domingo, 13 de octubre de 2019

FIESTA EN EL CIELO Y LA TIERRA: EL PAPA FRANCISCO CANONIZÓ A 5 NUEVOS SANTOS, 13 DE OCTUBRE


Fiesta en el cielo y la tierra: El Papa canonizó a 5 nuevos santos
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Captura de Youtube



El Cardenal Newman ya es santo. San John Henry Newman fue inscrito en el libro de los santos en una multitudinaria Misa celebrada este domingo 13 de octubre en la Plaza de San Pedro del Vaticano presidida por el Papa Francisco en la que también se canonizó a Santa Giuseppina Vanni, Santa Mariam Thresia Chiramel Mankidiyan, Santa Dulce Lopes Pontes y a Santa Marguerite Bays.



Ante decenas de miles de fieles, el Santo Padre escuchó la biografía de los cinco nuevos santos. A continuación, el prefecto de la Congregación para la Cuasa de los Santos, Cardenal Giovanni Angelo Becciu, acompañado de los postuladores que defendieron la causa de canonización, leyó la petición para que procediera a la canonización de los beatos.


“Beatísimo Padre, la Santa Madre iglesia pide que vuestra Santidad inscriba a los Beatos John Henry Newman, Giuseppina Vannini, Mariam Thresia Chiramel Mankidiyan, Dulce Lopes Pontes y Marguerite Bays en el Libro de los Santos y, como tales, sean invocados por todos los cristianos”.

Después, el coro cantó las letanías de los santos en latín: “Sancta Maria, Mater Dei: Ora pro nobis; Sancte Michael: Ora pro nobis; Sancti Angeli Dei: Ora pro nobis…”.


Luego, el Papa Francisco leyó la siguiente fórmula para declarar santos al Cardenal Newman y a las cuatro beatas:


“En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos a los Beatos John Henry Newman, Giuseppina Vannini, Mariam Thresia Chiramel Mankidiyan, Dulce Lopes Pontes y Marguerite Bays y los inscribimos en el Libro de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sea devotamente honrada entre los Santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

La Misa de canonización se celebró en el exterior de la Basílica de San Pedro del Vaticano. Junto al altar, situado en lo alto de las escaleras de acceso a la Basílica, había una imagen de la Virgen a cuyos pies se situaron cinco relicarios con las reliquias de los nuevos santos.




Homilía del Papa Francisco en la canonización del Cardenal Newman y 4 nuevas santas
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Captura de Youtube



Este domingo 13 de octubre el Papa Francisco celebró la canonización del Cardenal John Henry Newman, las religiosas Dulce Lopes Pontes, Giuseppina Vannini y María Teresa Chiramel Mankidiyan, y la laica Marguerite Bays.

A continuación la homilía pronunciada por el Santo Padre:

«Tu fe te ha salvado» (Lc 17,19). Es el punto de llegada del evangelio de hoy, que nos muestra el camino de la fe. En este itinerario de fe vemos tres etapas, señaladas por los leprosos curados, que invocan, caminan y agradecen.


En primer lugar, invocar. Los leprosos se encontraban en una condición terrible, no sólo por sufrir la enfermedad que, incluso en la actualidad, se combate con mucho esfuerzo, sino por la exclusión social. En tiempos de Jesús eran considerados inmundos y en cuanto tales debían estar aislados, al margen (cf. Lv 13,46). De hecho, vemos que, cuando acuden a Jesús, “se detienen a lo lejos” (cf. Lc 17,12). Pero, aun cuando su situación los deja a un lado, dice el evangelio que invocan a Jesús «a gritos» (v. 13). No se dejan paralizar por las exclusiones de los hombres y gritan a Dios, que no excluye a nadie. Es así como se acortan las distancias, como se vence la soledad: no encerrándose en sí mismos y en las propias aflicciones, no pensando en los juicios de los otros, sino invocando al Señor, porque el Señor escucha el grito del que está solo.

Como esos leprosos, también nosotros necesitamos ser curados, todos. Necesitamos ser sanados de la falta de confianza en nosotros mismos, en la vida, en el futuro; de tantos miedos; de los vicios que nos esclavizan; de tantas cerrazones, dependencias y apegos: al juego, al dinero, a la televisión, al teléfono, al juicio de los demás. El Señor libera y cura el corazón, si lo invocamos, si le decimos: “Señor, yo creo que puedes sanarme; cúrame de mis cerrazones, libérame del mal y del miedo, Jesús”. Los leprosos son los primeros, en este evangelio, en invocar el nombre de Jesús. Después lo harán también un ciego y un malhechor en la cruz: gente necesitada invoca el nombre de Jesús, que significa Dios salva. Llaman a Dios por su nombre, de modo directo, espontáneo. Llamar por el nombre es signo de confianza, y al Señor le gusta. La fe crece así, con la invocación confiada, presentando a Jesús lo que somos, con el corazón abierto, sin esconder nuestras miserias. Invoquemos con confianza cada día el nombre de Jesús: Dios salva. Repitámoslo; es rezar. La oración es la puerta de la fe, la oración es la medicina del corazón.

