jueves, 10 de marzo de 2016

NOVENA EN HONOR A SAN JOSE, DEL 10 AL 18 DE MARZO 2016



Primer Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús así como consolaste a tu padre amado en las perplejidades e incertidumbres que tuvo, dudando si abandonar a tu Santísima Madre su esposa, así te suplicamos humildemente por intercesión de San José nos concedas mucha prudencia y acierto en todos los casos dudosos y angustias de nuestra vida, para que siempre acertemos con tu santísima voluntad.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.




Segundo Día de la Novena a San José
Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, así como consolaste a tu padre amado en la pobreza y desamparo de Belén, con tu nacimiento, y con los cánticos de los Angeles y visitas de los pastores, así también te suplicamos humildemente por intercesión de San José, que nos concedas llevar con paciencia nuestra pobreza y desamparo en esta vida, y que alegres nuestro espíritu con tu presencia y tu gracia, y la esperanza de la gloria.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.




Tercer Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, así como consolaste a tu amado padre en el doloroso misterio de la Circuncisión, recibiendo de él el dulce nombre de Jesús, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, nos concedas pronunciar siempre con amor y respeto tu santísimo nombre, llevarlo en el corazón, honrarlo en la vida, y profesar con obras y palabras que tú fuiste nuestro Salvador y Jesús.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.





Cuarto Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, así como consolaste a tu padre amado de la pena que le causó la profecía de Simeón, mostrándole el innumerable coro de los Santos, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José que nos concedas la gracia de ser de aquellos para quienes tu sirves, no de ruina, sino de resurrección, y que correspondamos fielmente a tu gracia para que vayamos a tu gloria.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.




Quinto Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, así como tu amado padre te condujo de Belén a Egipto para librarte del tirano Herodes, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, que nos libres de los que quieren dañar nuestras almas o nuestros cuerpos, nos des fortaleza y salvación en nuestras persecuciones, y en medio del destierro de esta vida nos protejas hasta que volemos a la patria.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.




Sexto Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús así como tu padre amado te sustentó en Nazaret, y en cambio tú le premiaste en tu santísima compañía tantos años, con tu doctrina y tu dulce conversación, así te rogamos humildemente, por intercesión de San José nos concedas el sustento espiritual de tu gracia, y de tu santa comunión, y que vivamos santa y modestamente, como tú en Nazaret.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.





Séptimo Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, así como por seguir la voluntad de tu padre celestial permitiste que tu amado padre en la tierra padeciese el vehementísimo dolor de perderte por tres días, así te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, que antes queramos perder todas las cosas y disgustar a cualquier amigo, que dejar de hacer tu voluntad; que jamás te perdamos a ti por el pecado mortal, o que si por desgracia te perdiésemos te hallemos mediante una buena confesión.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.




Octavo Día de la Novena a San José

Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, que en la hora de su muerte consolaste a tu glorioso padre, asistiendo juntamente con tu Madre su esposa a su última agonía, te suplicamos humildemente, por intercesión de San José, que nos concedas una muerte semejante a la suya asistido de tu bondad, de tu Santísima Madre y del mismo glorioso Patriarca protector de los moribundos, pronunciando al morir vuestros santísimos nombres, Jesús, María y José.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.






Noveno Día de la Novena a San José




Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libranos Señor Nuestro. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para empezar todos los días

Oh gloriosísimo Padre de Jesús, Esposo de María. Patriarca y Protector de la Santa Iglesia, a quien el Padre Eterno confió el cuidado de gobernar, regir y defender en la tierra la Sagrada Familia; protégenos también a nosotros, que pertenecemos, como fieles católicos, a la santa familia de tu Hijo que es la Iglesia, y alcánzanos los bienes necesarios de esta vida, y sobre todo los auxilios espirituales para la vida eterna. Alcánzanos especialmente estas tres gracias, la de no cometer jamás ningún pecado mortal, principalmente contra la castidad; la de un sincero amor y devoción a Jesús y María, y la de una buena muerte, recibiendo bien los últimos Sacramentos. Concédenos además la gracia especial que te pedimos cada uno en esta novena.

