viernes, 16 de agosto de 2013

IMÁGENES DE MARÍA EN ORACIÓN
















































LA INTERCESIÓN DE MARÍA


Recurrir a la intercesión de María, la Reina de la paz.


María, la madre de Jesús, es la criatura que ha encarnado mejor las condiciones de la verdadera orante, por su fe, su confianza en Dios, su amor al prójimo. Ella ha conformado plenamente su vida a la voluntad de Dios. Por ello Dios escucha todas sus peticiones.

Los cristianos de todos los tiempos han recibido tantos favores de Dios por medio de la intercesión de la Virgen María, que consideran que Dios ha dispuesto que Ella sea la mediadora de todas las gracias de Jesucristo. De ello tenemos los testimonios de muchos santos, que san Alfonso M. de Ligorio recopiló en su libro El gran medio de la oración.

"Nos exhorta San Bernardo a recurrir siempre a esta divina Madre, ya que sus súplicas son siempre escuchadas por su divino Hijo. Acudamos a María(...). Lo digo sin vacilar... el Hijo oirá a su Madre. (...) Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María, porque halla todo lo que busca y jamás pueden ser frustrados sus deseos. (...) San Idelfonso, vuelto a la misma celestial Señora, le hablaba así La majestad divina ordenó que todos sus bienes pasaran por tus manos benditas. A Ti están confiados todos los tesoros divinos y todas las riquezas de las gracias. San Pedro Damián En tus manos están todos los tesoros de las misericordias de Dios. San Antonio Quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas. San Bernardino de Sena Tú eres la dispensadora de todas las gracias nuestra salvación está en tus manos. (...) Por lo demás, si es cierto que le agrada al Señor que recurramos a los santos, mucho más le ha de agradar que acudamos a la intercesión de María para que supla ella nuestra indignidad con la santidad de sus méritos".

Acogiendo toda esta tradición, el Concilio Vaticano II afirma de María "Asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62).

¿Cuántas manifestaciones han tenido lugar en Euskadi y en otras partes de España para mostrar que se quiere la paz, y no se cometan más atentados? ¿Cuántos discursos se han realizado pidiendo la paz? ¿Cuántas veces en los funerales por los que han sido asesinados, los sacerdotes y los obispos han pedido que se dejen las armas?, pero todo ello parece que no surge efecto alguno, porque ETA no deja de matar.

Han sido muchos los que han experimentado que las palabras no surten efecto en el corazón de los que han optado por la violencia y la muerte. Uno de ellos fue Pío XII. Después de la II Guerra Mundial, los cristianos de los países del Este sufrían todo tipo de vejaciones e injusticias. Viendo que nada conseguía con las palabras, no por ello perdió la esperanza, y dirigió su corazón a la Virgen María para que ella alcanzara de Dios el fin de la violencia y de la injusticia que sufrían los cristianos de los países del Este. En el jubileo mariano de 1953, Pío XII invitó a todo el pueblo cristiano para que le acompañara en su súplica a la Virgen, a fin de que, a través de Ella, Dios concediera la libertad a los cristianos que sufrían persecución en la Iglesia del silencio. En la encíclica sobre la realeza de María, Pío XII escribió "Personas injustamente perseguidas por su profesión cristiana y privadas de los derechos humanos y divinos de la libertad. Para alejar estos males de nada han valido hasta ahora ni justificadas demandas ni repetidas protestas. Que la poderosa Señora de las cosas y de los tiempos, la que sabe aplacar las violencias con su pie virginal, vuelva a estos hijos inocentes y atormentados esos ojos de misericordia".

En 1983-84, Juan Pablo II convocó un nuevo jubileo mariano, uno de los objetivos era pedir de forma especial por Rusia, que celebraba el milenario de su adhesión a Cristo. El sistema opresor del comunismo, que ha dejado un reguero de sangre de más de 100 millones de muertos, parecía que iba a señorear el mundo. A los pocos meses de finalizar el jubileo mariano, cayó el sistema comunista como si fuera un castillo de naipes. Juan Pablo II, mirando "no sólo la historia del hombre, sino también la intervención divina en las vicisitudes humanas" (TMA 17), constató "Es difícil no advertir cómo el año mariano precedió de cerca los acontecimientos de 1989. Son sucesos que sorprenden por su envergadura y especialmente por su rápido desarrollo. Los años ochenta se habían sucedido arrastrando un peligro creciente, en la estela de la guerra fría; el año 1989 trajo consigo una solución pacífica que ha tenido casi la forma de un desarrollo orgánico. Además se podía percibir cómo, en la trama de lo sucedido, operaba con premura materna la mano invisible de la Providencia ¿Acaso olvida una mujer a su hijo de pecho? (Is 49,15)" (TMA 27).

