Probablemente sus apóstoles. Jesús se retira y María, que está a pocos pasos escuchando cada palabra, se acerca a mí. Tomándome por los hombros, me lleva a las afueras de la ciudad. Allí, en un reparo tibio doy rienda suelta a mi llanto....

Ella nada dice, sólo me mira con infinita ternura.

- Ay, Madre, Madre, ¡Cómo puedo ser tan torpe!. El Maestro es tan sencillo y claro para hablarme, que se supone debo entender ¡Pero no, no entiendo! ¡No sé como llevar a mi vida de cada día sus preciosísimos consejos! ¡Ayúdame, por piedad!..

Colocas delicadamente mi cabeza en tu hombro...¡Qué remanso para mi alma dolorida!...

- Hija, intentaré explicarte más detalladamente, no sólo para que comprendas sino para que te determines a caminar .

- Te escucho, Madre, mi corazón tiene tanta sed de tus palabras.

- Bien, comenzaremos por lo primero que te dijo Jesús: “¿Por qué me pides eso?”. Él sabe que tú no le pedirías caminos si no fuese que el Espíritu te ha creado esa necesidad. Tú no amaste a Jesús y Él te escuchó, sino que Él te amó primero. ¿Comprendes la diferencia?. Que tú le busques, le necesites, es una clara señal de que Él te ama. Luego te dijo las condiciones para seguirlo. Veamos esto parte por partes: ”Si quieres seguirme”. No se trata de que te acerques por interés de conseguir algo que deseas, porque te sientes sola y no encuentras nada mejor o porque se supone que debes hacerlo. Nada de eso. Se trata de que “quieras” y ese querer parte de una gracia del Espíritu que tu corazón escucha y acepta. Luego te dijo: “Niégate a ti misma”. Allí te esta pidiendo que cultives, en lo más profundo de ti, la humildad y que la dejes crecer sin ahogarla con tu orgullo y vanidad.

- Para ello necesitaré mucho oración, supongo...

- Por cierto. Oración, pero oración que no es mera repetición de palabras. Puedes comenzar analizando tu actitud en la oración. ¿Cómo rezas? ¿Como el fariseo?. “Te doy gracias porque no soy como los demás”, creyendo que tu fe es mejor o mas valiosa a los ojos de Dios que la de una simple mujer que reza cada día el rosario en la soledad de la parroquia, con una voluntad y constancia que tú no posees. Hija, intenta rezar como el publicano, que se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo: “Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador”. Renunciar a la tentación del aplauso, del halago. Renunciar a la vanidad de sentirse mejor que otros es difícil hija, mas no imposible. Cuando lo logras, las alas de tu alma se despliegan en vuelo límpido hacia cielos más altos.

- Madre, madre... cuánto he lastimado el Sagrado Corazón de tu Hijo, cuánto necesito de su misericordia. Continúa, que en este punto ya no quiero el retorno...

- “Toma tu cruz y sígueme”. Así, tal cual, hija. “Tu” cruz, no la ajena, no la que te gustaría, sino la tuya, la conocida, la que crees no merecer y que, sin embargo, te lleva a la eternidad. ”Sígueme” pero ¿Cómo piensas seguirle? ¿Rezongando y protestando por el peso de tu cruz, quejándote de que otros tienen cruces más livianas? ¡Cómo si pudieras tú ver el corazón sangrante o el alma doliente de tu hermano! ¿Le seguirás arrastrando la cruz para que deje marcas en la arena buscando la compasión de los demás?... Hija, debes abrazar tu cruz y amarla...

- ¿Cómo se ama la cruz, Señora?

- Se ama en aquél que te lastima con su indiferencia, en el que no te escucha, en la que te difama. Se ama construyendo cada día en tu familia aunque sientas que predicas en el desierto. Se ama sembrando, aunque sientas que el viento de la indiferencia arrastra la semilla. Tú nunca sabes si alguna quedó plantada y la misericordia de Dios hará que dé fruto, a su tiempo, cuando menos lo esperes. No temas la dureza del tiempo de siembra, piensa en la alegría de la cosecha... que llega, hija, llega, siempre.

Tu voz dulce, segura y pura riega la aridez de mi alma, abre puertas cerradas por tanto tiempo y el sol de la luz de Cristo entra a raudales en los más recónditos espacios de mi interior. Caminar la cuaresma, vencerme, cargar la cruz.¿Podré?¿Cuánto tiempo durará en mí este deseo de caminar tras Jesús?

