NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO



Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Advocación Mariana, 27 de junio
Fuente: www.corazones.org 




Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití

El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.

El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.

Historia

En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.

Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.

Cae la pintura en manos de una familia

Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen.

Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.

La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.

Accede la viuda a entregar la pintura

Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.

La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.

En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.

Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.

Hallazgo de un sacerdote Redentorista

Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.

Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.

Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.

Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.

El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.

Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora 

Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria.

A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.

La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios

A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias.

Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes.

Patrona de Haití

Teniendo esta advocación mariana como patrona de su congregación, los Padres Redentoristas la llevaron a sus misiones en Haití. Allí se le edificó un santuario en Béle-Aire, cerca de Puerto Príncipe.

En 1883 una terrible epidemia de viruela azotaba el país. Los devotos acudieron a la Virgen del Perpetuo Socorro y le hicieron una novena. La epidemia cesó milagrosamente y se decidió nombrarla patrona del país.

En 1993 se celebró con gran regocijo el centenario del milagro y del nombramiento de la Virgen como patrona. El Papa Juan Pablo II visitó Haití para esta celebración y puso al país bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro.

Los Haitianos también tienen gran devoción a la Virgen de la Asunción.

Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro
(conocida en el Oriente bizantino como el icono de la Madre de Dios de la Pasión)

Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.

Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.

Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.

Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.

Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.

En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.





SIGNIFICADO DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Examina el cuadro de la derecha. Atemorizado por la visión de dos ángeles que le muestran los instrumentos de la Pasión, el Niño Jesús ha corrido hacia su Madre, perdiendo casi una de sus pequeñas sandalias en su precipitada huida. María lo sostiene en sus brazos de manera protectora y amorosa. Pero presta atención a sus ojos. Su mirada esta fija no en Jesús sino en nosotros. ¿No es este detalle un toque de genialidad? ¿Qué mejor manera de expresar el interés de Nuestra Señora en nuestras vidas y crecimiento espiritual?

Las pequeñas manos de Jesús también están sujetas a las de María como una forma de recordarnos a nosotros que, así como en la tierra él se puso enteramente en su manos buscando protección, así ahora en el cielo él nos confía a cada uno de nosotros en sus tiernos y amorosos cuidados.

Este es el mensaje principal del cuadro, un icono bizantino, que no obstante, esta repleto de otros símbolos. He aquí algunos de ellos:

1. Iniciales en griego para "Madre de Dios"

2. Corona. Fue añadida al cuadro original por orden de la Santa Sede en 1867. Es un tributo a los muchos milagros obrados por Nuestra Señora bajo la advocación del "Perpetuo Socorro".

3. Estrella en el velo de la Virgen. Ella es la Estrella del Mar… que trajo la luz de la luz al mundo en tinieblas… la estrella que nos conduce al puerto seguro del Cielo.

4. Inicial griega para "San Miguel, el arcángel". Sostiene la lanza y la esponja de la Pasión de Cristo.

5. Inicial griega para "San Gabriel, el arcángel". Sostiene la cruz y los clavos.

6. La boca de María. Es pequeña para significar un recogimiento silencioso. Ella habla poco.

7. Los ojos de María. Son grandes para todos nuestros problemas. Están vueltos siempre hacia nosotros.

8. Túnica roja. Los colores que llevaban la vírgenes en los tiempos de Cristo.

9. Iniciales griegas para "Jesucristo".

10. Las manos de Cristo. Con las palmas boca abajo y dentro de las de su madre, indican que las gracias de la redención están bajo su custodia.

11. Fondo amarillo. Es el símbolo del cielo, donde Jesús y María están ahora entronizados. El amarillo también brilla a través de sus ropas, mostrando así la felicidad celestial que puede traer a los cansados corazones humanos.

12. Manto azul oscuro. Es el color que usaban la madres en Palestina. María es las dos cosas a la vez: virgen y Madre.

13. Mano izquierda de María. Sostiene de manera posesiva a Cristo. Ella es su madre. Es una mano consoladora para todo el que acuda a ella.


14. Sandalia caída. ¿Ha casi perdido Jesús su sandalia corriendo hacia María en busca de consuelo ante el pensamiento de su Pasión?





