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domingo, 20 de junio de 2021

CLAVES PARA LA VIDA FELIZ

 


Claves para la vida feliz 

¿Qué es la felicidad? ¿Cómo ser feliz? ¿Dónde encontrarla? ¿Cuánto tiempo dura? Saberlo es una tarea apasionante y la clave está en acertar

Por: P. Arnaldo Alvarado | Fuente: Catholic.net



Todo el mundo quiere ser feliz. Veamos un indicador. Si vamos ahora mismo al buscador Google la voz feliz aparece doscientos diez mil millones de veces. Mientras que lo contrario a la felicidad, esto es, la tristeza son apenas treinta y un millones cien mil veces.  Una vez más notamos que todos queremos la felicidad.

En efecto todo vale la pena si nos hace felices. Nada tiene sentido si deja de lado la felicidad. Pero ¿qué es la felicidad? ¿Cómo ser feliz? ¿Dónde encontrarla? ¿Cuánto tiempo dura? Saberlo es una tarea apasionante y la clave está en acertar.

Podríamos quedarnos con tres ideas ejes y son: sé tú mismo, sé libre y ama. Veamos una por una.

Sé tú mismo. Significa conocerte quien eres y cuáles son tus potencialidades. Tu luz es la verdad y tú verdad. Es importante valorarte como alguien, no como algo. Lo has recibido todo. Tu condición es de administrar diversos aspectos: bienes, talentos, personas, tradiciones. Tu clima debe ser las cosas como son, no ocultes ni dejes nada que pueda obstaculizar tu crecimiento personal. Esto nada tiene que ver con el conformismo o la indiferencia o el todo da lo mismo.

Se libre. Has las cosas porque son buenas para ti, pero la mediada es la realidad misma que te hacen buena persona. En cuanto te decidas a enriquecer tu propia condición de persona por el bien que elijas en tus actos serás más feliz. Pero ¿Qué es el bien? Aquello que te hace crecer, es conveniente y te acerca al fin último.

Ama. Amar es un verbo que significa actividad, salida de sí mismo para encontrar un amor más grande que lo humano, esto es, el amor divino. Acude a la fuente del Amor y que tu recipiente cuánto más grande sea mejor será, porque quieres amar mucho. Fortalece tu capacidad de donación con lo que más te cueste y no te suponga simple utilidad. Dice el dicho “más vale dar que recibir”. Si quieres ser feliz comienza ya con: sé tú mismo, sé libre y ama.


P. Arnaldo Alvarado

SSJ - IESPPSJ

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - DÍA 20 DE JUNIO

 



Nardo del 20 de Junio

¡Oh Sagrado Corazón, Corazón del Supremo Amor!


Meditación: Oh Señor, todo se ha consumado, todo nos has dado...la tierra ha crujido cual grito dado por la creación. Ha muerto el Salvador, el Hijo de Dios, lo hemos matado. Tú, mi Amado, mi Buen Jesús todo enllagado, con Tu Cuerpo destrozado te encuentras colgado, Tus Ojos se han cerrado...el cruel suplicio ha terminado. Te bajan de la Cruz, y Tu Pobre Santa Madre, desgarrada, te recibe en sus Brazos. Con gemidos y llanto, se ha atravesado su Santo Corazón por una espada de dolor. Parece acunarte como lo hacía en las claras mañanas de Belén, Ella te besa y te acaricia, tratando de devolverte la vida. Señor, permíteme besarte y acariciarte como lo hace Tu Madre, porque Tú por mí te entregaste. Permíteme dar todo por mis hermanos, aunque tenga que pasar por un calvario. Permíteme estar contigo, aún cuando no lo merezco, pues he dejado que mi corazón se ponga duro y maltrecho. Permíteme acompañarte en el dolor, porque así es el Verdadero Amor: compartir el sufrimiento y ser consuelo.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Meditemos sobre los últimos momentos de la Pasión del Señor y el dolor de Su Santa Madre.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

PAPA FRANCISCO LAMENTA: CUÁNTAS VECES DEJAMOS AL SEÑOR EN UN RINCÓN

 



Papa Francisco lamenta: “¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón!”

POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa

 Foto: Vatican Media




“¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad!”. Con esas palabras el Papa Francisco lamentó que en muchas ocasiones los fieles se olvidan del Señor, y sólo recurren a Él cuando se encuentran en dificultades.

Durante el rezo del Ángelus este domingo 20 de junio desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre afirmó que “el miedo nos hace ver las dificultades, los problemas complicados, y no mirar a Jesús”.

En su comentario del Evangelio del día previo al rezo del Ángelus, el Pontífice explicó la escena evangélica en la que Jesús y sus discípulos padecen una tempestad cuando navegaban por el mar de Galilea.

