domingo, 19 de abril de 2020

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN EL DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA


Homilía del Papa Francisco en el Domingo de la Divina Misericordia
Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco presidió este domingo 19 de abril la celebración de la Misa en 20º aniversario de la canonización de Santa Faustina Kowalska y de la institución del Domingo de la Divina Misericordia, que se celebra hoy.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

“El domingo pasado celebramos la resurrección del Maestro, y hoy asistimos a la resurrección del discípulo. Había transcurrido una semana, una semana que los discípulos, aun habiendo visto al Resucitado, vivieron con temor, con ‘las puertas cerradas’ (Jn 20,26), y ni siquiera lograron convencer de la resurrección a Tomás, el único ausente”.

“¿Qué hizo Jesús ante esa incredulidad temerosa? Regresó, se puso en el mismo lugar, ‘en medio’ de los discípulos, y repitió el mismo saludo: ‘Paz a vosotros’ (Jn 20,19.26). Volvió a empezar desde el principio. La resurrección del discípulo comenzó en ese momento, en esa misericordia fiel y paciente, en ese descubrimiento de que Dios no se cansa de tendernos la mano para levantarnos de nuestras caídas”.

“Él quiere que lo veamos así, no como un patrón con quien tenemos que ajustar cuentas, sino como nuestro Papá, que nos levanta siempre. En la vida avanzamos a tientas, como un niño que empieza a caminar, pero se cae; da pocos pasos y vuelve a caerse; cae y se cae una y otra vez, y el papá lo levanta de nuevo. La mano que siempre nos levanta es la misericordia. Dios sabe que sin misericordia nos quedamos tirados en el suelo, que para caminar necesitamos que vuelvan a ponernos en pie”.

“Y tú puedes objetar: ‘¡Pero yo sigo siempre cayendo!’. El Señor lo sabe y siempre está dispuesto a levantarnos. Él no quiere que pensemos continuamente en nuestras caídas, sino que lo miremos a Él, que en nuestras caídas ve a hijos a los que tiene que levantar y en nuestras miserias ve a hijos a los que tiene que amar con misericordia”.


“Hoy, en esta iglesia que se ha convertido en santuario de la misericordia en Roma, en el Domingo que veinte años atrás san Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia, acojamos con confianza este mensaje. Jesús le dijo a santa Faustina: ‘Yo soy el amor y la misericordia misma; no existe miseria que pueda medirse con mi misericordia’ (Diario, 14 septiembre 1937)”.

“En otra ocasión, la santa le dijo a Jesús, con satisfacción, que le había ofrecido toda su vida, todo lo que tenía. Pero la respuesta de Jesús la desconcertó: ‘Hija mía, no me has ofrecido lo que es realmente tuyo’. ¿Qué cosa había retenido para sí aquella santa religiosa? Jesús le dijo amablemente: ‘Hija, dame tu miseria’ (10 octubre 1937)”.

“También nosotros podemos preguntarnos: ‘¿Le he entregado mi miseria al Señor? ¿Le he mostrado mis caídas para que me levante?’. ¿O hay algo que todavía me guardo dentro? Un pecado, un remordimiento del pasado, una herida en mi interior, un rencor hacia alguien, una idea sobre una persona determinada... El Señor espera que le presentemos nuestras miserias, para hacernos descubrir su misericordia”.

“Volvamos a los discípulos. Habían abandonado al Señor durante la Pasión y se sentían culpables. Pero Jesús, cuando fue a encontrarse con ellos, no les dio largos sermones. Sabía que estaban heridos por dentro, y les mostró sus propias llagas. Tomás pudo tocarlas y descubrió lo que Jesús había sufrido por él, que lo había abandonado. En esas heridas tocó con sus propias manos la cercanía amorosa de Dios”.

“Tomás, que había llegado tarde, cuando abrazó la misericordia superó a los otros discípulos; no creyó sólo en su resurrección, sino también en el amor infinito de Dios. E hizo la confesión de fe más sencilla y hermosa: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ (v. 28). Así se realiza la resurrección del discípulo, cuando su humanidad frágil y herida entra en la de Jesús. Allí se disipan las dudas, allí Dios se convierte en mi Dios, allí volvemos a aceptarnos a nosotros mismos y a amar la propia vida.