Pídase con fervor y confianza la gracia que se desea obtener.

Oración del día correspondiente

Oh benignísimo Jesús, así como has elegido por medio de tu Vicario en la tierra a tu amado padre para protector de tu Santa Iglesia Católica, así te suplicamos humildemente por intercesión de San José, nos concedas el que seamos verdaderos y sinceros católicos, que profesemos sin error la fe católica, que vivamos sin miedo una vida digna de la fe que profesamos, y que jamás puedan los enemigos ni aterrarnos con persecuciones, ni con engaños seducirnos y apartamos de la única y verdadera religión que es la Católica.

Oración final para todos los días

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Antífona

Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.


miércoles, 9 de marzo de 2016

LOS PRIMEROS CRISTIANOS ¿REZABAN A LA VIRGEN?



Los primeros cristianos ¿rezaban a la Virgen?

Un papiro de mediados del siglo III nos indica que si, y muchos fieles de hoy rezan con las mismas palabras.


Por: . | Fuente: primeroscristianos.wordpress.com // InfoCatólica.com 



En un papiro egipcio

Edgar Lobel, experto en papirología de la Universidad de Oxford,  dedicó su vida al estudio de los papiros encontrados en Egipto. Como es conocido, el clima extremadamente seco de la mayor parte de Egipto ha hecho que se conserven multitud de fragmentos de papiros antiquísimos, con textos de hace milenios, en griego y en copto. Muchos de estos textos se habían perdido. En otros casos, los papiros sirven para confirmar la antigüedad de textos que sí que se habían conservado a través de sucesivas copias o traducciones.
Uno de estos papiros, descubierto en las proximidades de la antigua ciudad egipcia de Oxirrinco, contenía una oración a la Virgen. Y no cualquier oración, sino una plegaria que continuamos rezando hoy en día, la oración Sub tuum praesidium. La versión latina es:
Sub tuum praesidium
confugimus,
Sancta Dei Genitrix.
Nostras deprecationes ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
La versión castellana, es muy conocida:
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!


Y la versión en griego clásico, que es precisamente la que se encontró en el papiro. Basta fijarse con detenimiento en la foto del papiro para reconocer las palabras griegas originales:
Cabe destacar la presencia del término Theotokos (en este caso, Theotoke, en vocativo), es decir, “Madre de Dios”, dos siglos después, en el Concilio de Éfeso, se reconoció de forma  solemne que este título era adecuado para la Virgen María, contra el parecer de Nestorio. Es decir, en Éfeso, la Tradición de la Iglesia fue defendida contra los que preferían sus propios razonamientos a la enseñanza de siempre de la Iglesia.
Resulta impresionante rezar esta oración, sabiendo que los cristianos la rezaban ya, por lo menos, en el año 250 d.C., que es la fecha en la que Edgar Lobel dató el papiro en el que se encontraba.Nosotros no la hemos recibido de los arqueólogos, sino de la tradición de la Iglesia, a través del latín en el caso de la Iglesia Latina o del griego y el eslavonio antiguo en Oriente. Resulta agradable, sin embargo, que la arqueología nos muestre una vez más que la tradición no es algo inventado, sino que verdaderamente nos transmite la herencia que los primeros cristianos recibieron de Cristo y de los Apóstoles.
Como dato curioso, se puede señalar que, aunque Lobel fechó el papiro, como hemos dicho, en el siglo III, el editor encargado de la publicación de los papiros, M.C.H. Roberts, lo publicó como perteneciente al siglo IV. Respondiendo a las críticas recibidas por ello, contestó que le parecía “casi increíble que una plegaria dirigida de forma tan directa a la Virgen en esos términos pudiese haber sido escrita en el siglo tercero”. Es decir, sus prejuicios no le permitían aceptar los datos de la ciencia sobre el asunto, porque no concordaban con la idea protestante de que la veneración a la Virgen y a los santos tuvo su origen en la conversión de Constantino y en la (supuesta) paganización de la Iglesia en el siglo cuarto.
En cambio, como siempre sucede, los fieles que, con sencillez, rezan esta oración porque la han recibido de manos de la Iglesia, son los que están más cerca de lo que transmitieron los primeros cristianos y, por lo tanto, más cerca de Cristo. Que todos tengamos esa sencillez y recemos hoy, con los cristianos de todos los tiempos, a la Sancta Dei Genitrix, la Theotokos, la Madre de Dios.

