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miércoles, 7 de mayo de 2014
SOY TODO TUYO MARÍA
Soy todo tuyo, María
Virgen María, Madre mía.
Me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración, te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad;
mis ansias y mis temores;
mis esperanzas y mis deseos;
mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor,
y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María!
Mi cuerpo y mis sentidos
para que se conserven puro
y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad, igual a la tuya.
Hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo
y el ardor de mi juventud,
Para que Tú me ayudes
a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar como Tú has amado
y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mi incertidumbres y angustias,
para que en tu corazón yo encuentre
seguridad, sostén y luz,
en cada instante de mi vida.
Con esta consagración
me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
que esta elección comporta,
Y te prometo, con la gracia de Dios
y con tu ayuda,
ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana de mi vida
y de mi conducta
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
para que camine siempre junto al Señor
bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
Soy todo tuyo
y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.
AMEN
EL ARMA DE JUAN PABLO II - LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com El arma de Juan Pablo II – la consagración mariana | |
Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María. | |
Todos sabemos que el crecimiento espiritual, nuestra transformación en Cristo, no es cosa fácil. Entonces, es razonable que la oferta de Montfort levante sospechas... Pero hay muchas personas de fiar que lo aprueban y lo promueven. Por ejemplo, el Papa Pío IX dijo que esta devoción a María es la mejor y la más aceptable. El Papa Pío X promulgó que quien rezara la fórmula de la consagración Mariana de San Luis María recibiría indulgencia plenaria en perpetuidad. Él mismo experimentó la eficacia de esta devoción y por ello la promovió con tanta decisión en la encíclica Mariana Ad Diem Illum donde dice que "No hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los hombres con Cristo." Y el promotor principal ha sido el Papa Juan Pablo II que declaró que la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", fue decisiva en su vida y tomó como lema papal una expresión que aparece en el texto breve de la consagración Mariana de San Luis María Grignon de Montfort: Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum Maria! Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María! Todo tuyo. ¿En qué consiste la consagración Mariana? Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María. Consiste en un acto libre y voluntario donde ofreces toda tu persona y tu vida, y te entregas todo entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Jesús y Madre nuestra para que a través de ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús. La misión que Jesús le dio a María Jesús nos dio a su madre como nuestra madre espiritual para que Ella nos conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos alimente, nos cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo. Cuando Jesús miró por última vez a su Madre antes de morir le dijo: "Mujer aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26-27) ¿Qué quiso decirle Jesús a María? Fórmalos como me formaste a mí. ¿Qué quiso decirle a Juan? (él nos representaba a todos nosotros) Descansa en su regazo, confíate a sus manos maternales: Ella te va a santificar por el poder Espíritu Santo, Ella se encargará de modelarte y transformarte conforme a mi imagen. San Luis María enuncia en su libro "los actos de caridad que la Virgen, como la mejor de todas las madres, hace para con sus fieles servidores": Ella los ama, los mantiene, los guía y dirige, los defiende y protege, intercede por ellos ante Dios. Y añade los frutos que esta devoción produce en el alma: alcanza luz del Espíritu Santo para crecer en humildad y conocimiento personal, la Sma. Virgen concederá parte de su fe, apartará del alma los escrúpulos y ensanchará y abrirá el corazón para correr "por el camino de los mandamientos de su Hijo" con gran libertad interior, los llenará de una gran confianza en Dios y en Ella misma, "el alma de la Sma. Virgen María se os comunicará para glorificar al Señor" y "Ella dará su fruto a su tiempo y este fruto suyo es Jesucristo". Pertenecer a María Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: Madre, soy todo tuyo, te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno, llévame al Paraíso. Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y puso a Su Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros? Cuando le demos todo a María, Ella se hará cargo de nosotros y de nuestros seres queridos. Cuando estemos como ciegos en las horas oscuras, María escuchará nuestro grito desesperado: "Señor, que vea" (Mc 10,51) y se encargará de decirle a Jesús: "Mira, no tienen vino" (Jn 2,3) y encontraremos una y otra vez la salida de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa (cfr. 1 P 2,9) A la hora del sufrimiento y de la cruz, María estará allí, de pie a nuestro lado, abrazándonos con ternura. (Jn 19,25) En las decisiones importantes, María nos mostrará el Camino, la Luz, la Verdad, la Vida. Ella será la dulce y firme Pastora que nos conduzca por el buen Camino (Cfr. Jn 14,6). María nos lleva siempre por el mejor camino a Jesús. En la vida cotidiana, María será nuestra educadora, la que nos forme en las virtudes cristianas. María será nuestra maestra de oración. Nos conducirá siempre al Sagrario y nos mostrará el costado traspasado de Su Hijo, nos enseñará a entrar en la intimidad de Su Corazón traspasado. Es un maravilloso intercambio: le damos nuestro corazón a María y Ella nos da su Corazón inmaculado. A María le gusta compartir, cuando le demos nuestro corazón con absoluto abandono, Ella nos abrirá la intimidad del suyo, conoceremos cómo es su amor a Jesús, cómo gusta Su palabra, cómo contempla los misterios de Su Hijo. Sentiremos como Ella siente, amaremos como Ella ama, dejaremos que Jesús encuentre consuelo y descanso en nosotros como lo encuentra en Ella. A la hora de nuestra muerte, María será la que nos abra la puerta del hogar definitivo, nos abrace y nos lleve a la presencia del Padre para entrar en su intimidad y permanecer allí para siempre. |
martes, 6 de mayo de 2014
JESÚS ES TU AMIGO
Jesús es tu amigo. —El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti.
