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jueves, 29 de agosto de 2013
miércoles, 28 de agosto de 2013
PENSAMIENTO MARIANO 14
PENSAMIENTO MARIANO
Si ustedes desean asistir a la Sagrada Misa con devoción y obtener frutos, piensen en la Madre Dolorosa al pie del Calvario.
San Pío de Pieltrecina
TODAS LAS FIESTAS DE LA VIRGEN MARÍA SON GRANDES.
TODAS LAS FIESTAS DE LA VIRGEN MARÍA SON GRANDES.
San Josemaría Escrivá de Balaguer
Madre de Dios, Madre nuestra
Todas las fiestas de Nuestra Señora son grandes, porque constituyen ocasiones que la Iglesia nos brinda para demostrar con hechos nuestro amor a Santa María. Pero si tuviera que escoger una, entre esas festividades, prefiero la de hoy: la Maternidad divina de la Santísima Virgen.
Esta celebración nos lleva a considerar algunos de los misterios centrales de nuestra fe: a meditar en la Encarnación del Verbo, obra de las tres Personas de la Trinidad Santísima. María, Hija de Dios Padre, por la Encarnación del Señor en sus entrañas inmaculadas es Esposa de Dios Espíritu Santo y Madre de Dios Hijo.
Cuando la Virgen respondió que sí, libremente, a aquellos designios que el Creador le revelaba, el Verbo divino asumió la naturaleza humana: el alma racional y el cuerpo formado en el seno purísimo de María. La naturaleza divina y la humana se unían en una única Persona: Jesucristo, verdadero Dios y, desde entonces, verdadero Hombre; Unigénito eterno del Padre y, a partir de aquel momento, como Hombre, hijo verdadero de María: por eso Nuestra Señora es Madre del Verbo encarnado, de la segunda Persona de la Santísima Trinidad que ha unido a sí para siempre —sin confusión— la naturaleza humana. Podemos decir bien alto a la Virgen Santa, como la mejor alabanza, esas palabras que expresan su más alta dignidad: Madre de Dios.
PENSAMIENTO MARIANO 13
PENSAMIENTO MARIANO
Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la estrella del Mar: ¡invoca a María!.
San Bernardo
lunes, 26 de agosto de 2013
PENSAMIENTO MARIANO 12
PENSAMIENTO MARIANO
Se ha dicho que su brillo eclipsa el de todos los santos, así como el sol, al aparecer la aurora, hace desaparecer las estrellas. ¡Dios mío, cuán extraño es esto! ¡Una Madre que ofusca la gloria de sus hijos! Yo pienso todo lo contrario; creo que aumentará, pero en mucho, el esplendor de los escogidos... ¡La Virgen María! ¡Cuán sencilla me parece debió ser su vida.
Santa Teresa del Niño Jesús
IMITAR A MARÍA, IMITAR A JESUCRISTO
Imitar a María, imitar a Jesucristo
Jesucristo está con nosotros. No sólo se ha hecho nuestro modelo para enseñarnos el camino que lleva a la vida, sino que, además, se ha convertido en nuestro alimento, para comunicarnos su fuerza infinita a fin de que podamos caminar tras sus huellas. Además, está en nosotros por la fe, para orar y obrar con nosotros. Por otra parte, ha confiado especialmente a María, porque Ella es madre, la misión de dirigir nuestra educación cristiana, como le dirigió a Él durante su infancia, para elevarnos, así, a la altura de nuestra vocación.
María se esfuerza constantemente en revestirnos de la semejanza de Jesús, procurando que nos identifiquemos con sus pensamientos y sentimientos, para que sea una realidad en nosotros el nombre de cristiano, es decir, discípulo e imitador de Jesucristo. Para ello se sirve de dos medios.
El primer medio de que se sirve María es la voz dulce y poderosa de sus ejemplos. Su vida es una predicación sencilla, elocuente y al alcance de todos. Desde ese punto de vista, después de la santa humanidad del Salvador es el don más preciado que hemos recibido del cielo.