La segunda etapa es caminar. En el breve evangelio de hoy aparece una decena de verbos de movimiento. Pero, sobre todo, impacta el hecho de que los leprosos no se curan cuando están delante de Jesús, sino después, al caminar: «Mientras iban de camino, quedaron limpios», dice el texto (v. 14). Se curan al ir a Jerusalén, es decir, cuando afrontan un camino en subida. Somos purificados en el camino de la vida, un camino que a menudo es en subida, porque conduce hacia lo alto. La fe requiere un camino, una salida, hace milagros si salimos de nuestras certezas acomodadas, si dejamos nuestros puertos seguros, nuestros nidos confortables. La fe aumenta con el don y crece con el riesgo. La fe avanza cuando vamos equipados de la confianza en Dios. La fe se abre camino a través de pasos humildes y concretos, como humildes y concretos fueron el camino de los leprosos y el baño en el río Jordán de Naamán, en la primera lectura (cf. 2 Re 5,14-17). También es así para nosotros: avanzamos en la fe con el amor humilde y concreto, con la paciencia cotidiana, invocando a Jesús y siguiendo hacia adelante.

Hay otro aspecto interesante en el camino de los leprosos: avanzan juntos. «Iban» y «quedaron limpios», dice el evangelio (v. 14), siempre en plural: la fe es caminar juntos, nunca solos. Pero, una vez curados, nueve se van y sólo uno vuelve a agradecer. Entonces Jesús expresa toda su amargura: «Los otros nueve, ¿dónde están?» (v. 17). Casi parece que pide cuenta de los otros nueve al único que regresó. Es verdad, es nuestra tarea —de nosotros que estamos aquí para “celebrar la Eucaristía”, es decir, para agradecer—, es nuestra tarea hacernos cargo del que ha dejado de caminar, de quien ha perdido el rumbo: somos protectores de nuestros hermanos alejados. Somos intercesores para ellos, somos responsables de ellos, estamos llamados a responder y preocuparnos por ellos. ¿Quieres crecer en la fe? Hazte cargo de un hermano alejado, de una hermana alejada.


Invocar, caminar y agradecer: es la última etapa. Sólo al que agradece Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado» (v. 19). No sólo está sano, sino también salvado. Esto nos dice que la meta no es la salud, no es el estar bien, sino el encuentro con Jesús. La salvación no es beber un vaso de agua para estar en forma, es ir a la fuente, que es Jesús. Sólo Él libra del mal y sana el corazón, sólo el encuentro con Él salva, hace la vida plena y hermosa. Cuando encontramos a Jesús, el “gracias” nace espontáneo, porque se descubre lo más importante de la vida, que no es recibir una gracia o resolver un problema, sino abrazar al Señor de la vida. Y esto es lo más importante de la vida: abrazar al Señor de la vida.

Es hermoso ver que ese hombre sanado, que era un samaritano, expresa la alegría con todo su ser: alaba a Dios a grandes gritos, se postra, agradece (cf. vv. 15-16). El culmen del camino de fe es vivir dando gracias. Podemos preguntarnos: nosotros, que tenemos fe, ¿vivimos la jornada como un peso a soportar o como una alabanza para ofrecer? ¿Permanecemos centrados en nosotros mismos a la espera de pedir la próxima gracia o encontramos nuestra alegría en la acción de gracias? Cuando agradecemos, el Padre se conmueve y derrama sobre nosotros el Espíritu Santo. Agradecer no es cuestión de cortesía, de buenos modales, es cuestión de fe. Un corazón que agradece se mantiene joven. Decir: “Gracias, Señor” al despertarnos, durante el día, antes de irnos a descansar es el antídoto al envejecimiento del corazón. Así también en la familia, entre los esposos: acordarse de decir gracias. Gracias es la palabra más sencilla y beneficiosa.

Invocar, caminar, agradecer. Hoy damos gracias al Señor por los nuevos santos, que han caminado en la fe y ahora invocamos como intercesores. Tres son religiosas y nos muestran que la vida consagrada es un camino de amor en las periferias existenciales del mundo. Santa Margarita Bays, en cambio, era una costurera y nos revela qué potente es la oración sencilla, la tolerancia paciente, la entrega silenciosa. A través de estas cosas, el Señor ha hecho revivir en ella el esplendor de la Pascua, en su humildad. Es la santidad de lo cotidiano, a la que se refiere el santo Cardenal Newman cuando dice: «El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve. […] El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones, […] con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente» (Parochial and Plain Sermons, V,5). Pidamos ser así, “luces amables” en medio de la oscuridad del mundo. Jesús, «quédate con nosotros y así comenzaremos a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás» (Meditations on Christian Doctrine, VII, 3). Amén.