THEOTOKOS, LA MADRE DE DIOS

La oración Sub tuum praesidium es un testimonio entrañable, probablemente el más antiguo y el más importante en torno a la devoción a Santa María. Se trata de un tropario* (himno bizantino) que llega hasta nosotros lleno de juventud. Es quizás el texto más antiguo en que se llama Theotokos a la Virgen, e indiscutiblemente es la primera vez que este término aparece en un contexto oracional e invocativo.
G. Giamberardini, especialista en el cristianismo primitivo egipcio,  en un documentado estudio ha mostrado la presencia del tropario en los más diversos ritos y las diversas variantes que encuentra, incluso en la liturgia latina. La universalidad de esta antífona hace pensar que ya a mediados del siglo III era usual invocar a Santa María como Theotokos, y que los teólogos, como Orígenes, comenzaron a prestarle atención, precisamente por la importancia que iba adquiriendo en la piedad popular. Simultáneamente esta invocación habría sido introducida en la liturgia.
En el rito romano, su presencia está ya testimoniada en el Liber Responsalis, atribuido a San Gregorio Magno y es copiado en el siglo IX en la siguiente forma: “Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix”. Algunos manuscritos de los siglos X y XI, presentan unas deliciosas variantes de esta oración, manteniendo intacta la expresión Santa Dei Genitrix, en estricta fidelidad a la Theotokos del texto griego.
Se trata de traducciones fidelísimas del texto griego, tal y como aparece en el rito bizantino, en el que se utiliza la palabra griega eysplagknían, para referirse a las entrañas misericordiosas de la Madre de Dios. La consideración de la inmensa capacidad de las entrañas maternales de la Madre de Dios está en la base de la piedad popular que tanta importancia dio al título Theotokos para designar a la Madre de Jesús. Y quizás como lo más importante sea el hecho de que el testimonio del Sub tuum praesidium levanta la sospecha de que el título Theotokos se origina a mediados del siglo III en la piedad popular como invocación a las entrañas maternales de Aquella que llevó en su seno a Dios. Esta vez, quizás, la piedad popular fue por delante de la Teología. Al menos, es muy verosimil que así fuese.
Los fieles que, con sencillez, rezan esta oración a la Sancta Dei Genitrix, la Theotokos, la Madre de Dios,  porque la han recibido de manos de la Iglesia, son los que están más cerca de lo que transmitieron los primeros cristianos y, por lo tanto, más cerca de Cristo.
La versión latina esta oración ha sido inmortalizada en la música especialmente por Antonio Salieri y Wolfgang Amadeus Mozart.

*Tropario (de trópos = modo, forma o tono): composición poética de variable duración, cuyo ritmo se fundamenta sobre el acento tónico. Los más antiguos se remontan al siglo V. Estos formaron luego parte de las sucesivas composiciones litúrgicas de los kontákia, de los iki y de los cánones. Con frecuencia el tropario es el desarrollo de una antífona sálmica.

A NUESTRA SEÑORA...


A Nuestra Señora 
Juan del Encina 





¿A quién debo yo llamar
vida mía,
sino a ti, Virgen María?