Ojos de Madre
(Anécdota Misionera)
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 


A la vista está, el Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una síntesis preciosa del Misterio de la Redención. Unos, la llaman Odigitría; por aquello de ser la que nos lleva a Cristo, la que nos indica el camino. Otros, la llaman Eleusa, por esa infinita ternura que tiene e irradia. Y todos, Perpetuo Socorro. Yo, prefiero llamarla Madre. Simplemente. Es que, la Santísima Virgen María es, ante todo, Madre. 

En el Icono del Perpetuo Socorro sobresale, sobre todo, este aspecto fundamental en María: ser Madre. Y el pueblo cristiano ha buscado siempre en ella, primordialmente, su cualidad de Madre. 

Asociada a Cristo en la Redención, el pueblo cristiano la venera y la eleva a la categoría que el mismo Dios le ha dado: ser una Reina. La Reina de cielos y tierra. Y, efectivamente, así aparece en el Icono: majestuosa y maternal. Su mirada es dulce; y al mismo tiempo, trasluce un deje de tristeza. Es la Theotókos, la Madre de Dios como la definió el Concilio de Éfeso el año 431. Espléndida de majestad. Rica de simbología, por ejemplo en sus vestimentas. Es ropa de Reina, Madre y Soberana. Los colores azul, verde y rojo, nos remiten a las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor. 

María del Perpetuo Socorro es la Virgen gloriosa y glorificada. Lleva aureola de honor. Y una estrella en la frente, dándonos a entender que nos va guiando, como antaño la estrella polar a los navegantes, a buen puerto. Y en todo su porte, al seguridad firme de la Madre.

Cuántas anécdotas se podrían contar en referencia a María del Perpetuo Socorro. Me referiré a una en concreto.

Una tarde de tantas, entré a rezar al Santuario que lleva su nombre, y que los misioneros Redentoristas regentan en Torreón, Coahuila, al norte de México. Hermoso santuario. A todas horas del día se ve gente rezando. Según entraba, se me acerca una señora, bastante joven. Vi que quería hablarme. Me detuve. Sin más, me dice:

—Yo no soy católica. Mire, soy protestante.
—Bien, ¿y en qué puedo servirle?
—Pues..., resulta que tengo dos niños estudiando en ese colegio que está ahí cerquita, ahí no más. El otro día, al regresar de dejarlos en el colegio, se me ocurrió entrar en el santuario, donde nunca había entrado. Me llamó la atención ese hermoso cuadro.

Efectivamente, en el altar hay un cuadro grande y hermoso pintado al óleo que ocupa gran parte del retablo.

—¡Qué hermoso cuadro! Pero lo que me fascinó de verdad fueron los ojos de la Virgen. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos! Me quedé mirándolos. Me llené de paz. Mucha paz. Ahora, todos los días, cuando regreso de dejar a mis niños en el colegio, entro, me quedo mirándolos un ratito y me voy llena de paz. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos!

En mi vida de misionero he tenido varias y muy emotivas experiencias con protestantes. Pero esta sencilla conversación con aquella mujer, joven madre, me llegó muy dentro del alma. La había escuchado atentamente. Le respondí:

—¿De modo que usted no sabe qué tienen esos ojos...? Yo sí sé qué es lo que tienen. ¡Tienen que son los ojos de la Madre! ¡Por eso tienen y dan tanta paz!

Aquella joven mujer, a fin de cuentas madre también, comprendió perfectamente mi respuesta. Su rostro se iluminó con una amplia y dulce sonrisa. Expresó un muy mexicano ¡gracias! Y se fue.

Sin duda necesitaba comunicar a alguien sus sentimientos, su gozo y su alegría.



Yo me volví hacia el Icono de la Virgen y le dije: ¡Madre del Perpetuo Socorro!: ¡gracias! ¡Sigue bendiciéndonos a todos! ¡Ruega por nosotros!









ORACIONES A LA VIRGEN 
DEL PERPETUO SOCORRO


ORACIÓN I

¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.