“Queridos hermanos y hermanas: En la prueba que estamos atravesando, también nosotros, como Tomás, con nuestros temores y nuestras dudas, nos reconocemos frágiles. Necesitamos al Señor, que ve en nosotros, más allá de nuestra fragilidad, una belleza perdurable. Con Él descubrimos que somos valiosos en nuestra debilidad, nos damos cuenta de que somos como cristales hermosísimos, frágiles y preciosos al mismo tiempo”.

“Y si, como el cristal, somos transparentes ante Él, su luz, la luz de la misericordia brilla en nosotros y, por medio nuestro, en el mundo. Ese es el motivo para alegrarse, como nos dijo la Carta de Pedro, ‘alegraos de ello, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas’ (1 P 1,6)”.

“En esta fiesta de la Divina Misericordia el anuncio más hermoso se da a través del discípulo que llegó más tarde. Sólo él faltaba, Tomás, pero el Señor lo esperó. La misericordia no abandona a quien se queda atrás”.

“Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”.

“Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad”.

“Aprendamos de la primera comunidad cristiana, que se describe en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Había recibido misericordia y vivía con misericordia: ‘Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno’ (Hch 2,44-45). No es ideología, es cristianismo”.

“En esa comunidad, después de la resurrección de Jesús, sólo uno se había quedado atrás y los otros lo esperaron. Actualmente parece lo contrario: una pequeña parte de la humanidad avanzó, mientras la mayoría se quedó atrás. Y cada uno podría decir: ‘Son problemas complejos, no me toca a mí ocuparme de los necesitados, son otros los que tienen que hacerse cargo’”.

“Santa Faustina, después de haberse encontrado con Jesús, escribió: ‘En un alma que sufre debemos ver a Jesús crucificado y no un parásito y una carga… [Señor], nos ofreces la oportunidad de ejercitarnos en las obras de misericordia y nosotros nos ejercitamos en los juicios’ (Diario, 6 septiembre 1937)”.

“Pero un día, ella misma le presentó sus quejas a Jesús, porque: ser misericordiosos implica pasar por ingenuos. Le dijo: ‘Señor, a menudo abusan de mi bondad’, y Jesús le respondió: ‘No importa, hija mía, no te fijes en eso, tú sé siempre misericordiosa con todos’ (24 diciembre 1937)”.

“Con todos, no pensemos sólo en nuestros intereses, en intereses particulares. Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

“Hoy, el amor desarmado y desarmante de Jesús resucita el corazón del discípulo. Que también nosotros, como el apóstol Tomás, acojamos la misericordia, salvación del mundo, y seamos misericordiosos con el que es más débil. Sólo así reconstruiremos un mundo nuevo”.


DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA: EL PAPA FRANCISCO DICE QUE DIOS NO ABANDONA AL QUE SE QUEDA ATRÁS


Domingo de la Divina Misericordia: El Papa dice que Dios no abandona al que se queda atrás
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco aseguró este Domingo de la Divina Misericordia que “la misericordia no abandona a quien se queda atrás”.

El Santo Padre realizó esta afirmación durante la Misa que celebró este 19 de abril en la iglesia de Santo Spirito in Sassia de Roma.

En este sentido, el Pontífice hizo un llamado a no dejar a nadie atrás en la pandemia de coronavirus COVID 19 que está padeciendo el mundo. Advirtió que “ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás”.

“El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás”.

Francisco aseguró que “esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad”.

El Papa afirmó que “Dios no se cansa de tendernos la mano para levantarnos de nuestras caídas”, y puso de ejemplo el caso del apóstol Tomás.

Tomás estaba ausente cuando Jesús se apareció a los apóstoles después de resucitar, y no se creía que el Señor hubiera resucitado y se hubiera aparecido a sus amigos. “¿Qué hizo Jesús ante esa incredulidad temerosa?”, se preguntó el Papa. “Regresó, se puso en el mismo lugar, ‘en medio’ de los discípulos, y repitió el mismo saludo: ‘Paz a vosotros’. Volvió a empezar desde el principio. La resurrección del discípulo comenzó en ese momento”.

“La mano que siempre nos levanta es la misericordia”, indicó el Papa. “Dios sabe que sin misericordia nos quedamos tirados en el suelo, que para caminar necesitamos que vuelvan a ponernos en pie”.

