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domingo, 22 de enero de 2023
domingo, 15 de enero de 2023
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 15 DE ENERO DE 2023
Domingo 2 (A) del tiempo ordinario
Domingo 15 de enero de 2023
1ª Lectura (Is 49,3.5-6): Me dijo el Señor: «Tu eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré». Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza: «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Salmo responsorial: 39
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios, entonces yo digo: «Aquí estoy».
«-Como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas».
He proclamado tu justicia ante la gran asamblea; no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
2ª Lectura (1Cor 1,1-3): Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: a vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Versículo antes del Evangelio (Jn 1,14a.12a): Aleluya. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. A cuantos le recibieron les dio poder de ser hechos hijos de Dios. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): En aquel tiempo, vio Juan venir Jesús y dijo: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».
«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro
(Cunit, Tarragona, España)
Hoy hemos escuchado a Juan que, al ver a Jesús, dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). ¿Qué debieron pensar aquellas gentes? Y, ¿qué entendemos nosotros? En la celebración de la Eucaristía todos rezamos: «Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros / danos la paz». Y el sacerdote invita a los fieles a la Comunión diciendo: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo...».
No dudemos de que, cuando Juan dijo «he ahí el Cordero de Dios», todos entendieron qué quería decir, ya que el “cordero” es una metáfora de carácter mesiánico que habían usado los profetas, principalmente Isaías, y que era bien conocida por todos los buenos israelitas.
Por otro lado, el cordero es el animalito que los israelitas sacrifican para rememorar la pascua, la liberación de la esclavitud de Egipto. La cena pascual consiste en comer un cordero.
Y aun los Apóstoles y los padres de la Iglesia dicen que el cordero es signo de pureza, simplicidad, bondad, mansedumbre, inocencia... y Cristo es la Pureza, la Simplicidad, la Bondad, la Mansedumbre, la Inocencia. San Pedro dirá: «Habéis sido rescatados (...) con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo» (1Pe 1,18.19). Y san Juan, en el Apocalipsis, emplea hasta treinta veces el término “cordero” para designar a Jesucristo.
Cristo es el cordero que quita el pecado del mundo, que ha sido inmolado para darnos la gracia. Luchemos para vivir siempre en gracia, luchemos contra el pecado, aborrezcámoslo. La belleza del alma en gracia es tan grande que ningún tesoro se le puede comparar. Nos hace agradables a Dios y dignos de ser amados. Por eso, en el “Gloria” de la Misa se habla de la paz que es propia de los hombres que ama el Señor, de los que están en gracia.
San Juan Pablo II, urgiéndonos a vivir en la gracia que el Cordero nos ha ganado, nos dice: «Comprometeos a vivir en gracia. Jesús ha nacido en Belén precisamente para eso (...). vivir en gracia es la dignidad suprema, es la alegría inefable, es garantía de paz, es un ideal maravilloso».
¿CUALQUIER VINO SE PUEDE CONVERTIR EN LA SANGRE DE CRISTO?
¿Cualquier vino se puede convertir en la Sangre de Cristo?
Los estándares del vino han cambiado con el paso del tiempo, estas son las características que tiene el vino de consagrar.
En las comunidades parroquiales puede surgir esta duda, y es importante destacar que no cualquier vino se puede convertir en la Sangre de Cristo, únicamente los que son vinos para consagrar.
Aunque puedan ser ampliamente conocidos por los sacerdotes, no todos los fieles saben lo que representa su elaboración.
¿Qué vino se usa hoy?
El Misal Romano señala que el “vino para la celebración eucarística debe ser ‘del producto de la vid’ (cfr. Lc 22, 18), natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas”.
“Ordinariamente la misión de certificar el vino así como las botellas, y de asegurarse que cumplan con las normas de la Santa Sede y que puedan ser utilizadas por los sacerdotes para la celebración de la Eucaristía, recae en la Diócesis donde se produce y por lo general lo hace el Obispo. Aunque quién debe aprobar las características del vino idóneo es la conferencia episcopal de cada país.
Actualmente, en México se encuentran vinos de la casa Domecq”, certificados por la CEM y obispos residenciales.