La caída del bloque comunista es un ejemplo contemporáneo de la poderosa intercesión de María en favor de la paz. La historia nos muestra como por medio de María se ha alcanzado la paz en guerras crueles y prolongadas. Esta es la experiencia del pueblo cristiano que invoca a María como Reina de la paz. ¡Cuánto más la Virgen María puede conseguir de Dios la paz para Euskadi, dado que el pueblo vasco durante siglos la ha honrado con tanto amor!

La persuasión de que Dios escuchará la oración por la paz en Euskadi se basa en que Dios se complace en quienes aman y honran a María, y el Pueblo Vasco la ha amado y honrado con entrañable ternura a lo largo de los siglos. María, pues, no abandonará ni dejará de escuchar a sus hijos e hijas, que con tanto amor la aman y la veneran, si con fe le piden que interceda ante Dios para que le sea concedido a este pueblo el don de la paz.

Como ya indicaba el bto. Francisco Palau en el siglo XIX, la razón por la cual no experimentemos la protección de María, puede deberse a nuestra falta de oración confiada en su amor y en su poderoso valimiento. Los que piden en esto mi intercesión son muchos; pero, viendo que la cosa es ardua -¡cómo si yo no pudiera cosas mayores!- piden con tales desconfianzas de si haré o no lo que me piden que por sus dudas me atan las manos y se hacen indignos de que lo haga"(LAD 4,24).

Para alcanzar la protección de María debemos recurrir a ella con una oración realizada con fe y confianza. El P. Palau afirma por boca de María "Basta que necesites una cosa y me la pidas para que te la conceda. (...) Saben (los hombres) que, cuando me piden alguna cosa necesaria para su salud, soy una madre buena que, si su demanda va acompañada con la confianza de hijos, me obligan y me fuerzan a darles lo que quieren, haciendo yo misma su voluntad. Y sin embargo prefieren morirse de hambre a pedirme pan o, si me lo piden, están allá en su corazón desconfiando y dudando de mi bondad. Animada, pues, tu de esta confianza, mira lo que de mí quieres y pídemelo"(LAD 4,24).

Dios escucha las oraciones que le presentamos por medio de la intercesión de María, pues, así "como en la tierra un buen hijo no niega a su madre ninguna gracia que sea justa y necesaria, mucho menos en el cielo negará Jesucristo a su Madre lo que le pida" (LAD 5,35).

La Iglesia a través de toda su historia ha experimentado la poderosa intercesión de María ante su Hijo. Por ello san Benardo dirá "¡Oh bienaventurada Virgen!, yo consiento en que no se hable más de vuestra misericordia si se halla uno solo que, habiéndoos invocado en sus necesidades, le hayáis faltado Vos". Porque nadie en vano ha recurrido a la Madre de misericordia sin ser escuchado.

Dado que es Dios el que destruye las guerras (cf. Jdt 16,2), los fieles han acudido a María para que interceda ante su Hijo para alcanzar del Padre el don de la paz; por ello la Iglesia en las letanías invoca a María como Reina de la paz. No dejemos de poner a María como medianera ante Dios por la paz en Euskadi. Esta oración realizada con fe, confianza y perseverancia hará posible que la paz sea una realidad.

La Virgen María no es sólo nuestra intercesora, nuestra abogada ante su Hijo, sino también la gran forjadora de almas orantes. Ella es el modelo y el camino para alcanzar la unión más perfecta y la intimidad más profunda con Dios. María es el modelo más perfecto de todas las almas que buscan la unión con Dios, porque a todos precede, y con solicitud materna colabora a que se realice esta unión.

Fuente: e-cristians.net

BAJO TU AMPARO


BAJO TU AMPARO

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita. Amén

jueves, 15 de agosto de 2013

MARÍA ESTÁ CERCA DE CADA UNO DE NOSOTROS

Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
María está cerca de cada uno de nosotros
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, está "dentro" de todos nosotros.
 
María está cerca de cada uno de nosotros
Esta poesía de María –el «Magníficat»– es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un "tejido" hecho completamente con "hilos" del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios.

Se puede ver que María, por decirlo así, "se sentía como en su casa" en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad.

María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.

Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.

Pero pienso también en el «Compendio del Catecismo de la Iglesia católica», que hemos publicado recientemente, en el que la palabra de Dios se aplica a nuestra vida, interpreta la realidad de nuestra vida, nos ayuda a entrar en el gran "templo" de la palabra de Dios, a aprender a amarla y a impregnarnos, como María, de esta palabra. Así la vida resulta luminosa y tenemos el criterio para juzgar, recibimos bondad y fuerza al mismo tiempo.

María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros.

Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios.

Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros. 

EL MAGNIFICAT


EL MAGNIFICAT

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Amen.

martes, 13 de agosto de 2013

LA MUERTE DE LA VIRGEN MARÍA Y SU ASUNCIÓN A LOS CIELOS.


LA MUERTE DE LA VIRGEN MARÍA Y SU ASUNCIÓN A LOS CIELOS.
Relato de un Santo

Un santo muy antiguo, cuenta así cómo fue la muerte de la Santísima Virgen.Ella murió de amor. Era tanto el deseo de irse al cielo donde estaba su Hijo, que este amor la hizo morir.
Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado a tantas personas tristes, y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber los apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo.