Todos te deben servir,
Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir.
Nunca me verán decir
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Duélete, Virgen, de mí,
mira bien nuestro dolor,
que este mundo pecador
no puede vivir sin ti.
No llamo desque nací
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Tanta fue tu perfección
y de tanto merecer,
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención;
no hay otra consolación,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

El tesoro divinal
en tu vientre se encerró,
tan preciosa que libró
todo el linaje humanal.
¿A quién quejaré mi mal,
vida mía,
sino a ti, Virgen María?

Tu sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz;
tu pariste nuestra luz, 
Dios de ti nacido fue.
Nunca jamás llamaré
vida mía, 
sino a ti, Virgen María.

¡Oh clara virginidad, 
fuente de toda virtud,
no ceses de dar salud
a toda la cristiandad! 
No te pedimos piedad,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

RETRATO DE MARÍA

Retrato de María
Rafael Ángel Marañón


No podemos vivir sin tu mirada,
Tu voz y tu llamada; es la brisa 
De tu rostro en quietud; es tu sonrisa
La que trae para todos alborada.

Y vamos tras tu diáfana llamada
Que al buen Jesús nos lleva, y que sumisa
Y en serena actitud, humilde avisa
Hacia el trono de luz, subir la grada.

Con santa voz mi corazón bendiga 
Tu paz, amor, modestia y gravedad,
Y avance confiado en tu piedad

¡Id a Él!, es tu espléndida cantiga;
Él es, vuestro motivo de alegría;
Y a Él vamos contigo, fiel María.

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON MENSAJES







domingo, 6 de marzo de 2016

ORACIÓN DE MISERICORDIA A LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA


Oración de Misericordia a los Corazones de Jesús y María
San Juan Eudes



Oh benevolísimo y misericordísimo 
Corazón de Jesús, 
estampa en nuestros corazones 
una imagen perfecta de tu gran misericordia, 
para que podamos cumplir
el mandamiento que nos diste: 
"Serás misericordioso 
como lo es tu Padre ". 

Madre de la misericordia, 
vela sobre tanta desgracia, tantos pobres,
tantos cautivos, tantos prisioneros,
tantos hombres y mujeres que sufren persecución 
en manos de sus hermanos y hermanas, 
tanta gente indefensa, 
tantas almas afligidas, 
tantos corazones inquietos, 

Madre de la misericordia,
abre los ojos de tu clemencia
y contempla nuestra desolación. 
Abre los oídos de tu bondad 
y oye nuestra súplica. 

Amorosísima y poderosísima abogada, 
demuéstranos que eres en verdad
la Madre de la Misericordia.

NADA NI NADIE



Nada ni nadie
Autor: Padre José Luis Martín Descalzo


Nadie estuvo más solo que tus manos
perdidas entre el hierro y la madera;
mas cuando el Pan se convirtió en hoguera
nadie estuvo más lleno que tus manos.

Nadie estuvo más muerto que tus manos
cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el Vino ensangrentado ardía
nada estuvo más vivo que tus manos.

Nada estuvo más ciego que mis ojos
cuando creí mi corazón perdido
en un ancho desierto sin hermanos.

Nadie estaba más ciego que mis ojos.
Grité, Señor, porque te habías ido.
Y Tú estabas latiendo entre mis manos.

IMÁGENES CON MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA











GRANDES METAS


Grandes metas


Un maestro que quería enseñarles una lección a sus alumnos.

Les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes, uno de 50 preguntas, otro de 40 y un último de 30.

A los que escogieron el de 30 les puso una "C" sin importar que hubieran contestado todas bien.

A los que escogieron el de 40, les puso una "B" aún y cuando más de la mitad estuvieran incorrectas.

Y a los que escogieron el de 50, les puso una "A" no obstante que se hubieran equivocado en casi todas.

Los estudiantes no entendían. El maestro respondió:
"Queridos alumnos, no estaba examinando sus conocimientos, pero "sí" su determinación de apuntarle a lo alto."

Le apunto a lo alto, sabiendo que así estaré más cerca de mis sueños, que si me conformo con pequeños objetivos.