Todas las dificultades desaparecen en presencia de María. Retrato fiel de su hijo, ha reproducido exactamente todas sus virtudes y sentimientos. De esa manera vemos cómo alcanza la semejanza divina una simple criatura, hija de Adán como nosotros, exenta, eso sí, de la mancha original y de sus horribles consecuencias, pero que, aun siendo más privilegiada y perfecta, no es de naturaleza distinta de la nuestra. Así pues, si Ella, que es pura criatura, ha podido, en grado tan inefable y sublime, hacerse conforme a Jesucristo y modelo de todos los elegidos, también nosotros lo podremos, en una medida adecuada a nuestra debilidad, con tal de que queramos ser fieles.
Por tanto, María se nos presenta como la copia del divino modelo, copia que debemos reproducir en nosotros mismos. De ahí se deduce que el mejor medio de imitar a Jesús es esforzarse por imitar a María, y que sólo se parecerá al hijo el que se parezca a la madre. Por consiguiente, sólo se salvará quien haya imitado a María en la medida de la perfección querida por la justicia divina. Así se comprende lo fácil que resulta para el hombre de buena voluntad la imitación de Jesucristo. Efectivamente, caminando tras las huellas de María, realiza en sí mismo la semejanza con el Salvador.
El segundo medio que emplea María para llevarnos a la vida de Jesucristo conforme a la voluntad del Padre eterno es su mediación. La Iglesia, los Santos Padres y toda la tradición nos presentan a la augusta Virgen como nuestra abogada y mediadora. Siempre se ha aplicado a Jesús el ejemplo del gran Salomón cuando, en el esplendor de su gloria y sabiduría, confió a su afortunada madre el ejercicio de la autoridad real (1 Re 2,19 ss.). Por ello los cristianos de todos los tiempos han coincidido en considerar a María su reina, su auxilio, su vida y su esperanza. Pero hay un detalle que a veces pasa inadvertido y que, sin embargo, se debe subrayar, y es que esta mediación es necesaria para la salvación; no en el mismo grado ni el mismo rango que la de Jesucristo, pero sí de un modo real, porque la Providencia así lo ha dispuesto.
POR VENERARTE TANTO, VIRGEN MARÍA
Por venerarte tanto, Virgen María
Rafael Ángel Marañón
Por venerarte tanto soporto las censuras
De gentes ignorantes. Con su reprobación
Me tachan de excesivo, me angustian de estrechuras
Desprecian mis esfuerzos, burlan mi devoción.
Prefieren que el ingenio se gaste en las minucias
De amores, que son solo falacia y sensación.
La fe para ellos nada supone en sus argucias,
Ni captan en mi alma el gozo y la emoción.
Pensando en la indulgencia que tu calor procura,
Me gozo en ti, María, con toda la creación.
Entiendo que tú fuiste ejemplo de criatura
Y madre insuperable en gozo y bendición.
El halo que destilas se torna resplandor;
De tu aura inmaculada brota la luz divina
Que Dios quiso donarte, para nimbo de honor
Y hacia la luz de Cristo segura me encamina.
Pensando en ti me siento pleno de amor y gozo.
Las fuentes cristalinas pierden su transparencia
Si tú no las endulzas y enjugas mi sollozo
Llevándome hasta Cristo con paz luz y paciencia.
domingo, 25 de agosto de 2013
MARÍA, MADRE DEL SILENCIO
María, madre del silencio
J. M. Márquez
Madre de nuestro silencio,
tesoro de calma y serenidad,
te amamos por tu rostro lleno de luz,
por tu mirada llena de ternura,
por lo profundo de tus palabras silenciosas,
por tu transparente disponibilidad.
Que en nuestras tareas cotidianas
nos abras a lo profundo de las cosas que no se ven,
nos ilumines con tu luz transparente,
nos ensanches el corazón con el amor
y la verdad de lo que es importante,
nos contagies tu disponibilidad
ante las sorpresas de Dios.
Madre del silencio,
enséñanos a callar...
enséñanos a contemplar...
SEÑOR, ACEPTA MI ORACIÓN EN MEDIO DE MIS PRISAS
Señor acepta mi oración en medio de mis prisas
Estoy viviendo muy de prisa, Señor, no me detengo en nada, las circunstancias me van viviendo y no vivo yo las circunstancias.
Paso de una actividad a otra.
Dicen que esto es el mal del siglo, pero no me gusta, Señor, ir tan de prisa.