Los apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de  sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición. Fueron llegando,y con lágrimas copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían 
bendecido.

Para cada uno de ellos tuvo palabras de consuelo y de esperanza. Y luego, como quien se duerme en el más  plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos, y su alma, mil veces bendita, partió para la  eternidad. La noticia cundió por toda ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a rezar junto a su cadáver, como por la  muerte de la propia madre.

Su entierro más parecía una procesión de Pascua que un funeral. Todos  cantaban el Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían  una poderosísima protectora en el cielo, para interceder por cada uno de  los discípulos de Jesús. En el aire se sentían suavísimos aromas, y parecía escuchar cada uno  armonías de músicas suaves. Pero Tomás, Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando  arribó ya habían regresado de sepultar a la Santísima Madre. Pedro -dijo Tomás- no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un  último beso en esas manos santas que tantas veces me bendijeron.Y Pedro aceptó.

Se fueron todos hacia su santo sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir, de nuevo suavísimos  aromas en el ambiente y armoniosa música en el aire. Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen, encontraron solamente... una gran cantidad de flores muy  hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a su Madre Santísima y la había llevado al cielo. Esto es lo que llamamos la Asunción de la Virgen (cuya fiesta se celebra el 15 de agosto).

¿Y quién de nosotros, si tuviera los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia Madre?
El 1o. de noviembre de 1950 el Papa Pío XIII declaró que el hecho de que la Virgen María fuera llevada al cielo en 
cuerpo y alma es una verdad de fe que obliga a ser creída por todo católico. Antes de esta declaración habían llegado a Roma memoriales del todas las Universidades Católicas del mundo y  de todos los obispos del orbe, pidiendo que el Papa declarara Dogma de fe que María fue llevada en cuerpo y alma  al cielo.

En los 3,000 colegios de la Familia Salesiana se rezaban cada día, desde hacía muchos años, tres Gloriapatris,  por orden de San Juan Bosco, para que el Papa declarara el Dogma de la Asunción. De sólo España habían llegado a Roma ya 727,000 firmas pidiendo la declaración del dogma de la Asunción.

San Alfonso Rodríguez vio un 15 de agosto cómo fue la recepción de la Santísima Virgen en el cielo el día de su  llegada, y quedó extasiado, inmensamente emocionado.

San Esteban, Rey de Hungría, celebraba con mucha solemnidad la fiesta de la Asunción de María el 15 de agosto,  y ese día fue llevado por Dios a la eternidad.

San Juan Berchmans, y San Estanislao de Kostka, jóvenes jesuitas, deseaban ir a celebrar en el cielo la fiesta de  la Asunción. San Juan Berchmans murió el 14 de agosto, y San Estanislao en la mañana del 15, con el rosario en  la mano y pronunciando los santísimos nombres de Jesús y María, y fueron a celebrar la gran fiesta de Asunción al  cielo.

Santa Teresa dice que vio un día de la la Asunción cómo fue la llegada de la Santísima Virgen al cielo y que desde 
entonces quedó con el inmenso deseo de sufrir y trabajar con conseguirse un puesto en el paraíso.

"Que hermoso es tener una madre que no se me va a morir". (P. Ortúzar).

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA COMO REINA Y SEÑORA DE TODO LO CREADO



ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA COMO REINA Y SEÑORA DE TODO LO CREADO

Oh Dios, que escogiste a María como Hija predilecta tuya, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Tu Hijo divino, y una vez llevada al cielo en cuerpo y alma glorioso, la proclamaste Reina Universal. 

Haz que vivamos la grandeza cristiana de ser Templos de la Santísima Trinidad, por la gracia santificante y la experiencia gozosa de sentir a María como Madre y Señora, que quiere y puede siempre ayudarme.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS


Asunción de la Santísima Virgen María.
15 de Agosto


Agosto 15: Asunción de la Santísima Virgen María.
Entre las fiestas de María, la de la Asunción es la principal: en ella la Iglesia festeja el cumplimiento en María del misterio pascual: María entre todas las criaturas es la primera participante de la resurrección de Cristo e introducida ya en la gloriosa felicidad de Dios, mientras la Iglesia se desarrolla en el tiempo. Signo del destino final de todos los creyentes, y por esto ya motivo de gozosa fiesta de todos nosotros, que todavía peregrinamos en la tierra, pero también signo de la marcha de los Bienaventurados, por medio de la Madre y con Ella hacia Cristo y de Cristo hacia el Padre, en quien está toda la felicidad eterna.

Fiesta de cada uno que se ve en María, pero particularmente de la Iglesia, que en su totalidad se contempla gloriosa y llevada al cielo por Jesús. También por lo tanto fiesta del cielo. Se necesita una gran fe para transportarnos hoy a aquella verdadera e inmortal fiesta en que María nos anticipa e invita al cielo, es decir, a Dios.