Le apunto a lo alto, sabiendo que Dios me ha capacitado para florecer donde estoy ahora, si busco dar mi mayor esfuerzo.

Le apunto a lo alto, con fe en que Dios terminará la obra que comenzó en mí, si prosigo adelante con determinación y no me doy por vencido.

"Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos acabo."
Filipenses 2,13

IMÁGENES DE JESÚS EUCARISTÍA















lunes, 29 de febrero de 2016

SABIDURÍA



Sabiduría...


Te sorprenderá lo que sucede si oras.
El Señor dice: 
"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, 
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente 
y sin reproche, y le será dada. 
Pero pida con fe, no dudando nada; 
porque el que duda es semejante a la onda del mar. 
No piense, pues, quien tal haga, 
que recibirá cosa alguna del Señor" (Stg.1:5-7) 
Si te falta sabiduría, simplemente pídesela al Señor. 
Desde luego que siempre nos hace falta sabiduría, 
así que pidámosla siempre al Señor.

Puedes orar y recibir una respuesta inmediatamente, 
pero si te apoyas en tu propio entendimiento 
y en tu propia sabiduría, 
es muy probable que cometas algún error lamentable. 
Si dependes sólo de tus propias fuerzas, 
tu propio talento, tu propia sabiduría, 
tu propio orgullo y tus propios conocimientos,
todo lo que hagas se desvanecerá.
Pero si te apoyas en el Señor, 
y lo "reconoces en todos tus caminos, 
Él enderezará tus veredas." (Pro.3:6)

Por muy pequeño que seas, 
siempre hay un Dios muy grande dispuesto a ayudarte,
quien es lo bastante grande como para hacer la tarea, 
por decir lo menos. 
De modo que, pídele ayuda al Señor...
Apóyate en el Señor, mira al Señor.
No te fíes de tu talento.
Dios es más talentoso que tú. 
Es más grande de lo que tú jamás podrías llegar a ser. 
Pero si Él te inspira y te guía, 
cualquier cosa que hagas será lo mejor... 

CORAZÓN CONTEMPLATIVO


Corazón Contemplativo
El Magníficat es un ejemplo precioso del corazón contemplativo de María. María es la perfecta orante por la riqueza de su corazón y de sus palabras.


Por: Fernando Tamayo, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes y Valores 




Uno de los paisajes interiores más bellos y profundos de María nos lo ofrece su corazón contemplativo. Esta dimensión orante de la Virgen es la que explica la riqueza de su corazón y de sus palabras. María es la perfecta orante. Un ejemplo precioso podemos descubrirlo en el Magníficat.

El Catecismo de la Iglesia Católica presenta así de modo sintético el Magníficat reconociendo en él no sólo la voz del corazón contemplativo de María, sino también el cántico que hace suyo la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios:

El cántico de María (cf Lc 1, 46-55) es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, cántico de la Hija de Sión y del nuevo Pueblo de Dios, cántico de acción de gracias por la plenitud de gracias derramadas en la Economía de la salvación, cántico de los “pobres” cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros padres “en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. (C.I.C. 2619)

En María se hace verdad el proverbio evangélico: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Su corazón contemplativo era un fruto de la soledad que ella cultivaba y que Dios habitaba y fecundaba. En ese sagrario de su persona, donde ella se encontraba sola con Dios, sola ante Dios, sola para Dios, veía de modo más claro y certero la acción del Señor, a las personas que intervenían en su existencia, las situaciones que debía afrontar, las decisiones que tomaba. Y en el tesoro de su corazón comprende mejor por dónde la lleva Dios. Y de ese mismo tesoro ella extrae las diversas notas de este canto, síntesis de lo mejor de la religiosidad del pueblo judío.

El centro de su contemplación es Dios, el Dios del Antiguo Testamento. Todo lo mira e intenta comprenderlo a la luz del amor de Dios. Y lo que no comprende no la inquieta. Sabe, como nos enseña san Agustín, que lo que no entendemos de la Sagrada Escritura sencillamente encierra amor de Dios.