__________
ORACIÓN II

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

__________
ORACIÓN III

Santísima y siempre pura Virgen María, Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado; que a ninguno abandonas, a ninguno desprecias ni dejas desconsolado a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro. No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados, no me abandones por mis muchas iniquidades, ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor, pues soy tu hijo. Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad: socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro, de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo, la indulgencia y la remisión de todos mis pecados y la gracia de tu amor y temor, la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo. En los últimos momentos de mi vida, sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal, así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores, y las de todos los fieles vivos y difuntos, con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre, tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.

__________
ORACIÓN IV

Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María, María, Madre Mía.

Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro.




ORACIÓN A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

AMÉN.



INVOCACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

A cada invocación se responde: "Madre de amor, ven en mi socorro"

* Madre del Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza: R/. 

* En el momento difícil de la prueba, para ser fuerte. R/.

* Cuando haya tenido la desgracia de caer, para que vuelva a levantarme. R/.

* Frente a la mentira y a la injusticia, frente al afán de poseer para mantenerme libre. R/.

* Si se oscurece mi fe, decae mi esperanza y me enfrío en el amor. R/.

* Al participar en los sacramentos y en el servicio a Dios y a los hermanos. R/.

* En todos los acontecimientos y ocupaciones de la vida. R/.

* Para estar atento a la Palabra de Dios y responder a sus dones. R/.

* Para conseguir con mi ejemplo que los demás te invoquen y te amen. R/.

* Madre mía, para ser fiel a Cristo, hasta llegar a la gloria del Padre. R/.








































Novena en honor a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

 (ACI).- El 27 de junio se celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de los Padres Redentoristas y cuyo icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Esta imagen recuerda el cuidado de la Virgen por Jesús, desde su concepción hasta su muerte, y como hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.


Hoy en día la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha expandido por diversos lugares, construyéndose iglesias y santuarios en su honor. Su retrato es conocido y venerado en todas partes del mundo.

A pocos días de esta gran festividad, aquí una novena en su honor:

Primer Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA PRIMERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo….. Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.

Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….

¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuando más pecadores y desgraciados son con más piedad y ternura son recibidos.

Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y sin más títulos que mis miserias me he atrevido a presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas Tú.

También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó triste y llorosa ante el rey Asuero. "Señor -le dijo- si he hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo injustamente condenado a muerte…." Y la compasiva reina fue escuchada….

Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre, al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.

Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Segundo Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA SEGUNDO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo y socorro en Tu Corazón y aprieta Tus Manos maternales, y Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa complacencia…. ¡Es Tu Hijo! Pero al verme rezando a Tus Plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí….¡y que mirada la Tuya tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así….. No lo extraño…. ¡También yo soy tu hijo!

Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a Tu Corazón, que entre en Él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida será imposible….. Nunca con más verdad que hoy te he dicho: Madre mía, sólo Tú me puedes salvar.

¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y Tu Corazón maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en Tus Brazos a Tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí…. Las oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón…. Una madre, sólo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le devolviera al hijo que llevaban a enterrar…. y volvió a la vida el muchacho. Otra madre se echó a Sus Pies y le pidió piedad para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio…. En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que fieramente atormentaba.

¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que aquellas madres desoladas? Sólo pensarlo me parece un crimen. Di, pues, a Tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala.

Madre mía, estoy en Tus Manos y en las Manos de Jesús.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Tercer Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA TERCERO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano, avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en medio, escoltados por todos los siglos y por todos los hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú, Madre mía.

No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre Jesucristo me podía redimir.

Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran obra de la Redención del mundo.

Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin cruz.

Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.

Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando himnos de gratitud y de amor.

Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de Getsemaní: "Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura……"

Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por los siglos de los siglos.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Cuarto Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA CUARTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres por disposición divina Dueña de todos los bienes de Dios y Dispensadora de todas Sus gracias.

Cuando la Iglesia te llama Madre de la Divina Gracia proclama que eres Madre de Jesús, que es la Gracia y Vida del mundo… Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres amparo del pueblo cristiano en los momentos más angustiosos de su historia.

Cuando Te llamamos Madre del Perpetuo Socorro, reconocemos y confesamos que eres la Depositaria de todos los bienes de Dios. No lo pudieras ser si Tu Misericordia y Tu Poder no abarcaran todos los momentos de todos los hombres hasta el fin del mundo.