Cuando el primero de Noviembre de 1950 el papa Pío XII proclamó solemnemente dogma de fe la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma al cielo, puso el sello del Espíritu Santo sobre una verdad que desde los primeros siglos del cristianismo era creída por los fieles.

Los Franciscanos se distinguieron siempre en la devoción a la Virgen y en particular a María Asunta al cielo en cuerpo y alma. Entre todos recordamos a San Antonio, Doctor evangélico, quien es también recordado como Doctor del Dogma de la Asunción y después de él las grandes lumbreras de la Orden Seráfica: San Buenaventura, el Beato Juan Duns Escoto, San Bernardino de Siena, San Leonardo de Puerto Mauricio y muchos otros, fieles seguidores del Pobrecillo, que, como San Maximiliano María Kolbe hicieron de la devoción a María la guía e inspiración de su vida religiosa y de toda su actividad.

Nosotros celebramos hoy la entrada al cielo de María, en cuerpo y alma, aquel cuerpo que fue digno de llevar a Jesús, y que en sí no tuvo ninguna mancha, ni siquiera la original, y por eso gracias al privilegio de la concepción Inmaculada no podía conocer la corrupción del sepulcro. María goza pues ya y completamente, en cuerpo y alma, de la alegría de la visión celestial, la alegría de estar nuevamente con su Hijo en medio de los coros angélicos. Y esta es una puerta de esperanza para nosotros que, viviendo en el bien, podremos llegar al cielo. La liturgia la presenta exultante: “Un gran portento apareció en el cielo: una Mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”.

= Agosto 15: Beato Claudio Granzotto. Religioso de la Primera Orden (1900‑1947). Beatificado por Juan Pablo II el 18 de noviembre de 1994.
Claudio Granzotto (Ricardo en el bautismo) nació en S. Lucia di Piave (Treviso) el 23 de agosto de 1900, hijo de Antonio Granzotto y Juana Scottà. Hasta los 17 años fue albañil, luego, durante tres años fue militar, después, por 7 años estudiante en la Academia de Bellas Artes de Venecia, donde se laureó en escultura. Desde 1939, al hacerse religioso franciscano vivió en los conventos del Véneto. Murió de un tumor cerebral la mañana de la Asunción de 1947, en el hospital de Padua. Su cuerpo reposa en Chiampo (Vicenza), junto a la Gruta de la Inmaculada por él construida. Toda su existencia se caracterizó por un grueso filón de valor, que fue el componente primario de su personalidad de artista y de fraile.

Cuando brillaba en su mente una idea elevada, no la abandonaba jamás; la aferraba y la encarnaba ya en el mármol o en el alma. A los veintidós años, llevado de un instinto profundo, tuvo el valor de ahondarse en el arte. Abandonó sus instrumentos de albañil, se inscribió en la academia de Bellas Artes de Venecia y, dejando de lado cualquier otra inclinación juvenil, durante siete años sufrió y no aflojó, hasta obtener en 1929 el diploma de escultor con la máxima calificación. Se destacó como escultor hasta ganar premios nacionales, y con sus ganancias ayuda a los necesitados de su región.

Igualmente comprometido fue en el campo de la fe. La Acción católica fue su primer terreno fértil: lo estimuló a varias iniciativas de relieve, como la comunión frecuente, la lectura de buena prensa, la adoración nocturna mensual por toda la noche, varias formas de penitencia como el uso del cilicio, el dormir en tierra y finalmente el voto privado de castidad.

Así arte y virtud, óptimas hermanas, emprendieron juntas el camino para realizar una obra maestra. A los 33 años, en pleno vigor, cuando bienestar, fama, fortuna dinero y amor terreno lo rodeaban, viene otro singular gesto de valor suyo. Ingresa en el convento en San Francisco del Desierto (Venecia). Y vino a ser un artista diáfano y un religioso entusiasta de su vocación.

Al elevarse en el amor también se elevó su estro artístico. Y el arte sacro se vuelve para él un medio de acción con todo el valor religioso de un apostolado espiritual. Construye cuatro Grutas de Lourdes, altares decorosos, ángeles en adoración, santos en éxtasis. Vírgenes inspiradas y majestades sugestivas de Cristo. Así él viene ahora como carismático del cincel, a ocupar un puesto destacado en el seno de la comunidad cristiana de nuestro siglo. 

Como fraile, en valiente coherencia con su espíritu de humildad, renunció a la propuesta de acceder al sacerdocio. Prefirió los oficios humildes y ocultos, se ejercitó en ardientes oraciones y en varias penitencias, tuvo como sus predilectos a los pobres y necesitados, especialmente durante la guerra. Además en 1944 su osadía llegó al zenit: subiendo en la espiral de las grandes experiencias espirituales, ofrendó a Dios su vida como víctima voluntaria por la conversión de los pecadores y por la paz en el mundo. Pasó a la eternidad el alba de la fiesta de la Asunción de 1947, como lo había predicho. 



