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domingo, 24 de noviembre de 2024

CRISTO REY DEL UNIVERSO

 



Cristo Rey del Universo

Solemnidad, último domingo del año litúrgico

 Fuente: Corazones.org



Martirologio Romano: Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: a El todo el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos.

Fue el Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, quien instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia a profesado y por la que todo fiel está dispuesto a morir.

Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.

El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21

Nadie y ninguna ley esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.

Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios. 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DE 2024 - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

 


 

Domingo 34 del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (B)

Domingo 24 de noviembre de 2024



1ª Lectura (Dan 7,13-14): Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.



Salmo responsorial: 92

R/. El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder.


Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.


Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.

2ª Lectura (Ap 1,5-8): Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Versículo antes del Evangelio (Mc 11,9.10): Aleluya. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! Aleluya.

Texto del Evangelio (Jn 18,33-37): En aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».




«Soy Rey. (...) Todo el que es de la verdad, escucha mi voz»

Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal

(Barcelona, España)


Hoy, Jesucristo nos es presentado como Rey del Universo. Siempre me ha llamado la atención el énfasis que la Biblia da al nombre de “Rey” cuando lo aplica al Señor. «El Señor reina, vestido de majestad», hemos cantado en el Salmo 92. «Soy rey» (Jn 18,37), hemos oído en boca de Jesús mismo. «Bendito el rey que viene en nombre del Señor» (Lc 19,14), decía la gente cuando Él entraba en Jerusalén.


Ciertamente, la palabra “Rey”, aplicada a Dios y a Jesucristo, no tiene las connotaciones de la monarquía política tal como la conocemos. Pero, en cambio, sí que hay una cierta relación entre el lenguaje popular y el lenguaje bíblico respecto a la palabra “rey”. Por ejemplo, cuando una madre cuida a su bebé de pocos meses y le dice: —Tú eres el rey de la casa. ¿Qué está diciendo? Algo muy sencillo: que para ella este niñito ocupa el primer lugar, que lo es todo para ella. Cuando los jóvenes dicen que fulano es el rey del rock quieren decir que no hay nadie igual, lo mismo cuando hablan del rey del baloncesto. Entrad en el cuarto de un adolescente y veréis en la pared quiénes son sus “reyes”. Creo que estas expresiones populares se parecen más a lo que queremos decir cuando aclamamos a Dios como nuestro Rey y nos ayudan a entender la afirmación de Jesús sobre su realeza: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36).


Para los cristianos nuestro Rey es el Señor, es decir, el centro hacia el que se dirige el sentido más profundo de nuestra vida. Al pedir en el Padrenuestro que venga a nosotros su reino, expresamos nuestro deseo de que crezca el número de personas que encuentren en Dios la fuente de la felicidad y se esfuercen por seguir el camino que Él nos ha enseñado, el camino de las bienaventuranzas. Pidámoslo de todo corazón, pues «dondequiera que esté Jesucristo, allí estará nuestra vida y nuestro reino» (San Ambrosio).

PAPA FRANCISCO: SOLEMNIDAD DE CRISTO REY, TRES CLAVES PARA QUE LOS JÓVENES ENFRENTEN LOS DESAFÍOS DE LA VIDA

 



 Solemnidad de Cristo Rey: Tres claves del Papa para que los jóvenes enfrenten los desafíos con valentía


Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

Por Diego López Marina

24 de noviembre de 2024



Este domingo, en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, el Papa Francisco ofreció tres claves para que los jóvenes enfrenten con esperanza y coraje los desafíos y dificultades de la vida.

La reunión incluyó la celebración diocesana anual de la Jornada Mundial de la Juventud y contó con la entrega de los símbolos de los peregrinos (la Cruz de la JMJ, y el icono de María, conocido como Salus Populi Romani) de los jóvenes portugueses a sus homólogos coreanos, que serán los anfitriones de la JMJ en Seúl en 2027.

En su homilía, el Santo Padre invitó a las nuevas generaciones a tener en cuenta tres aspectos clave: superar las acusaciones, no buscar consensos vacíos y permanecer siempre en la verdad.


1. No tener miedo a las acusaciones ni condenas del mundo

El Papa Francisco comenzó su reflexión evocando el juicio de Jesús ante Pilato, “quien lo interroga como representante del Imperio Romano”. Cristo, explicó el Santo Padre, enfrentó las acusaciones con firmeza y serenidad, permaneciendo fiel a la verdad “que ha anunciado, hasta llegar al sacrificio de su propia vida”.

Dirigiéndose directamente a los jóvenes, Francisco señaló que “quizás a veces también a ustedes les pueda suceder de ser puestos ‘bajo acusación’ por el hecho de seguir a Jesús”. En ambientes como la escuela o el trabajo, puede haber quienes intenten desanimarlos o “hacerles sentir fracasados porque se mantienen fieles al Evangelio y a sus valores”. Ante estas situaciones, el Papa animó: “No tengan miedo de las ‘condenas’ del mundo. ¡Sigan amando!”.

El Santo Padre aseguró que, aunque las críticas y acusaciones falsas pueden ser dolorosas, con el tiempo “caen, y los valores superficiales que las sostienen se revelan por lo que son: ilusiones”. Lo que realmente permanece, insistió, “son las obras del amor. Esto es lo que queda y lo que embellece la vida”.


