miércoles, 4 de diciembre de 2013

LA VIRGEN MARÍA MADRE


LA VIRGEN MARÍA MADRE
 
La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!

La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.

Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.

Mil ángeles cantan
canción de cristal
que un Clavel nació
de un suave Rosal.

Gloria Fuertes

¿POR QUÉ MARÍA?


¿Por qué María?
María Velázquez Dorantes


Cuando decidimos hacer una oración y sentirnos que tocamos las manos de Dios, pero no sabemos como empezar, ni siquiera que decirle, porque le tememos, porque estamos avergonzados, porque no sabemos hablarle al Padre de todo el mundo, la clave principal se encuentra en esa mujer perfecta de nombre Maria, que en su bondad, pobreza, castidad y enorme firmeza se manifestó todo el esplendor de Dios Padre.

Ella es una mujer dispuesta a darnos la inspiración buscada para entablar una verdadera comunicación con Dios mismo, ella no sabe decir que no, porque es el puente magnifico para cruzar los torbellinos que azotan al alma, porque ella es la venda que cubre nuestras heridas y el agua que alivia nuestra fiebre.

Maria es y será la mujer perfecta, el ideal de perfección femenina a seguir, es la estrella más luminosa en medio del desierto, en medio de los pastores y de la noche. Maria es madre y reina de todos los corazones, fue ascendida a los cielos para vigilar a todos los que creen y para amar con mayor fuerza a los que no creen, a los que se resisten al poder de Dios, a los que no saben decir: María cómo comienzo esta pequeña oración.

A María le podemos pedir que intervenga ante Jesús para ser sanos de mente y espíritu, de cuerpo y alma, para no sentirnos solos, para decirle a su hijo que deseamos transformarnos en hombres y mujeres perfectas y obedientes a la voluntad de Dios.

Es a María porque en ella vamos a encontrar todo lo que hemos perdido, porque en ella podemos depositar todos los secretos que a veces atormentan, porque en ella podemos confiar plenamente y seguramente; le podemos cantar y hablar como la mejor amiga, la mejor madre y la mejor virgen.

A LA VIRGEN MARÍA INMACULADA


A la Inmaculada
Florian Rodero


El barro se volvió estrella, 
la sangre se volvió gracia 
en la arcilla de tu cuerpo. 
¡Oh Virgen Inmaculada! 

Y la savia de la muerte 
que a la vida alimentaba, 
se secó en tu carne limpia 
cuando el Señor te hizo el alma. 

La presencia creadora 
vino al Edén de tu casa, 
y en las manos te traía 
¡oh Virgen Inmaculada!

A BELÉN FUE MARÍA, JESÚS NACERÍA


A Belén fue María, Jesús Nacería
Pedro Sergio Antonio Donoso 


Augusto publico un decreto
Quirino Siria gobernaba 
Había que hacer un censo
La gente se preparaba.

Así todos, pues, a moverse empezaron 
para ser registrados 
en Galilea se movilizaron
para en su ciudad natal ser anotados. 

José que moraba en Galilea, 
en la ciudad de los Nazarenos
a su animal puso correas
para salir a Judea y sus caminos. 

El era de Belén y allí iría
porque era descendiente de David; 
allí se inscribió con María, 
su esposa, que estaba en cinta. 

Mientras en Belén estaban 
María sintió el momento 
El parto que esperaban
Y ellos si alojamiento. 

En un pesebre con animales
Dio a luz al Hijo
Lo envolvió en pañales 
Y su sonrisa lo bendijo. 

En el pesebre lo acostó
no había lugar para ellos
pero la felicidad llego
en la estrella había destellos. 

Pastores allí que vivían
por la noche sus rebaños cuidaban 
ellos presentían
que noticias buenas rondaban. 

Así un ángel del Señor apareció
Al principio se asustaron
la gloria del Señor los rodeó
es su claridad se asombraron. 