“Ahora bien, aunque además de la firma vitivinícola arriba mencionada hay otras que ofrecen vino con semejantes características, mencionadas como requisitos para el vino que se usa en la celebración de la misa, la ‘responsabilidad litúrgica’ recae sobre quien lo certifica o en última instancia sobre el sacerdote que lo usa, tomando en cuenta que, para quien sepa distinguir, en general un vino de cepa no mezclado puede cumplir con las características antes mencionadas”, explicó el padre Jesús María Sánchez Montejano, especialista en liturgia de la Arquidiócesis de México.
Origen del vino de consagrar
Para el mundo cristiano, el primer milagro obrado por Cristo corresponde a la transformación del agua en vino en las Bodas de Caná; y en la Última Cena, Jesús pasa una copa de vino a los doce apóstoles y en ese momento instituye la Eucaristía, sella la Nueva Alianza y promete no beber del vino de la vid hasta que sus discípulos beban con Él, el vino nuevo del Reino del Padre.
“La utilización del vino en la Eucaristía se origina en el relato de la Última Cena del Señor, que se encuentra en los evangelios, donde el Señor Jesucristo celebró la cena pascual compartiendo como lo hacen los judíos, el pan y el vino con sus discípulos, como signo del compromiso que él hacía de entregar su vida, su Cuerpo y su Sangre, en la cruz, para el perdón de los pecados y la salvación”, explicó el padre Sánchez Montejano.
El fermentado de uva ya ocupaba un lugar importante en el esquema moral del Antiguo Testamento, prohibiendo su consumo en ciertas circunstancias y celebrando con él notables acontecimientos.
La conmemoración cristiana del Santo Sacrificio a lo largo de los siglos mantuvo sin variaciones la obligatoriedad de utilizar el vino y el pan ácimo. Con los años, las regiones vitivinícolas tuvieron un auge económico importante y comenzaron a existir condiciones cada más expresas sobre la elaboración del vino para Consagrar.
Una de ellas, es legendaria: los campos en donde habrían de ser sembradas las uvas debían ser bendecidos; para la vendimia sólo podrían ser cosechadas las vides por manos de niños o jóvenes vírgenes y, finalmente, cuando el mosto reposaba para su fermentación, un diácono debía velar los toneles cantando salmos sin cesar.
Esta leyenda es semejante a la que dice que sólo los diáconos podían lavar los lienzos del altar y que debía entonar salmos mientras éstos se secaban al sol.
Comercio y competencia
La aparición del sistema feudal y, posteriormente, del libre comercio, conllevó a generar nuevas reglas entorno al vino aprobado para ser utilizado en la Misa. La primera fue en relación a que sólo el obispo de la tierra en donde se cultivara la vid y se elaborara el vino tenía capacidad de otorgarle su venia para que éste fuera utilizado en la celebración.
El sello episcopal que aprobaba el vino sirvió para controlar que los sacerdotes usaran el vino de un lugar particular y que los monasterios pidieran al obispo que aprobara el vino que se elaboraba dentro sus muros. Finalmente, el comercio y tráfico de toneles de vino de Consagrar entre regiones distintas también era estrechamente vigilado por las autoridades eclesiásticas.
El avance del vino
El avance científico, principalmente en la química orgánica, contagió a especialistas y a miembros de la Iglesia para que se analizaran las propiedades moleculares y dinámicas de los vinos que la Iglesia Católica utiliza en la consagración.
Uno de los primeros registros de estos análisis en México, sucedió en los albores del siglo XX, en las navidades de 1903, un cargamento de varios barriles de vino procedentes de España llegó a México, el nombre del licor era “Vino Virgen Superior Especial para Consagrar” y parecía que podía ser usado en Misa; sin embargo, para evitar suspicacias se mandó a analizar.
Posteriormente, el Arzobispo de México, Mons. José Mora y del Río mandó analizar los vinos “Santo Tomás” y “Angélico” y el 15 de junio de 1909, publicó su autorización para que ambos pudieran ser utilizados para la Eucaristía.
La Iglesia no dejó en manos de improvisados el estudio de los vinos, uno de los primeros analistas fue el ingeniero químico José D. Morales, catedrático de Farmacia de la Escuela Nacional de Medicina y miembro del Consejo Superior de Salubridad; incluso, se preferían los laboratorios extranjeros como el Texas Testing Laboratory de San Antonio para hacer los estudios.
Constantemente, las gacetas diocesanas publicaban en sus páginas desplegados de las casas vitivinícolas con los vinos que contaban con autorización eclesiástica.
