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lunes, 26 de abril de 2021

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN EL DOMINGO DEL BUEN PASTOR 2021


  

Homilía del Papa Francisco en el Domingo del Buen Pastor 2021

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa



El Papa Francisco presidió la Misa con el rito de la ordenación sacerdotal a nueve diáconos este 25 de abril, cuarto Domingo de Pascua y Domingo del Buen Pastor, en el Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro del Vaticano. 

En su homilía, pronunciada en forma espontánea, el Santo Padre alentó a los nuevos sacerdotes a imitar el estilo de Dios que consiste en la cercanía, compasión y ternura y a ser cercanos a Dios, al Obispo, entre ellos y al pueblo de Dios. 

“Por favor, aléjense de la vanidad, del orgullo, del dinero. El diablo entra por los bolsillos, piensen esto, sean pobres, como pobre es el santo fiel pueblo de Dios, pobres que aman a los pobres, no sean trepadores, la carrera eclesiástica, que después, te conviertes en funcionario, y cuando un sacerdote entra para ser empresario, sea de la parroquia, sea del colegio, sea donde sea, pierde aquella cercanía al pueblo, pierde aquella pobreza que lo asemeja a Cristo pobre y crucificado y se convierte en empresario, en sacerdote empresario y no el servidor”, advirtió.


A continuación, la transcripción y traducción de la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Queridísimos hermanos, estos nuestros hijos han sido llamados al orden sacerdotal. Reflexionemos a cuál ministerio serán elevados en la Iglesia.

Como ustedes saben hermanos, el Señor Jesús es el único sacerdote del Nuevo Testamento, pero, como Él, todo el pueblo santo de Dios fue constituido pueblo sacerdotal.

No obstante, el Señor Jesús quiso elegir entre sus discípulos a algunos en particular, para que, ejerciendo públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal en favor de todos los hombres, continuaran su misión personal de maestro, sacerdote y pastor. 

Después de una profunda reflexión, ahora estos estos hermanos van a ser ordenados para el sacerdocio en el Orden de los presbíteros, a fin de hacer las veces de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, por quien la Iglesia, su Cuerpo, se edifica y crece como Pueblo de Dios y templo del Espíritu Santo.

A ustedes, queridos hijos, que van a ser ordenados presbíteros, consideren, en la parte que les corresponde, la función de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro.

Serán como él, pastores, y esto, es lo que quiere de ustedes, pastores, pastores del santo pueblo fiel de Dios, pastores que van con el pueblo de Dios, algunas veces adelante, en medio o al final del rebaño, pero siempre allí, con el pueblo de Dios. 

En un tiempo se hablaba de la 'carrera eclesiástica', que no tenía el mismo significado que tiene hoy. Esto no es una 'carrera': es un servicio, un servicio como el mismo que hizo Dios a su pueblo.

Y este servicio de Dios a su pueblo tiene las 'huellas' del servicio de Dios a su pueblo, tiene un estilo, un estilo que ustedes deben seguir. Estilo de cercanía, estilo de compasión y estilo de ternura. Este es el estilo de Dios. Cercanía, compasión, ternura.

La cercanía. Las cuatro cercanías del sacerdote, son cuatro. Cercanía con Dios en la oración, en los sacramentos, en la Misa, hablar con el Señor, ser cercano al Señor, Él se hizo cercano a nosotros en su hijo, toda la historia su hijo, y también ha sido cercano a ustedes en el camino de su vida hasta este momento y también en los momentos feos del pecado estaba allí, cercanía.

Sean cercanos al santo pueblo fiel de Dios, pero, antes que nada, cercanos a Dios con la oración. Un sacerdote que no reza, lentamente apaga el fuego del Espíritu dentro. Cercanía a Dios.

Segundo: cercanía al Obispo, en este caso al 'vice obispo'. Ser cercanos, porque en el Obispo ustedes tendrán la unidad, ustedes son, no quiero decir servidores, servidores de Dios, sino colaboradores del Obispo, cercanía.

Yo recuerdo una vez, hace tiempo, un sacerdote que tenía la desgracia, digamos así, de una caída, la primera cosa que hizo fue llamar al Obispo. También en los momentos feos, llama al Obispo para ser cercano a él. Cercanía a Dios en la oración, cercanía al Obispo. Pero este Obispo no me gusta, es tu Padre, pero este Obispo me trata mal, sé humilde, ve hacia el Obispo.

Tercero: cercanía entre ustedes. Yo les sugiero un propósito para hacer hoy, nunca hablar mal de un hermano sacerdote, si ustedes tienen una cosa contra otro, sean hombres, tengan pantalones, y vayan allí y díganlo a la cara.

Esto es algo muy feo, no sé cómo lo tomará. Ve con el Obispo para que te ayude, pero nunca, nunca hablar mal. No sean chismosos, no caigan en la habladuría, unidad entre ustedes, en el consejo episcopal, en las comisiones, en el trabajo. Cercanía entre ustedes y al Obispo.

Y cuarto: para mí, después de a Dios, la cercanía más importante es con el santo pueblo fiel de Dios. Ninguno de ustedes ha estudiado para ser sacerdote, han estudiado las ciencias eclesiásticas que la Iglesia dice que se deben hacer. Pero ustedes han sido elegidos, tomados del pueblo de Dios.

El Señor decía a David, yo te he tomado del final del rebaño, no se olviden de dónde vienen, de su familia, de su pueblo, no pierdan el olor del pueblo de Dios.

Pablo decía a Timoteo, recuerda a tu madre, a tu abuela, si de donde vienes, de aquel pueblo de Dios. El autor de la Carta a los Hebreos dice acuérdate de aquellos que te han introducido en la fe. Sacerdotes de pueblo, no clérigos de Estado. 