- Tanto tiempo como lo alimentes. La Eucaristía, Jesús mismo, te dará la fuerza, la constancia, la paz. Y yo estaré siempre contigo, para secar tu frente, para enjugar tus lágrimas, aún cuando no me veas, aún cuando me creas lejos. Siempre.

Cae la tarde y el sol se esconde en el horizonte mientras yo me escondo en tu pecho en apretado abrazo. Cuando abro los ojos el sacerdote está por comenzar la ofrenda del pan y del vino. Miro tu imagen. Me sonríes desde ella. Un viento fresco entra por la ventana, el sol se termina de esconder en el horizonte y, por un exquisito regalo tuyo, siento que me continúas abrazando. Siempre.

Amigo que lees estas líneas. No temas recorrer tu propia Cuaresma, no reniegues de tu cruz. Cuando sientas que caes bajo su peso, levanta los ojos y verás la mano de tu madre, extendida. No le reproches nada, sólo tómala, y veras que tus heridas cicatrizan en medio del mas profundo amor.


NOTA:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

MEDITACIÓN DE CUARESMA, DÍA 19, 7 DE MARZO

 



 MEDITACIÓN DE CUARESMA

Día 19º. Domingo 7 de Marzo.


Tres formas de hacer daño a Dios. Hay tres formas de hacer sufrir y llorar a una madre. Además de la más elemental, que sería atacarle a ella directamente: golpeándola o insultándola, hay otras dos en las que le podemos hacer sufrir igualmente. Una de ellas es hacer algo malo a mi hermano. Si yo le doy una paliza a un hermano mío, y mi madre se entera, le dolerá incluso más que si le maltrato a ella.

Otra forma de hacerle sufrir es hacer algo que sea malo para mí, algo que me empeore. Como mi madre me quiere eso le dolerá. Imagínate que ve cómo te cortas un brazo: no lo aguantaría.

Dios te ve siempre -no como un espía sino como alguien que te quiere mucho- y sufre cada vez que te ve hacer algo que hace daño a otra persona, porque esa otra persona es hija de Él y cada vez que te ve hacerte daño a ti mismo, y cada vez que te ve hacer algo que le hace daño a Él. Por eso es bueno que todas las noches, cuando te acuestes, hagas un repaso del día, un examen de conciencia, y pidas perdón a Dios por esas cosas que Él ha visto y no le han gustado.

El examen de conciencia lo puedes hacer así: ¿Cómo me he portado con Dios? ¿Cómo me he portado con los demás? ¿Cómo me he portado conmigo mismo? Dios mío, a partir de ahora haré el examen todas las noches. Y te pediré perdón por el daño que haya hecho cada día de alguna de estas tres formas. Y también te agradeceré tu compañía. ¡Recuérdamelo!, y gracias.

Coméntale a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con una oración final.

AÑO DE SAN JOSÉ, DÍA 7 DE MARZO



 Año de San José

San José, hombre justo y modelo de virtudes, es el Patrono Universal de la santa Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros. Es el santo que tuvo en la tierra la misión más grande y noble: proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.

 

Marzo 7

San José, haz que los pecadores se conviertan, para que pronto en el mundo no haya más que un solo rebaño y un solo pastor, siempre bajo el amparo de la Madre de Dios, para que la soberanía del amor de Jesús se extienda a todas las familias, las naciones y la sociedad entera, y así puedas tú, ejercer mejor tu admirable patrocinio sobre toda la Iglesia. Amén.

(P. Florentín Brusa, cmf) 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE MARZO DE 2021 - III DOMINGO DE CUARESMA 2021

 



 Lecturas de hoy Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo B

Hoy, domingo, 7 de marzo de 2021



Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (20,1-17):

En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y bisnietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.»


Palabra de Dios



Salmo

Sal 18,8.9.10.11


R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna


La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor

es fiel e instruye al ignorante. R/.


Los mandatos del Señor son rectos

y alegran el corazón;

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos. R/.


La voluntad del Señor

es pura y eternamente estable;

los mandamientos del Señor son verdaderos

y enteramente justos. R/.


Más preciosos que el oro,

más que el oro fino;

más dulces que la miel

de un panal que destila. R/.



Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,22-25):

Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados –judíos o griegos–, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.


Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-25):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»

Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.





«No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés

(Tarragona, España)


Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.