San Josemaría Escrivá de Balaguer
San Josemaría Escrivá de Balaguer
ORACIÓN PARA TIEMPOS DIFÍCILES
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LAS BIENAVENTURANZAS DE LA VIRGEN MARÍA
Bienaventuranzas de María
Padre Ignacio Prado
Padre Ignacio Prado
BIENAVENTURADOS SI RESPONDEMOS A LA IDEA CREADORA DE DIOS
Bienaventurados nosotros si respondemos como ella con todo nuestro ser y en respuesta, va contenida una cooperación perfecta con la gracia de Dios que previene y socorre y una disponibilidad plena y generosa a la acción del Espíritu Santo que hace de nosotros una criatura nueva y abierta a la acción constante y maravillosa de nuestro padre y creador.
BIENAVENTURADOS SI ABIERTOS A SU PALABRA MANTENEMOS UN DIALOGO CONSTANTE CON ÉL
Bienaventurados nosotros si sabemos que creer es "abandonarse" en la verdad misma de la palabra de Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente cuán inescrutables son sus designios e inescrutables sus caminos. Se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en su proyecto eterno de amor.
BIENAVENTURADOS SI EN LAS PRUEBAS Y DIFICULTADES SABEMOS DECIR AMÉN
Bienaventurados nosotros si como Ella, que confió plenamente en Él, en medio de las pruebas y dificultades de la vida y supo decir cada día con más hondura y radical confianza: "Hágase en mí según tu palabra". Que seamos capaces de crecer y cultivar juntos en familia, en grupo, en comunidad, esa Palabra dicha para cada uno, aceptando, descubriendo, asumiendo en toda su profundidad ese beneplácito amoroso de Dios.
BIENAVENTURADOS SI NOS ADHERIMOS A CRISTO, CAMINO Y VERDAD DE NUESTRAS VIDAS
Bienaventurados nosotros si como Ella, llena de Gracia, que está permanentemente presente en el misterio de Cristo, pegada y adherida a Él en todo su peregrinar (terrestre y celeste) y al mismo tiempo, de modo discreto, pero directo y eficaz, haciendo presente a los hombres el misterio de Jesucristo doloroso, muerto y resucitado. Quien cree en Él no muere, vive para siempre.
BIENAVENTURADOS NOSOTROS SI UNIDOS AL ESPÍRITU HACEMOS IGLESIA
Bienaventurados nosotros si estrechamos nuestra unión y abiertos a la acción fecunda del Espíritu Santo, sabemos aguardar con ánimo abierto y esperanzado, la promesa de los dones del Espíritu para hacer brotar y renacer algo nuevo e inesperado, porque las riquezas del Espíritu son inagotables. Para Dios NADA hay imposible. "Dichosa tú que has creído, porque se hará lo que Él ha dicho".
BIENAVENTURADOS SI SOMOS LIBRES Y VIVIMOS EN LA VERDAD Y LA LUZ
Bienaventurados nosotros si abiertos totalmente a la luz de Dios y orientados hacia Él, por el empuje de la fe, vemos en María, al lado de su hijo, la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia Ella, Madre y Modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión expresado en el Magnificat.¡Eso engrandece!