El corazón contemplativo de María apunta a la persona misma de Dios. Lo descubre en la vida de Israel como Señor y Salvador (Lc 1, 46-47), el Poderoso (v. 49). Y encuentra en estos nombres de Dios una clave segura para ir descubriendo el rostro misterioso e inagotable del Creador de cielos y tierra.

Apunta también a las palabras de Dios. Allí resuenan en su mente las distintas páginas del Antiguo Testamento y de modo particular algunas que aparecen en su cántico de alabanza: “ha puesto los ojos en la humildad de su esclava” (cf 1 S 2, 1), “su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen” (Sl 103, 17), “acogió a Israel su siervo” (cf Is 41, 8-9).

Y contempla asimismo las acciones de Dios. Cada página del Antiguo Testamento, escuchada en la sinagoga y meditada en su corazón, contiene un rico legado del Señor de la vida y de la historia. El Magníficat nos manifiesta que María conoce la elección del pueblo en Abrahán, las páginas sobresalientes de la historia de su pueblo protegido por el Señor, las profecías de Isaías y de Daniel, la riqueza espiritual encerrada en los Salmos y en otros libros sapienciales. De entre todo este arsenal espiritual María destaca en este cántico sobre todo dos acciones del Señor: Dios derriba a los soberbios y enaltece a los humildes (v. 52, cf Jb 12, 19), el Señor elige y favorece de modo especial a Israel desde su orden a Abrahán (vv. 54-55, cf Gn 12, 3).

Jean Guitton comenta así el Magníficat y encuentra en él una ley interior de la historia universal que haremos bien en reconocer e interiorizar:

La Virgen (...) bosqueja en su Cántico una historia universal. Si la palabra no fuera demasiado grave, habría que decir que nos da, de un golpe, su filosofía de la historia. Es la historia de Dios en el mundo, pero es también su historia en Dios. Tiene el sentimiento de esa corriente que parte de Abrahán; que fluye, no se sabe de dónde, eterna. Conoce su ley secreta y simple, tal como pueden entenderla los más pequeños y comprobarla en cada época, y que está contenida en esta fórmula: Dios humilla a los poderosos y ensalza a los humildes. Esta ley interior de la historia universal es bien diferente de la ley exterior, la que describimos en nuestros libros, en los que se ve a las potencias crecer y no sucumbir sino para sucederse. Sin embargo, es la ley de verdad y el verdadero reverso, el envés del tejido de la historia. Es la ley que Jesús proclamará no en una fórmula, sino en las siete bienaventuranzas, desarrollando un pensamiento escondido en el seno de su madre y que le inspiró. (GUITTON J., La Virgen María, Madrid 1952, pp. 111 – 112).

Esta contemplación de Dios suscita unos afectos en el corazón de María. En primer lugar la admiración por las obras del Señor. Todo el cántico es una manifestación sentida de esta sincera admiración del corazón de María. Y es un afecto que lleva tan a pecho, que en esa ocasión sale al exterior en los distintos versículos de este cántico. Es la admiración de una criatura sencilla, humilde, que reconoce la grandeza del poder de Dios manifestado en la historia de Israel y en su acción divina.

También resalta otro afecto importante: la alabanza. Un corazón contemplativo alaba la sabiduría y la bondad del amor de Dios. El primer verbo del cántico es una formulación decidida de la voluntad de alabanza del corazón de María al constatar una vez más la sabiduría de las obras del Señor en los labios de su prima Isabel. En efecto, sin comentárselo antes María, ya sabe Isabel que se halla ante “la madre de su Señor” (Lc 1, 43). Y todo el cántico está permeado de acciones que, mencionadas en este contexto, son todas alabanzas de María al Dios que se ha dignado elegirla para la misión que acaba de proponerle.