Por eso vengo a Tus Plantas y te suplico con todo mi corazón. Si acudo a los Santos, ellos tienen que acudir a Tu Poder Omnipotente, si acudo a Jesús, Jesús me envía a Ti, porque Él mismo Te ha constituido Dispensadora de todos Sus bienes…

Aquí estoy, aquí me tienes llamando con fe y confianza a las puertas de Tu Misericordia.

Óyeme y exclamaré con Tu gran siervo San Alfonso: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María".

Óyeme y mi corazón agradecido repetirá con el Santo Pontífice Pío X: "Confesemos que es Madre de Misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la Divina Providencia que pasaran por las Manos de la Virgen Santísima".

Óyeme y suspenderé mi corazón al pie de Tu Santa Imagen, y mi lengua dirá a todos los hombres: "Con la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y glorificada sea, por los siglos de los siglos".

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Quinto Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA QUINTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Reina de todos los ángeles. Por eso, ahí tienes a Tu lado a los dos grandes príncipes de la corte celestial. En actitud de religiosa veneración esperan Tus órdenes, al mismo tiempo que reconocen Tu excelsa autoridad. He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la puerta del poder… hasta la puerta de la caridad y de la misericordia…

Solo una puerta me queda abierta, la puerta donde Tu Perpetuo Socorro aguarda con los infinitos tesoros de Tu Poder y Tu Misericordia.

Madre mía, un ángel guió a Tobías en un escabroso viaje y llevó a su familia de parte de Dios, la curación, la felicidad y el amor. Otro ángel descendió sobre la obscura cueva donde el profeta Daniel estaba encerrado, para darle la comida del cuerpo y los consuelos del alma. Ahí a Tu lado están esos dos Arcángeles de la corte del cielo: San Rafael y San Gabriel. Diles que me ayuden y me salven, y al punto se acabaran los amargos dolores que me atormentan.

¿Es Satanás el que, por permisión de Dios, me persigue y me acosa como al Santo Job? ¿Son los hombres los que, ingratos e injustos, se ensañan implacables conmigo? Hay momentos, Madre mía, en que la tristeza, el desaliento y la desesperación me ahogan.

Madre mía, si a Ti y a Tu Hijo presentaron esos Arcángeles los instrumentos de dolor, que me traigan a mi el bálsamo de Tu Misericordia.

Pero… que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Sexto Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA SEXTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispón, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Séptimo Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA SÉPTIMO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la última Esperanza del hombre en esta vida. Que cuando todos los nombres se despiertan con el alma sombría y desesperada sin rayo de luz, sólo Tu Nombre del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la última sonrisa de la Misericordia de Dios.

Ese Hijo Divino que llevas en Tus Brazos ha visto los tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo implacable pedirá que Su Sangre caiga sobre él. Jesús ve con pena como se arranca de Sus Brazos y se aleja. Eso indica la sandalia que cuelga de Su Pie. No ha podido desprenderse del todo…, porque Dios nunca abandona completamente al hombre

¡Qué gran lección nos dan la Justicia y la Misericordia Divinas! ¡Hemos pecado! La Justicia Divina nos condena, nos rechaza… Nuestro pecado contra un Dios que ha muerto por nosotros es demasiado grande. ¡No merecemos perdón!.… Y huimos ante la Infinita Justicia.

Pero no hemos podido separarnos del todo de Dios… No nos resolvemos a darle el postrer adiós de despedida a Su Madre y nuestra Madre María… Su Amor y Su Nombre lo llevamos muy metido dentro del alma… Sólo una débil correa nos une a Jesús: la devoción a Su Madre…

La Santa Iglesia, ante el lecho de los moribundos, para alcanzar para ellos perdón y gracia en esa hora tremenda, reza: "Acuérdate, Señor, que a pesar de los pecados de su juventud, no negó tu fe".

Y yo te digo: "Madre mía, dos cosas guardo en mi alma como suprema esperanza: la fe en mi Jesús… y tu amor, Madre mía del alma".

Por eso vengo hoy a Tus Plantas… El mundo me rechaza…, los hombres me abandonan…, la familia se olvida de mí…, hasta la misma conciencia me persigue…. Y, entre tanto, los males me asedian y los dolores me atormentan… Mi corazón y mi cuerpo sangran por todos los poros.

Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo. Necesito un milagro y te lo pido.

Te lo pido y lo espero, y mi lengua Te alabará toda la vida.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Octavo Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA OCTAVO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta, Tú eres la Estrella que brilla en el cielo de la vida, como rayo de luz, como guía de los navegantes.

Por eso el artista que pintó Tu devota Imagen dibujó sobre Tu Frente una estrella. Desde entonces, la Santa Iglesia, en la Letanía, que es la poesía del amor, Te invoca y Te dice: Estrella de la mañana, ruega por nosotros.

Desde entonces San Bernardo, el heraldo de Tus Grandezas, a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el Cielo, les dice: "Cuando los envuelvan las nieblas, cuando bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de hirviente espuma, amenazándolos con una muerte cierta, miren esta Estrella, llamen a María…"

Desde entonces, todos los marineros que surcan los mares Te invocan en medio de los horrores de la tempestad. En medio de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo Socorro. Te colgaron de un mástil roto, Te invocaron y se calmaron las olas y renació la calma.

Aquí tienes a Tus Plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, a un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto del Cielo..… y la tormenta me ha sorprendido.

¡Soy un náufrago! Estoy bebiendo las aguas salobres de todas las amarguras humanas… Me ahogan ya las olas de las tentaciones del infierno.

Los vientos locos del dolor y del hambre me lanzan contra los escollos de la desesperación.

Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con desesperadas angustias, Tu Nombre Bendito… Sólo en el Cielo obscuro, que por todas partes me rodea, veo una estrella: es la que brilla en Tu Frente.… La vi de niño como una sonrisa de Tu Amor…. La veo ahora como una mirada de Tu Misericordia. Parece que en esta tempestad horrenda que me ahoga me dices: "Ten esperanza; los míos no se hunden jamás en los abismos. Naufragan, pero los recogen Mis Brazos amorosos"….

Lo sé, Madre mía; lo creo… Lo he experimentado mil veces en mi vida. Sálvame una vez más. Estrella bendita, que luces en la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame…. Voy a Ti…, voy a Dios…, voy al Cielo… Madre mía ¡gracias!

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Noveno Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA NOVENO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Súplicas a nuestra Señora del Perpetuo Socorro en alivio de las almas del Purgatorio.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tan grande es tu bondad, que no puedes descubrir miserias sin compadecerte. Mira, te suplicamos, con caritativos ojos las afligidas almas que sufren en el purgatorio, sin poderse procurar alivio alguno en sus tremendas penas, y muévete a compasión. Por tu piedad y por el amor que tienes a Jesús, te pedimos mitigues sus sufrimientos, y les procures eterno descanso. Pero ¡ah! ¡Cuán dolorosa debe  ser para tu maternal corazón la conducta de innumerables cristianos, que dejan en el olvido a las pobres almas del purgatorio! ¡Esperan nuestros sufragios y apenas hay quien se acuerde de ellas! ¡O María! dígnate inspirar a todos los fieles una tierna y viva compasión por nuestros hermanos difuntos; comunícales un ardiente deseo de ofrecer por ellas obras satisfactorias, y ganar, en su favor, cuantas indulgencias les sean aplicables, a fin de que pronto vayan a gozar de Dios. Oye ahora las súplicas que por ellas te hacemos:

Para que salgan de aquella tenebrosa cárcel, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.

Para que Dios les perdone la pena de sus pecados (*)
Para que se abrevie el tiempo de sus sufrimientos,
Para que se apaguen sus llamas abrasadoras,
Para que un rayo de luz celestial ilumine sus horrendas tinieblas,
Para que alcancen alivio en sus penas y amargas angustias,
Para que su tristeza se cambie en perpetua alegría, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Para que se mitigue su ardiente sed de los bienes eternos, (*)
Para que se llenen pronto sus deseos vivísimos de entrar en la gloria.