La importancia del vino de consagrar no sólo para su fin último sino para el comercio nacional e internacional quedó revelado durante la Segunda Guerra Mundial. En 1941, en medio de la etapa más cruda del enfrentamiento bélico, el presidente del Catholic Supply Company (Compañía Abastecedora Católica) en Nueva Orleans escribió a los obispos de México para “advertirles” de los riesgos de la guerra en la compra y traslado de vino de Consagrar y les “invita” a adquirir sus vinos antes de que cierren los puertos a la navegación comercial como en California, España y Portugal. El comerciante amaga: “hay vino para todo 1942 mientras no haya cambios pues la amenaza de la guerra podría anular esta oportunidad”.
Al inicio de la guerra, en 1939, un cargamento de vino para Consagrar llegó desde Burdeaux, Francia, supuestamente autorizado y comenzó a distribuirse por todo el territorio nacional. El Arzobispo de México solicitó la aprobación episcopal del vino al Arzobispo de Burdeaux y éste respondió “esta Arquidiócesis no garantiza que el vino en cuestión cuente con los requisitos para la celebración”. Al parecer se trató de otro intento de abuso ante el miedo y desconcierto por el conflicto bélico y la invasión nazi a Francia.
La empresas importadoras de artículos religiosos (incluidos vinos en toneles provenientes de Europa) tuvieron un gran auge en esta época aunque no siempre era sencillo obtener el plácet de un obispo para validar el vino para la Consagración.
El caso del Valle de Santo Tomás
El Archivo Histórico de la Arquidiócesis de México resguarda un amplio pasaje sobre la importancia que le daban los obispos al vino a utilizar en la Consagración dentro de sus diócesis. El caso del vino “Gemini Vitis” que comercializado en la ciudad de México, embotellado en Guadalajara y elaborado en Ensenada, Baja California levantó sospechas del Primado de México sobre la calidad del vino y designó en 1956 al P. Luis Reynoso Cervantes a revisar cuidadosamente el proceso e informar a la Arquidiócesis sobre sus resultados.
El P. Reynoso fue hasta Valle de Santo Tomás, en Baja California, y allí se entrevistó con los administradores y productores del vino, les hizo firmar una declaración juramentada sobre cómo se realiza el vino para Consagrar. Corroboró que el vino se realizara según lo especificado por la Sagrada Congregación para el Culto Divino de Roma. La uva, de tipo moscatel, era celosamente vigilada desde el viñedo hasta su reposo en barricas. En la vendimia se supervisaba la pureza de la vid, en el proceso de secado y trituración se vigilaba que no fuera contaminada con sustancias ajenas a la uva; la fermentación se hacía según los cánones vitivinícolas para que el azúcar del fruto se degradara en el justo grado de alcohol, el cocimiento al fuego y reposo y refrigeración por un año eran labores impecables; según documentó el sacerdote, los religiosos franciscanos de la localidad resguardaban las llaves de las barricas en añejamiento para evitar que se les mezclaran sustancias ajenas.
Con muestras de las barricas, el padre Reynoso hizo peritajes químicos en la Universidad de Loyola, en Los Ángeles, EU. Pero, como el vino se embotellaba en Guadalajara, siguió su investigación.
En Guadalajara, el Cardenal José Garibi Rivera otorgaba el sello episcopal a las botellas de vino de consagrar desde 1953; la cancillería tapatía daba ‘contados’ los sellos para las botellas del vino. La inspección del P. Reynoso dio por terminado la sospecha del vino “Gemini Vitis” y, de paso, corroboró que los vinos “Episcopal” y “Misión de Santo Tomás” aprobados por el obispo local, provenía de las mismas barricas y por ello, también era lícito su uso en la Santa Misa.
El P. Soto y su aguardiente de uva
José Hidalgo Tagores en su “Tratado de enología” detalla el proceso de producción de los vinos de Misa: la fermentación se realiza en cubas de gran capacidad de 11 mil litros. Una vez fermentado el vino es trasegado a cubas de 6 mil litros de roble para su envejecimiento; la ‘crianza’ se realiza en estas cubas de 6 meses a 1 año. Las uvas que con frecuencia se utilizan para este vino son: tipo salvador, feherszago, malvasía, carignane y moscatel.