BIENAVENTURADOS SI LA ACOGEMOS EN EL ESPACIO MÁS ÍNTIMO DE NUESTRO SER
Bienaventurados nosotros si como auténticos discípulos de Cristo, como Juan al pie de la Cruz, vivimos esta dimensión Mariana, mediante una entrega filial y confiada a la Madre de Dios, iniciada con el testamento del Redentor en el Calvario, "acogiéndola entre las cosas propias" e introduciéndola en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su yo humano y cristiano. Vivir en Él.
BIENAVENTURADOS SI VEMOS EN ELLA EL MODELO DE UNA PERSONA PLENA Y REALIZADA
Cultivando los más altos sentimientos de que es capaz el corazón humano: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir los más fuertes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo. El verdadero sentido de la mujer que la Iglesia descubre a la luz de María. "Tú, que para asombro de la naturaleza humana, has dado el ser humano a tu Creador.
lunes, 5 de mayo de 2014
MARÍA, LA VIRGEN TRABAJADORA
Autor: El paraíso de Nazaret | Fuente: El paraíso de Nazaret María, la Virgen trabajadora | |||
Las manos de María tenían la belleza que se refleja cuando han trabajado, consolado, se han tendido abiertas a los demás. | |||
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ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SONRISA
Oración a la Virgen de la Sonrisa
Esta oración a la Virgen de la Sonrisa está destinada a quienes se sienten deprimidos, tristes o con alguna enfermedad física o espiritual. En un momento de tristeza de Santa Teresita le rezó a la Virgen, y como ella cuenta en "Historia de un Alma":
"De repente, la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que yo nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables. Pero lo que me caló hasta el fondo del alma fue la encantadora sonrisa de la Santísima Virgen.
En aquel momento, todas mis penas se disiparon. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis párpados y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de pura alegría...¡La Santísima Virgen, pensé, me ha sonreído! ¡Qué feliz soy!
La Fiesta de la Virgen de la Sonrisa es el 13 de mayo.
Oración:
Madre mía, Virgencita, apiádate de mí que estoy
deprimido, afligido, triste y me siento solo.
Virgen de la Sonrisa, devuélveme el ánimo, las ganas de vivir y la esperanza.
Ayúdame en este momento de depresión en el cual no siento ganas de vivir y de seguir luchando.
Así como ayudaste a Santa Teresita a liberarse de la
depresión y la tristeza, alcánzame el consuelo de Tu
Hijo Jesús, y sáname de esta enfermedad.
(hacer la petición deseada)
Rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria
Oremos: Virgen de la Sonrisa, Madre de Jesús y
Madre mía, tú que fuiste la intercesora ante Tu Hijo
durante la depresión de Teresita y le concediste la gracia de la sanación, intercede por mí y por todos los que sufrimos enfermedad del alma y de la psiquis,
para que el Señor nos conceda la salud que tanto esperamos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
LA VIRGEN MARÍA, LA VIRGEN ALEGRE
Autor: P. Marcelino de Andrés | Fuente: El Paraíso de Nazaret
María, la Virgen alegre
A María le faltaron muchas cosas durante su vida: riquezas, honores, fama, y no por eso disminuyó la plenitud de su alegría.
En las letanías lauretanas invocamos a María como "causa de nuestra alegría". Y es lógico preguntarse ¿cómo va a causar en otros algo que Ella misma no tiene en abundancia? Nadie da lo que no posee. Si María puede ser la causa de nuestra la alegría es porque Ella misma no cabía en sí de felicidad. Rebosaba alegría y la contagiaba por doquier.
Es sabido que la sonrisa sincera es manifestación de la felicidad de una persona. Estoy seguro de que en el rostro de María era habitual ver dibujada una de esas sonrisas perennes. Verla sonreír es palpar la satisfacción y el gozo de que rebosaba su alma.
¡Qué sonrisa luciría la Virgen! Sonrisa delicada y amable en su trato con el prójimo, con los cercanos y lejanos, con los simpáticos y antipáticos; con todos. Sonrisa agradecida para con los pastores de Belén, los Magos de Oriente, y todo el que le hizo algún bien por pequeño e insignificante que haya sido. Sonrisa comprensiva y misericordiosa ante aquel buen posadero que no pudo ofrecerles un lugar apropiado en su posada; y también ante las incomprensiones, las calumnias y molestias recibidas de tantos otros. Sonrisa admirativa ante las maravillas incompresibles que Dios obró en su vida y que rodearon la de su Hijo.