El corazón contemplativo de María manifiesta otro aspecto de su alma al contacto con la palabra y la acción de Dios: la asimilación. María ha asimilado en su meditación de la Sagrada Escritura las actitudes espirituales, las preferencias y los métodos del Señor. Destaca, sobre todo, la fidelidad de Dios, su relación de Dios con el soberbio y con el humilde y la elección de Israel. Y en esta línea procura vivir y actuar según estos criterios divinos ella, la humilde esclava del Señor.

Un ulterior aspecto que resalta en el corazón contemplativo de María en este pasaje tiene que ver con una dimensión práctica de la contemplación: la difusión de este mensaje, la difusión de las obras de Dios en la historia sagrada de su pueblo. Se trata de una difusión convencida, serena, oportuna. Y de emplear las palabras, el testimonio y, cuando sea conveniente, también el apoyo y el consejo.

Por ello, en una circunstancia como es este saludo entre las dos primas, María no tiene reparo en manifestar algo de la riqueza que ella vive como don especial del Señor a su alma. E Isabel reconocerá sin envidia y con alegría desde ahora más la hondura de alma de su prima, elegida para ser “la madre de su Señor” (Lc 1, 43).

Este corazón contemplativo es inimaginable en María sin una estima y un cultivo del silencio interior y exterior. Las pocas palabras que pronuncia en los evangelios y las actitudes que refleja en los distintos pasajes nos dan una idea del ambiente interior de profundidad espiritual en que se desarrollaba su existencia. Gracias a esto le es tan fácil escuchar a Dios, contemplar sus obras en la historia y en la vida de las personas, conservar en el corazón las acciones de Dios, obrar con sencillez y pureza de intención, y hablar de un modo tan centrado y tan rico cuando ve que es lo que corresponde.

María vivía a fondo las recomendaciones que, sobre el silencio, haría muchos siglos después la beata Madre Teresa cuando escribía:

Me gusta insistir en la recomendación del silencio.
El silencio de la lengua nos enseñará a hablar con Dios.
El silencio de los ojos nos enseñará a ver a Dios.
Nuestros ojos son como dos ventanas por las cuales puede entrar o Cristo o el mundo.
A veces necesitamos coraje para mantenerlos cerrados.
Mantengamos el silencio del corazón.
Como la Virgen, que todo lo conservaba en su corazón. (MANGLANO J.P. – DE CASTRO P., Orar con Teresa de Calcuta, Desclée de Brower, Bilbao 2004, 4ª, pp. 129-130).

De este pasaje el corazón contemplativo de María sale más resuelto para aceptar su misión, esa parte de la acción de Dios en la historia que el Señor le ha propuesto y en la que ella debe intervenir como humilde esclava. Y este pasaje no la vuelve vanidosa, sino le sirve para revestirse de una humildad más profunda que se manifiesta en el servicio amoroso y prolongado a su prima. Y es que la humildad abre el corazón a Dios para que él penetre en el alma y la vida de las personas. Él llama, la humildad abre la puerta del corazón y Dios obra sus maravillas.

Una reflexión práctica final. Contemplando este rayo del corazón de María puede venirnos la fácil y equivocada idea de que María alcanzó un alto nivel de contemplación y unión con Dios por ser Madre de Jesús. Y podemos -inducidos por la comodidad y por una falsa humildad- aceptar tranquilamente ese error.

Para refutarlo nos ayuda el siguiente texto de san Juan de la Cruz. Su mensaje central es que Dios quiere elevar a muchas almas a los más altos grados de contemplación, pero pocas se prestan a la difícil tarea de purificación que se exige:

Y aquí nos conviene notar la causa por que hay tan pocos que lleguen a tan alto estado de perfección de unión con Dios... No es porque Dios quiera que haya pocos de estos espíritus levantados, que antes querría que todos fuesen perfectos, sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos, de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor desconsuelo y mortificación... y así no va ya adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra por la labor de la mortificación, para la cual era menester mayor constancia y fortaleza que ellos muestran...( S. JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, 2, 27).
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