lunes, 1 de marzo de 2021

IMÁGENES DE SEPARADORES O BARRAS ANIMADAS

 




























































































LOS CHISTES DE COLOR ¿SON PECADO?



Los chistes de color ¿son pecado?

Cuando se banaliza las diversas realidades del hombre estamos rebajando su dignidad misma

Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net



La vida nos presenta diversas situaciones para contar un chiste, un chascarrillo, un detalle que jalonea una sonrisa o una carcajada fresca, limpia sana. Bien decía Santa Teresa que un santo triste es un triste santo y cuentan también que San Felipe Neri no se cansaba de hacer bromas y contar chistes a sus contertulios del oratorio. Hay quien dice que para sacar de la melancolía a un pobre monje entrado en edad, lo invitó a jugar a las carreras entre los muros del claustro conventual. Al final los dos rieron y adiós melancolía.

Los chistes, es verdad, alegran la vida, hacen más ligero el caminar cotidiano y bien presentados suscitan la risa, el descanso y la distensión en quien los escucha y en quien los cuenta. Los hay que sirven para ejemplificar situaciones en la vida y así se utilizan como excelentes medios pedagógicos desde las clases de educación básica hasta las aulas universitarias. Hay párrocos y conferencistas que saben ilustrar magistralmente sus prédicas y disertaciones con una colección excelente de chistes de diverso género. Parecería que las únicas reglas a seguirse en lo referente a chistes serían las del ingenio, la oportunidad y la gracia. No hay cosas más sosa y más grotesca que un chiste mal contado o contado malamente en situaciones desagradables. Dígase así de los chistes contados en los velorios o incluso, en los sepelios.

Sin embargo, debemos estar atentos al color de los chistes. Los chistes pueden ser de muy diverso color... eso es algo bien sabido. Los hay blancos y los hay de un color subido. Todo depende del lado del Atlántico en el que nos encontremos. Mientras que allende el océano un chiste verde podría causar el sonrojo y el sarcasmo de los hombres, en la América de Gabriel García Marques un chiste verde es un chiste soso. Para los lectores de Manzoni y Dante Alighieri en Italia un chiste “a luci rosse” tiene la misma connotación que un chiste verde en la España de Cervantes o un chiste rojo en el México de Octavio Paz. Ya el lector habrá captado la intención del color de los chistes. Me refiero lógicamente a aquellas historias en donde el elemento sexual viene a ser tratado de cualquier forma o la utilización de palabras lleva connotaciones no siempre de acuerdo con la intención semántica de quien habla. Lo que dicho en otras palabras significaría los chistes “de doble sentido” en donde hacemos referencia a situaciones sexuales o a los órganos genitales con palabras que degradan su casto significado.

¿Pero qué tiene de malo? ¿Puede llegar a convertirse en pecado un chiste rojo o verde?

Hablemos sin rodeos. Cuando en los chistes se banalizan o se ridiculizan las diversas realidades del hombre como pueden ser su componente sexual, o su realidad íntima como la de la relación sexual, estamos rebajando la dignidad misma del hombre y de la mujer. Estamos por tanto faltando a la caridad. El respeto que nos merece la dignidad del hombre viene a ser pisoteado en aras de un gusto pasajero, por lo que se degrada el concepto de hombre y de realidad sexual, además de que poco a poco tendemos a “cosificar” esas realidades humanas.

Además, bien sabemos que esas realidades suscitan en el hombre la excitación de los sentidos, llevándolo en no pocos casos a una ocasión próxima de pecado: las imaginaciones, los deseos y los recuerdos que dejan en el alma ese tipo de chistes no son una ayuda para vivir coherentemente nuestro compromiso de cristianos en el campo de la castidad, especialmente en un mundo exacerbado por todo tipo de referentes sexuales.

Habiendo tantos y tan buenos chistes es una pena que se tenga que recurrir a ellos para poner la nota cómica en una conversación. Son señales de vacío mental, de falta de recursos o de una concepción inadecuada en la visión de la sexualidad. Rojos, verdes o a “luci rosse”, esos chistes deben ser evitados por quien se profese como buen católico y en la medida de lo posible evitar su propagación. 

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 1 DE MARZO DEL 2021



 Lecturas de hoy Lunes de la 2ª semana de Cuaresma

Hoy, lunes, 1 de marzo de 2021



Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel (9,4b-10):

¡AY, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos!

Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.

Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti.

Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.

Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.


Palabra de Dios




Salmo

Sal 78,8.9.11.13


R/. Señor, no nos trates

como merecen nuestros pecados


V/. No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;

que tu compasión nos alcance pronto,

pues estamos agotados. R/.


V/. Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,

por el honor de tu nombre;

líbranos y perdona nuestros pecados

a causa de tu nombre. R/.


V/. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:

con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.


V/. Nosotros, pueblo, ovejas de tu rebaño,

te daremos gracias siempre,

cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,36-38):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».


Palabra del Señor




«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo»

Fr. Zacharias MATTAM SDB

(Bangalore, India)


Hoy, ¿cómo debe actuar un cristiano ante sus hermanos y hermanas? Pues mostrando hacia ellos la misma misericordia y amabilidad del Padre celestial: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo» (Lc 6,36). Jesús dijo, «Yo no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo» (Jn 12,47). Jesucristo ni siquiera juzgó a sus propios verdugos. Al contrario, Él pensó bien de ellos excusándolos y rezando por ellos: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Como discípulos suyos, estamos invitados a ser como el Maestro.

Jesús dice en el Evangelio de Mateo: «No juzguéis para no ser juzgados. ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo?» (Mt 7,1.3). La viga es el “no-amor”, el “orgullo” y el “resentimiento” en nuestro corazón. Estos vicios son como una viga que nos impide considerar la falta de nuestro hermano desde su propia perspectiva, lo cual es más serio que la misma falta (a fin de cuentas, ¡una mota!), y por tanto aquellas actitudes son lo que debiera ser removido en primer lugar. Sólo con el amor podemos realmente corregir al otro, teniendo en cuenta que «el amor todo lo excusa» (1Cor 13,7).

Cuando Cristo dice «no juzguéis» no está prohibiendo el ejercicio de nuestra capacidad de discernimiento, ni tampoco se dice que tengamos que aprobar todo lo que hace nuestro hermano. Lo que Él prohíbe es atribuir una intención mala a la persona que actúa de esa manera. Solamente Dios conoce qué hay en el corazón de la persona. «El hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón» (1Sam 16,7). Por tanto, juzgar es una prerrogativa de Dios, prerrogativa que nosotros le usurpamos cuando juzgamos a nuestro hermano.

Lo importante en el Cristianismo es el amor: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Este amor es derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo (cf. Rom 5,5). En la Eucaristía, Cristo nos entrega Su Corazón como un don y así nosotros podemos amar a cada uno con Su Corazón y ser misericordiosos tal como el Padre del Cielo es misericordioso. 

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