Los Frutos del Espíritu Santo.
Los Frutos del Espíritu Santo son actos de exquisita virtud.
Por: Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Eventos Evangelizadores
Los Frutos del Espíritu Santo son actos de exquisita virtud.
Así como el árbol produce sus frutos, la persona que se ha ejercitado y entrenado en las virtudes y en la docilidad a las mociones del Espíritu Santo que actúan a través de los dones, produce frutos exquisitos y deleitables, que no son nada más (ni nada menos), que las virtudes actuadas por medio de los dones del Espíritu.
Por lo tanto, los actos producidos no son ya humanos ayudados por la gracia, como las virtudes, cuya ejecución se debe a la razón iluminada por la fe, sino que los frutos son actos sobrenaturales y divinos, fáciles de realizar ya para la persona, y no requieren del esfuerzo acético de las virtudes, sino de la perfección mística de la fidelidad ya corroborada en la recepción de la inspiración del Espíritu Santo a través de los dones.
Por lo que los frutos son la virtudes actuadas por lo dones de manera constante, fácil y deleitosa, a modo divino, sobrenatural o sobrehumano.
Se realizan con suavidad y dulzura.
Los dones son su causa, actuando sobre las virtudes. Los frutos son el efecto de la actuación de los dones y de la respuesta fidelísima a las inspiraciones divinas. La persona supo escuchar Su Voz.
Son contrarios totalmente a los deseos desordenados de la carne, que colocan al hombre, varón y mujer, por debajo de su dignidad (Gálatas 5, 19-21); los frutos mueven a lo que está por encima de nosotros, hacia lo más alto.
Perfeccionan y desarrollan al ser humano, sin llegar, sin embargo, a la cumbre de las bienaventuranzas, que trataremos en otro lugar más adelante.
¿Cuántos son los Frutos del Espíritu Santo?
¿Están en la Biblia?
La Biblia latina o Vulgata, traducida por San Jerónimo, menciona 12 frutos del Espíritu Santo. El texto paulino original de Gálatas 5, 22-23 menciona solamente nueve.
Santo Tomás y los Santos Padres, aducen que el Apóstol no tuvo la intención de enumerarlos todos, y mencionan también la cita de Apocalipsis, capítulo 22, versículo 2, donde el relator bíblico habla del río de la vida que produce un árbol con 12 frutos.
El río de vida del Espíritu produce sus doce frutos, que podemos dividir en:
a) En cuanto la mente y el corazón del hombre ordenados en sí mismo:
Amor, gozo y paz. Paciencia y longanimidad.
b) En cuanto la mente y el corazón del hombre ordenados respecto a las cosas y personas que están a su lado:
Bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad.
c) Respecto de las cosas inferiores, el hombre se predispone bien: en cuanto a las acciones exteriores, por medio de la modestia; y en cuanto a los deseos interiores, por medio de la continencia y de la castidad.
a) La mente humana está bien consigo misma cuando se predispone bien para los bienes y los males.
1. La primera predisposición con respecto al bien es el amor, primero de los Frutos del Espíritu Santo, como dice la carta a los Romanos 5, 5, que el amor de Dios ha sido derramado en nosotros por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
2. Al amor le sigue el gozo de estar en Dios.
3. Y la perfección del gozo es la paz, en cuanto al cese de las perturbaciones exteriores, y al aquietamiento de su corazón en Jesús, descansando en Él como en un todo.
Se calma también por lo tanto el deseo fluctuante que se posa de cosa en cosa, de persona en persona, y solo se posa en el Señor su Dios.
Por lo que nada impide disfrutar de Él.
4. Con referencia a los males, la persona se predispone bien por medio de la paciencia, para no ser perturbada por la inminencia de los males presentes.
5. Y también se predispone bien con referencia a los males, por medio de la longanimidad, no ser perturbada por la dilación en el tiempo en la consecución de los bienes deseados, pues carecer del bien tiene razón de mal.
b) Respecto de las cosas que están junto a sí, y eminentemente de sus prójimos, el hombre se dispone bien:
6. Primero, en cuanto a lo voluntad de hacer el bien, y esto corresponde a la bondad.
7. Luego en cuanto a hacer el bien a los demás, perdonándolos y ayudándolos, que es propio de la benignidad.
8. En cuanto a tolerar sin sobresaltos los males inferidos por estos mismos prójimos, está el Fruto amable del Espíritu Santo de la mansedumbre, que refrena las iras.
9. En cuanto a no hacerle daño al prójimo, no sólo con la ira, sino tampoco con el fraude y el engaño, está el Fruto deleitoso de la fidelidad.
c) En cuanto a las cosas inferiores, el hombre se predispone bien:
10. En cuanto a las acciones exteriores, por medio de la modestia, que pone moderación en los dichos y en los hechos, evitando la afectación o la chabacanería y fanfarronería en el vestir, en el hablar, en el actuar.
11. Y en cuanto a los deseos que pueden ser desordenados en el interior de la persona, actúan los Frutos vigorosos de la continencia, de quien siente las concupiscencias pero no se deja arrastrar por ellas.
12. Y también el Fruto exquisito de la castidad, que no permite que la persona casta sea arrastrada ni padezca los movimientos desordenados de la sensualidad.
Vimos los dones y frutos del Espíritu Santo en el camino de la perfección cristiana.
Corresponden a la vía iluminativa y unitiva de la misma.
En otra ocasión trataremos de las virtudes, propias de los principiantes, que las colocan (las virtudes cardinales y morales) desechando vicios; y de las bienaventuranzas, que es la coronación del camino del organismo de la vida sobrenatural en la vía unitiva, cuando a un paso de la eternidad claman estas personas para que un impulso de amor más intenso arranque su alma de esta tierra y sea llevada al encuentro del amado Jesús más allá de las cosas y del tiempo.