Fuente: franciscanos.net 


PENSAMIENTO MARIANO 9



PENSAMIENTO MARIANO

María es Madre de Dios y Madre nuestra, Madre poderosa y piadosa, que desea ardientemente llenarnos de favores celestiales. 

San Juan Bosco

sábado, 10 de agosto de 2013

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE


ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Virgen Santísima de Guadalupe,
 Madre de Dios,
 Señora y Madre nuestra.

 Miranos aquí postrados ante tu santa imagen,
 que nos dejaste estampada
 en la tilma de Juan Diego,
 como prenda de amor,
 bondad y misericordia.

 Aún siguen resonando las palabras
 que dijiste a Juan con inefable ternura:
 "Hijo mío queridísimo,
 Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado,"
 cuando radiante de hermosura
 te presentaste ante su vista
 en el cerro del Tepeyac.

Haz que merezcamos oír en el fondo del alma
 esas mismas palabras.

 Sí, eres nuestra Madre;
 la Madre de Dios es nuestra Madre,
 la más tierna, la más compasiva.

 Y para ser nuestra Madre
 y cobijarnos bajo el manto de tu protección
 te quedaste en tu imagen de Guadalupe.

Virgen Santísima de Guadalupe,
 muestra que eres nuestra Madre.

 Defiéndenos en las tentaciones,
 consuélanos en las tristezas,
 y ayúdanos en todas nuestras necesidades.

 En los peligros,
 en las enfermedades,
 en las persecuciones,
 en las amarguras,
 en los abandonos,
 en la hora de nuestra muerte,
 míranos con ojos compasivos
 y no te separes jamás de nosotros.

Amén

PENSAMIENTO MARIANO 8


PENSAMIENTO MARIANO

Las madres de la tierra no abandonan nunca a sus hijos. Del mismo modo María, que ama tanto a sus hijos durante la vida, con cuánta ternura, con cuánta bondad acudirá a protegerlos en sus últimos instantes, cuando mayor es la necesidad. 

San Juan Bosco

CON MARÍA, BAJANDO LA MONTAÑA


Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
Con María, bajando la montaña
No temas el descenso, no bajas sola. Aquel cuya luz es inextinguible, baja contigo…
 
Con María, bajando la montaña


El martes hemos celebrado la Transfiguración.

Muchas veces he pensado, Madre, en el momento de la Transfiguración de tu Hijo.

Muchas veces te has querido quedar allí arriba, en la montaña ¿verdad?- me susurras al alma y me siento en paz por saber que no tengo secretos contigo.

- Así es, Madre, muchas veces el alma se siente tan plena y feliz de saberse tan amada por Tu hijo, por Ti, que quisiera que el tiempo se detuviese allí ¿Porqué es tan difícil, María, seguir a Jesús cuando baja de la montaña?

Alargas tu mano y me conduces al sitio donde Pedro mira, entre extasiado y atemorizado, la bellísima escena de la Transfiguración y dice: “Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”(Mc 9,5)

Fíjate hija- murmuras a mi corazón-cuán grande es el gozo de Pedro ante la Majestad de Cristo. Ni siquiera tiene lienzos para tantas carpas, pero la fuerza de su corazón le lleva, en esta hora, a querer levantar carpas aún sin lienzos.

Corazón extasiado. Admiración sin límites. Tiendas sin lienzos.

- ¿Cuántas de estas carpas has proyectado, hija mía?


- Muchas, Madre, demasiadas…

¿Lograste levantar alguna? -me preguntas, invitándome a que yo misma me pregunte.

- Ninguna, Señora, ninguna. Debí bajar de la montaña demasiado rápido. A veces hasta rodando cuesta abajo y lastimándome con cuanto arbusto espinoso se cruzaba en mi camino. No supe quedarme arriba, en la montaña… lo siento, Madrecita…

No te angusties, amiga. Eso es lo que espero de ti. Espero que bajes, no que permanezcas. Se te es permitido subir para que, cada vez que bajes, sientas que el ascenso no fue en vano.

- ¿Cada vez, Señora? ¿Como “cada vez”? ¿Es que, acaso, he de subir muchas veces yo a la montaña a contemplar el esplendor de tu Hijo?

Pues si, querida, si. Precisamente de eso se trata. Verás, subir la montaña no es fácil, es camino escarpado, a veces árido y difícil. Aunque por momentos hallarás oasis perfectos. Es camino largo y delicado, pero lo que te espera en la cima bien vale el esfuerzo ¿verdad?

- Madre, perdona mi gran torpeza, pero siento que hablas con palabras conocidas… siento que son…. caminos conocidos, como si… ya los hubiese caminado.

Y el silencio de la parroquia se inunda de tu delicado perfume y las piedritas de tu manto brillan iluminando el alma…

Busca, hija, busca en tu interior la respuesta. Busca hija, que el que busca encuentra.