Del ángel escucharon
No tengan miedo
La buena noticia les comunicaron
alegría para todo el pueblo. 

El angel con mucho amor
Les contó que a ciudad de David,
ha nacido para el Salvador, 
que es el Mesías y el Señor. 

Que todo el mundo se alegre
hallarán a un niño recién nacido, 
allá en el pesebre
en pañales y recién parido. 

Por todas partes ángeles llegaron
Cuidaban del pesebre con celo
Todos a Dios alabaron
Gloria a Dios en lo más alto del cielo. 

En la tierra paz a los hombres: 
ésta es la hora de su gracia
al mundo llego el nombre
que todo lo sacia. 

Los ángeles al cielo volvieron
Los pastores estaba emocionados
Al pesebre ellos acudieron
Para adorar al niño amado. 

Vayamos, pues, hasta Belén
y veamos lo que ha sucedido
el Señor nos ha dado a bien
el redentor ha venido. 

Llegaron apresurados
Ha Jose y Maria hallaron
Y al recién nacido acostado
A el se le arrodillaron. 

A María y Jose los pastores comentaron
los que ángeles les habían dicho del niño
todos se emocionaron
todos se maravillaron. 

María atesoraba los acontecimientos 
y los volvía a meditar en su interior.
Que bello era ese momento
Todo era amor. 

Todo esto fue en Belén
Allí era donde nacería
Todo nuestro bien
Jesús se llamaría. 

LA VIRGEN MARÍA Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO


martes, 3 de diciembre de 2013

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO
































EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO GUÍA EN ADVIENTO


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento


Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él.

Durante el Adviento no podemos olvidar la presencia del Espíritu Santo que primero actúa profetizando la venida del Mesías, y después, en Jesucristo. Esto es para nosotros una muy especial indicación por parte de Dios Nuestro Señor de que las necesidades que posee el hombre sólo pueden realizarse desde una perspectiva: la del Espíritu Santo. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que esto únicamente es posible para el alma que se convierte en dócil instrumento del Espíritu Santo, pues es Él quien nos permite ir llegando con paso firme a todas y cada una de las metas que Dios nos va poniendo a lo largo de la vida. No estamos solos, el Señor no nos abandona. La presencia de Jesucristo en nuestras vidas no es nada más una compañía, es también una guía, una luz. Y nunca olvidemos que esta iluminación quien la realiza es el Espíritu Santo.

El profeta Isaías nos habla de un momento, en los tiempos mesiánicos (cuando venga el Mesías), en que todo será paz, y cómo el Espíritu de Dios colmará el mundo. Dice el Profeta: “Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar”.

En la Encarnación es el Espíritu Santo el que cubre con su sombra a la Santísima Virgen para que sea engendrado el Hijo de Dios. Y es también el Espíritu Santo el que, cada vez que queremos tener a Cristo en nuestra alma, se hace presente para construir en nosotros la presencia, la vida de Cristo. El Espíritu Santo es el Santificador, es el que realiza en el alma la función de dar vida en el Señor. Es Él quien nos aconseja, guía e ilumina, fortaleciéndonos para que el mensaje que la Navidad viene a traer a nuestras almas se pueda cumplir.

En este Adviento, en este camino hacia la Navidad, hacia la presencia plena de Cristo en nuestra alma, no estamos guiados por una estrella, estamos guiados por el Espíritu de Dios Nuestro Señor. Esto tiene que ser para nosotros una grandísima certeza, tiene que darnos una gran paz y una gran serenidad. Sin embargo, exige de nosotros un entrenamiento que consiste en aprender a escuchar lo que el Espíritu Santo va diciendo a nuestra conciencia, el someter nuestro juicio a lo que Él nos va pidiendo y el ser capaces de amar el modo concreto con el cual va educando nuestro corazón.

Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él. Si tuviéramos dentro de nosotros esta presencia constante del Espíritu Santo podríamos participar de la acción de gracias que Jesucristo hace al Padre: “Te doy gracias Padre del Cielo y de la Tierra, porque has revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos”.