“La barca en la que los discípulos atraviesan el lago es asaltada por el viento y las olas y ellos temen hundirse. Jesús está con ellos en la barca, sin embargo, se queda en la popa durmiendo sobre un cabezal. Los discípulos, llenos de miedo, le gritan: ‘Maestro, ¿no te importa que perezcamos?’”.

El Papa explicó que “muchas veces también nosotros, asaltados por las pruebas de la vida, hemos gritado al Señor: ‘¿Por qué te quedas en silencio y no haces nada por mí?’. Sobre todo, cuando parece que nos hundimos”.

“Son muchos los momentos en los cuales nos sentimos en medio de una tempestad, nos sentimos casi acabados. En estas situaciones y en muchas otras, también nosotros nos sentimos ahogados por el miedo y, como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”.

Sin embargo, el Santo Padre insistió en que “en la barca, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado, nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba”.

Pero, en cualquier caso, “el Señor, está ahí, pendiente. Espera que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él, gritarle a Él”.

En ese sentido, Francisco señaló que “la oración muchas veces es un grito: ‘Señor, sálvame’. Hoy es el Día del Refugiado. Muchos que vienen en barco, en el momento de hundirse, gritan: ‘Sálvame’. También en nuestra vida sucede lo mismo: ‘Señor, sálvame’, y la oración se convierte en un grito”.

“El Evangelio”, continuó explicando el Papa las Escrituras, “cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan. Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta”.

“La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros”.

Ante las súplicas de sus discípulos, Jesús “calma el viento y las olas. Y les plantea una pregunta, que nos concierne también a nosotros: ‘¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?’. Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas en vez de mirar a Jesús”.

“Y el miedo nos hace ver las dificultades, los problemas complicados, y no mirar a Jesús, que muchas veces duerme. También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad!”, lamentó el Pontífice.

Por ello, el Papa Francisco finalizó animando a los fieles a pedir “hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón”. 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE JUNIO DE 2021

 



Domingo 12 (B) del tiempo ordinario

Domingo 20 de junio de 2021



1ª Lectura (Job 38,1.8-11): El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas"?»



Salmo responsorial: 106

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano.

Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el marco.

Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar.

Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. En gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.

2ª Lectura (2Cor 5,14-17): Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.


Versículo antes del Evangelio (Lc 7,16): Aleluya. Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.


Texto del Evangelio (Mc 4,35-41): Un día, al atardecer, Jesús dijo a los discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con Él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!». El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?».




«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy -en estos tiempos de «fuerte borrasca»- nos vemos interpelados por el Evangelio. La humanidad ha vivido dramas que, como olas violentas, han irrumpido sobre hombres y pueblos enteros, particularmente durante el siglo XX y los albores del XXI. Y, a veces, nos sale del alma preguntarle: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (Mc 4,38); si Tú verdaderamente existes, si Tú eres Padre, ¿por qué ocurren estos episodios?

Ante el recuerdo de los horrores de los campos de concentración de la II Guerra Mundial, el Papa Benedicto se pregunta: «¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción?». Una pregunta que Israel, ya en el Antiguo Testamento, se hacía: «¿Por qué duermes? (…). ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia?» (Sal 44,24-25).

Dios no responderá a estas preguntas: a Él le podemos pedir todo menos el porqué de las cosas; no tenemos derecho a pedirle cuentas. En realidad, Dios está y está hablando; somos nosotros quienes no estamos [en su presencia] y, por tanto, no oímos su voz. «Nosotros -dice Benedicto XVI- no podemos escrutar el secreto de Dios. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia. En ese caso, no defenderíamos al hombre, sino que contribuiríamos sólo a su destrucción».

En efecto, el problema no es que Dios no exista o que no esté, sino que los hombres vivamos como si Dios no existiera. He aquí la respuesta de Dios: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Eso dijo Jesús a los apóstoles, y lo mismo le dijo a santa Faustina Kowalska: «Hija mía, no tengas miedo de nada, Yo siempre estoy contigo, aunque te parezca que no esté».

No le preguntemos, más bien recemos y respetemos su voluntad y…, entonces habrá menos dramas… y, asombrados, exclamaremos: «¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc 4,41). -Jesús, en ti 

HOY SE INICIA LA NOVENA A SAN PEDRO Y SAN PABLO - DEL 20 AL 28 DE JUNIO



 Novena a San Pedro y San Pablo

Del 20 al 28 de junio 

 (ACI).- Cada 29 de junio la Iglesia celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, quienes murieron como mártires al dar testimonio del amor de Cristo.

Esta celebración recuerda que San Pedro fue elegido por Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, quien con humildad aceptó la misión de ser “la roca” de la Iglesia.


Asimismo se conmemora a San Pablo, el Apóstol de los gentiles, que antes de su conversión era perseguidor de los cristianos y pasó, con su vida, a ser un ardoroso evangelizador para todos los católicos, sin reservas en el anuncio del Evangelio.