El Papa invita a ser como los 5 nuevos santos: “Luces amables” en la oscuridad del mundo
Redacción ACI Prensa



Crédito: Daniel Ibáñez (ACI)
El Papa Francisco celebró este 13 de octubre la Misa de canonización del Cardenal John Henry Newman, Giuseppina Vannini, María Teresa Chiramel Mankidiyan, Dulce Lopes Pontes y Margarita Bays; e invitó a los fieles a ser como los cinco nuevos santos: “‘Luces amables’ en medio de la oscuridad del mundo”.

Ante los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice agradeció por los cinco santos “que han caminado en la fe y ahora invocamos como intercesores”.

En la homilía, el Papa Francisco aseguró que las tres religiosas hoy canonizadas “nos muestran que la vida consagrada es un camino de amor en las periferias existenciales del mundo”.

Mientras que la laica Santa Margarita Bays, “una costurera, nos revela qué potente es la oración sencilla, la tolerancia paciente, la entrega silenciosa. (…) Es la santidad de lo cotidiano, a la que se refiere el santo Cardenal Newman”.



Y animó a pedir al Señor ser como estos nuevos santos, “’luces amables’ en medio de la oscuridad del mundo”.


Tomando el Evangelio de este domingo, el Papa recordó que los leprosos del Evangelio que piden a Jesús ser curados y explicó que no se dejaron paralizar” por las exclusiones de los hombres y gritan a Dios, que no excluye a nadie”.

“Es así como se acortan las distancias, como se vence la soledad: no encerrándose en sí mismos y en las propias aflicciones, no pensando en los juicios de los otros, sino invocando al Señor, porque el Señor escucha el grito del que está solo”.

El Papa Francisco también hizo referencia a otros enfermos y necesitados que llamaron a Jesús por su nombre para ser salvados. “Llaman a Dios por su nombre, de modo directo, espontáneo. Llamar por el nombre es signo de confianza, y al Señor le gusta. La fe crece así, con la invocación confiada, presentando a Jesús lo que somos, con el corazón abierto, sin esconder nuestras miserias”, precisó.

Y animó a invocar “con confianza cada día el nombre de Jesús: Dios salva. Repitámoslo; es rezar. La oración es la puerta de la fe, la oración es la medicina del corazón”.

El Papa también explicó que los leprosos del Evangelio quedan curados “después de caminar”, “se curan al ir a Jerusalén, es decir, cuando afrontan un camino en subida”.

“Somos purificados en el camino de la vida, un camino que a menudo es en subida, porque conduce hacia lo alto. La fe requiere un camino, una salida, hace milagros si salimos de nuestras certezas acomodadas, si dejamos nuestros puertos seguros, nuestros nidos confortables. La fe aumenta con el don y crece con el riesgo. La fe avanza cuando vamos equipados de la confianza en Dios”, aseguró.

También explicó que “la fe se abre camino a través de pasos humildes y concretos, como humildes y concretos fueron el camino de los leprosos”.

De los 10 leprosos que fueron curados en el Evangelio, tan sólo uno volvió para agradecer a Jesús.

“Nuestra tarea, de nosotros que estamos aquí para “celebrar la Eucaristía”, es decir, para agradecer, es nuestra tarea hacernos cargo del que ha dejado de caminar, de quien ha perdido el rumbo: somos protectores de nuestros hermanos alejados. Somos intercesores para ellos, somos responsables de ellos, estamos llamados a responder y preocuparnos por ellos”.


“¿Quieres crecer en la fe? Hazte cargo de un hermano alejado, de una hermana alejada”, aseguró el Papa  

En ese sentido el Papa explicó que “sólo al que agradece Jesús le dice: “Tu fe te ha salvado” No sólo está sano, sino también salvado”.

“Esto nos dice que la meta no es la salud, no es el estar bien, sino el encuentro con Jesús. La salvación no es beber un vaso de agua para estar en forma, es ir a la fuente, que es Jesús. Sólo Él libra del mal y sana el corazón, sólo el encuentro con Él salva, hace la vida plena y hermosa”, precisó.  

Además explicó que “cuando encontramos a Jesús, el ‘gracias’ nace espontáneo, porque se descubre lo más importante de la vida, que no es recibir una gracia o resolver un problema, sino abrazar al Señor de la vida”.

Y precisó que cuando somos agradecidos “el Padre se conmueve y derrama sobre nosotros el Espíritu Santo”.

“Agradecer no es cuestión de cortesía, de buenos modales, es cuestión de fe. Un corazón que agradece se mantiene joven. Decir: ‘Gracias, Señor’ al despertarnos, durante el día, antes de irnos a descansar es el antídoto al envejecimiento del corazón. Así también en la familia, entre los esposos: acordarse de decir gracias. Gracias es la palabra más sencilla y beneficiosa”.



Emocionado Cardenal propone a Newman para alentar unidad entre cristianos
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación de los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, se emocionó al presentar a John Henry Newman, que será proclamado santo este domingo, como ejemplo para alentar la unidad de los cristianos.