El Pontífice continuó“Él no quiere que pensemos continuamente en nuestras caídas, sino que lo miremos a Él, que en nuestras caídas ve a hijos a los que tiene que levantar y en nuestras miserias ve a hijos a los que tiene que amar con misericordia”.

Tomás pudo tocar las llagas del Maestro “y descubrió lo que Jesús había sufrido por él, que lo había abandonado. En esas heridas tocó con sus propias manos la cercanía amorosa de Dios. Tomás, que había llegado tarde, cuando abrazó la misericordia superó a los otros discípulos; no creyó sólo en su resurrección, sino también en el amor infinito de Dios. E hizo la confesión de fe más sencilla y hermosa: ‘Señor mío y Dios mío!’. Así se realiza la resurrección del discípulo, cuando su humanidad frágil y herida entra en la de Jesús. Allí se disipan las dudas, allí Dios se convierte en mi Dios, allí volvemos a aceptarnos a nosotros mismos y a amar la propia vida”.

“En la prueba que estamos atravesando, también nosotros, como Tomás, con nuestros temores y nuestras dudas, nos reconocemos frágiles. Necesitamos al Señor, que ve en nosotros, más allá de nuestra fragilidad, una belleza perdurable. Con Él descubrimos que somos valiosos en nuestra debilidad, nos damos cuenta de que somos como cristales hermosísimos, frágiles y preciosos al mismo tiempo”.

En esta fiesta de la Divina Misericordia “el anuncio más hermoso se da a través del discípulo que llegó más tarde. Sólo él faltaba, Tomás, pero el Señor lo esperó. La misericordia no abandona a quien se queda atrás”.

“Dame tu miseria”

Por otra parte, el Papa Francisco reflexionó sobre el significado de la iglesia de Santo Spirito in Sassia en la que celebró la Misa: “Hoy, en esta iglesia que se ha convertido en santuario de la misericordia en Roma, en el Domingo que veinte años atrás san Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia, acojamos con confianza este mensaje. Jesús le dijo a santa Faustina: ‘Yo soy el amor y la misericordia misma; no existe miseria que pueda medirse con mi misericordia’”.

Subrayó que “en otra ocasión, la santa le dijo a Jesús, con satisfacción, que le había ofrecido toda su vida, todo lo que tenía. Pero la respuesta de Jesús la desconcertó: ‘Hija mía, no me has ofrecido lo que es realmente tuyo’. ¿Qué cosa había retenido para sí aquella santa religiosa? Jesús le dijo amablemente: ‘Hija, dame tu miseria’”.

Por ello, “también nosotros podemos preguntarnos: ‘¿Le he entregado mi miseria al Señor? ¿Le he mostrado mis caídas para que me levante?’. ¿O hay algo que todavía me guardo dentro? Un pecado, un remordimiento del pasado, una herida en mi interior, un rencor hacia alguien, una idea sobre una persona determinada...”.

“El Señor espera que le presentemos nuestras miserias, para hacernos descubrir su misericordia”, aseguró el Papa Francisco.








HOY 19 DE ABRIL ES LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA


Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Divina Misericordia
Redacción ACI Prensa/EWTN Noticias






Misericordia, establecida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 23 de mayo del 2000 por indicación de San Juan Pablo II, para que tenga lugar el Segundo Domingo de Pascua.

El objetivo de esta Fiesta es hacer llegar a los corazones de cada persona el mensaje de que Dios es Misericordioso y ama a todos.


“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores”, le dijo Jesús a Santa Faustina.

“Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi misericordia morirán para siempre”, le señaló Cristo a la santa en otra ocasión.

En este día los fieles pueden obtener indulgencias plenarias y con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla de la Divina Misericordia.


Fiesta de la Divina Misericordia. 
Segundo Domingo de Pascua



"La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Diario, 300)


La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742).

Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.



La escencia de la devoción
La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales:


1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor.
Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: "Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina".


2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.
"Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad".


3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona.
"Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia".


4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.
"Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio".


5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día.
"Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas".



La Santa Sede decreta día de la Divina Misericordia



Una propuesta de Santa Faustina Kowalska
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 23 de mayo del 2000 un decreto en el que se establece, por indicación de Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia».

Ya el Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros».

Sin embargo, el Papa no había escrito estas palabras, de modo que no aparecieron en la transcripción oficial de sus discursos de esa canonización.

