Lecturas de hoy Viernes de la 5ª semana de Pascua
Hoy, viernes, 4 de mayo de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,22-31):
EN aquellos días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabá, y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».
Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 56,8-9.10-12
R/. Te daré gracias ante los pueblos, Señor
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora. R/.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,12-17):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del Señor
«Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado»
Rev. D. Carles ELÍAS i Cao
(Barcelona, España)
Hoy, el Señor nos invita al amor fraterno: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12), es decir, como me habéis visto hacer a mí y como todavía me veréis hacer. Jesús te habla como a un amigo, pues te ha dicho que el Padre te llama, que quiere que seas apóstol, y que te destina a dar fruto, un fruto que se manifiesta en el amor. San Juan Crisóstomo afirma: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacería de él una infinidad de bienes».
Amar es dar la vida. Lo saben los esposos que, porque se aman, hacen una donación recíproca de su vida y asumen la responsabilidad de ser padres, aceptando también la abnegación y el sacrificio de su tiempo y de su ser a favor de aquellos que han de cuidar, proteger, educar y formar como personas. Lo saben los misioneros que dan su vida por el Evangelio, con un mismo espíritu cristiano de sacrificio y de abnegación. Y lo saben religiosos, sacerdotes y obispos, lo sabe todo discípulo de Jesús que se compromete con el Salvador.
Jesús te ha dicho un poco antes cuál es el requisito del amor, de dar fruto: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Jesús te invita a perder tu vida, a que se la entregues a Él sin miedo, a morir a ti mismo para poder amar a tu hermano con el amor de Cristo, con amor sobrenatural. Jesús te invita a llegar a un amor operante, bienhechor y concreto; así lo entendió el apóstol Santiago cuando dijo: «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (2,15-17).
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