¡Cuántas veces nuestra forma de ver las cosas y nuestros juicios son los que gobiernan nuestras vidas! ¡Cuántas veces pretendemos entender todas las cosas según la cuadrícula de nuestra sabiduría, y nos olvidamos que la sabiduría de Dios es la que tiene que regir nuestra vida!

Cuando leemos las profecías de Isaías, donde aparece el lobo habitando con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y el león pastando juntos, podría aparecer la pregunta: ¿Todo eso existe? ¿Es un sueño o es una realidad? Lo que el profeta nos está diciendo es que aun aquello que parece imposible al hombre, que en la lógica humana jamás podría llegar a darse, el Espíritu Santo lo puede realizar.

En este Adviento, aprendamos a romper las lógicas humanas, a deshacer nuestras cuadrículas, nuestras formas de ver muchas situaciones, de vernos, incluso, a nosotros mismos. Dejemos a un lado tantas y tantas cosas que clasifican nuestra existencia de una manera determinada y que, en definitiva, la alejan de Dios. Permitamos al Espíritu Santo hablar en nuestra vida, guiarnos e inspirarnos. No es tan difícil, es cuestión de aprender a escuchar, de no hacer ruido en nuestra alma, de ponernos delante de Dios y no oír otra cosa más que a Él, para que nada interrumpa esa comunicación de amor entre Dios y cada uno de nosotros.

Nuestro corazón debe estar dispuesto a escuchar a Dios, para que este tiempo de Adviento, en el que se produce la mayor alegría para el hombre, que es el encuentro con el Señor, no pase con las hojas del calendario, sino que sea un tiempo que permanezca en el corazón. Con una gran apertura interior, permitámosle al Espíritu Santo hablar, para así poder ir quitando todo aquello que nos impiden tener paz en el alma, junto a Cristo en Belén.

El profeta Isaías nos dice: “Aquel día, la raíz de Jesé se levantará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones”. ¿Hay en mi alma avidez de Dios? ¿Hay en mi corazón sed de este Cristo, que es la raíz de Jesé? ¿Hay en mi interior el anhelo de encontrarme con Jesús? Si no lo hay, permitamos que el Espíritu Santo vaya cambiando nuestro corazón hasta que Él lo llene. Y pidámosle que en este período de Adviento, Él vaya transformando nuestra existencia de tal manera que nunca nos sintamos solos, para que se pueda cumplir en nosotros la profecía de que somos dichosos porque vemos la presencia de Cristo en nuestra vida, vemos su influjo en la sociedad: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”. 

¿QUÉ SIGNIFICAN LOS COLORES DE LA CORONA DE ADVIENTO?



¿QUÉ SIGNIFICAN 
LOS COLORES DE LA CORONA DE ADVIENTO?

• Significado. El círculo de follaje verde, recuerda la eternidad de Dios y nos hace pensar en los miles de años de espera del Mesías, desde Adán hasta su nacimiento y, en la actual espera de la segunda venido de Cristo. El color verde significa la esperanza de la vida.

Las cuatro velas que se colocan alrededor, significan la luz que disipan las tinieblas del pecado, son tres de color morado, que hablan del deseo de conversión y una rosa que habla de la alegría vivida con María, por la inminente llegada de Jesús.

La vela blanca del centro es la Luz de Jesús que con su nacimiento, viene a iluminar definitivamente la vida del hombre. 

• Celebración. Es una costumbre que reúne a la familia, pues es allí en donde se sugiere la celebración. La familia unida hace una oración en torno a la corona, con alguna meditación alusiva a las lecturas dominicales; se enciende una vela cada semana cantando algo que hable de la espera del Salvador. La noche del 24 de diciembre con las cuatro velas encendidas, se enciende por último la vela blanca cantando villancicos y se "acuesta al niño Jesús" en el nacimiento, como de costumbre, desde luego después de haber leído el Evangelio del relato del Nacimiento en Belén y de haber hecho una reflexión y oración todos juntos. Generalmente en los templos se reparten hojas con oraciones sugeridas para esta celebración.