Los días y las noches pasan presurosas y creo que dejo de hacer cosas muy bellas.
Mi vida se desliza vertiginosa; quiero detenerme y ver una puesta de sol que tiñe de rojo el agua de la laguna, o las nubes sobre las montañas, quiero encontrar tiempo para visitar a un enfermo; dame tiempo para leer.
Pero sigo repitiendo; “no tengo tiempo”.
Cuando veo el reloj y son ya las once de la noche, analizo: corrí, corrí como todos los mortales.
Dejo de disfrutar, de saborear las miradas tiernas de los niños, de observar los pétalos finos de una rosa.
No tengo tiempo de detenerme a ver los parques, la belleza de las flores, el ruido de las fuentes y el trino de los pájaros, junto con los niños que corretean, hacen todo un poema.
Dame fuerza, Señor, para detener mi carrera.
Quiero sentir la paz para darla a mis hermanos de peregrinar, que, como yo, corren.
Dejamos lo trascendental por lo transitorio.
En todos los rostros se observa un duro rictus de velocidad que lo va desfigurando.
Dame, Señor, serenidad para vivir, calma para detenerme y poder amar a todos.
Sin prisas, sin velocidad, sin atropellamiento.
Te ofrezco mi jornada de hoy, Señor, llénala tu de tu amor, para poder darlo a los demás.
Amén
viernes, 23 de agosto de 2013
BAJO EL AMPARO DE LA VIRGEN MARÍA
Bajo el amparo de María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
Una característica de las madres son los cuidados amorosos, por eso se dice comúnmente: Se quitan el pan de sus bocas para dárselos a sus hijos.
Las lecciones del amor materno se aprenden en el libro de la vida, allí encontramos páginas enteras en donde se narran hechos inconcebibles a simple vista, y que detenidamente estudiados se entienden, cuando se leen en clave de amor.
María en su condición de Madre de Dios está adornada de unos privilegios, que le hacen ser la “omnipotencia suplicante”, y en su condición de Madre de la Iglesia, Madre de todos y de cada uno de los hombres, bien porque de hecho pertenecemos bien porque de derecho están llamados a su pertenencia, tiene un cuidado amoroso sobre los hombres, sus hijos. Nadie se escapa de la suavísima influencia de María, quien consciente de su condición de Madre desde que al pie de la cruz Cristo públicamente le confía este cuidado, cumple con toda fidelidad su misión.
A una madre se le puede confiar a nuestra Madre María todo aquello que nos preocupa, y que no siempre comprendemos. Todo lo que pongamos bajo su cuidado sabemos que está a salvo, no hay refugio más seguro. En el corazón de la Madre cabe todo lo que afecta al hijo, por muy pequeño y sin sentido que parezca, Ella sabe darle la importancia que se merece.
De nuestro radio de acción amorosa no debe quedar excluido nada de lo que afecta al hombre, María hace suyo todo lo nuestro: Las travesuras de los niños, las inquietudes del adolescente, las dudas de los jóvenes, los problemas de los mayores, la soldad de los marginados y abandonados; la insatisfacción de los ricos, los apuros de los pobres. En el refugio del amor de nuestra Madre nos podemos todos cobijar, llevando con nosotros el bagaje de todo lo que nos preocupa.
AMOR A LA VIRGEN MARÍA
Amor a la Virgen María
Autor: Cardenal Suenes
Nuestro amor por maría puede revestir distintos grados, desde el recuerdo en los momentos difíciles para solicitar su socorro, hasta la imitación de su vida. Esta devoción arranca de su maternidad: primero Madre de Jesús y en El y con El Madre de todos los hombres y, más en concreto, de la Iglesia.
Ella es quien nos invita a participar de su misión maternal y a prolongar su obra. Quiere que penetremos en sus intenciones a fin de amar mejor a su Hijo en el prójimo. Nos pide que le sirvamos con un respeto infinito bajo las apariencias del prójimo, y que veamos siempre, como ella, a Jesús en cada hombre, aproximándonos a él no como un superior o un igual, sino como un inferior que se acerca al maestro. Quiere que amemos al prójimo con su misma delicadeza y tacto, con aquella perseverancia propia de una madre que no abandona jamás a su hijo.
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