El Cardenal Newman, que se convirtió al catolicismo tras haber sido criado como anglicano y que será canonizado el domingo 13 de octubre, constituye un aliento “para el nuevo ímpetu ecuménico hacia la reconciliación y la reconstitución de la unidad católica”, dijo el Prefecto en un evento realizado este sábado en el Vaticano.

“Esta falta de unidad afecta la comunión de los individuos y las Iglesias, y apunta también a la falta de integración de las riquezas doctrinal y espiritual de las Iglesias hermanas y las comunidades eclesiales que siguen separadas de Roma”

“Cardenal Newman: Una celebración” es el nombre del evento en el que participó el Cardenal Ouellet en la Casina Pío IV en el Vaticano.  

El Cardenal señaló en su intervención que “considero que el maestro inglés se encuentra a la altura de Doctores de la Fe como Atanasio y Agustín, cuyas vidas fueron confesiones de fe a costa de grandes sacrificios, y que proporcionaron ideas decisivas tanto por sus contenidos como por sus actos”.


Tras resaltar “la profundidad de este hombre de Dios” y “el lugar que ahora ocupa en el catolicismo”, el Purpurado de origen canadiense dijo que “la contribución de Newman, que nos ofrece las cualidades típicas de la cultura inglesa, además de la tradición, nos permite tener una evaluación de lo que se ha perdido durante siglos de separación”.

“El tiempo ha llegado, a pesar de las dificultades en el camino, para promover entre nosotros iniciativas que impulsen el diálogo y la reconciliación para lograr la plena unidad entre los cristianos”, continuó.

La vida y la teología de John Henry Newman, resaltó el Cardenal Ouellet, “nos desafían para examinar atentamente las dificultades internas para la reconciliación, y tomar un mayor interés en otros cristianos para movernos juntos”.

“Esto requiere una conversión de todas las confesiones, comenzando por la Iglesia Romana”, prosiguió el Cardenal y destacó que “Newman le dio un lugar importante a la teología en la Iglesia”.

De hecho, subrayó, “la teología es parte del ministerio profético como la inteligencia de la fe que nos nutre, renueva la predicación y nos da las herramientas para un dialogo evangelizador con el mundo”.

El Cardenal Newman, resaltó el Prefecto de la Congregación de los Obispos “fue un pionero de la teología histórica” y “un profeta del humanismo por su apasionada búsqueda de la verdad”.


En el evento también participó el Cardenal Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, quien destacó “la extraordinaria personalidad humana, teológica y social” de John Henry Newman, “un ilustre hijo de Gran Bretaña”.

“El 19 de septiembre de 2010 tuve el privilegio de participar de la ceremonia de beatificación con el Papa Benedicto XVI. Mañana seré feliz de poder ser testigo de su canonización que concluye un camino en el que se ha evidenciado su extraordinaria cualidad como hombre de Dios y hombre de Iglesia”, afirmó.

“Según el pensamiento de Pablo VI, Newman se encontraba invisiblemente en el centro del (Concilio) Vaticano II. De hecho, él estuvo fielmente presente con su enseñanza, algo que se percibe en algunos documentos. Recuerdo aquí principalmente la declaración Dignitatis humanae, donde se acoge el primado de la conciencia en la búsqueda de la verdad”, prosiguió.

El Concilio Vaticano II fue el evento eclesial y mundial más importante del siglo XX. Lo impulsó el Papa San Juan XXIII para buscar el “aggiornamento”, es decir la actualización de la Iglesia para acercarla al mundo actual. Comenzó en 1962 y se dividió en cuatro etapas. Participaron en alrededor de dos mil padres conciliares de todo el mundo.

“Hoy la Iglesia Católica reconoce no solo la importancia de su pensamiento eclesiológico sino también la importancia de su santidad de vida”, concluyó el Cardenal Filoni.

FELIZ DOMINGO





domingo, 6 de octubre de 2019

10 CONSEJOS PRÁCTICOS PARA REZAR EL ROSARIO TODOS LOS DÍAS


10 consejos prácticos para rezar el Rosario todos los días
Tomados del libro “El Rosario: Teología de rodillas”, de Mons. Florian Kolfhaus


Por: Mons. Florian Kolfhaus | Fuente: ACI Prensa




Próximos a la celebración de la Virgen del Santo Rosario este viernes 7 de octubre, se presenta la oportunidad de redescubrir esta oración, que no solo muestra los misterios de la vida de Jesús y de la Virgen María, sino que fortalece la vida cristiana y concede gracias especiales que la misma Madre de Dios prometió a la humanidad.

Aquí 10 consejos prácticos para rezar el Rosario todos los días, tomados del libro “El Rosario: Teología de rodillas”, del  sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus:

1. Tener el Rosario en el bolsillo

Todo católico debe tener siempre un Rosario en su bolsillo. Existe el denario con sólo diez cuentas y que puede transportarse fácilmente.

