lunes, 13 de diciembre de 2021

HOY CELEBRAMOS A SANTA LUCÍA, 13 DE DICIEMBRE

 



 13 de Diciembre: Santa Lucía, virgen y mártir


Texto del Evangelio (Mt 25,1-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.

»Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».

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«Las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)



Hoy conmemoramos a santa Lucía, virgen y mártir. La parábola evangélica que hoy leemos refleja lo que es la vida de los hombres en la tierra. Ahora, en el tiempo, todos tenemos la antorcha de la vida, que supuestamente ha de dar luz, es decir, fructificar. ¡Esto es lo más sensato! A la vez, todos deseamos la eternidad: de hecho, todas las vírgenes de la parábola querían ir a recibir al esposo. Pero, para entrar en la Vida, la fe ha de iluminar la vida, como el aceite hace funcionar la lámpara.


Lucía —nombre que significa “luz para el mundo”— fue educada en la fe cristiana y se comprometió virginalmente con Dios. Por defender su amor virginal hacia Jesucristo fue martirizada el año 304. Era la época de la tercera gran persecución contra los cristianos, emprendida por el emperador Diocleciano. Este emperador, ya retirado poco después, fue testigo de la paz para los cristianos que Constantino otorgaba por medio del Edicto de Milán el año 313.


Así son las cosas: Lucía, una simple chica virgen, y Diocleciano, todo un emperador, fueron contemporáneos. Lucía será siempre recordada con gozo en todo el mundo y por mucha gente: incluso, su nombre está incluido entre los santos mencionados en la Plegaria Eucarística I (el “Canon Romano”) de la misa. Por el contrario, la memoria de Diocleciano no llega más allá de los libros de historia de la Iglesia que relatan las persecuciones del Imperio Romano contra los cristianos. ¡Triste y pobre memoria!


El recuerdo de los santos —especialmente, de los mártires— no se pierde ni se desgasta con el paso de los siglos. Esto es lo que queda: la santidad. El resto de cosas pasa… Con palabras de san Ambrosio, «Cristo te deseó, Cristo te eligió (…). Retenlo, pídele que no se vaya. La palabra de Dios no es entendida por el tedio ni retenida por la dejadez. A Cristo lo estrechamos contra nosotros con los lazos de la caridad, con las riendas del entendimiento; lo retenemos con el amor de nuestra alma». El entendimiento de la fe y los vínculos de la caridad: eso es lo que queda inmortalizado por siempre…

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 13 DE DICIEMBRE DE 2021

 



 Lunes 3 de Adviento

Lunes 13 de diciembre de 2021



1ª Lectura (Núm 24,2-7.15-17a): En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios, que contempla visiones del Poderoso, que cae y se le abren los ojos: ¡Qué bellas tus tiendas, oh Jacob, y tus moradas, Israel! Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el agua fluye de sus cubos, y con el agua se multiplica su simiente. Su rey es más alto que Agag, y descuella su reinado».


Y entonó sus versos: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que contempla visiones del Poderoso, que cae en éxtasis, y se le abren los ojos: Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel».



Salmo responsorial: 24

R/. Señor, instrúyeme en tus sendas.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.


Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.


El Señor es bueno y es recto, enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humilles con rectitud, enseña su camino a los humildes.

Versículo antes del Evangelio (---): Aleluya. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mt 21,23-27): En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».



«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»

Rev. D. Melcior QUEROL i Solà

(Ribes de Freser, Girona, España)


Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables del pueblo se dirigen a Él para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios, entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad siempre es incómoda, te hace tambalear.


También nosotros estamos llamados a tener la astucia de Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien, en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como Jesús, nuestra presencia le será muy “incómoda”.


Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto. Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a las inspiraciones del Espíritu Santo.

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