Aparición a los pastores
Rainer María Rilke
Alzad la vista, vosotros, los que estáis en torno al fuego;
vosotros, que conocéis la inmensidad del cielo;
astrólogo, acércate aquí. Mira, yo soy una nueva
estrella que asciende. Toda mi esencia arde
y refulge con tal fuerza y está tan prodigiosamente
llena de luz que el profundo firmamento
ya no es bastante para mí. Dejad que mi brillo
penetre en vuestra existencia. Oh, las miradas oscuras,
los oscuros corazones, destinos bajo la noche
que en vosotros se colman. Pastores, qué solo
estoy en vosotros. De pronto se hace para mí espacio.
No os maravilléis: el árbol frondoso del pan arroja una sombra.
En esta fuerte luz sucederá mucho. Os lo revelo confidencialmente,
pues vosotros sois callados; a vosotros rectos creyentes,
habla aquí todo. Habla la lluvia y el ardiente estío,
el vuelo de los pájaros, el viento y lo que seáis,
nada de todo eso degenera en vanidad, haciendo
alarde de peso y crecimiento. Vosotros no retenéis
las cosas en la comisura de vuestros pechos
para atormentarlas. Al igual que la alegría fluye
a través de un ángel, así se propaga por vosotros
lo terrenal. Y cuando una mata de zarzas
empezó de pronto a arder, aún le era dado
al Eterno llamaros desde allí, y los Querubines,
cuando se dignaban encaminar sus pasos
al lado de vuestros rebaños, no os sorprendían:
os dejabais caer sobre vuestro rostro,
adorabais y llamabais a esto la tierra.
Pero eso fue. Ahora debe ser un Nuevo,
por el que el orbe con más esfuerzo se ensanche.
¿Qué son para vosotros unas zarzas?: Dios se identifica
en el regazo de una virgen. Yo soy el resplandor
de su intimidad, la estrella que os guía.
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