El proceso es, largo y en ocasiones costoso, por ello en 1965 el P. José Raúl Soto (Misionero del Espíritu Santo y reconocido químico quien llevó estudios de vinos como el de las Bodegas de Lourdes, San Juan del Río en 1961) propuso algunas ‘mejoras’ al proceso de elaboración que consistían en “añadir colorante artificial al vino” y la creación de un vino a partir de aguardiente puro de uva destilado al 80 por ciento y rebajado con agua al 55 por ciento. El estudio presentado al Arzobispo de México es impecable en su análisis científico pero no prosperó su iniciativa. La intención del P. Soto era facilitar la elaboración, traslado, conservación del vino y una notable reducción de precio del producto.
¿Cuáles son las normas de un vino idóneo para la Consagración?
La investigación del vino del Valle de Santo Tomás (Baja California) de 1956 enumera los requisitos de un buen vino para el Santo Oficio:
–Grado Alcohólico. Su valor debe ser de entre 7 y 16% de alcohol, pues ninguna uva fermentada naturalmente puede generar menor ni mayor cantidad de alcohol.
–Un vino natural (seco) tiene ente 17 y 25 gramos por litro. Un vino dulce hasta 250gr/lt.
– Entre 1.5 y 4.4 gr/lt.
–Entre 4 y 10 gr/lt.
–No mayores a 2 gr/lt.
–Acidez total. Entre 5 y 9 gr/lt.
–Acidez volátil. No menor a 1.2 gr/lt. Más ácido es un vino ‘enfermo’.
–Ácido tartárico libre. Entre 0.00 y 0.105 gr/lt.
–Sin ninguna azúcar añadida. Su valor debe ser igual a cero.
–Sin conservadores presentes.
–Los adquiridos naturalmente.
El estudio químico sugiere un estudio para descartar adición de arrope (aguamiel) o adición de alcohol de otras fuentes.
domingo, 8 de enero de 2023
PAPA FRANCISCO: EL BAUTISMO DE JESÚS REVELA CÓMO ES REALMENTE LA JUSTICIA DE DIOS
Papa Francisco: El Bautismo de Jesús revela cómo es realmente la justicia de Dios
Por Walter Sánchez Silva
El Papa Francisco resaltó que el Bautismo del Señor, que la Iglesia celebra este domingo, muestra cómo es realmente la justicia de Dios.
Antes del rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, con miles de fieles presentes, el Santo Padre señaló que en el Bautismo que Juan confiere a Jesús en el río Jordán, Cristo le dice: “’Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos toda justicia’. Cumplir toda justicia: ¿Qué quiere decir?”.
El Papa Francisco explicó que “haciendo que Juan le bautice, Jesús nos desvela la justicia de Dios, que Él ha venido a traer al mundo”.
“Muchas veces tenemos una idea limitada de la justicia, y pensamos que significa: el que se equivoca, paga, y así repara el mal que ha hecho. Pero la justicia de Dios, como enseña la Escritura, es mucho más grande: no tiene como fin la condena del culpable, sino su salvación y su regeneración, el hacerlo justo”.
El Santo Padre destacó, además, que “es una justicia que proviene del amor, de esas entrañas de compasión y misericordia que son el corazón mismo de Dios, Padre que se conmueve cuando estamos oprimidos por el mal y caemos bajo el peso de los pecados y de las fragilidades”.
“Y entonces comprendemos que, en la orilla del Jordán, Jesús nos revela el sentido de su misión: Él ha venido para llevar a cabo la justicia divina, que es salvar a los pecadores; ha venido para tomar sobre sus hombros el pecado del mundo y descender a las aguas del abismo, de la muerte, con el fin de recuperarnos e impedir que nos ahoguemos”.
El Santo Padre recordó luego lo dicho por Benedicto XVI el 13 de enero de 2008 en una homilía: “Dios ha querido salvarnos yendo Él mismo hasta el fondo del abismo de la muerte, con el fin de que todo hombre, incluso el que ha caído tan bajo que ya no ve el cielo, pueda encontrar la mano de Dios a la cual asirse a fin de subir desde las tinieblas y volver a ver la luz para la que ha sido creado”.
Siguiendo con su reflexión, el Papa Francisco dijo a los presentes que “también nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ejercitar de este modo la justicia en las relaciones con los demás, en la Iglesia, en la sociedad”.
Es decir, “no con la dureza de quien juzga y condena dividiendo las personas en buenas y malas, sino con la misericordia de quien acoge compartiendo las heridas y las fragilidades de las hermanas y de los hermanos para levantarlos”.