Siempre que busques un pañuelo o una llave antes de salir, recuerda también llevar el Rosario de Jesús y María.


2. Aprovechar el tiempo libre también para rezar

En la vida cotidiana siempre hay un "tiempo libre" que podremos aprovechar para rezar el Rosario: cuando esperamos la consulta médica, un bus, una llamada importante, entre otros.

Y si por alguna razón una persona no desea mostrarse en una “sala de espera” como católico practicante, también puede utilizar sus manos: tenemos diez dedos, para contar con ellos los Avemarías.

3. Rezar mientras se realizan quehaceres y deporte

Muchas actividades no requieren pensar mucho, porque las hacemos mecánicamente. Cuando se pica la cebolla, se tiende la ropa o se lava el auto también se puede rezar el Rosario. Así como cuando las personas que se aman piensan en el otro sin importar la actividad que realicen, el Rosario ayuda a permanecer en sintonía con el corazón de Jesús y María.


Esto también funciona para muchos deportes: correr, andar en bicicleta o nadar son actividades en las que se puede rezar el Rosario al ritmo de la propia respiración (ya sea de forma interna o en voz alta si estás solo en un campo abierto).

4. Las imágenes y la música también pueden ayudar

El Rosario es una oración contemplativa. Más importante que las palabras que usemos, es la predisposición de nuestro corazón para contemplar cada uno de los misterios.

Para este propósito se puede buscar en Internet 5 imágenes que nos ayuden a contemplar cada pasaje de la vida Cristo y María. Por otro lado, la música también puede ser útil si se ejecuta en un segundo plano para encontrar paz.

5. Canalizar nuestras distracciones para rezar

Es difícil una oración en la que no surjan distracciones. Una y otra vez los pensamientos vienen a nuestra mente: la lista de compras, el cumpleaños de un amigo, una enfermedad o una preocupación. Si luchamos contra ella en la oración, a menudo es peor.

Es mejor reunir estas "distracciones" y rezar un Avemaría por las personas, por los amigos y familiares, por uno mismo y los problemas. De este modo la oración se hace sincera y personal.

6. Rezar por el otro mientras nos desplazamos

En el camino al trabajo o a la escuela, ya sea en auto o en bus, en tren o caminando, es posible rezar el Rosario sin bajar la cabeza y cerrar los ojos.

Rezar mientras nos desplazamos significa dedicar los Avemarías a las personas con las que hemos establecido contacto o visto durante el día; también por las empresas e instituciones que están en mi camino.

Por ejemplo, si veo a un doctor en mi camino puedo rezar por las personas que atenderán sus enfermedades con él.

7. Orar de rodillas o peregrinando

El Rosario puede rezarse siempre y en todo lugar. A veces, cuando se reza de rodillas o se peregrina se puede llegar a sentir un "desafío físico". Sin embargo esto no se trata de “torturarse” o aguantar el mayor tiempo posible, sino de tener en cuenta que tenemos un cuerpo y alma para adorar a Dios. Por lo tanto, el rosario es también una oración de peregrinación.

8. Conectar cada misterio con una intención

No siempre se tiene que rezar el Rosario de corrido. A menudo puede ser útil conectar cada misterio con una preocupación particular: mi madre, un amigo, el Papa, los cristianos perseguidos. Cuanto más específico sea, mejor. La alabanza y dar gracias a Dios no deben tampoco estar ausentes.

9. Rezarlo en momentos de sequía espiritual

Nosotros los cristianos no somos “yoguis” que debemos cumplir con prácticas ascéticas para “vaciar” nuestra mente. Si bien nuestra relación con Dios está por encima de cualquier actividad, hay también momentos de sequía y aflicción en los que no se puede orar.

En estos momentos difíciles, tenemos que recogernos con el Rosario y simplemente recitar las oraciones. Esto no es una charla pagana, sino que aquella pequeña chispa de buena voluntad que ofrecemos a Dios, puede fomentar que el Espíritu Santo avive la llama de nuestro espíritu.

En tiempos difíciles, incluso puede ser suficiente sostener el Rosario sin pronunciar una palabra. Este estado desdichado ante Dios y su madre se convierte en una buena oración y ciertamente no permanece sin respuesta.

10. Caer dormido rezando el Rosario

El Rosario no debe estar solo es nuestro bolsillos, sino en cada mesita de noche. Cuando se intenta conciliar el sueño también se pueden rezar los Avemarías y es mejor que contar ovejas.