2. Liberarse del afán de consensos

El Papa Francisco destacó cómo Jesús afirmó: “Mi realeza no es de este mundo” (Jn 18,36), dejando claro que su misión no buscaba apoyo político o reconocimiento superficial. “Jesús rechaza toda lógica de poder. ¡Es libre de todo esto!”, subrayó el Pontífice, e invitó a los jóvenes a seguir su ejemplo y no sucumbir al “afán —hoy tan difundido— de obtener reconocimiento, aprobación y elogio”.

El Papa fue contundente al señalar los riesgos de buscar consensos vacíos: “Quien se deja llevar por estas fijaciones, termina viviendo en la angustia”. En cambio, los animó a no conformarse con ser “estrellas por un día”, ya sea en redes sociales o en cualquier ámbito público.

“El cielo en el que están llamados a brillar es más grande: es el cielo de Dios, donde el amor infinito del Padre se refleja en nuestras innumerables y pequeñas luces: en el afecto fiel de los esposos, en la alegría inocente de los niños, en el entusiasmo de los jóvenes, en el cuidado de los ancianos, en la generosidad de los consagrados, en la caridad hacia los pobres, en la honestidad del trabajo”, explicó.

Francisco advirtió además sobre las falsas promesas: “No se dejen engañar por quienes, engatusándolos con vanas promesas, en realidad quieren manipularlos”. Para el Santo Padre, lo que salva y da sentido a la vida no son los consensos, sino “la gratuidad del amor”.


3. Dar testimonio de la verdad

El Papa cerró su mensaje con una invitación clara: testimoniar la verdad en el amor. “Cristo vino al mundo ‘para dar testimonio de la verdad’ (Jn 18,37), y lo hizo enseñándonos a amar a Dios y a los hermanos”, recordó. Según Francisco, en el amor “es donde encuentra luz y sentido nuestra existencia”.

Tomando las palabras del Beato Pier Giorgio Frassati, recordó que “ya no se vive, sino que se ‘va tirando’” cuando no se tiene una misión de verdad y amor en la vida. En cambio, el testimonio cristiano, arraigado en el sacrificio de Cristo, nos enseña que “sólo en el amor podemos también nosotros vivir, crecer y florecer en nuestra plena dignidad”.

El Papa aseguró que, aunque el mundo puede parecer desbordado por el mal, “no es verdad que los acontecimientos del mundo se 'le han ido de las manos' a Dios”. Cristo, Rey del Universo, nos acompaña y “corrigiéndonos cuando caemos, nunca deja de amarnos y, si se lo permitimos, no deja de levantarnos”.


Un mensaje de esperanza

El Papa concluyó recordando el lema de esta Jornada Mundial de la Juventud: "Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse" (cf. Is 40,31), e invitó a los jóvenes a mantener la mirada fija en Jesús y en la Virgen María. “Aun en las dificultades, encontraremos la fuerza de seguir adelante, sin temer las acusaciones, sin necesidad de consensos, felices de ser testigos de la verdad, en el amor”.

ORACIÓN A CRISTO REY DE SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE PARA QUE JESÚS REINE EN TU CORAZÓN



Oración a Cristo Rey de Santa Margarita de Alacoque para que reine en el corazón

Por Abel Camasca


Con motivo de la Solemnidad de Cristo Rey, que se celebrará el domingo 24 de noviembre, les compartimos una oración escrita al Rey de reyes por Santa Margarita María de Alacoque, vidente del Sagrado Corazón de Jesús y de los misterios de su reinado.


De acuerdo al sitio web corazones.org, administrado por las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María, la santa dejó escrito un mensaje para aquellos que se convierten en apóstoles o propagadores de la devoción al Sagrado Corazón.


En el texto, ella anima a acercarse al Corazón crucificado de Cristo sin temor, ofreciéndole las dolencias corporales.




A continuación la oración de la santa, con la que se le puede pedir al “Soberano Rey” que establezca su imperio en nuestro propio corazón:


Yo os adoro, ¡oh Jesús, Rey poderoso!, en este trono de amor y de misericordia. Recibidme por esclavo y siervo vuestro, y perdonad mis repugnancias y rebeldías al soberano dominio que tenéis sobre mi alma.

¡Ah, Rey benigno!  Acordaos que no podrías ser en efecto misericordioso si carecieses de vasallos miserables. Alargad, os ruego, vuestra liberal mano y remediad mi extra indigencia con el precioso tesoro de vuestro santo amor, que al fin no es otra cosa sino Vos mismo; despojándome de todo este miserable amor propio y de todos estos pueriles humanos respetos que me tienen como asido y encadenado.

Venid, ¡Soberano Rey mío!, a romper mis ataduras y a librarme de esta mala servidumbre y a establecer vuestro imperio en mi corazón. Quiero reinar en el vuestro por una ardiente caridad con mi prójimo, no hablando de él sino caritativamente, sufriéndole, excusándole, haciendo y queriendo para él lo que yo quisiera hiciesen conmigo, no permitiendo que mi lengua suelte palabra alguna ofensiva o de resentimiento. Así no habrá cosa que me turbe para que mi Rey halle en mí imperio de paz. Amén.