Por las almas de nuestros padres e hijos, 
Por las almas de nuestros parientes,
Por las almas de nuestros amigos, 
Por las almas de nuestros bienhechores, 
Por las almas que sufren en aquellas llamas por culpa nuestra,
Por las almas de aquellos, que en su vida nos hicieron sufrir,
Por las almas más desamparadas,
Por las almas que sufren mayores tormentos,
Por las almas que están más cerca de entrar en el cielo,
Por las almas que durante su vida te han amado más a ti y a tu divino Hijo, 
Por las almas de aquellos que sufren hace más tiempo,
Por todas las benditas almas del purgatorio,
Por tu inefable misericordia,
Por tu inmenso poder, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad, (*)
Por tu maternal bondad, 
Por tu incomparable maternidad, 
Por tus preciosas lágrimas,
Por tus acerbos dolores, 
Por tu santa muerte,
Por las cinco llagas de tu amado Hijo,
Por su dolorosísima muerte en el árbol de la Cruz,
Para que se apliquen con abundancia a los difuntos las súplicas de los vivos,
Para que la gloriosa legión de los santos las socorra sin cesar, 
Para que los nueve coros de los ángeles las reciban con regocijo,
Para que tus ojos maternales les echen una mirada de compasión,
Para que las haga felices la vista de tu divino Hijo, Para que por la contemplación de la Santísima Trinidad sean bienaventuradas,
Para que se haga cada día más fervorosa nuestra devoción a las almas,

Para que se ofrezcan siempre más y más oraciones, indulgencias y obras satisfactorias por ellas,

Para que nosotros recibamos el premio eterno de nuestra devoción a las almas, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Para que las almas, que hayamos librado del purgatorio, hagan un día lo mismo con nosotros, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.

Oración: ¡Oh Madre compasiva del Perpetuo Socorro!, mira te ruego, a esas afligidas almas que la justicia de Dios tiene sumergidas en las llamas del purgatorio. Ellos son caros objetos del amor de tu divino Hijo; ellas lo han amado durante su vida, y al presente se abrasan en deseos de verle y poseerle; pero no pueden romper sus cadenas por sí mismas, ni salir del fuego terrible que las devora. ¡Conmueva tu tierno corazón la vista de su dolor!  Dígnate consolar a esas almas que te aman y suspiran sin cesar por Ti; son hijas tuyas, muestra que eres para ellas Madre del Perpetuo Socorro. Visítalas, mitiga sus penas, abrevia sus sufrimientos, y apresúrate a librarlas alcanzando de tu divino Hijo les aplique los méritos infinitos del santo sacrificio que por ellas se celebra.
Amén.
Un Credo por los devotos.


Cortesía de: José Gálvez Krüger



Ojos de Madre
(Anécdota Misionera)
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 


A la vista está, el Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una síntesis preciosa del Misterio de la Redención. Unos, la llaman Odigitría; por aquello de ser la que nos lleva a Cristo, la que nos indica el camino. Otros, la llaman Eleusa, por esa infinita ternura que tiene e irradia. Y todos, Perpetuo Socorro. Yo, prefiero llamarla Madre. Simplemente. Es que, la Santísima Virgen María es, ante todo, Madre. 

En el Icono del Perpetuo Socorro sobresale, sobre todo, este aspecto fundamental en María: ser Madre. Y el pueblo cristiano ha buscado siempre en ella, primordialmente, su cualidad de Madre. 

Asociada a Cristo en la Redención, el pueblo cristiano la venera y la eleva a la categoría que el mismo Dios le ha dado: ser una Reina. La Reina de cielos y tierra. Y, efectivamente, así aparece en el Icono: majestuosa y maternal. Su mirada es dulce; y al mismo tiempo, trasluce un deje de tristeza. Es la Theotókos, la Madre de Dios como la definió el Concilio de Éfeso el año 431. Espléndida de majestad. Rica de simbología, por ejemplo en sus vestimentas. Es ropa de Reina, Madre y Soberana. Los colores azul, verde y rojo, nos remiten a las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor. 

María del Perpetuo Socorro es la Virgen gloriosa y glorificada. Lleva aureola de honor. Y una estrella en la frente, dándonos a entender que nos va guiando, como antaño la estrella polar a los navegantes, a buen puerto. Y en todo su porte, al seguridad firme de la Madre.