En ocasiones solo las personas mayores y enfermas se “aferran” al Rosario por la noche debido a las promesas de seguridad, fortaleza y consuelo. Sin embargo, también en los buenos tiempos se debe recurrir a esta oración y pedir especialmente por aquellos que sufren.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 6 DE OCTUBRE DE 2019


Lecturas de hoy Domingo 27º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Hoy, domingo, 6 de octubre de 2019


Primera lectura
Lectura de la profecía de Habacuc (1,2-3;2,2-4):

¿Hasta cuándo, Señor,
pediré auxilio sin que me oigas,
te gritaré: ¡Violencia!,
sin que me salves?
¿Por qué me haces ver crímenes
y contemplar opresiones?
¿Por qué pones ante mí
destrucción y violencia,
y surgen disputas
y se alzan contiendas?
Me respondió el Señor:
Escribe la visión y grábala
en tablillas, que se lea de corrido;
pues la visión tiene un plazo,
pero llegará a su término sin defraudar.
Si se atrasa, espera en ella,
pues llegará y no tardará.
Mira, el altanero no triunfará;
pero el justo por su fe vivirá.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
«No endurezcáis vuestro corazón».

V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras». R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo
 (1,6-8.13-14):

Querido hermano:
Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,5-10):

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 6 de octubre de 2019
Fernando Torres cmf


Señor, auméntanos la fe

      Cuando era pequeño, me dijeron que fe es “creer lo que no se ve”. Entonces, ¿cómo podían hablar los apóstoles de fe? ¿Cómo podían pedir a Jesús que les “aumentase la fe”? Ellos ya lo veían, lo tenían delante. No necesitaban la fe para creer que Jesús era Jesús. Además, le veían hacer milagros, escuchaban sus palabras. ¿Sería que no necesitaban la fe?

      La realidad es muy diferente. La fe es precisamente “creer lo que no se ve”. Y los apóstoles no veían más allá de un hombre que hacía cosas extraordinarias, algunas de las cuales no eran capaces de entender. Le fe les invitaba a ir más allá, a experimentar la presencia de Dios en aquel hombre. Lo mismo pasa con las relaciones humanas. Podemos demostrar que dos y dos son cuatro pero ¿cómo demostrar la amistad o el amor entre dos personas? Ahí no nos podemos servir más que de indicios, de pistas –la manera como se tratan, la forma como actúan, la persistencia en el tiempo de la relación, la superación de las dificultades...–. Dicho con un ejemplo, cuando dos enamorados se miran a los ojos y se dicen que se quieren, cada uno de ellos cree al otro porque la verdad es que no tienen una prueba fehaciente de que esas palabras sean algo más que palabras. Desgraciadamente no sería la primera vez que una persona engaña a otra. Por eso, de entrada toda relación humana es siempre una relación de fe, de confianza. Confiamos en que el otro no nos engaña. Creemos en él. 

      Lo mismo se puede decir de la fe en Dios. No se trata de aceptar unas verdades imposibles de comprender y decir “vale, lo acepto”. No se trata de comulgar con ruedas de molino. Se trata de experimentar la presencia de Dios, de sentirlo presente en mi vida, en la vida de los hermanos y hermanas, en la vida de la Iglesia, en el mundo, en la creación, y confiar que esa presencia es una presencia bondadosa, hecha de amor y misericordia, que desea nuestra libertad, nuestro bien, nuestra felicidad. 

      Pero a veces nuestra fe decae. Esa relación de confianza conoce momentos de debilidad, de recelo, de sospecha. Entonces nos sentimos desanimados, sin fuerzas. El amor de Dios que sentíamos que llenaba nuestro corazón de fuerza y entusiasmo se desvanece. El compromiso por ser mejores, por ayudar a los necesitados, por amar a los que viven con nosotros, por perdonar sin medida, como Dios nos perdona, flaquea. Todos hemos experimentado alguna vez esos sentimientos de duda, de pérdida de la confianza. 

      Ahí viene la petición de los apóstoles. “Señor, auméntanos la fe”. Y el texto de Pablo que nos dice: “reaviva el don de Dios que recibiste... porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde sino un espíritu de energía, amor y buen juicio”.



Para la reflexión

      ¿Me he sentido alguna vez desanimado en mi vida cristiana? ¿He orado en ese momento pidiendo a Dios que me “aumente la fe”? ¿Confío realmente en Dios, en que él me ofrece su perdón y su amor para mí y para mis hermanos y hermanas?

ESTOS SON LOS TRES CAMINO QUE EL PAPA FRANCISCO ANIMA A RECORRER HOY


Estos son los tres caminos que el Papa Francisco anima a recorrer hoy
Redacción ACI Prensa
. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco pidió mirar al mundo “con simpatía, sin miedo, sin prejuicios, con valentía, como lo mira Dios, sintiendo nuestros los dolores, los gozos, las esperanzas de nuestros hermanos; desde ahí anunciar con la vida y la palabra, y hacer conocer y amar a Jesús y a María, con la creatividad de diaconías y obras de apostolado”.

Así lo indicó el Santo Padre en la audiencia concedida este sábado 5 de octubre a las participantes del Capítulo General de la Familia Jesús-María que se llevó a cabo en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico del Vaticano.

