martes, 12 de agosto de 2014

GRACIAS A DIOS POR LA VIRGEN MARÍA


Gracias a Dios por la Virgen María 
Rafael Matesanz



Gracias, Señor, la Virgen
nazarena es tu Madre y mi Madre
juntamente.
A ti, te dio su carne confidente;
a mí, me da su savia de azucena.

Tú la llenaste con la gracia plena.
Ella te dio su ser enteramente.
Yo nada puedo darle: solamente
llamarla Madre inmensamente buena.

Gracias, Señor, tu dimensión materna
se llama Virgen de mirada tierna.
y es albergue de cálido cariño.

GLORIA DE MARÍA


Gloria de María
Rafael Ángel Marañón


Triunfante, en paz, de gloria ya vestida; 
 En el sublime trono recibida 
En el amor divino sumergida 
Gozas libre de mal, libre de herida. 

En la paz inefable de los Cielos 
Tienes amor y abundan tus consuelos 
Por los años fecundos que en desvelos 
Sufriste soportando luengos duelos. 

Cesó tu soledad, cesó tu llanto; 
La espléndida misión quedó cumplida 
Y eternamente gozas de su encanto. 

En el Cielo de Dios que como un manto 
Te cubre con su amor y su acogida 
Eres reina sin par y eres mi canto. 

Sin pena ni quebranto, 
A ti que eres señora y madre mía 
Te rindo mi alabanza, fiel María.

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viernes, 8 de agosto de 2014

UNA SONRISA



UNA SONRISA

Cuando pensamos en las cosas que pueden pasar en la vida, las preocupaciones, los problemas, el estrés y las luchas, nos olvidamos de una cosa que puede cambiarlo todo: y esa es una sonrisa que puede ser hallada en abundancia.

En el Hospital Christie en Manchester, lo primero que uno ve es una sonrisa en un rostro dirigida a un extraño—a mí.  Y no es algo extraño dondequiera que vayamos, hay siempre una sonrisa, un rostro cálido y un brillo. El personal es fantástico y provee un sentimiento de paz haciéndonos sentir que no nos sobrevendrá ningún daño.  ¿Y cómo es que lo logran?

Con serenidad y astucia, mientras realizan sus labores diarias con una eminente sonrisa. Pero una cosa inspira a cada uno de los pacientes, a pesar del estado de su salud, ninguno de ellos—una mezcla de todas las razas y sexos—será atendido sin una sonrisa de “oreja a oreja”. Al mirar alrededor, me animo y cobro fuerzas.

Me sumaré a este grupo sin importar por cuánto tiempo para salir de esto una persona mucho más fuerte.  Planeo sonreír más cada día ahora que he aprendido su verdadero significado.

La reflexión de hoy, escrita desde la perspectiva de un paciente en un hospital, no es en realidad tan sólo un llamado a un grupo de profesionales de la medicina, sino más bien un desafío a todos nosotros.  Y es que el autor, a pesar de su estado de salud, reconoce el valor espiritual y terapéutico que una sonrisa puede ofrecer.  ¡Caramba!

No es tan sólo que el sonreír nos bendiga a nosotros mismos—ya hemos escuchado que sonriendo, tensamos muchísimos menos músculos que frunciendo el ceño—sino que a través de la sonrisa cálida y genuina podemos compartir paz y sanidad a quienes tanto lo necesitan.  Obviamente, el énfasis está en la calidez y genuinidad de una sonrisa que nace en el corazón y no simplemente en la intención de pasar por socialmente correctos.

Tal vez sea ese parte de nuestro servicio a Dios: sonreír a los demás y alegrarles el día.  Pero tal vez Ud. piense que la sonrisa no brota tan rápidamente en su rostro y que necesita ayuda.

 Entonces, ¿por qué no dedicar un tiempito este fin de semana para acercarnos—junto con tantos otros que necesitan al Señor—a una congregación y adorar con ellos, abriendo nuestros corazones para recibir no sólo la paz, poder y sabiduría que todos necesitamos, sino también la gracia para bendecir a cuantos nos rodean…con una sonrisa del corazón?