- Madre, el camino a la montaña es... ¿El camino de la oración? ¡Oh Madre! Entonces… entonces siento que mi corazón ha vivido lo que el de Pedro muchas veces.

Y también como él quisiste quedarte allí…

- Si, Madre, no sé como se vuelve y, muchas veces, ni siquiera sé que es volver.

Continúa la Misa y siento que comienzo a subir la montaña.

Me tomas como Jesús a Pedro, y camino contigo en espera del milagro.

Y las palabras de la plegaria de la Misa se tornan en pasos… pasos ascendentes hacia la cima. Mi alma quiere estar muy atenta a tales pasos, porque cada uno, cada palabra de la plegaria, prepara el alma para el encuentro.

Las vestiduras blancas de Jesús. La blancura del Pan que se lleva como ofrenda. Y canto el “Santo”. Por la Bendita Comunión de los Santos, sé que no canto sola, que hermanos lejanos, en distancia y tiempo, cantan conmigo.

Y el milagro llega.

Y los ojos del alma ven el esplendor de Su Amor entre las manos del sacerdote, en la Consagración.

- Madre, Jesús brilla para mí, brilla para cada uno de los que aquí estamos, el brillo es interior y sólo puede verse con los ojos del alma.

Falta el último paso.

El abrazo.

Voy de Tu Mano, Madre. En Tu Corazón le recibo. ¡Oh Bendito Jesús Eucaristía!. El abrazo es pleno, único. Conoces, Maestro, cada una de las súplicas de mi corazón.

Me abrazas, Jesús, en el Corazón de tu Madre. Quisiera detener el tiempo, aunque fuesen sólo unos instantes. Sé que no es posible.

Hija, es tiempo de bajar… es tiempo…

La Misa ha terminado. Mis pasos me llevan de regreso a la cotidianeidad de mis días.

Bajar la montaña, Madre. Siento que no bajo sola. Como Jesús bajó con Pedro, Santiago y Juan, siento que ahora también baja conmigo…. Y además, tengo tu compañía, Maria…. ¡Madre, bajar así no es tan duro! Las espinas siguen estando, duelen María, pero tú curas las heridas…

-¿Has notado, hija, que hay en la cumbre flores que sólo crecen allí?

- ¡Oh, sí, Señora, lo he notado! Y son bellísimas en verdad.

Y para sorpresa de mi alma, sacas de Tu Corazón una flor de las de la cumbre.

Toma, hija, para que aspires su perfume cada vez que sientas que el encuentro ha quedado lejano en el alma. Que la realidad del valle te supera y te lastima. Cada vez que sientas que hay demasiadas paredes y ninguna puerta….

La flor de la cumbre. La Comunión espiritual. ¡Oh dulce regalo del Maestro!....

Y mientras acaricio los pétalos de tan dulce flor, doy los últimos pasos sobre la montaña. Ya todo es valle. He de caminar en él con la misma alegría que sentí en la cumbre ¿Podré, Madre?

Ente mis manos la flor es respuesta. Flor de cumbre escarpada. Flor para algunos

- ¿Para quienes, María?

- Para los que la ansíen.

Cumbres escarpadas. Blanquísimo Pan. Carpas sin lienzo. Descenso con Cristo. Todo junto en el alma va tomando su lugar…

Gracias, Maestra del alma. Cuan experimentadísima alpinista, me esperas en cada Misa para subir hasta el milagro, para bajar fortalecida, para enseñarme a ser luz para los que aun no han subido, para los que ni siquiera imaginan que hay montaña.



Amigo mío, amiga mía que subes con Maria tantas veces la montaña. No temas el descenso, no bajas sola. Aquel cuya luz es inextinguible, baja contigo… Y si te apresuras tanto que le dejas lejos, no te angusties, siempre puedes volver. La oración hará que halles tus pasos en la arena, que encuentres el camino, que vuelvas a subir….



NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."


  • Preguntas o comentarios al autor
  • María Susana Ratero. 

    jueves, 8 de agosto de 2013

    ¿QUÉ ES EL DOGMA DE ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS?


    ¿QUÉ ES EL DOGMA DE ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS?

    Se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. 

    Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus, con las siguientes palabras:

    "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

    Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante: 

    "La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966). 

    La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección. 

    Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios. 

    En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos. 

    El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".

    Y el Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:

    "El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).

    "Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).

    Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97) 

    Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.

    Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.

    El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

    ¿QUÉ ES LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA?




    ¿QUÉ ES LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA?
    LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
    Se celebra el 15 de Agosto


    El Papa Pío XII definió solemnemente el dogma de la Asunción de María el 1 de noviembre de 1950. Este dogma fue promulgado en la Constitución "Munificentissimus Deus": 

    Las razones fundamentales para la definición del dogma presentadas por Pío XII fueron: 

    1-La inmunidad de María de todo pecado: La descomposición del cuerpo es consecuencia del pecado, y como María, careció de todo pecado, entonces Ella estaba libre de la ley universal de la corrupción, pudiendo entonces, entrar prontamente, en cuerpo y alma, en la gloria del cielo.