“Se requiere discernimiento para saber ir más allá y plantearnos si nuestros apostolados y nuestras obras, nuestras presencias, ministerios responden o no a lo que el Espíritu Santo pidió”, señaló el Pontífice al referirse a ls miembros de esta familia religiosa que siguen los pasos de Santa Claudina y a la Congregación a lo largo de estos 200 años de historia.

Por ello, el Papa Francisco animó a “discernir, evaluar y elegir para poder responder cada vez mejor a lo que Dios quiere de ustedes hoy” y añadió que “nuestro tiempo también nos pide descubrir nuevos medios de evangelización y misión”.

Sin embargo, el Santo Padre advirtió que esta búsqueda y este discernimiento se debe hacer siempre “como cuerpo apostólico; porque los compromisos y cansancios solitarios no tienen futuro” y afirmó: “puede ser que alguna de ustedes tenga una vocación especial para abrir una brecha en cierto camino. Y ella sola lo tiene. Que vaya por ahí, físicamente sola, pero con toda la comunidad detrás. No dejen sola a ninguna”, pidió.

En esta línea, el Papa propuso recorrer estos tres senderos:

Ser testigos de la bondad misericordiosa de Dios
Caminar en la vida de fraternidad y solidaridad
Discernir y tener la valentía de ir más allá
Al referirse a la bondad misericordiosa de Dios, el Santo Padre recordó que “el nombre de Dios es misericordia” y explicó que “esta ha sido la experiencia fundante de santa Claudina, el conocimiento de la bondad de Dios, misericordioso que perdona. Desde aquel día en la que ella misma presenció el fusilamiento de sus propios hermanos y el mensaje que ellos le confiaron: ‘Claudina, perdona como nosotros perdonamos’, su Fundadora, supo mirar la realidad desde Dios que es bueno y ama a las personas con un amor sin condiciones”.


“Una vez cuando hablé de esto, después vino una persona que había escuchado este mensaje de misericordia y me dijo: ‘Dios siempre es perdedor, siempre pierde’. Y sí, parece que sí, no le interesa ganar, le interesa que nosotros ganemos. Esa es su misericordia. Dios nos mira y experimentamos su misericordia; con su bondad cambia la realidad amándola”, explicó el Papa.

A continuación, les presentamos el texto completo de la audiencia del Papa Francisco con las improvisaciones que pronunció:

Queridas hermanas:
Las saludo con alegría en la celebración de vuestro 37 Capítulo General, y junto a ustedes quiero extender este saludo a las hermanas que trabajan por el mundo y a todos los miembros de la Familia Jesús-María. Quiero recordar también a los más pequeños, a los niños de vuestras escuelas y colegios. El tema que habéis elegido para este Capítulo es: “En camino, con esperanza, como una familia apostólica”, teniendo como icono bíblico la Visitación de María (cf. Lc 1,39-56).

Santa Claudina Thévenet inició esta obra apostólica sobre lo pequeño, sobre la pobreza. En estos 200 años se ha extendido fecundamente por todo el mundo, hasta estar presente hoy en 28 países, 4 continentes. Esta historia nos habla de un caminar sin descanso. Siempre en camino, como María en la Visitación, atenta a las necesidades. Caminando de prisa, pero no ansiosa. Siempre en camino, con alegría y esperanza, para poder comunicar a todos la bondad y el amor de Dios. En este sentido me gustaría sugerirles tres senderos para seguir caminando; y los tomo de la oración que les sirvió a ustedes para la Congregación del Capítulo general.

El primer sendero es ser testigos de la bondad misericordiosa de Dios. El nombre de Dios es misericordia. Esta ha sido la experiencia fundante de santa Claudina, el conocimiento de la bondad de Dios, misericordioso que perdona. Desde aquel día en la que ella misma presenció el fusilamiento de sus propios hermanos y el mensaje que ellos le confiaron: “Claudina, perdona como nosotros perdonamos”, vuestra Fundadora, supo mirar la realidad desde Dios que es bueno y ama a las personas con un amor sin condiciones.

Una vez cuando hablé de esto, después vino una persona que había escuchado este mensaje de misericordia y me dijo: ‘Dios siempre es perdedor, siempre pierde’. Y sí, parece que sí, no le interesa ganar, le interesa que nosotros ganemos. Esa es su misericordia. Dios nos mira y experimentamos su misericordia; con su bondad cambia la realidad amándola.

Sería bueno en estos momentos del Capítulo que revisaran y recordaran su vida, su vocación, misión a luz de esta mirada, para seguir siendo tocadas por Dios, presente en las miserias de nuestro tiempo. Solo con esta mirada se hacen nuevas todas las cosas; solo dejándonos mirar por el Señor, como la Virgen María (cf. Lc 1,48), podremos nosotros mirar la realidad con los ojos de Dios y ser sus testigos, pues la mirada de Dios cambia, nos cambia, educa, educa nuestra mirada.