DEJÉMONOS QUERER POR LA VIRGEN MARÍA


Dejémonos querer por María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo

. Se nos propone como prototipo del amor, el de la madre, persona con la que primero tuvimos contacto sensible en esta vida y quien siempre llevaba ella la iniciativa en las muestras de amor, besos, caricias, abrazos, etc...

. De “pequeñines” nos dejábamos querer por la nuestra madre, después ya iba buscando que tuviéramos nosotros la iniciativa en las muestras de amor y cariño.

. En nuestros años infantiles nuestra piedad mariana venía arropada por el ambiente del hogar y de la escuela: Las Tres avemarías rituales al levantarnos y al acostarnos. En fechas señaladas como en Mayo se respiraba un ambiente mariano con el “ejercicio de las flores” ante el altar construido dentro del aula, en cuya parte más alta se había colocado una imagen o cuadro de la Virgen.

. Al llegar a la adolescencia se nos proponía a María como guía, modelo para nuestra vida de acercamiento a Cristo. Con el entusiasmo de la entrega le cantábamos: “Mientras mi vida alentare todo mi amor para Ti...”

. Los años pasaban y aquellos fervores se iban debilitando o apagando. Se seguía a falaces sirenas, que prometían una felicidad inmediata, pero que nunca llegaba a llenar plenamente nuestras ansias de felicidad. Fueron los años de alejarse de la mayoría de las prácticas religiosas, de la incoherencia entre lo que pedíamos a los otros y lo que nosotros nos exigíamos.

. Como hay tiempo para todo, cuando se llega a la adultez no sólo de los años, sino también del interior, uno echa una mirada retrospectiva para ver las cosas que han cambiado a nuestro alrededor con el paso de los años y también de lo que nosotros hemos cambiado.

. Descubrimos que siempre estuvo pendiente de nosotros María, nuestra Madre,, vamos recorriendo nuestra historia y le tenemos que decir con la canción: 

¡ Cuántas veces siendo niño te recé, con mis besos te decía que te amaba! Poco a poco con el tiempo olvidándome de Ti por caminos que se alejan, me perdí
Hoy he vuelto, Madre, a recordar ¡cuántas cosas dije ante tu altar! y al rezarte puedo 
comprender que una madre no se cansa de esperar

. La tónica del comportamiento de María es la de estar siempre cerca de nosotros para llevarnos a su Hijo.. Ella nos ha contemplado con gozo y alegría, cuando de pequeños acudíamos a su regazo; nos ha mirado con tristeza al vernos que nos alejábamos. Ella siempre ha sido la Madre de la misericordia, siempre pronta a salir a nuestro encuentro para ayudarnos a levantarnos y a limpiarnos:

“Aunque el hijo se alejara del hogar, una madre siempre espera su regreso.
Que el regalo más hermoso, que a los hijos da el Señor,
es su Madre y el milagro de su amor”.

. Los años para una madre no cuentan, siempre seremos los hijos de María y mientras más niños nos sintamos, con mayor presteza y confianza acudiremos a su regazo. No es necesario que le contemos nuestros equívocos, errores, fallos, etc... sólo hace falta caer en sus brazos y dejarnos querer por Ella.

ORACIONES A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO



ORACIONES A LA VIRGEN 
DEL PERPETUO SOCORRO


ORACIÓN I

¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.

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ORACIÓN II

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.

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ORACIÓN III

Santísima y siempre pura Virgen María, Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado; que a ninguno abandonas, a ninguno desprecias ni dejas desconsolado a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro. No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados, no me abandones por mis muchas iniquidades, ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor, pues soy tu hijo. Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad: socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro, de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo, la indulgencia y la remisión de todos mis pecados y la gracia de tu amor y temor, la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo. En los últimos momentos de mi vida, sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal, así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores, y las de todos los fieles vivos y difuntos, con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre, tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.

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ORACIÓN IV

Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María, María, Madre Mía.

Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro.



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