    2-Su Maternidad Divina: Como el cuerpo de Cristo se había formado del cuerpo de María, era conveniente que el cuerpo de María participara de la suerte del cuerpo de Cristo. Ella concibió a Jesús, le dio a luz, le nutrió, le cuidó, le estrechó contra su pecho. No podemos imaginar que Jesús permitiría que el cuerpo, que le dio vida, llegase a la corrupción. 

    3-Su Virginidad Perpetua: como su cuerpo fue preservado en integridad virginal, (toda para Jesús y siendo un tabernáculo viviente) era conveniente que después de la muerte no sufriera la corrupción.

    4-Su participación en la obra redentora de Cristo: María, la Madre del Redentor, por su íntima participación en la obra redentora de su Hijo, después de consumado el curso de su vida sobre la tierra, recibió el fruto pleno de la redención, que es la glorificación del cuerpo y del alma.

    La Asunción es la victoria de Dios confirmada en María y asegurada para nosotros. La Asunción es una señal y promesa de la gloria que nos espera cuando en el fin del mundo nuestros cuerpos resuciten y sean reunidos con nuestras almas.

    La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos. 

    Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado. 

    También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.

    La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento. 

    María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios. 

    En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza. 
    María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo. 

    La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.

    Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

    María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

    En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también. 

    IMAGENES DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS

















    miércoles, 7 de agosto de 2013

    LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS - 15 DE AGOSTO

    Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net
    En la Asunción de la Virgen


    María está ahora en los cielos porque reconoció y aceptó la acción de Dios sobre su vida.





    La solemnidad de la Asunción nos alegra de un modo muy íntimo: una de nosotros, hija de Adán y de Eva, está ya, para siempre, con Dios. Desde el cielo, nos acompaña con su cariño de Madre, nos cuida como a hijos pequeños y necesitados.

    ¿Por qué ha triunfado la Virgen? Porque puso en Dios toda su fe y su esperanza. Porque toda su vida fue un acoger la bendición de Dios, como vemos en el canto del “Magnificat”.

    ¿Por qué María es grande? Su grandeza está en su humildad: se ha hecho la “esclava del Señor”. Dios la ha predestinado, la ha elegido, la ha hecho un instrumento dócil y alegre para que pueda iniciar la gran obra de nuestra salvación: la Encarnación de Cristo.

    La solemnidad de la Asunción nos permite mirar al cielo con un cariño especial. Allí están Cristo y su Madre. Todos los hombres somos conocidos, somos esperados, somos ayudados en el camino de la vida.

    No es fácil vivir sin el amparo de una madre. María nos precede y nos acompaña. Nos indica el sendero, el modo de dar un sí a Dios sin límites, sin temores, sin tacañerías. Dios lo merece todo, y quien se da a Dios recibe el ciento por uno.

    María está ahora en los cielos porque reconoció y aceptó la acción de Dios sobre su vida. Nos toca a nosotros seguir su ejemplo. Si lo hacemos, el mundo será un poco mejor y un poco más feliz, y cada uno de nuestros pasos nos acercará hacia la meta eterna.

    María, concédeme la gracia de sentir una esperanza profunda que me lleve a dirigir siempre la mirada hacia la Patria verdadera. Ayúdame a vivir como cristiano, a poner mi existencia en las manos de Dios, a dejarme llevar por Él y a entregar mis energías al servicio de la Iglesia, en el lugar donde Dios me ponga, en el camino que ahora me toca seguir.

    Concédeme estar siempre bajo tu manto de Madre para poder, un día, cantar junto a Ti el Amor eterno de nuestro Padre de los cielos.

    ORACIÓN A MARÍA AUXILIADORA


    Oración a María Auxiliadora

    Oh María!
    Virgen poderosa
    grande e ilustre defensora de la Iglesia,
    Singular Auxilio de los cristianos
    terrible como un ejército ordenado en batalla,
    tú sola haz triunfado de todas las herejías del mundo,

    Oh Madre!
    En nuestras angustias,
    en nuestras luchas
    líbranos del enemigo
    y a la hora de la muerte
    llévanos al cielo.
    Amén

    martes, 6 de agosto de 2013

    LA TRANSFIGURACIÓN DE CRISTO - 6 DE AGOSTO


    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    Transfiguración, lo que Cristo es
    ¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza con la auténtica felicidad, que es Cristo?
     
    Transfiguración, lo que Cristo es
    La Transfiguración del Señor es particularmente importante para nosotros por lo que viene a significar. Por una parte, significa lo que Cristo es; Cristo que se manifiesta como lo que Él es ante sus discípulos: como Hijo de Dios. Pero,además, tiene para nosotros un significado muy importante, porque viene a indicar lo que somos nosotros, a lo que estamos llamados, cuál es nuestra vocación.