Cuántas anécdotas se podrían contar en referencia a María del Perpetuo Socorro. Me referiré a una en concreto.

Una tarde de tantas, entré a rezar al Santuario que lleva su nombre, y que los misioneros Redentoristas regentan en Torreón, Coahuila, al norte de México. Hermoso santuario. A todas horas del día se ve gente rezando. Según entraba, se me acerca una señora, bastante joven. Vi que quería hablarme. Me detuve. Sin más, me dice:

—Yo no soy católica. Mire, soy protestante.
—Bien, ¿y en qué puedo servirle?
—Pues..., resulta que tengo dos niños estudiando en ese colegio que está ahí cerquita, ahí no más. El otro día, al regresar de dejarlos en el colegio, se me ocurrió entrar en el santuario, donde nunca había entrado. Me llamó la atención ese hermoso cuadro.

Efectivamente, en el altar hay un cuadro grande y hermoso pintado al óleo que ocupa gran parte del retablo.

—¡Qué hermoso cuadro! Pero lo que me fascinó de verdad fueron los ojos de la Virgen. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos! Me quedé mirándolos. Me llené de paz. Mucha paz. Ahora, todos los días, cuando regreso de dejar a mis niños en el colegio, entro, me quedo mirándolos un ratito y me voy llena de paz. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos!

En mi vida de misionero he tenido varias y muy emotivas experiencias con protestantes. Pero esta sencilla conversación con aquella mujer, joven madre, me llegó muy dentro del alma. La había escuchado atentamente. Le respondí:

—¿De modo que usted no sabe qué tienen esos ojos...? Yo sí sé qué es lo que tienen. ¡Tienen que son los ojos de la Madre! ¡Por eso tienen y dan tanta paz!

Aquella joven mujer, a fin de cuentas madre también, comprendió perfectamente mi respuesta. Su rostro se iluminó con una amplia y dulce sonrisa. Expresó un muy mexicano ¡gracias! Y se fue.

Sin duda necesitaba comunicar a alguien sus sentimientos, su gozo y su alegría.



Yo me volví hacia el Icono de la Virgen y le dije: ¡Madre del Perpetuo Socorro!: ¡gracias! ¡Sigue bendiciéndonos a todos! ¡Ruega por nosotros!


Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de una madre por sus hijos.


Oh, Virgen del Perpetuo Socorro! El dulce nombre que llevas y tus misericordias me traen hoy a tus plantas. Aunque son muchas mis necesidades y miserias, imitando a Ti, quiero olvidarme de mi para pensar en mis hijos. Son parte de mi corazón, son bendiciones de infinito valor que Dios me ha dado, pupila de mis ojos, y no quiero que se pierdan.

A Ti vengo, poderosa Reina de Cielos y Tierra, socorre a mis hijos, es la súplica que quiero hacerte. Los llevo en mi corazón, en ellos pienso al despertar por la mañana, los tengo presentes en mis trabajos, y ellos son el último pensamiento al entregarme al sueño por la noche. Mis hijos!, los quiero buenos, los quiero santos, quiero que Tú los ames, que Tú los bendigas.

Recíbelos bajo Tu manto; que Tú maternal bendición los acompañe y que tu Perpetuo Socorro los guarde y los conserve en el buen camino, los defienda contra los enemigos del alma, los anime en sus luchas contra el mal, y los sostenga en la práctica del bien. En Ti depósito toda mi responsabilidad de madre.

Cuando en sus actos de piedad, los veas que imploran las misericordias del Señor,Socórrelos, Madre mía.

Cuando el infierno trate de perderlos con los atractivos del placer,
Socórrelos Madre mía.

Cuando el Cáliz del dolor venga a probar su fé y su virtud,Socórrelos Madre mía.

Para que en ansias de superación se acerquen a recibir los sacramentos,Socórrelos Madre mía.

Cuando tras el trabajo del día, se entreguen al descanso de la noche,Socórrelos Madre mía.

Que Tu maternal bendición descienda sobre ellos de día y de noche, en sus alegrías y tristezas, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte, para que contigo y por Ti, ellos y yo podamos ver, alabar y amar a Tu Hijo y a Ti eternamente en Cielo. Así sea.








1 comentario:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...