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domingo, 13 de febrero de 2022

PAPA FRANCISCO: SOLO EL VERDADERO DISCÍPULO DE DIOS ES REALMENTE FELIZ

 



Papa Francisco: Solo el verdadero discípulo de Dios es realmente feliz

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 Foto: Vatican Media



Durante el rezo del Ángelus dominical este 13 de febrero, el Papa Francisco explicó que el verdadero discípulo es aquel que con humildad se deja guiar por Jesús, “abriendo su corazón, escuchándole y siguiendo el camino”. 

Desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio de San Lucas, centrado en las Bienaventuranzas.

“Las Bienaventuranzas, de hecho, definen la identidad del discípulo de Jesús. Pueden sonar extrañas, casi incomprensibles para quien no es discípulo, pero si nos preguntamos cómo es un discípulo de Jesús, la respuesta es precisamente las Bienaventuranzas”, señaló el Papa. 


Aprender cada día con humildad

El Papa Francisco comenzó la reflexión de este domingo comentando lo que definió como “la base” de este Evangelio, el momento en el que Jesús señala que aquellos que son pobres en la tierra, serán recompensados en el cielo. “Son bienaventurados porque son pobres”, dijo el Santo Padre. 

En esta línea, el Papa Francisco explicó que el verdadero discípulo de Jesús “no encuentra su alegría en el dinero, en el poder o en otros bienes materiales. Pero sí lo hace en los dones que recibe cada día de Dios: La vida, la creación, los hermanos y hermanas, etc., son dones de la vida”.  

A continuación, el Papa destacó la importancia de la “gratuidad” y de compartir todos aquellos dones que nos regala el Señor y defendió que el verdadero discípulo “vive en la lógica de Dios” y es consciente de que “no debe saberlo todo”, sino aprender cada día con humildad, “sin prejuicios ni rigidez”. 

El Santo Padre recordó el Evangelio del domingo pasado, cuando Simón Pedro dejó todo y decidió seguir al Señor, y aseguró que aquellos que siguen a Dios “solamente en algunas cosas”, no son verdaderos discípulos, y esa es la razón por la que “caen en la tristeza”. 

“Se entristece porque las cuentas no cuadran, porque la realidad se escapa de sus esquemas mentales y se encuentra insatisfecho. El discípulo, en cambio, sabe cuestionarse, sabe buscar a Dios humildemente cada día, y eso le permite adentrarse en la realidad, acogiendo su riqueza y complejidad”, dijo el Santo Padre. 

El Papa explicó que el discípulo de Dios acepta “la paradoja de las Bienaventuranzas, que declaran que es dichoso, es decir, feliz. Quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce”. 

El Papa lamentó que en la actualidad se induce a pensar de otra manera, y muchas veces se cree que solamente los ricos están llenos de bienes y son aplaudidos y envidiados, son felices. 

“Jesús, por el contrario, declara que el éxito mundano es un fracaso, ya que se basa en un egoísmo que infla y luego deja un vacío en el corazón. Ante la paradoja de las Bienaventuranzas, el discípulo se deja meter en crisis, consciente de que no es Dios quien debe entrar en nuestras lógicas, sino nosotros en las suyas”, explicó el Pontífice. 


La verdadera felicidad: La Alegría del corazón

“Esto requiere de un camino, a veces fatigoso, pero siempre acompañado de alegría. Porque, recordemos, la primera palabra de Jesús es: dichosos. Esto es el sinónimo de ser discípulos de Jesús. El Señor, al liberarnos de la esclavitud del egocentrismo, desencaja nuestras cerrazones, disuelve nuestra dureza y nos abre la verdadera felicidad, que a menudo se encuentra donde nosotros no pensamos”, defendió el Santo Padre. 

 Ante los fieles y peregrinos de la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco aseguró que Dios es “quien guía nuestra vida, no nosotros con nuestros prejuicios, o con nuestras exigencias. El discípulo es el que se deja guiar por Jesús. El que abre el corazón a Jesús, lo escucha y sigue el camino”. 

A continuación, el Papa invitó a mirar en el interior para hacer las siguientes preguntas: “¿Tengo yo la disponibilidad del discípulo? ¿O me comporto con la rigidez de quien se siente cómodo, bien y siente que ya ha llegado? ¿Me dejo ‘desencajar por dentro’ por la paradoja de las Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas? Y luego, más allá de las penurias y dificultades, ¿siento la alegría de seguir a Jesús?”. 

Por último, el Santo Padre quiso señalar el rasgo “más destacado del discípulo: la alegría del corazón”. 

“Este es el trato del discípulo, la alegría del corazón. No nos olvidemos de la alegría del corazón. Esta es la clave para saber si alguna persona es discípulo, porque tiene la alegría del corazón”, concluyó el Papa. 


A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco: 

San Lucas (6,17.20-26): 

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. 

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.» 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE FEBRERO DE 2022



 Domingo 6 (C) del tiempo ordinario

Domingo 13 de febrero de 2022





 Ver 1ª Lectura y Salmo

1ª Lectura (Jer 17,5-8): Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto».



Salmo responsorial: 1

R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.


Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.


No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.



2ª Lectura (1Cor 15,12.16-20): Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Versículo antes del Evangelio (Lc 6,23ab): Aleluya. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, dice el Señor. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 6,17.20-26): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y se detuvo con sus discípulos en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».





«Alegraos ese día y saltad de gozo»

Rev. D. Enric RIBAS i Baciana

(Barcelona, España)




Hoy volvemos a vivir las bienaventuranzas y las “malaventuranzas”: «Bienaventurados vosotros...», si ahora sufrís en mi nombre; «Ay de vosotros...», si ahora reís. La fidelidad a Cristo y a su Evangelio hace que seamos rechazados, escarnecidos en los medios de comunicación, odiados, como Cristo fue odiado y colgado en la cruz. Hay quien piensa que eso es debido a la falta de fe de algunos, pero quizá —bien mirado— es debido a la falta de razón. El mundo no quiere pensar ni ser libre; vive inmerso en el anhelo de la riqueza, del consumo, del adoctrinamiento libertario que se llena de palabras vanas, vacías donde se oscurece el valor de la persona y se burla de la enseñanza de Cristo y de la Iglesia, ya que —hoy por hoy— es el único pensamiento que ciertamente va contra corriente. A pesar de todo, el Señor Jesús nos infunde coraje: «Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre (...). Vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6, 22.23).


San Juan Pablo II, en la encíclica Fides et Ratio, dijo: «La fe mueve a la razón a salir de su aislamiento y a apostar, de buen grado, por aquello que es bello, bueno y verdadero». La experiencia cristiana en sus santos nos muestra la verdad del Evangelio y de estas palabras del Santo Padre. Ante un mundo que se complace en el vicio y en el egoísmo como fuente de felicidad, Jesús muestra otro camino: la felicidad del Reino del Dios, que el mundo no puede entender, y que odia y rechaza. El cristiano, en medio de las tentaciones que le ofrece la “vida fácil”, sabe que el camino es el del amor que Cristo nos ha mostrado en la cruz, el camino de la fidelidad al Padre. Sabemos que en medio de las dificultades no podemos desanimarnos. Si buscamos de verdad al Señor, alegrémonos y saltemos de gozo (cf. Lc 6,23).