Sonrisa indulgente cuando el pequeño Jesús le hacía alguna de sus travesuras inocentes; o cuando intuía que José y el niño, confabulados, le querían gastar una broma. Sonrisa curativa de las angustias de José cuando el trabajo no iba bien y llegaba a casa sin sestercios suficientes. Sonrisa generosa ante el desconsuelo de los marginados y necesitados que acudían a Ella cuando ya sólo podía ofrecerles lo que era necesario en casa, acompañado de su sonrisa. Sonrisa pícara y confiada de María, al decirles en Caná a los criados: "haced lo que Él os diga...", sabiendo que Jesús no parecía estar muy de acuerdo en adelantar su hora... Sonrisa festiva en momentos grandes e importantes como al presenciar el nacimiento de Juan el Bautista, o al celebrar cada cumpleaños de Jesús y de José, o al abrazar a Jesús, entre lágrimas de alegría, aquella mañana espléndida del domingo de resurrección.
También sonrisa sufrida tantas veces, pero al cabo sonrisa, en los momentos de prueba y dolor. Sonrisa siempre y sonrisa en todo. Sonrisa eterna de María.
Pero ¿de dónde le brotaba a María tan exuberante felicidad? ¿Qué producía en Ella semejante manantial de dicha? "¿Cuál es la fuente misteriosa, oculta de tal alegría?", se preguntaba Juan Pablo II. La respuesta no pudo ser otra: "Es Jesús, al que Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo". Uno sólo es el origen, una sola la fuente: Jesús, Dios. María se sabía con Él y Él copaba su ser entero, impregnándolo de gozo hasta los tuétanos. Estaba llena de gracia, llena de Dios y por tanto, llena de la más auténtica y genuina felicidad. Toda esa alegría hecha sonrisa en su rostro no era más que una leve manifestación al exterior del volcán en ebullición que la presencia de Dios producía dentro de su corazón.
Fray Pedro de Pradilla escribió estos versos sobre María: "En la Virgen con tal arte / usó Dios de su primor, / que lo más en lo menor, / y el todo encerró en la parte". La alegría de la Virgen es grande como Ella y más grande que Ella, pues el todo de alegría que es Dios quiso encerrarse dentro de Ella.
A María le faltaron muchas cosas durante su vida: riquezas, honores, fama, placeres corporales; y no por eso disminuyó ni una pizca la plenitud de su alegría. Porque tenía a Dios y para Ella tener a Dios era su riqueza, su honor y su más intenso placer. Supo convivir alegremente con todas esas privaciones.
María tuvo que pasar por muchos calvarios íntimos y muy amargos; y en ninguno de ellos se opacó el brillo de su dicha. Porque en Dios tuvo siempre un consuelo infalible y en Él se apoyó siempre como fortaleza indestructible. Fue capaz de hacer lo que pocos hombres consiguen: sufrir con alegría.
La vida de María estuvo sembrada de manifestaciones de la voluntad de Dios sumamente incompresibles y difíciles de aceptar. Viajar a Belén en tan delicado estado. Dar a luz a su Hijo en una cueva-establo y reclinarlo en un pesebre. Huir a Egipto. Aceptar que una espada atravesara su alma. Sufrir la soledad después de tal compañía. Padecer en su alma con su Hijo su pasión y muerte. Y en cada una de estas circunstancias obedeció no con mera resignación, sino con la alegría propia de quien ama y cree y confía en Dios.
Qué difícil nos resulta a nosotros sonreír cuando nos asaltan tan leves motivos para llorar o estar tristes. Qué imposible nos resulta a veces aceptar con alegría interior las pequeñas cruces y sufrimientos que Dios permite en nuestras vidas. Qué pocos hay entre nosotros que sepan encajar con ánimo alegre todas las privaciones, del tipo que sean, que vienen a ¿despintar? nuestra existencia. ¿No será que nos falta lo fundamental para ser felices que es Dios? O es que quizá Dios no lo es todo para nosotros. Lo tenemos arrinconado en el alma. Ya no le damos tanta importancia como a otras muchas cosas. Y ¿por qué esas otras cosas no nos hacen dichosos? ¿No será que los verdaderos motivos de nuestra felicidad son caducos, pasajeros e inconsistentes y no poseemos un fundamento indestructible donde apoyarla?
El secreto de la alegría perenne de la Santísima Virgen es el secreto de la felicidad de todo hombre. María fue feliz porque tenía a Dios y lo amaba en el cumplimiento fiel de su voluntad sobre Ella. No hay otro camino.