Necesitamos mirar nuestro mundo con simpatía, sin miedo, sin prejuicios, con valentía, como lo mira Dios, sintiendo nuestros los dolores, los gozos, las esperanzas de nuestros hermanos; desde ahí anunciar con la vida y la palabra, y hacer «conocer y amar a Jesús y a María», con la creatividad de diaconías y obras de apostolado. «¡Cuán bueno es Dios!» fueron las últimas palabras de Claudina. Sean estas palabras también las de ustedes en vuestros senderos, todos los días.

El segundo sendero para caminar es la vida de fraternidad y solidaridad. Ustedes son un cuerpo apostólico que vive en comunidad fraterna. De este modo se animan unas a otras al seguimiento de Jesús y suscitan nuevas vocaciones. Es necesario ahondar en la comunidad con relaciones cada vez más evangélicas, de modo que pasen a ser fraternidades cada vez más apostólicas, hermanas en misión, capaces de “contagiar” a otras jóvenes para que puedan seguir esta forma de consagración.

Para esto hace falta abrirse al encuentro con los jóvenes, no les tengan miedo, no les tengan miedo: a través de su testimonio de vida podrán ver en ustedes algo diferente que el mundo no les puede ofrecer: la alegría de seguir a Cristo. Pero la alegría como una de las notas de la propia vida, ¿no? A mí me da pena, lo confieso, cuando veo religiosos o religiosas tristes, tristes, con cara de velorio, cara de funeral. Y a mí, me vienen ganas de decirle: Decime, ¿qué desayunaste hoy, café con leche o aceite? ¿O vinagre? La alegría, por favor, ese mirar con paz, con sonrisa, sale de adentro, y escápense de la espiritualidad: “sí, pero”. El “sí, pero”. El “pero”, ese es un camino hacia la tristeza siempre.


La vida fraterna en comunidad es profecía para el mundo. Su Fundadora les decía «que la caridad sea como la niña de vuestros ojos» (Positio, p. 231) para que este gran deseo abra en ustedes relaciones fraternas, de comunión que puedan ser signo del Evangelio.

Este mismo camino se abre a la solidaridad con el resto de nuestros hermanos, compartiendo cuanto son y cuanto tienen. En colaboración con la Familia de Jesús-María y sus colaboradores en la misión, sigan construyendo redes de comunión y de solidaridad. Se trata como decían en la oración por el capítulo de “amar y servir sin condiciones”.

El último sendero que me gustaría señalar es discernir y tener la valentía de ir más allá.  Siempre más allá. Hay un canto muy lindo que suelen cantar los jóvenes que es: “Más allá de las fronteras”. ¿Lo conocen? Y los jóvenes cantan eso, ¿no? Siempre más allá. La Iglesia es misionera, porque Dios es el primer misionero. Dios se abre en salida, entra en el mundo y asume lo humano.

Ustedes participan de esta misión con su vida y su apostolado, pues el testimonio es primordial en la evangelización (cf. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 69). Pero como el amor se demuestra en las obras, no se cansen de hacer conocer la bondad de Dios a través de las obras apostólicas que realizan.

Se debe recordar que empezó cuando santa Claudina acogió a dos huérfanas abandonadas en el pórtico de la parroquia de Saint Nizier, pero los nuevos escenarios les están pidiendo también, de forma creativa, nuevas formas de evangelizar y de misionar, y de hacer conocer a Jesús y María. No tengan miedo, si van en comunidad, si tienen el apoyo de la fraternidad, y saben discernir, no hay que temer. Porque una cosa linda en nosotros es que cuando nos equivocamos, tenemos la posibilidad de volver atrás. Cuando vamos con la comunidad, con el Señor y con buen discernimiento.

Se necesita salir «fuera de la puerta» (Hch 16,13), como lo hiciera también su Fundadora, pero no para hacer una memoria conmovedora, sino para volver a encontrar el carisma in statu nascenti. O sea, el carisma apenas nacido. Se requiere discernimiento para saber ir más allá y plantearnos si nuestros apostolados y nuestras obras, nuestras presencias, ministerios responden o no a lo que el Espíritu Santo pidió a santa Claudina y a la Congregación a lo largo de estos 200 años de historia.

Las animo a discernir, evaluar y elegir para poder responder cada vez mejor a lo que Dios quiere de ustedes hoy. Nuestro tiempo también nos pide descubrir nuevos medios de evangelización y misión, pero siempre como cuerpo apostólico; porque los compromisos y cansancios solitarios no tienen futuro. Puede ser que alguna de ustedes tenga una vocación especial para abrir una brecha en cierto camino. Y ella sola lo tiene. Que vaya por ahí, físicamente sola, pero con toda la comunidad detrás. No dejen sola a ninguna.

Estimadas hermanas: Les agradezco todo el bien que hacen en la Iglesia y en el mundo, y también este fraterno encuentro. Que la Virgen Madre las acompañe en este camino para que puedan seguir encontrando a nuestros hermanos y hermanas, como lo hacía santa Claudina. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.
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