Las cuatro cercanías del sacerdote: cercanía con Dios, cercanía con el Obispo, cercanía entre ustedes, cercanía con el pueblo de Dios. El estilo de cercanía, que es el estilo de Dios, pero el estilo de Dios es también un estilo de compasión y de ternura. 

No cierren el corazón a los problemas, y verán muchos, problemas de las personas cuando vienen a contarles sus problemas, pierdan tiempo escuchando y consolando, la compasión que te lleva al perdón, a la misericordia.

Por favor, sean misericordiosos, sean ‘perdonadores’, porque Dios perdona siempre, no se cansa de perdonar, somos nosotros que nos cansamos de pedir perdón, cercanía y compasión, pero compasión tierna, con aquella ternura de familia, de hermano, de padre, con aquella ternura que hace sentir que tú estás en la casa de Dios.

Les deseo este estilo, este estilo, es el estilo de Dios. 

Y después, les decía algo en la sacristía, pero quiero decirlo aquí, delante del pueblo de Dios. Por favor, aléjense de la vanidad, del orgullo, del dinero. El diablo entra por los bolsillos, piensen esto, sean pobres, como pobres el santo fiel pueblo de Dios, pobres que aman a los pobres, no sean trepadores.

La 'carrera eclesiástica', que después, te conviertes en funcionario, y cuando un sacerdote entra para ser empresario, sea de la parroquia, sea del colegio, sea donde sea, pierde aquella cercanía al pueblo, pierde aquella pobreza que lo asemeja a Cristo pobre y crucificado y se convierte en empresario, en sacerdote empresario y no el servidor.

He escuchado una historia que me ha conmovido. Un sacerdote muy inteligente, muy práctico, muy capaz, que tenía en las manos tanta administración, pero tenía el corazón apegado a aquella oficina, y un día, porque ha visto que uno de sus empleados, un anciano, había cometido un error, le gritó, lo hecho fuera, y aquel anciano murió por esto. Aquel hombre fue ordenado sacerdote y terminó un sacerdote despiadado.

Tengan esa imagen siempre: pastores, cercanos a Dios, al Obispo, entre ustedes y al pueblo de Dios. Pastores, servidores como pastores, no empresarios, y aléjense del dinero.

Y después, recuerden que es bello este camino de las cuatro cercanías, este camino de ser pastores, porque Jesús consuela a los pastores, porque Él es el Buen Pastor, busquen consolación en Jesús, busquen consolación en la Virgen, no olviden la Madre, busquen siempre consuelo allí, ser consolados allí.

Y lleven las cruces, existirán en su vida, de la mano de Jesús y de la Virgen. Y no tengan miedo, no tengan miedo. Si ustedes son cercanos al Señor, al Obispo, entre ustedes y al pueblo de Dios, si ustedes tendrán el estilo de Dios, la cercanía, la compasión y la ternura. No tengan miedo, que todo irá bien.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 26 DE ABRIL DE 2021



Lecturas de hoy Lunes de la 4ª semana de Pascua

Hoy, lunes, 26 de abril de 2021



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):

EN aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:

«Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».

Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:

«Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. Yo respondí:

«De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. Pero la voz del cielo habló de nuevo: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”. Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.

En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: “Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”.

En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».

Oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:

«Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida».


Palabra de Dios



Salmo

Sal 41,2-3;42,3.4


R/. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo


Como busca la cierva corrientes de agua,

así mi alma te busca a ti, Dios mío;

mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:

¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.


Envía tu luz y tu verdad:

que ellas me guíen

y me conduzcan hasta tu monte santo,

hasta tu morada. R/.


Me acercaré al altar de Dios,

al Dios de mi alegría,

y te daré gracias al son de la cítara,

Dios, Dios mío. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):


EN aquel tiempo, dijo Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».


Palabra del Señor




«El que entra por la puerta es pastor de las ovejas (...) las ovejas escuchan su voz (...) y las ovejas le siguen, porque conocen su voz»

Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas

(Girona, España)


Hoy continuamos considerando una de las imágenes más bellas y más conocidas de la predicación de Jesús: el buen Pastor, sus ovejas y el redil. Todos tenemos en el recuerdo las figuras del buen Pastor que desde pequeños hemos contemplado. Una imagen que era muy querida por los primeros fieles y que forma parte ya del arte sacro cristiano del tiempo de las catacumbas. ¡Cuántas cosas nos evoca aquel pastor joven con la oveja herida sobre sus espaldas! Muchas veces nos hemos visto nosotros mismos representados en aquel pobre animal.

No hace mucho hemos celebrado la fiesta de la Pascua y, una vez más, hemos recordado que Jesús no hablaba en un lenguaje figurado cuando nos decía que el buen pastor da su vida por sus ovejas. Realmente lo hizo: su vida fue la prenda de nuestro rescate, con su vida compró la nuestra; gracias a esta entrega, nosotros hemos sido rescatados: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo» (Jn 10,9). Encontramos aquí la manifestación del gran misterio del amor inefable de Dios que llega hasta estos extremos inimaginables para salvar a cada criatura humana. Jesús lleva hasta el extremo su amor, hasta el punto de dar su vida. Resuenan todavía aquellas palabras del Evangelio de san Juan introduciéndonos en los momentos de la Pasión: «La víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).

De entre las palabras de Jesús quisiera sugerir una profundización en éstas: «Yo soy el buen pastor, conozco a las mías y las mías me conocen a mí» (Jn 10,14); más todavía, «las ovejas escuchan su voz (...) y le siguen, porque conocen su voz» (Jn 10,3-4). Es verdad que Jesús nos conoce, pero, ¿podemos decir nosotros que le conocemos suficientemente bien a Él, que le amamos y que correspondemos como es debido?