LA VIRGEN MARÍA, LA VIRGEN DEL AMOR
Autor: P. Marcelino de Andrés LC | Fuente: Catholic.net
María, la Virgen del amor
Ese gran amor de esposa, de madre, de amiga que se respiraba en torno suyo, estaba entretejido con mil y un detalles.
Entre los muchos títulos con los que nos referimos a María está el de Madre del Amor hermoso. Es la Madre de Cristo, la Madre de Dios. Y Dios es amor. Dios quiso, sin duda, escogerse una Madre adornada especialmente de la cualidad o virtud que a Él lo define. Por eso María debió vivir la virtud del amor, de la caridad en grado elevadísimo. Fue, ciertamente, uno de sus principales distintivos. Es más, Ella ha sido la única creatura capaz de un amor perfecto y puro, sin sombra de egoísmo o desorden. Porque sólo Ella ha sido inmaculada; y por eso sólo Ella ha sido capaz de amar a Dios, su Hijo, como Él merecía y quería ser amado.
Fue ese amor suyo un amor concreto y real. El amor no son palabras bonitas. Son obras. “El amor es el hecho mismo de amar”, dirá San Agustín. La caridad no son buenos deseos. Es entrega desinteresada a los demás. Y eso es precisamente lo que encontramos en la vida de la Santísima Virgen: un amor auténtico, traducido en donación de sí a Dios y a los demás.
María irradiaba amor por los cuatro costados y a varios kilómetros a la redonda. La casa de la sagrada familia debía estar impregnada de caridad. Como también su barrio, el pueblo entero e incluso gran parte de la comarca... Las hondas expansivas del amor, cuando es real, se difunden prodigiosamente con longitudes insospechadas.
El amor de la Virgen en la casa de Nazaret, como en las otras donde vivió, haría que allí oliese de verdad a cielo. Ese gran amor de esposa, de madre, de amiga que se respiraba en torno suyo, estaba entretejido con mil y un detalles.
Con qué sonrisa y ternura abriría la Santísima Virgen cada nuevo día de José y del niño con su puntual y acogedor “buenos días”; y de igual modo lo cerraría con un “buenas noches” cargado de solicitud y cariño. Cuántas agradables sorpresas y regalos aguardaban al Niño Dios detrás de cada “feliz cumpleaños” seguido del beso y abrazo de su Madre.
Cómo sabía Ella preparar los guisos que más le agradaban a José; y aquellos otros que le encantaban al niño Jesús. Qué bien se le daba a Ella eso de tener siempre limpia y arreglada la ropa de los dos hombres de la casa. Con cuánta atención y paciencia escucharía las peripecias infantiles que le contaba Jesús tras sus incansables aventuras con sus amigos; y también los éxitos e infortunios de la jornada carpintera de José. Cuántas veces se habrá apresurado María en terminar las labores de la casa para llevarle un refrigerio a su esposo y echarle una mano en el trabajo.
Era el amor lo que transformaba en sublimes cada uno de esos actos aparentemente normales y banales. Donde hay amor lo más normal se hace extraordinario y no existe lo banal. En María ninguna caricia era superficial o mecánica, ningún abrazo cansado o distraído, ningún beso de repertorio, ninguna sonrisa postiza.
“En Ella -afirma San Bernardo- no hay nada de severo, nada de terrible; todo es dulzura”. Todo lo que hacía estaba impregnado de aquella viveza del amor que nunca se marchita.
¡Qué mujer tan encantadora la Virgen! ¡Qué madre tan cariñosa y solícita! ¡Qué ama de casa tan atenta y maravillosa!
No sería tampoco difícil encontrar a María en casa de alguna vecina. Hoy en la de una, más tarde o mañana en la de otra. Porque a la una le han llovido muchos huéspedes y la Virgen intuye que allí será bienvenida una ayudita en el servicio. Porque la otra está enferma en cama y, con cinco chiquillos sueltos, la casa necesita no una sino dos manos femeninas que pongan un poco de orden. Porque a la de más allá le llegó momento de dar a luz y la Virgen quería estarle cerca y hacerle más llevadero ese trance que para Ella, en su momento y por las circunstancias, fue bastante difícil.
Y todo eso lo adivinaba e intuía Ella y se adelantaba a ofrecerse sin que nadie le dijera o pidiera nada. ¡Qué corazón tan atento el suyo!
En fin, que no era raro el día en que la Virgen prepararía y serviría no una sino dos o más comidas. No era desusual que además de ordenar y limpiar en su casa, lo hiciese en alguna otra de la vecindad. Como no era tampoco extraño comprobar que entre la ropa que Ella dejaba como nueva en el lavadero del pueblo, había prendas demás; y a veces muchas...