En preparación a esta gran celebración, en que se festeja también al Papa, ACI Prensa ofrece una novena a los Santos Apóstoles:



Primer día de la novena a San Pedro y San Pablo


En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el primer día de la Novena

“La solemnidad de san Pedro y san Pablo nos invita a revivir la fe de estos dos Apóstoles, columnas de la Iglesia, que hicieron de Cristo la pasión de su vida. Pedro, con la palabra y con la sangre, lo confesó ‘Hijo de Dios vivo’ (Mt 16, 16). Pablo, una vez que se hubo convertido y trasformado en apóstol de los gentiles, fue conquistado por él hasta el punto de exclamar: ‘¡Para mí la vida es Cristo!’ (Flp 1, 21). Su recuerdo nos impulsa al compromiso de una fidelidad cada vez mayor y una unidad cada vez más profunda”. San Juan Pablo II, ángelus del 29 de junio de 1996.

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.




Segundo día de la novena a San Pedro y San Pablo


En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el segundo día de la Novena

“San Pedro y san Pablo, cada uno con su historia personal y eclesial, testimonian que, aun en medio de durísimas pruebas, el Señor no los abandonó nunca. Estuvo con Pedro para librarlo de las manos de sus enemigos en Jerusalén; estuvo con Pablo en sus continuos esfuerzos apostólicos, para darle la fuerza de su gracia, a fin de convertirlo en intrépido heraldo del Evangelio para bien de los gentiles (cf. 2 Tm 4, 17)”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio de 1997

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Tercer día de la novena a San Pedro y San Pablo


En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el tercer día de novena

“‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella’… El Apóstol es el depositario de las llaves de un tesoro inestimable: el tesoro de la redención. Tesoro que trasciende ampliamente la dimensión temporal. Es el tesoro de la vida divina, de la vida eterna. Después de la resurrección, fue confiado definitivamente a Pedro y a los Apóstoles: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’ (Jn20, 22-23)”.
“Quien posee las llaves tiene la facultad y la responsabilidad de cerrar y abrir. Jesús habilita a Pedro y a los Apóstoles para que dispensen la gracia de la remisión de los pecados y abran definitivamente las puertas del reino de los cielos. Después de su muerte y resurrección, ellos comprenden bien la tarea que se les ha confiado y, con esa conciencia, se dirigen al mundo, impulsados por el amor a su Maestro. Van por doquier como sus embajadores (cf. 2 Co 5, 14. 20), puesto que el tiempo del Reino se ha convertido ya en su herencia”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio de 1998

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén.

 (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén



Cuarto día de la novena a San Pedro y San Pablo



En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el cuarto día de novena

“En su misión apostólica, san Pedro y san Pablo tuvieron que afrontar dificultades de todo tipo. Sin embargo, lejos de debilitar su acción misionera, fortalecieron su celo en beneficio de la Iglesia y para la salvación de los hombres. Pudieron superar todas las pruebas porque su confianza no se basaba en los recursos humanos, sino en la gracia del Señor, quien, como recuerdan las lecturas de esta solemnidad, libra a sus amigos de todos los males y los salva para su Reino (cf. Hch 12, 11; 1 Tm 4, 18)”.
“Esa misma confianza en Dios debe sostenernos también a nosotros. Sí, el ‘Señor libra de todas las angustias’. Esta certeza debe infundirnos ánimo frente a las dificultades que encontramos al anunciar el Evangelio en la vida diaria. Que san Pedro y san Pablo, nuestros patronos, nos ayuden y nos obtengan el celo misionero que los hizo testigos de Cristo hasta los confines del mundo entonces conocido”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio de 1999

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Quinto día de la novena a San Pedro y San Pablo


En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el quinto día de novena

“La Iglesia de Cristo está edificada sobre la fe y sobre la fidelidad de Pedro. La primera comunidad cristiana era muy consciente de ello y, como narran los Hechos de los Apóstoles, cuando Pedro se encontraba en la cárcel, se reunió para elevar a Dios una oración ferviente por él (cf. Hch 12, 5). Fue escuchada, porque la presencia de Pedro era aún necesaria para la comunidad que daba sus primeros pasos: el Señor envió a su ángel para liberarlo de las manos de sus perseguidores (cf. Hch 12, 7-11)”.
“Estaba escrito en los designios de Dios que Pedro, después de confirmar por mucho tiempo en la fe a sus hermanos, sufriría el martirio aquí, en Roma, juntamente con Pablo, el Apóstol de las gentes, quien también había escapado muchas veces de la muerte”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio del año 2000

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.