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA VIRGEN MARÍA, AQUELLA QUE ESPERA


Aquella que espera
María-Teresa Fischer


“Cuando yo te imagino, María,
esperando a Aquel que se llamará Jesús,
no te veo para nada como en las piadosas imágenes
donde tú apareces meditando la Escritura con las manos juntas.

Tú no eras un mito, ni una figura de cuentos de hadas,
sino una verdadera jovencita de carne y hueso
que había concebido un verdadero niño.
No creo faltarte el respeto
si tu espera, para mí, es algo más concreto.

Como yo te veo, María,
es tendida sobre tu lecho en el vacío profundo de la noche silenciosa,
con los ojos grandes, abiertos en las tinieblas,
y tu mano,
apoyada en la curva cada vez más insólita de tu vientre dilatado,
escrutando los mensajes de Aquel que te habita,
puesta la palma de la mano a la escucha como un oído atento.

Entonces, cuando Él salta y cuando a través de tu carne
sientes concretamente la invisible presencia,
una ola de amor se desencadena sobre ti,
haciendo brotar las lágrimas en tus ojos, la sonrisa en tus labios,
y desde el fondo de tu corazón, ese deseo loco
de ver por fin a Aquel que está en ti,
de descubrir su rostro,
de poder abrirle tus brazos,
de manifestarle tu ternura
y de conocer un día el sol de su sonrisa…

María de la Espera,
enséñanos a escrutar vigilantes de la misma manera
los mensajes de Dios en nuestra vida,
de este Dios que quiere
habitar en lo más profundo de nosotros,
Él que, como el niño que va a nacer,
es a la vez presente y porvenir.

Entonces, maravillados,
en lugar de temer su venida,
a la manera de una mujer que se angustia en el parto,
nosotros seremos sumergidos de amor
por el luminoso deseo
de verlo por fin cara a cara”.

ADVIENTO, TIEMPO MARIANO


ADVIENTO, TIEMPO MARIANO
Adviento, tiempo de espera, tiempo de alegrarse con María

Padre Antonio Orozco-Delclós

Tiempo para acompañar a la Virgen grávida durante las últimas semanas de su Buena Esperanza, cuando el peso de Jesús se hace sentir más. Ella va nutriendo en su seno teje que teje- la naturaleza humana del Hijo Unigénito del Padre. Y siente el peso, un peso dulce, del Hijo de Dios humanado.

Vive a la letra lo que unos siglos más tarde dirá lapidariamente san Agustín: «mi amor es mi peso» (Amor meus, pondus meus). Se refería el obispo de Hipona a que así como todas las cosas tienden a su centro de gravedad, su corazón se precipitaba al Amor inmenso de Dios, como atraído por irresistible imán. María llevaba en su seno inmaculado el verdadero Centro de todas las cosas, de todo amor, que bien es llamado Amor de los amores. ¡Qué peso! ¡Qué responsabilidad! ¡Qué cuidado! ¡Qué olvido de sí!

Adviento es tiempo para acompañar a Nuestra Madre y «ayudarla» a llevar el peso de Dios, el peso de Jesús hasta Belén. Es tiempo de confidencias con la Portadora de Dios Hijo hecho Niño en su seno (Cristófora). Es muy necesario, porque lo más parecido a la Santísima Virgen de viaje a Belén es el cristiano de viaje por el mundo, sobre todo cuando acaba de recibir a Jesús Sacramentado (cristóforo). Normalmente, el cristiano que vive de la fe, está en gracia de Dios y es templo del Espíritu Santo, tanto como decir asiento de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo inhabitan en el alma del «justo». Habitualmente en nuestro corazón hay «un cielo». Habita o según dicen los teólogos reforzando la expresión- «inhabita» Dios Uno y Trino.