Ni siquiera debió ser insólito sorprender a María consolando y aconsejando a una coterránea que había reñido con su esposo; o visitando y atendiendo, en las afueras de la aldea, a los indeseables leprosos; o dando limosna a los pobres, aun a costa de estrechar un poco más la ya apretada situación económica de su hogar.
Todo eso lo aprendió y practicó María desde niña. La Virgen estaba habituada a preocuparse de las necesidades de los demás y a ofrecerse voluntariosa para remediarlas. Sólo así se comprende la presteza con la que salió de casa para visitar a su prima Isabel, apenas supo que estaba encinta e intuyó que necesitaba sus servicios y ayuda.
Su exquisita sensibilidad estaba al servicio del amor. Da la impresión de que llegaba a sentir como en carne propia los aprietos y apuros de todos aquellos que convivían junto Ella. Por eso no es de extrañar que en la boda aquella de Caná, mientras colaboraba con el servicio, percibiera enseguida la angustia de los anfitriones porque se había terminado el vino. De inmediato puso su amor en acto para remediar la bochornosa situación. Ella sabía quién asistía también al banquete. Tenía muy claro quién podía poner solución al asunto. Ni corta ni perezosa, pidió a Jesús, su Hijo, que hiciera un milagro. Y, aunque Él pareció resistirse al inicio, no pudo ante aquella mirada de ternura y cariño de su Madre. El amor de María precipitó la hora de Cristo.
El amor de María no conoció límites y traspasó las fronteras de lo comprensible. Ella perdonó y olvidó las ofensas recibidas, aun teniendo (humanamente hablando) motivos más que suficientes para odiar y guardar rencor. Perdonó y olvidó la maldad y crueldad de Herodes que quiso dar muerte a su pequeñín. Perdonó y olvidó las malas lenguas que la maldecían y calumniaban a causa de su Hijo. Perdonó y olvidó a los íntimos del Maestro tras el abandono traidor la noche del prendimiento. Perdonó y olvidó, en sintonía con el corazón de Jesús, a los que el viernes Santo crucificaron al que era el fruto de sus entrañas. Y también hoy sigue perdonando y olvidando a todos los que pecando continuamos ultrajando a su divino Jesús.
¡Cuánto tenemos nosotros que imitar a nuestra Madre! Porque pensamos mucho más en nosotros mismos que en el vecino. A nosotros nos cuesta mucho estar atentos a las necesidades de los demás y echarles una mano para remediarlas. Nosotros no estamos siempre dispuestos a escuchar con paciencia a todo el que quiere decirnos algo. Nosotros distinguimos muy bien lo que “en justicia” nos toca hacer y lo que le toca al prójimo, y rara vez arrimamos el hombro para hacer más llevadera la carga de los que caminan a nuestro lado. Nosotros en vez de amor, muchas veces irradiamos egoísmo. En vez de afecto y ternura traspiramos indiferencia y frialdad. En vez de comprensión y perdón, nuestros ojos y corazón despiden rencor y deseo de venganza. ¡Qué diferentes a veces de nuestra Madre del cielo!
María, la Virgen del amor, puede llenar de ese amor verdadero nuestro corazón para que sea más semejante al suyo y al de su Hijo Jesucristo. Pidámoselo.
ORACIÓN A LA VIRGEN DE FÁTIMA
ORACIÓN A LA VIRGEN DE FÁTIMA
Oh Virgen Santísima, Vos os aparecisteis repetidas veces a los niños; yo también quisiera veros, oír vuestra voz y deciros: Madre mía, llevadme al Cielo. Confiando en vuestro amor, os pido me alcancéis de vuestro Hijo Jesús una fe viva, inteligencia para conocerle y amarle, paciencia y gracia para servirle a Él a mis hermanos, y un día poder unirnos con Vos allí en el Cielo.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Madre mía también os pido por mis padres, para que vivan unidos en el amor; por mis hermanos, familiares y amigos, para que viviendo unidos en familia un día podamos gozar con Vos en la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Os pido de un modo especial por la conversión de los pecadores y la paz del mundo; por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos y lo necesario para sus cuerpos, y un día conseguir la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oh Madre mía, sé que escucharás, y me conseguirás estas y cuantas gracias te pida, pues las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús. Amén.
¡Madre mía, aquí tienes a tu hijo, sé tu mi Madre!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
sábado, 3 de mayo de 2014
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