ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Autor: Juan Pablo II
Dios te salve, María, llena eres
de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte Amén.
Oh María sin pecado concebida, ruega
por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh
María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la
llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero.
¡Bendita tú entre
todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho
maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta,
¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido
asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada
a la cruz de nuestro Salvador!
Tu corazón fue traspasado junto con
su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por
nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas
sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias
que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única
condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la
confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin
cesar a tu Divino Hijo.
Te consagramos nuestras fuerzas y
disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu
Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide
en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de
división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te
pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que
están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un
clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su
fe.
Te confiamos el apostolado de los
laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las
religiosas.
Dios te salve, María, llena eres de
gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.