    Cuando Pedro ve a Cristo transfigurado, resplandeciente como el sol, con sus vestiduras blancas como la nieve, lo que está viendo no es simplemente a Cristo, sino que, de alguna manera, se está viendo a sí mismo y a todos nosotros. Lo que San Pedro ve es el estado en el cual nosotros gloriosos viviremos por la eternidad.

    Es un misterio el hecho de que nosotros vayamos a encontrarnos en la eternidad en cuerpo y alma. Y Cristo, con su verdadera humanidad, viene a darnos la explicación de este misterio. Cristo se convierte, por así decir, en la garantía, en la certeza de que, efectivamente, nuestra persona humana no desaparece, de que nuestro ser, nuestra identidad tal y como somos, no se acaba.
    Está muy dentro del corazón del hombre el anhelo de felicidad, el anhelo de plenitud. Muchas de las cosas que hacemos, las hacemos precisamente para ser felices. Yo me pregunto si habremos pensado alguna vez que nuestra felicidad está unida a Jesucristo; más aún, que la Transfiguración de Cristo es una manifestación de la verdadera felicidad.

    Si de alguna manera nosotros quisiéramos entender esta unión, podríamos tomar el Evangelio y considerar algunos de los aspectos que nos deja entrever. En primer lugar, la felicidad es tener a Cristo en el corazón como el único que llena el alma, como el único que da explicación a todas las obscuridades, como dice Pedro: "¡Qué bueno es estar aquí contigo!". Pero, al mismo tiempo, tener a Cristo como el único que potencia al máximo nuestra felicidad.

    Las personas humanas a veces pretendemos ser felices por nosotros mismos, con nosotros mismos, pero acabamos dándonos cuenta de que eso no se puede. Cuántas veces hay amarguras tremendas en nuestros corazones, cuántas veces hay pozos de tristeza que uno puede tocar cuando va caminando por la vida.

    ¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza, de amargura o de ceguera con la auténtica felicidad, que es Cristo? Cuando tenemos en nuestra alma una decepción, un problema, una lucha, una inquietud, una frustración, ¿sabemos auténticamente meter a Jesucristo dentro de nuestro corazón diciéndole: «¡Qué bueno es estar aquí!»?

    Hay una segunda parte de la felicidad, la cual se ve simbolizada en la presencia de Moisés y de Elías. Moisés y Elías, para la mentalidad judía, no son simplemente dos personaje históricos, sino que representan el primero la Ley, y el segundo a los Profetas. Ellos nos hablan de la plenitud que es Cristo como Palabra de Dios, como manifestación y revelación del Señor a su pueblo. La plenitud es parte de la felicidad. Cuando uno se siente triste es porque algo falta, es porque no tiene algo. Cuando una persona nos entristece, en el fondo, no es por otra cosa sino porque nos quitó algo de nuestro corazón y de nuestra alma. Cuando una persona nos defrauda y nos causa tristeza, es porque no nos dio todo lo que nosotros esperábamos que nos diera. Cuando una situación nos pone tristes o cuando pensamos en alguien y nos entristecemos es porque hay siempre una ausencia; no hay plenitud.

    La Transfiguración del Señor nos habla de la plenitud, nos habla de que no existen carencias, de que no existen limitaciones, de que no existen ausencias. Cuántas veces las ausencias de los seres queridos son tremendos motivos de tristeza y de pena. Ausencias físicas unas veces, ausencias espirituales otras; ausencias producidas por una distancia que hay en kilómetros medibles, o ausencias producidas por una distancia afectiva.

    Aprendamos a compartir con Cristo todo lo que Él ha venido a hacer a este mundo. El saber ofrecernos, ser capaces de entregarnos a nuestro Señor cada día para resucitar con Él cada día. "Si con Él morimos -dice San Pablo- resucitaremos con Él. Si con Él sufrimos, gozaremos con Él". La Transfiguración viene a significar, de una forma muy particular, nuestra unión con Cristo.

    Ojalá que en este día no nos quedemos simplemente a ver la Transfiguración como un milagro más, tal vez un poquito más espectacular por parte de Cristo, sino que, viendo a Cristo Transfigurado, nos demos cuenta de que ésa es nuestra identidad, de que ahí está nuestra felicidad. Una felicidad que vamos a ser capaces de tener sola y únicamente a través de la comunión con los demás, a través de la comunión con Dios. Una felicidad que no va a significar otra cosa sino la plenitud absoluta de Dios y de todo lo que nosotros somos en nuestra vida; una felicidad a la que vamos a llegar a través de ese estar con Cristo todos los días, muriendo con Él, resucitando con Él, identificándonos con Él en todas las cosas que hagamos.

    Pidamos para nosotros la gracia de identificarnos con Cristo como fuente de felicidad. Pidámosla también para los que están dentro de nuestro corazón y para aquellas personas que no son capaces de encontrar que estar con Cristo es lo mejor que un hombre o que una mujer pueden tener en su vida.


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  • P. Cipriano Sánchez LC 
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