“Quisiera decirlo así: no dividiendo, sino compartiendo. No dividir, sino compartir. Hagamos como Jesús: compartamos, llevemos los pesos los unos de los otros, mirémonos con compasión, ayudémonos mutuamente”.
Para concluir, el Santo Padre animó a preguntarse: “¿yo soy una persona que divide o que comparte? No caigamos en el chisme que daña, que mata a la sociedad, que mata la fraternidad”.
“Y ahora recemos a la Virgen, que dio a la luz a Jesús sumergiéndolo en nuestra fragilidad para que recuperásemos la vida”, finalizó.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 8 DE ENERO DE 2023 - EL BAUTISMO DEL SEÑOR
El Bautismo del Señor (A)
Domingo 8 de enero de 2023
1ª Lectura (Is 42,1-4.6-7): Esto dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
»Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Salmo responsorial: 28
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!». El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.
2ª Lectura (Hch 10,34-38): En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
»Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
Versículo antes del Evangelio (Cf. Mc 1,11): Aleluya. Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía: ‘Éste es mi Hijo amado; escuchadlo’. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús vino de Galilea al Jordán donde estaba Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?». Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre Él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco».
«Jesús vino de Galilea al Jordán donde estaba Juan, para ser bautizado»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy contemplamos al Mesías —el Ungido— en el Jordán «para ser bautizado» (Mt 3,13) por Juan. Y vemos a Jesucristo como señalado por la presencia en forma visible del Espíritu Santo y, en forma audible, del Padre, el cual declara de Jesús: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3,17). He aquí un motivo maravilloso y, a la vez, motivador para vivir una vida: ser sujeto y objeto de la complacencia del Padre celestial. ¡Complacer al Padre!
De alguna manera ya lo pedimos en la oración colecta de la misa de hoy: «Dios todopoderoso y eterno (...), concede a tus hijos adoptivos, nacidos del agua y del Espíritu Santo, llevar siempre una vida que te sea grata». Dios, que es Padre infinitamente bueno, siempre nos “quiere bien”. Pero, ¿ya se lo permitimos?; ¿somos dignos de esta benevolencia divina?; ¿correspondemos a esta benevolencia?
Para ser dignos de la benevolencia y complacencia divina, Cristo ha otorgado a las aguas fuerza regeneradora y purificadora, de tal manera que cuando somos bautizados empezamos a ser verdaderamente hijos de Dios. «Quizá habrá alguien que pregunte: ‘¿Por qué quiso bautizarse, si era santo?’. ¡Escúchame! Cristo se bautiza no para que las aguas lo santifiquen, sino para santificarlas Él» (San Máximo de Turín).
Todo esto —inmerecidamente— nos sitúa como en un plano de connaturalidad con la divinidad. Pero no nos basta a nosotros con esta primera regeneración: necesitamos revivir de alguna manera el Bautismo por medio de una especie de continuo “segundo bautismo”, que es la conversión. Paralelamente al primer Misterio de la Luz del Rosario —el Bautismo del Señor en el Jordán— nos conviene contemplar el ejemplo de María en el cuarto de los Misterios de Gozo: la Purificación. Ella, Inmaculada, virgen pura, no tiene inconveniente en someterse al proceso de purificación. Nosotros le imploramos la sencillez, la sinceridad y la humildad que nos permitirán vivir de manera constante nuestra purificación a modo de “segundo bautismo”.
domingo, 1 de enero de 2023
MARÍA, MADRE DE DIOS - 1 DE ENERO
1 DE ENERO
María, escogida para ser la “Theotokos”, vocablo griego que significa “La que ha engendrado a Dios”.
San Juan Pablo II señaló que la maternidad de María “no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana”. Además, “una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra”, enfatizó San Juan Pablo II.
María, madre de Dios, es también y por consecuencia Madre de La Iglesia. Jesús mismo nos ha dado a María, su madre, para nuestro consuelo y socorro, para que la amemos y acojamos como madre nuestra. ¿Cómo no podríamos aceptar este gran regalo, viniendo del corazón de Jesús?
Que este año y siempre, sepamos ver en María la auténtica madre de Dios y madre nuestra, y con confianza nos dejemos sostener como niños en sus manos para aprender a caminar en el camino de la fe.