Santa Faustina, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta. El Papa le dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia («Dives in misericordia»).

Los apóstoles de la Divina Misericordia están integrados por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la misericordia en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la divina misericordia, e invocar la misericordia de Dios hacia los pecadores. Esta familia espiritual, aprobada en 1996, por la archidiócesis de Cracovia, está presente hoy en 29 países del mundo.

El decreto vaticano aclara que la liturgia del segundo domingo de Pascua y las lecturas del breviario seguirán siendo las que ya contemplaba el misal y el rito romano

LECTURAS BIBLICAS DE HOY DOMINGO 2° DE PASCUA, 19 DE ABRIL DE 2020 - DIVINA MISERICORDIA


Lecturas de hoy Domingo 2º de Pascua - Ciclo A
Hoy, domingo, 19 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,42-47):

LOS hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.
Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.

Palabra de Dios



Salmo
Sal 117,2-4.13-15.22-24

R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.



Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9):

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un Poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.

Palabra de Dios



Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy domingo, 19 de abril de 2020
Fernando Torres cmf


Ungidos con el poder del Espíritu

      La figura de Tomás, el apóstol de la duda nos hace perder de vista al auténtico protagonista de este evangelio y de todos los evangelios de estos domingos: el Resucitado. Centrarnos en Tomás nos lleva a reflexionar una vez más sobre nuestras actitudes, sobre el peso de nuestra fe en nuestra vida. Sin embargo, eso no es lo mejor que podemos hacer durante estos domingos. Pascua no es tiempo de centrarnos en nosotros mismos sino de levantar los ojos y ver al resucitado, de dejar que su presencia y sus palabras nos lleguen al corazón. 

      Lo primero que hoy Jesús ofrece a los atemorizados discípulos es un mensaje de paz (¡qué bueno para estos tiempos de turbulencia!). El mensaje sigue siendo el mismo que Jesús había predicado cuando, caminando por los montes de Galilea les había hablado del Reino. La paz que les desea Jesús es el fruto de la presencia poderosa de Dios. Con la Resurrección de Jesús ha comenzado la nueva y definitiva etapa de la historia. El Reino ya está aquí. Si se sienten perseguidos y atemorizados, si nos sentimos nosotros de esa manera, no hay razón para ello. La paz de Dios está con nosotros. 

      Pero hay un segundo paso. Jesús no les da la paz para que se queden con ella, felices y encerrados en su casa. La paz no es un regalo que se meta en una caja fuerte, no vaya a ser que se estropee. A los que estaban atemorizados, les pide que salgan y prediquen y den testimonio de lo que han visto y oído: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. La fuerza del Espíritu de Jesús les acompaña en esa misión, que es misión universal, que no conoce fronteras, que es para todos los pueblos, razas y naciones. 

      Es importante centrar nuestra mirada en Jesús durante estos domingos de Pascua. Y sentir que Jesús nos devuelve la mirada y en el mismo viaje nos envía a ser sus testigos. Ser luz del mundo y sal de la tierra es la misión del cristiano. Y ni la luz está puesta para ser escondida ni la sal sirve para nada si se vuelve sosa. Ser cristiano es volverse a los hermanos, cercanos y lejanos, y regalarles la mirada con que nos mira Jesús. 

      La fe, la experiencia de haberse encontrado con el Resucitado, no es nunca algo que nos deje exactamente igual que antes. La fe nos transforma, nos cambia, nos obliga a salir de nosotros mismos, nos obliga a comunicar a otros lo que vivimos. La fe nos hace entrar en un dinamismo de relación que nos lleva a reconocer a los otros como hermanos y hermanas con los que compartir la experiencia de la fe, la experiencia de que el Reino ha empezado ya en Jesús y de que en él se abre una nueva esperanza para la humanidad. 



Para la reflexión

      De que haya misioneros a que la comunidad cristiana entera sea, deba ser, misionera, hay un trecho largo. ¿Qué está haciendo nuestra comunidad para comunicar la fe y la presencia del resucitado a los que, viviendo cerca de nosotros, no lo conocen? ¿De qué modo mi familia es luz y sal para nuestros vecinos y amigos? ¿Escucho la voz de Jesús resucitado que me sigue deseando la paz?

FELIZ DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA





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