Sexto día de la novena a San Pedro y San Pablo


En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el sexto día de novena

“Después de dos milenios, la ‘roca’ sobre la que está fundada la Iglesia sigue siendo la misma: es la fe de Pedro. ‘Sobre esta piedra’ (Mt 16, 18) Cristo construyó su Iglesia, edificio espiritual que ha resistido al embate de los siglos. Desde luego, sólo sobre bases humanas e históricas no hubiera podido resistir el asalto de tantos enemigos”.
“A lo largo de los siglos, el Espíritu Santo ha iluminado a hombres y mujeres, de todas las edades, vocaciones y condiciones sociales, para que se convirtieran en ‘piedras vivas’ (1 P 2, 5) de esta construcción. Son los santos, que Dios suscita con inagotable creatividad, mucho más numerosos que los que señala solemnemente la Iglesia como ejemplo para todos. Una sola fe; una sola ‘roca’; una sola piedra angular: Cristo, Redentor del hombre”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio del año 2001

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Séptimo día de la novena a San Pedro y San Pablo

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el séptimo día de novena

“El misterioso itinerario de fe y de amor, que condujo a Pedro y a Pablo de su tierra natal a Jerusalén, luego a otras partes del mundo, y por último a Roma, constituye en cierto sentido un modelo del recorrido que todo cristiano está llamado a realizar para testimoniar a Cristo en el mundo”
"‘Yo consulté al Señor, y me respondió, me liberó de todas mis ansias’ (Sal 33, 5). ¿Cómo no ver en la experiencia de ambos santos, que hoy conmemoramos, la realización de estas palabras del salmista? La Iglesia es puesta a prueba continuamente. El mensaje que le llega siempre de los apóstoles san Pedro y san Pablo es claro y elocuente: por la gracia de Dios, en toda circunstancia, el hombre puede convertirse en signo del poder victorioso de Dios. Por eso no debe temer. Quien confía en Dios, libre de todo miedo, experimenta la presencia consoladora del Espíritu también, y especialmente, en los momentos de la prueba y del dolor”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio del año 2002

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Octavo día de la novena a San Pedro y San Pablo

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el octavo día de novena

“San Pedro y san Pablo son ‘amigos de Dios’ de modo singular, porque bebieron el cáliz del Señor. A ambos Jesús les cambió el nombre en el momento en que los llamó a su servicio: a Simón le dio el de Cefas, es decir, ‘piedra’, de donde deriva Pedro; a Saulo, el nombre de Pablo, que significa ‘pequeño’. El Prefacio de hoy establece un paralelismo entre los dos: ‘Pedro fue el primero en confesar la fe; Pablo, el maestro insigne que la interpretó; el pescador de Galilea fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel; el maestro y doctor la extendió a todas las gentes’…"
“Gracias a la humillación de la negación y al llanto incontenible que lo purificó interiormente, Simón se convirtió en Pedro, es decir, en la ‘piedra’: robustecido por la fuerza del Espíritu, tres veces declaró a Jesús su amor, recibiendo de él el mandato de apacentar su grey (cf.Jn 21, 15-17). La experiencia de Saulo fue semejante: el Señor, a quien perseguía (cf. Hch 9, 5), ‘lo llamó por su gracia’ (Ga 1, 15), derribándolo en el camino de Damasco. Así, lo liberó de sus prejuicios, transformándolo radicalmente, y lo convirtió en ‘un instrumento de elección’ para llevar su nombre a todas las gentes (cf. Hch 9, 15)”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio del año 2003

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén.

 (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Noveno día de la novena a San Pedro y San Pablo

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

(En silencio, se realiza un breve examen de conciencia)

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón

Reflexión para el novena día de novena

“‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’ (Mt 16, 16). Tras la pregunta del Señor, Pedro, también  en nombre de los demás Apóstoles, hace su profesión de fe.
“En ella se afirma el fundamento seguro de nuestro camino hacia la comunión plena. En efecto, si queremos la unidad de los discípulos de Cristo, debemos recomenzar desde Cristo. Como a Pedro, también a nosotros se nos pide que confesemos que él es la piedra angular, la Cabeza de la Iglesia. En la carta encíclica Ut unum sint escribí: ‘Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad  significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad’ (n. 9)”.
“Ut unum sint! De aquí brota nuestro compromiso de comunión, en respuesta al ardiente deseo de Cristo. No se trata de una vaga relación de buenos vecinos, sino del vínculo indisoluble de la fe teologal, por el que estamos destinados no a la separación, sino a la comunión”.
San Juan Pablo II, homilía del 29 de junio del año 2004

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades. Amén. 

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones)

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Súplica a San Pedro

Pedro arrepentido,
Pedro el preferido del Señor,
Pedro el entusiasta por Cristo Jesús,
pídele al Señor me conceda un amor hacia el Salvador,
tan fuerte y tan generoso
como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.

Súplica a San Pablo

Pablo, fervoroso Apóstol,
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo Jesús".

Oración final a los Santos Apóstoles

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia; como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle eternamente. Amén.

En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.