-¿Cómo es posible? ¡Si no se nota nada! 

Bueno, preciso es reconocer que nuestra sensibilidad es escasa. San Pablo dice que el Espíritu Santo clama en nuestro corazones el grito de nuestra filiación divina: «Abbá!», ¡Padre! (más exactamente: ¡Papá!). Escucha. ¿No oyes? Tal vez te faltan algunos años de silencio interior. Tendrías que empezar ya a entrenarte un ratito cada día. Lo mejor sería acudir a la Virgen: 

-Mamá, no oigo nada. 

-Ven, hijo mío. Con este tapón en los oídos, ¿cómo vas a oír?

Su maternidad se extiende a tantas gentes; y muchas no conocen a su Madre ni a su Padre, no saben de su filiación divina ni de su filiación mariana y andan por derroteros que separan de su Hijo. Ha de ser un peso grave éste, para Ella.

Con Ella se aprende a llevar el peso de Dios, y de todo lo que es de Dios, lo que Dios ha querido poner sobre nuestros hombros.

En primer lugar, el peso de la propia existencia, que al avanzar el tiempo va haciéndose más gravoso. La famosa «levedad del ser» sólo puede parecer al que vive en la espuma de la vida; no a quien vive la existencia en profundidad. En ocasiones incluso el «ser», la existencia, la vida, puede hacerse muy pesada. Además, a menudo, es preciso llevar el peso de otros, según la máxima del Apóstol: «llevad los unos las cargas de los otros». En ocasiones, se hace largo el camino. Sucede que «a veces me canso de ser hombre», como escribía el poeta.

Con María comprendemos mejor que el yugo de Cristo es suave y la carga ligera: Él la lleva con nosotros.

Es preciso ver en el peso del trabajo, de las relaciones familiares, profesionales, sociales, el peso de Dios, que, al llevarlo con Él, resulta más liviano y gozoso. De este modo vivimos el espíritu de penitencia y purificación tan propio del tiempo de Adviento-, como debe ser, con alegría honda, esperanzada y agradecida. Con la oración, el sacrificio y la limosna. Dios carga sobre nosotros para que con Él, por Él y en Él santifiquemos esa existencia nuestra, santificando todo lo que toquemos: los deberes de estado, los deberes de cristianos coherentes.


Tiempo de alegrarse con María

Adviento es tiempo para conversar con María acerca de los puntos que tenemos en común, comenzando por el saludo del Ángel: ¡Alégrate!

¿Acaso un cristiano no ha oído nunca de parte de Dios a un ángel un padre, una madre, un hermano, un amigo, un pastor- que le haya dicho «¡alégrate!», porque eres cristiano, porque has hallado gracia ante Dios, porque en las aguas del bautismo el Espíritu ha descendido sobre ti, te ha ungido y te ha llenado de gracia, te ha hecho santo, hijo de Dios, consorte de la divina naturaleza, partícipe de la vida divina? ¿Nunca te ha dicho nadie esto? Pues ya va siendo hora. 

La alegría será progresiva, a medida que se incremente el peso.

María es mujer singular, belleza única. Pero los hijos de Dios participan de todas las facetas de su belleza, de su gracia. Descúbrelas. Acércate, pregunta, infórmate. Decía Juan Pablo II aquel 29 de noviembre de 1978: «El hombre tiene el derecho, e incluso el deber, de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría. Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo». Si Dios quiere y nos da tiempo. Algo podremos hacer desde aquí.

Se columbra una Luz a lo lejos. Se adivina cercano el cielo de Belén, los pastores, los Ángeles, la estrella, los Magos... Allá haremos un alto en el camino, pausado y sabroso, para adorar mucho y besar al Niño Dios. Luego, le seguiremos - con María y José - a dondequiera que vaya.

MEDITACIONES DE LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO




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